Por fuera de la política, el presidente Alberto Fernández tiene dos pasiones: la música y el fútbol. Buen ejecutante de la guitarra, en la primera sus preferencias corren por el lado del rock nacional, cuyos temas más emblemáticos suele tocar y cantar sin desafinar. En cuanto al fútbol, siente un amor incondicional –de esos que sólo pueden sentirse por una camiseta– por Argentinos Juniors, los “bichos colorados”.
Es un amor que no solo proclama, sino que lo practica yendo cuando puede a la cancha para alentar al equipo en las buenas y en las malas. En junio del año pasado, cuando era candidato a Presidente, en el entretiempo del partido que Argentinos perdió 2 a 0 contra River en la Superliga, las autoridades de club lo invitaron a bajar al campo de juego para entregarle una camiseta con su nombre en la espalda. El 1° de marzo de este año, después de su discurso ante la Asamblea Legislativa, se lo pudo ver en la cancha de Vélez, cuando Argentinos jugaba de visitante, haciendo fuerza por su equipo.
Fernández no es el primer presidente argentino desde la recuperación de la democracia que es simpatizante de un equipo considerado “chico”.
De los cinco clubes “grandes”, cuatro de ellos tuvieron presidentes enamorados de sus colores: Raúl Alfonsín era de Independiente, Carlos Menem es de River, Néstor Kirchner era de Racing, Fernando De la Rúa era de Boca y Mauricio Macri también es de Boca. El único “grande” que no puede decir que tuvo un hincha presidente desde 1983 es San Lorenzo, pero quizás como compensación se enorgullece de un hincha fanático como Jorge Bergoglio, el Papa Francisco.
Los tres que quedan en la lista son hinchas de equipos chicos: además de la simpatía de Alberto por Argentinos Juniors, el expresidente provisional Eduardo Duhalde es un reconocido simpatizante de Banfield y Cristina Fernández de Kirchner heredó de su madre la pasión por Gimnasia y Esgrima La Plata. Una curiosidad: de todos los exmandatarios nombrados es la única cuyo club no ganó ningún campeonato.
En un juego de comparaciones se podría decir que así como Alberto Fernández es un presidente inesperado -su nombre no figuraba en ningún papel hasta que Cristina Kirchner lo invitó a encabezar la fórmula del Frente de Todos-, Argentinos Juniors es un club chico que a lo largo de su historia ha logrado grandes cosas: no sólo tres títulos locales sino la codiciada Copa Libertadores de América y un subcampeonato del Mundo. De sus divisiones inferiores surgieron, además del más grande de los futbolistas argentinos, Diego Armando Maradona, otros jugadores que también dejaron su firma indeleble sobre el césped de las canchas, como Fernando Redondo, Claudio “el Bichi” Borghi y Juan Román Riquelme.
En sus 106 años de existencia, Argentinos Juniors ha alternado buenas y malas en lo deportivo y en lo institucional, desde su nacimiento como la fusión de dos clubes de barrio con simpatía socialistas y anarquistas a una etapa negra que asoció a las autoridades del club con uno de los personajes más siniestros de la última dictadura cívico militar.
Nace una estrella
A principios del Siglo XX, en el barrio porteño de Villa Crespo dos equipos de jóvenes -la mayoría de ellos obreros con ideas anarquistas y socialistas- solían reunirse en un potrero de Gaona y Añasco para largas tenidas futboleras. Uno de los equipos, de camiseta verde y blanca, se llamaba Mártires de Chicago, en memoria de los trabajadores anarquistas ahorcados después de la Revuelta de Haymarket, el 1° de mayo de 1886 en esa ciudad industrial de los Estados Unidos. El otro equipo se llamaba Sol de la Victoria, un nombre que transpiraba anarquismo en cada centímetro de su camiseta.
El 15 de agosto de 1904, después de asistir a un partido entre las selecciones de Argentina y Uruguay en la cancha de Estudiantes de Palermo, donde los locales ganaron por 2 a 1, los jóvenes de Sol de la Victoria y Mártires de Chicago se reunieron en la esquina porteña de Corrientes y Araoz y decidieron unir sus fuerzas en un solo equipo.
