José Daniel Valencia es, sin dudas, uno de los grandes nombres del fútbol argentino. El Rana no solo entró en las páginas doradas del deporte nacional gracias a ser uno de los jugadores del seleccionado de César Luis Menotti que se consagró campeón del Mundial de 1978, sino que marcó una época en su querido Talleres de Córdoba en la segunda mitad de la década del ’70.
Más allá de sus cualidades como volante, zurdo -aunque quienes lo vieron jugar afirman que era hábil con las dos piernas-, inteligente, talentoso y pícaro, hay una que posee y solo pueden describir los que tienen el placer de conocerlo. Una manera de vivir que lo persigue desde su época como futbolista y mantiene hoy con 64 años. “Es muy despistado”, asegura su hijo, Daniel Jr., del otro lado del teléfono en diálogo con Infobae.
Aquella esencia del hombre que alguna vez le dijo que no al Real Madrid para seguir vistiendo la camiseta de la 'T' cordobesa fue causante y culpable de varias anécdotas insólitas como extraviar una camiseta del holandés Johan Cruyff o hasta perderse la ceremonia de premiación en el Estadio Monumental el día que la Albiceleste sumó su primera estrella mundial. Y el heredero se encarga de difundir los relatos en hilos de Twitter que son compartidos y celebrados por sus seguidores.
El desconocido paradero de las camisetas que usó:
Con más de 40 partidos oficiales con la Selección y doce temporadas en Talleres de Córdoba, además de sus pasos por Gimnasia de Jujuy, Guaraní Antonio Franco, Liga de Quito, Jorge Wilstermann y San José de Oruro, Valencia tuvo una carrera de 20 años como jugador profesional. Sin embargo, su familia afirma que los recuerdos físicos que le quedaron de aquella época dorada apenas se cuenta con los dedos de una mano. “La única camiseta que tenemos es una que me regaló a mi el Conejo Tarantini y por eso la pude guardar. Pero mi papá siempre regaló todo, muchos de los que lo conocen pueden dar fe de que cualquiera que lo paraba y le decía ‘¿Daniel, me regalás una camiseta?’, él se la daba”, comenta su hijo de 26 años.
“Yo sabía que él había cambiado una camiseta con Cruyff, la 14 del Barcelona de una gira que hicieron por allá con Talleres. Me lo contó uno de mis tíos. Fui y le pregunté a mi papá dónde la tenía y nunca supo, se perdió”, es otra de las tantas joyas que la Rana tuvo en su poder y desconoce su paradero.
Daniel Jr. cuenta que sabe del destino de algunas prendas que pertenecieron a su padre pero le es imposible no sorprenderse por dónde terminaron: “Hace un tiempo me escribió una persona y me mostró que su camiseta de Argentina, que usaron en el Mundial contra Francia, estaba en el museo de Racing de Avellaneda. Mi papá no tiene ni idea de cómo llegó ahí”.
Y para remarcar aún más esta característica de su padre que lo hace desprenderse rápidamente de sus trofeos de guerra, Daniel concluye con una anécdota: “En 2003 invitaron a la Selección del 78 a la cancha de River y le hicieron un homenaje por los 25 años del campeonato mundial. Jugaron un partido y mi viejo la rompió con 47 años. En el vestuario el Cuchu Cambiasso le pidió de cambiar la camiseta y yo estaba chocho porque dije ‘esta es para mi’. Salimos de la cancha y cuando llegamos al hotel le pregunté por la camiseta y me dijo que se la había regalado a un chico que se la pidió. No lo podía creer”.
La omisión de su participación en una Copa América:
La presencia de la Rana en el seleccionado Mayor del Flaco Menotti era fija, fue así que no solo estuvo presente en Argentina ’78 sino que también formó parte de la lista para disputar la Copa del Mundo de España ’82. En ese período de cuatro años, rara vez quedó marginado de los encuentros que jugó la Albiceleste, pero Valencia sostuvo durante años que él no había disputado nunca una Copa América.
“Como no hay muchos registros de la época en la que jugaba, siempre trato de sacarle alguna anécdota o vivencia. Un día le pregunté si había jugado Eliminatorias y me dijo que no porque al Mundial del 78 clasificaron por ser sede y al 82 por ser los últimos campeones, entonces le consulté sobre si había jugado Copa América y me dijo que tampoco. Un día encontré un video de Argentina-Brasil de una Copa América (NdR: 1979 en el Estadio Monumental) en el que aparecía mi viejo. Se lo fui a mostrar y me dijo que él no había jugado ese partido, hasta que se vio y lo tuvo que reconocer”, rememora el único hijo varón de cuatro hermanos que tuvo el campeón del mundo.
Su ausencia en la ceremonia de premiación de Mundial ’78 y el recibimiento fallido en Jujuy:
“Del Mundial solo tiene la medalla de campeón. Si te fijás no hay ninguna foto de mi viejo con la Copa en la cancha ni en la premiación. Apenas terminó el partido contra Holanda se fue corriendo al vestuario y de ahí al hotel donde concentraban, que es donde tenía el auto. Él siempre fue muy pegado a mi abuela y me explicó que hacía más de seis meses que no la veía. Entonces aprovechó antes de que se hiciera un tumulto de gente en el hotel y se fue para Jujuy a verla, le quería dar una abrazo”, comienza el relato.
Fue así que Valencia, de 22 años y flamante campeón del mundo al imponerse por 3-1 ante Holanda, salió disparado al vestuario del Monumental cuando el árbitro italiano Sergio Gonella se llevó el silbato a la boca y anunció el final del encuentro. De esta manera, para el Rana no hubo ceremonía de premiación ni foto con el trofeo ni festejo con sus compañeros.
“Esta historia me la contó él, pero después el Profe Pizzarotti nos mostró la carta que le dejó en el hotel, decía: ‘Profe, gracias por todo. ¡Somos campeones del mundo! Vine rápido al hotel antes que se llene de gente, ya me voy a casa a ver a mamá. Despídame de todos. Abrazo enorme’. Agarró el auto y arrancó el viaje”, es uno de los detalles que cuenta su hijo y hacen más fascinante esta historia.
Claro que los 1500 kilómetros que separan Buenos Aires de San Salvador de Jujuy es una distancia muy larga como para hacerla de un solo viaje, por lo que el jugador decidió frenar en Córdoba y seguir su trayecto al otro día. “En Córdoba, algunos gendarmes lo reconocieron en la ruta y se corrió la bola que al otro día llegaba a Jujuy. Tanto él, como Houseman y algunos más son héroes en el Norte del país; mi papá es el único jujeño campeón del mundo. Así que la ciudad le preparó una bienvenida”.
“Lo que pasó fue que para llegar a la casa de mi abuela hay dos caminos, la avenida principal asfaltada, que es la entrada de la ciudad y por donde agarra todo el mundo, y un caminito de tierra que nadie usa pero que mi papá me contaba que ahí iba a andar en bicicleta con mis tíos cuando era chico. A él solo se le ocurrió ir por ahí, así que llegó a la casa de mi abuela y lo recibió una señora que trabajaba ayudando ahí. ‘¿Daniel, qué hacés acá?’, le preguntó. ‘Bueno, pensé que me iban a recibir mejor’, le respondió mi papá. ‘Pero está toda la ciudad esperándote en la entrada’, le explicó. ‘Uh bueno, ahí voy pero ¿dónde está mi mamá?, que la quiero saludar’. ‘Daniel, la señora Blanca también fue a recibirte allá’, remató. Así que mi viejo llegó a la fiesta que le hicieron, pero por el otro lado”, concluye.
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