Fue remisero, playero y hoy trabaja en el correo: Fabián Santa Cruz, el jugador que con un dedo provocó la reacción más salvaje de Riquelme

A 18 años de la jugada que lo hizo famoso, el Japo habló con Infobae y brindó detalles de aquel día que provocó la primera expulsión de Román. Además, contó cómo fue su vida después de colgar los botines

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La reacción de Riquelme contra
La reacción de Riquelme contra Santa Cruz después de que le "metiera el dedo" (FotoBaires)

Hay acciones que, ya sea por su calidad o trascendencia, quedaron grabadas en el recuerdo colectivo del hincha del fútbol argentino. No hay dudas de quién se trata el héroe si se habla del baile al Real Madrid en 2000 -con el francés Claude Makélélé como partenaire principal de esa noche en Tokio-, del caño a Mario Yepes en el 2000 o del festejo del Topo Gigio en una Bombonera aunada en un grito de gol.

Todas aquellas, y tantas otras, coinciden en dos aspectos fundamentales: en su protagonista y en su esencia. Es irrebatible decir que esos momentos componen una parte fundamental de la carrera de Juan Román Riquelme como jugador de Boca Juniors. Y tampoco se puede negar que en todas se alcanza a percibir su magia, su impronta de elegancia y potrero, su marca registrada. Todas son el fiel reflejo de lo que el Torero mostró en sus años de gloria con la camiseta xeneize.

Sin embargo, hay un hecho que desentona. Un acto que difiere de estos y de todos los que alguna vez desempeñó Román dentro de un campo de juego. Sí, el intérprete es el mismo, pero su accionar es otro. Atípico, casi irreconocible.

Domingo 28 de abril de 2002. Banfield, apremiado por la tabla de promedios, recibía al Boca del Maestro Tabárez por la fecha 16 del Torneo Clausura. Iban casi 37 minutos de encuentro y el Taladro ya se imponía por 1-0 gracias a un tanto de Walter Gímenez, cuando el capitán vestido de azul y amarillo recibió la pelota al pie en campo rival, apenas unos metros por delante de la mitad de la cancha. De reojo, observaba un adversario al acecho e hizo uno de sus trucos preferidos: se colocó de espaldas para desaparecer al esférico de la vista de su marcador. Siempre utilizando su cuerpo como capa y la suela de su botín como varita. Pero el desenlace no fue el que el público esperaba. En vez de dejar en el camino a su rival y seguir, se dió media vuelta y le propinó un violento golpe en la cara con su mano derecha. El árbitro Fabián Madorrán atestiguó lo mismo que todos y le enseñó la tarjeta roja al 10. Afuera.

La primera expulsión de Riquelme en su carrera

Al momento nadie encontró explicaciones para semejante reacción de Riquelme. Ni los futbolistas del elenco dirigido por Luis Garisto ni sus propios compañeros. Sólo la repetición televisiva tuvo la respuesta, la misma que replicarían las fotografías de los periódicos el lunes siguiente por la mañana: el número 14 de camiseta verdiblanca le había introducido un dedo entre las nalgas al momento del duelo.

Imprudencia para algunos, picardía para otros. Esta vez fue el mago quien cayó en un truco tan viejo y grosero como los pinchazos con alfileres de Bilardo en los corners. Y con su líder futbolístico en las duchas antes de tiempo, los de la Ribera no pudieron ante un Banfield que se quedó con tres puntos importantes, que tiempo después sirvieron para lograr la permanencia en Primera.

“Me metió un dedo en el culo”, fueron las palabras que el referí Madorrán puso en boca de Román después del cotejo. Años más tarde, en una popular entrevista con el programa Sin Cassette (2005) el propio Riquelme reconocería lo sucedido: “Yo paré la pelota y pensé que había sido sin querer, pero después vi que seguía el hijo de pu... Me dio cosa después porque me dijeron que el técnico lo había mandado”.