En un primer momento decidieron que el club se llamaría Mártires de Chicago, como uno de los equipos, pero la recomendación de un comerciante de la zona los hizo cambiar de opinión.
La historia de aquel suceso la contó con lujo de detalles en 1954 –al cumplirse el cincuentenario de la fundación del club– el periodista Ampelio Liberali en la revista El Gráfico.
“Siendo Mártires de Chicago habían tenido sus inconvenientes. El nombre lo habían elegido en homenaje a los muertos en aquel tristemente célebre suceso, pero cuando fueron a hacer el sello que le daba jerarquía al club el fabricante les aconsejó, con sólidos argumentos, que cambiaran la denominación para eludir los peligros de alguna noche de calabozo, adonde irían a parar seguramente ‘por propagar ideas destructoras y contrarias a la sociedad'. Como prevalecía en ellos el amor al fútbol y además en Chicago nadie los conocía, optaron por cambiar la denominación y los dos clubes pasaron a ser Asociación Atlética y Footballística Argentinos Unidos de Villa Crespo. Tampoco así pudo ser el sello. Era muy caro”, relataba Liberali en aquel artículo.
Frente a esos inconvenientes, el recién electo presidente del club todavía sin nombre, Leandro Ravera Bianchi, en la misma vereda del comercio donde querían encargar el sello, propuso:
-Vamos a llamarnos Argentinos Juniors.
-¿Qué quiere decir eso? – preguntó otro de los jóvenes.
-Juniors quiere decir jóvenes – respondió Ravera.
Lo sometieron a votación y así quedó. También decidieron cambiar el color de la camiseta –iban a conservar la verde y blanca de Mártires de Chicago– por el rojo, como reafirmación de las ideas socialistas y anarquistas de la mayoría de sus integrantes.
La Asociación Atlética Argentinos Juniors se afilió el año siguiente a la Liga Central. Su primer partido oficial fue contra el Club La Prensa, en 1905. El debut fue catastrófico: los muchachos de Villa Crespo perdieron por 12 a 1.
Buenas y malas antes de Maradona
En 1931, cuando comenzó el profesionalismo en el fútbol local, Argentinos Juniors fue uno de los 18 equipos que participaron en el torneo de primera división. Pero el fútbol rentado no sólo exigía buenos desempeños deportivos sino también solidez económica a los clubes. En 1934, Argentinos debió fusionarse con Atlanta para poder seguir en primera, pero esa unión duró apenas un año.
1937 fue un año negro, el equipo no sólo descendió sino que lo desalojaron del estadio por falta de pago y hasta se le embargaron las tribunas. También sufrió un masivo éxodo de socios: a finales de ese año sólo tenía cien.
Parecía que el club estaba condenado a desaparecer, pero en 1939 fue electo presidente Gastón García Marimón, quien puso plata de su propio bolsillo para alquilar un terreno en Médanos y Boyacá, donde se construyó un nuevo estadio. En 1940, Argentinos ganó el torneo del ascenso, pero la AFA le impidió jugar en primera porque la cancha no reunía las condiciones necesarias. Como compensación, le dio al club el dinero necesario para remodelar el estadio. Pero en lo deportivo, el mal estaba hecho, Argentinos Juniors siguió jugando en la segunda división hasta 1955, cuando pudo lograr un nuevo ascenso.
De esos años, los viejos hinchas recuerdan la campaña de 1960, cuando los “bichos colorados” pelearon el campeonato hasta el final, pero quedaron segundos, a dos puntos del campeón Independiente.
Diego, la cara brillante
Eran tiempos en que los equipos chicos parecían condenados a ser comparsa de los cinco grandes que, desde los inicios del profesionalismo, venían repartiéndose los campeonatos, a veces a fuerza de poder y no de buenas artes deportivas.
