Todo surgió a partir de la publicación de Diego Armando Maradona en Instagram. Pelusa compartió una imagen en su cuenta de la red social con motivo del cumpleaños de Pedro Pablo Pasculli. “Feliz cumple PPP!!!”, publicó el ex capitán argentino junto a una icónica foto acompañado del propio Pasculli con el trofeo de campeón del mundo en el Mundial de México 1986. Ambos eran llevados en andas en el campo de juego del mítico Estadio Azteca.
Esta imagen rápidamente recorrió las redes y captó la atención de algunos fanáticos que observaron que el rostro de una persona ubicada en primer plano de la foto había sido tapado por un emoji de un corazón. Al vestir la camiseta oficial de la selección argentina, en un principio se pensó que se trataba de un campeón del mundo, pero no. De inmediato se llegó a la conclusión de que se trataba del “jugador fantasma del 86”.
Gustavo Jorge Ripke tiene una historia de película poco conocida, aunque en Santa Fe es muy reconocido. Casi tanto como Nery Alberto Pumpido y el propio Pedro Pablo Pasculli, los campeones del mundo y orgullo de la provincia santafecina. También tuvo un pasado como futbolista, pero en ese entonces no había formado parte de la lista de los 22 profesionales que viajaron de la mano de Carlos Bilardo y obtuvieron el segundo título mundial de la historia.
Sin embargo, el “jugador número 23”, como lo inmortalizaron desde entonces, jugó su propia final y hasta se dio el lujo de tocar el trofeo más preciado por todos. No solo eso, se sumó a la vuelta olímpica junto al mismísimo Maradona, ingresó al vestuario con los campeones y hasta le pidieron varias fotos como si fuera uno más de ellos. Y bien podría serlo por la hazaña que había alcanzado.
A Ripke le bastaron solo cinco minutos para poder “colarse” en esa icónica foto y recorrer el mundo. Solo un movimiento maestro desde la tribuna para quedar en la historia grande del fútbol argentino y mundial. Todo esto fue orquestado en su mente y en su corazón, como todo amante del fútbol y de la selección argentina, mucho tiempo antes. No quería perderse esa jornada histórica del 29 de junio de 1986 e hizo lo imposible para decir presente en el Estadio Azteca y vivir el electrizante triunfo por 3 a 2 sobre Alemania en la final del Mundial de México.
Gustavo Jorge Ripke nació en Temperley (3 de enero de 1948), hizo inferiores en Arsenal de Lavallol y Boca Juniors, hasta que recaló en Colón de Santa Fe. Allí jugó casi un centenar de partidos (entre 1971 y 1973), y también vistió los colores de Los Andes y Aldosivi de Mar del Plata, en el ascenso argentino. Sin embargo, una dura lesión lo obligó a retirarse del fútbol de muy joven, con apenas 25 años. Con el tiempo, se transformó en dueño de una fábrica deportiva de Santa Fe, pero su pasión por la pelota no se terminó. A tal punto que emprendió su travesía hacia México en 1986. Con una camiseta oficial del seleccionado argentino, logró ocupar un lugar de privilegio.
“Yo tuve una fractura de tibia y peroné, la cual me impidió seguir jugando al fútbol. Lo consideré la mayor frustración de mi vida, pero haber dado la vuelta llevando la Copa del Mundo junto al más grande, me compensó; la vida y el fútbol no me deben nada. Como recordarán el resultado del partido fue muy cambiante. Cuando hizo el gol Burruchaga, pensé en saltar al campo de juego y hacerme pasar por un jugador, porque tenía puesta la camiseta, el pantalón y las medias de la Selección, pero logré controlarme. Eso sí, cuando Arpi hizo sonar el silbato, atravesé las plateas, salté un foso de tres metros de ancho y comencé a correr. Incluso salté unos pupitres de periodistas que estaban detrás del arco de Pumpido, para abrazar al Diego”, relató el propio Gustavo Jorge Ripke.
“Mi sueño se cumplió cuando pude llevar la Copa en forma conjunta con Maradona, él con su mano izquierda y yo con mi derecha (escribo esto y aún hoy se me pone la piel de “ave” ja!). Además les comento que, para todos los demás era yo un jugador de la Selección Argentina, es así que conseguí llegar hasta los vestuarios y en ese momento hubiera pagado cualquier dinero para obtener un foto, pero todavía no habían permitido el ingreso de los periodistas o fotógrafos. Así fue que tuve la oportunidad de abrazar, propiamente dentro del vestuario, uno por uno a los jugadores que, segundos antes, habían logrado ser los mejores del Mundo”, continuó Gustavo con su increíble historia, que fue publicada en un concurso de un blog bonaerense (Fabio.com.ar).
El sueño del pibe y el de todos los argentinos fue cumplido por este joven que no sólo fue un hincha más, sino que se convirtió en uno de los campeones del mundo. “Fue memorable también mi regreso al campo de juego, (ya que no daba para bañarme en los vestuarios..ja! ). Ni bien pisé el césped, todos me venían a abrazar y sacarse fotos conmigo… y la mayoría me preguntaba: ‘Vos quién sos ?’… y yo les respondía: ‘eeeehh! ¿Cómo? ¿no me conocés?’, y los dejaba con la duda'”.
“Después inicié una breve corrida para llegarme hasta las plateas donde habían quedado mis amigos y vi que se había organizado, detrás de mí, una vuelta olímpica. No quieran saber las caras que pusieron mis ‘seguidores’ cuando me puse frente al sector de las plateas y volví a saltar el foso de tres metros”.
Llegó el turno de volver a su lugar. Sin embargo, ya nada sería como antes. Gustavo había vivido uno de los acontecimientos que lo marcarían de por vida.
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