La carrera de Riquelme siguió. No hace falta ahondar en todos sus logros para saber qué tipo de jugador fue. En cambio, ¿qué fue de aquel joven volante central que cometió semejante osadía? El hecho le valió un lugar en las escenas más recordadas del deporte nacional y que, entre otros honores, aparece en el especial de 20 años de Fútbol de Primera, que en estos últimos días fue reestrenado en la plataforma de Netflix y trajo nostalgia a todos lo fanáticos de la redonda en plena cuarentena.

Fabián Santa Cruz tiene 40 años. Está en pareja con Valeria, su novia desde aquellos tiempos en los que saltó a la Primera de Banfield en 1997, y tuvo dos hijos, Eugenia y Santiago. Hace más de 12 años que colgó los botines y hoy se desempeña como empleado del Correo Argentino, en la planta ubicada en Monte Grande. Un trabajo un tanto extraño para alguien que estuvo ligado al fútbol profesional casi 15 años, pero afirma que no fue el único que tuvo.

Fabián Santa Cruz, de 40
Fabián Santa Cruz, de 40 años, junto a su familia

"Laburo de noche. Estoy en el área de encomiendas del Interior. Desde de que me retiré fui girando por un montón de oficios. No encontré nunca mi lugar. Nunca. Y ahora tampoco. Es muy difícil dejar el fútbol. Uno está acostumbrado a jugar, a hacer deporte toda la vida y de repente cuando tenés que dejarlo es muy difícil adaptarse a otro trabajo. Hasta el día de hoy no me puedo hallar. Es la verdad. Laburé de todo porque tengo una familia y tengo que traer el pan a mi casa”, le explica Japo, apodo que ganó en su época de Inferiores por la apariencia de sus ojos, a Infobae.

Desde el otro lado del teléfono, se puede percibir un tono de melancolía en sus declaraciones. Como si cada oración tuviese un sabor agridulce, producto de aquella incertidumbre en la que se sumergió el día que dejó la pelota. “Anduve por todos lados, laburando de todo. Hice hasta de remisero, sin desmerecer el oficio. Trabajé de playero en una estación de servicio, fui empleado en una fábrica metalúrgica, saqué el registro profesional y fui camionero, manejé para una empresa de carpas grandes para eventos. Así que trabajé de todo”, cuenta al enumerar las distintas actividades que realizó menos de ocho años.

“Siempre me pregunté por qué tantos cambios. Uno, acostumbrado en el fútbol a cambiar de equipos, con contratos por un año y te vas a otro lado. Acá me pasa eso, cumplo un año, un año y medio, dos como mucho, y ya necesito cambiar de aire. Así que me iba. En este momento, gracias a Dios, estoy con trabajo, sino la estaría pasando mal con mi familia. Estuve momentos sin trabajar y fue difícil. Cuando no tuve otra salida fue cuando decidí laburar de remis. Siempre me gané todo con compromiso, respeto y responsabilidad. Eso lo aprendí del fútbol, gracias al deporte aprendí a vivir. Por suerte, me tocó jugar varios años”, describe.

Durante su carrera, Santa Cruz defendió la camiseta de ocho equipos. Además del Taladro, pasó por Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay, Chacarita, Sarmiento de Junín, Tiro Federal de Rosario, Juventud de Pergamino y Almagro. “Mi paso por el fútbol fue como un paseo... un paseo especial. Fue todo. Estuve en muchos clubes y en todos la pasé bárbaro. Creo que dejé buenas migas. Fueron muchos años en los que conocí mucha gente, aunque hoy ya no tenga relación con algunos. Lo importante es haber dejado buenos recuerdos. Creo que uno nunca deja de ser jugador, es algo que no se pierde nunca”, asegura.