Como para los chicos era casi imposible comprar buenos jugadores, algunos empezaron a apostar fuertemente a sus divisiones inferiores para, con el tiempo, tener buenos futbolistas en primera.
Estudiantes de La Plata y Argentinos Juniors fueron pioneros en eso de armar equipos desde la cantera del club. De la mano de Osvaldo Zubeldía y el técnico de las inferiores, Miguel Ignomirielo, los “pinchas” formaron una tercera división con jóvenes del club que, promovidos a primera en 1967 ganaron, junto a algunos veteranos, el flamante Torneo Metropolitano, que demás los consagró como el primer equipo chico en ganar un campeonato de Primera División. Con la base de ese mismo plantel, Estudiantes ganaría en los años siguientes 3 Copas Libertadores y una Intercontinental.
Poco después, en Argentinos Juniors, empezaron a brillar Los Cebollitas, el equipo infantil del club, dirigido por Francisco Cornejo, donde sobresalía un pibe chiquito de cuerpo pero de enorme habilidad al que todos llamaban Pelusa. Su nombre: Diego Armando Maradona.
Los Cebollitas ganaron los torneos de novena y octava división, con un invicto de 136 partidos consecutivos. De allí, con solo 15 años, Diego Maradona saltó al plantel del primera. Debutó el 20 de octubre de 1976, frente a Talleres de Córdoba, cuando entró en el segundo tiempo. Antes de meterlo en la cancha, el técnico Juan Carlos Montes le dio una sola indicación:
-Vaya, Diego, juegue como usted sabe, y si puede tire un caño – le dijo.
En la segunda pelota que llegó a sus pies, Pelusa le metió un túnel al defensor Juan Cabrera. De allí en más no pararía de brillar.
De la mano de Maradona, Argentinos Juniors se consagró subcampeón Metropolitano en 1980. “El 10” jugó cinco años para los “bichos colorados” y sus números fueron impresionantes: fue goleador en los 5 torneos, con un total de 116 goles.
Fue transferido a Boca en 1981 sin poder haber logrado su sueño y el de los hinchas del club: sacar a Argentinos Juniors campeón.
Pajarito, la cara oscura
Corrían los años de la dictadura y mientras Diego Armando Maradona brillaba con la camiseta de Argentinos Juniors hacia también brillar a los “bichos colorados” como nunca en su historia, un personaje prominente se movía detrás de escena.
Muchos años antes había tenido un fugaz paso como arquero de las divisiones inferiores, pero para 1977 era uno de los estrategas de la represión ilegal y del plan sistemático de desaparición de personas de la dictadura que por entonces encabezaba Jorge Rafael Videla. Se llamaba Carlos Guillermo Suárez Mason y se lo apodaba “Pajarito”.
Por esos tiempos presidía el club un suboficial retirado del Ejército, Próspero Cónsoli, quien le otorgó un lugar prominente dentro de la institución al socio 322.082, que no era otro que el temido jefe del primer Cuerpo del Ejército. Lo nombró socio honorario y lo ubicó en la estratégica posición de titular de la Comisión Patrimonial del Club.
El papel de Suárez Mason fue clave para que Diego Armando Maradona pudiera quedarse 5 años en Argentinos Juniors, aunque el propio Diego fuera ajeno a esos enjuagues. El periodista que más a fondo investigó los movimientos del represor dentro de la institución, Gustavo Veiga, lo relata así: “Con fondos de dos empresas por entonces estatales, Austral e YPF, consiguió que Diego Maradona permaneciera en el club hasta 1980 y le consiguió un régimen especial en el servicio militar. Al año siguiente, ya retirado, gestionó un crédito en el Banco Río por 350.000 dólares para la alicaída economía de la institución. Favores semejantes fueron correspondidos y se le dieron los títulos de presidente patrimonial y socio honorario”.
Con la vuelta de la democracia, durante muchos años Suárez Mason siguió ocupando la presidencia de la Comisión Patrimonial de Argentinos Juniors. Ni siquiera cuando fue condenado por delitos de lesa humanidad las sucesivas comisiones directivas del club tomaron la iniciativa de desplazarlo del cargo.