Japo es entrenador en una
Japo es entrenador en una escuelita de fútbol para chicos en el club Marmol Norte (Facebook)

Con más de 200 partidos oficiales, hay un dato que sorprende apenas se le escucha salir de su boca. “Hace años que no juego al fútbol. No juego nada, eh. Me invitan a jugar en el barrio, pero me niego. Apenas jugué dos partidos en un torneo relámpago a beneficio en el club del barrio”, desliza como si nada, mientras menciona que dirige una escuelita de fútbol para chicos en el club Marmol Norte, en el partido de Almirante Brown.

¿Cómo es posible que alguien que disfrutó y amó una disciplina que practicó la mayor parte de su vida -esa que extraña y a la que no se pudo acostumbrar a vivir sin ella-, no haya despuntado el vicio aunque sea en un picadito con amigos? "No se por qué nunca más quise jugar. Estoy negado. Si me pongo a contar los partidos que jugué desde que me retiré, me sobran los dedos de una mano. No me llama la atención jugar. Me invitan y prefiero estar afuera mirando. Lo disfruto desde otro lado”, responde apurado, como exteriorizando los primeros sentimientos que se le vienen a la cabeza. Hace una pausa, busca eso que lo atraganta y añade: “Es algo que todavía no tengo resuelto. Cuando se me pasa por la cabeza todos los lugares por donde anduve, esas mañanas de entrenamientos, los vestuarios, el olor al pasto... es muy fuerte, es increíble. Siempre que me tocó jugar en estos partiditos para divertirnos se me vienen todos los recuerdos. Son muy lindos pero pesan mucho”.

Más allá de rehusarse a tocar una pelota de nuevo, Santa Cruz garantiza: “Siempre pensé en el fútbol. Es duro, la verdad es que todavía no me puedo hallar”. Hace unos años realizó el curso de entrenador, pero nunca ejerció como tal. Además, reconoce ser un gran consumidor de partidos y hasta admite que analiza las tácticas de sus equipos preferidos para entender el funcionamiento de su juego.

La charla va llegando a su fin, no sin antes traer al presente aquella situación que lo volvió famoso. “Fue un reflejo nomás, no fue buscada ni porque era Riquelme. Nadie me mandó, como se dijo en su momento”, sostiene. Y detalla al respecto: “Cuando lo voy a marcar, yo estaba ciego buscando la pelota y me sale ponerle la mano ahí sin querer, ja. Después me di cuenta que era Riquelme. Fue así como lo cuento. Nunca saldría de mí ir a pegarle a un rival o hacer algo con mala intención”.

Santa Cruz intengró el plantel
Santa Cruz intengró el plantel de Banfield que consiguió el ascenso a Primera en 2001 (Facebook)

Santa Cruz reconoce que todo el que lo cruza le consulta sobre esa jugada, pero que la pregunta más reiterada es acerca del impacto de la trompada. “No me dolió, pero me dejó una marca, eh. Me quedó un moretón arriba del ojo”, garantiza.

Si bien explica que nunca más se cruzó con Riquelme, dice que “todo quedó ahí, lo que pasa en la cancha muere ahí”. Aunque todavía tiene latente la semana posterior al hecho en la que debió sufrir el constante acoso de la prensa. “Se habló mucho. Con mi familia vimos cómo lo empezaron a pasar todos los canales, había tomado mucha repercusión eso. Yo siempre fui medio reo con el periodismo, nunca me gustó. Siempre iba a jugar y me iba, no era de dar notas ni nada. Imaginate lo que era después de eso, no faltaba nadie en los entrenamientos. Me tenía que escapar por atrás del predio”.

18 años después, Japo se ríe al enterarse que aquella acción fue la primera expulsión de Riquelme como profesional y advierte que hay momentos en los que se ilusiona con un reencuentro: “Si lo cruzaría, lo primero que haría es pedirle una camiseta y charlar de fútbol. No se si le mencionaría la situación entre nosotros, ja. Habría que ver qué se me cruza por la cabeza en el momento. Eso sí, esa anécdota quedó en la historia”.

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