Recién el 8 de enero de 1999, la asamblea de representantes resolvió expulsar a Suárez Mason de la institución y le retiró los cargos honoríficos que le habían otorgado durante la dictadura.
Democracia y años de gloria
Casi paradójicamente, fue con el retorno de la democracia que Argentinos Juniors pudo lograr al fin su primer título: el campeonato Metropolitano de 1984.
El año siguiente fue, hasta ahora, el más importante de su historia. Fue campeón Nacional y ganó la Copa Libertadores de América al derrotar al América de Cali, en una final que se definió por penales.
El 8 de diciembre de ese año jugó en Tokio la final de la Copa Intercontinental frente a la Juventus de Italia. El partido terminó empatado 2 a 2, pero esa vez la definición por penales le resultó esquiva a los “bichos colorados” y los italianos levantaron el trofeo.
Argentinos Juniors ganaría dos títulos más: la Copa Interamericana de 1986 y el Clausura de 2010, este último torneo con la dirección técnica de un histórico jugador del club, el Bichi Borghi.
Un “bicho” llamado Alberto Fernández
Desde el 10 de diciembre pasado Argentinos Juniors puede ostentar un nuevo logro, aunque para ello no haya debido ganar ningún campeonato: el de tener un presidente de la República entre sus hinchas.
La pasión de Alberto Fernández por los “bichos colorados” es un caso extraño en el mundo futbolero, donde el amor a la camiseta suele heredarse y formar parte de una larga tradición familiar.
Pero en el caso del Presidente, el barrio y las amistades pudieron más que la tradición familiar. Vivió su infancia en Villa del Parque e hizo la primaria en la escuela Avelino Herrera, ubicada a diez cuadras de la cancha de Argentinos. Sus amigos del colegio eran casi todos hinchas del “bicho” y le contagiaron la pasión cuando empezó a ir a la cancha con ellos.
“Soy muy loco de Argentinos Juniors”
Alberto Fernández suele decir, cuando habla de su pasión por el club, que Argentinos “equipo más romántico del fútbol argentino”.
Tampoco esconde que esa pasión lo lleva a veces a provocar a los hinchas de otros equipos cuando los resultados lo favorecen.
Hace poco contó que cuando era jefe de gabinete de Néstor Kirchner casi lo saca de las casillas después de una victoria de “los Bichos” sobre Racing, en 2006. “Siempre me acuerdo de una vuelta que jugó Argentinos-Racing y ganamos. En el último minuto el arquero de Argentinos atajó un penal. Bajé al vestuario y le pedí el buzo. Al día siguiente llegué a casa de gobierno y Néstor me esperaba para desayunar juntos. Cuando llegó, yo tenía el buzo puesto y Kirchner enloqueció. ‘¿Qué es eso? ¿qué te pusiste?’, me dijo. Es de un arquero que atajó un penal ayer en el último minuto. ‘¿Ah, sos vivo? Hasta que no te saques el buzo no volvés al despacho. Te vas de acá’. Y, efectivamente, me saqué el buzo y volví con él”, relató.
Contó también que el entonces presidente se tomó revancha con una broma pesada. “¿Sabés cómo se vengó Kirchner? ¡Me escondió las llaves de mi casa y me hizo volver a la 1 de la mañana a buscar las llaves! Cuando se lo recriminé me dijo ‘nunca más te rías de que nos ganaron’”, explicó.
Pero el partido que nunca olvidará es aquel de 1981, en la cancha de Ferrocarril Oeste, cuando Argentinos le ganó a San Lorenzo por 1 a 0, se salvó de perder la categoría y mandó a los azulgranas al descenso. “Era el único hincha de Argentinos que estaba en la platea. Tuve que escuchar en silencio todo. Estaba ahogado de emoción. Cuando terminó el partido me descolgué y salté. Para mí fue un momento glorioso”, contó.
Y por si hiciera falta remató: “Soy muy loco del fútbol, muy loco de Argentinos Juniors. Lo quiero mucho”.
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