Por Julián Mozo
Dos finales mundiales con 29 años de diferencia.
Lo que son las vueltas de la vida, lo que son los designios del destino…Lo que son las casualidades. O, quizá, mejor dicho, las causalidades.¿Ves la foto principal que ilustra esta nota? No, no mires debajo del aro, donde están Vlade Divac y Aleksandr Volkov, entre otros, buscando esa pelota. Mirá hacia tu costado izquierdo, atrás de la línea de fondo. Sí, ahí, mirá bien a ese pibe de azul, con credencial colgada, que está sentado, con la mirada atenta para ver si la pelota se irá afuera o no. ¿Lo reconocés? ¿Se parece, no? Sí, es él. Hace justamente 30 años. Es nuestro ídolo, nuestra leyenda, nuestra bandera, el tipo que fue clave en conseguir lo improbable: dos subcampeonatos mundiales (uno a los 39 años), un oro olímpico y un bronce olímpico. Y ahí, aquel 19 de agosto de 1990, también estaba él. Con 10 añitos. Siendo alcanzapelotas de una final que luego jugaría dos veces (2002 y 2019). Con 17 años de diferencia. Hoy, en su cumpleaños N° 40, te contamos la historia de cuando Luis Scola jugó, a su forma, su primer Mundial. Luego vendrían cinco más, ya como jugador.
¿Cómo se dio? Jorge Becerra era su tío. Y, a la vez, el presidente del CEMBA 90, el ente gubernamental que se encargó de organizar aquel Mundial en nuestro país. Luifa jugaba desde hacía tres años en el Club Ciudad de Buenos Aires, donde justamente lo había llevado su tío. Ya se destaca, por su altura, por su talento y por una incipiente madurez. Pero, más allá de su talento, era el sobrino de… Y no pudo faltar en la lista que se armó para decidir quiénes serían los ball boys durante la copa del mundo. Luifa tuvo preferencias. “Y elegimos el Luna Park porque yo justo iba a ver los partidos de la fase final y luego de cada uno podía buscarlo e irnos juntos”, explica Mario, el padre del mítico Luifa que –como su tío- había sido jugador aunque a un nivel más alto.
Mario fue un pivote de 2m02 que (entre 1973 y 1988) tuvo pasos destacados por Obras, Ferro, Boca, Vélez y Naútico Hacoaj. Incluso fue subcampeón sudamericano (1975) con la selección argentina juvenil (goleador del equipo con 13.8 puntos) y llegó a la Mayor a fines de los 70 hasta principios de los 80, cuando nació Luifa. El hijo, está claro, le salió mejor. Y, sobre todo, le salió un fanático del juego. Tanto que pidió por favor estar en los partidos más importantes de esa copa del mundo en Argentina. No sólo aprovechó para ver los partidos, tan concentrado como se ve en la foto, sino que logró sacarse fotos con todas las principales figuras del torneo. Claro, él estuvo en la sede de la fase final, a la cual llegaron los mejores. El problema fue la tecnología, algo que los millennials difícilmente puedan entender. “Les pedí fotos a todos y la gran mayoría accedió. Pero tuve un problema: se me veló el rollo. Todavía no lo puedo creer. Sólo se salvaron dos fotos, una con el brasileño Oscar y la otra con el gran Drazen Petrovic”, recuerda Scola. En ese momento, Luisito ya brillaba en el club Ciudad de Buenos Aires luego de iniciarse en AFALP de El Palomar, a los 4 años, motorizado por la pasión que su padre le había trasladado. Lo mismo que le pasa a Luis ahora con sus hijos. Desde Palomar, su madre lo subía a un Citroen rojo y llevaba hasta Nuñez, tres veces por semana. Scola no faltaba a un entrenamiento porque era un apasionado del juego. Ya brillaba, era muy alto para su edad (1m82 a los 12 años), talentoso y hasta la volcaba con facilidad a los 11. A los 14 se cambió a Ferro, donde debutó en la Liga Nacional con apenas 15, el 2 de febrero de 1996 ante Deportivo Roca. A los 18 dio el gran salto a España, contratado por el Tau Cerámica (Baskonia hoy), que al principio lo cedió a préstamo al Gabitel Gijón. Allí, primero en segunda división, arrancó jugando como extranjero porque todavía no tenía pasaporte comunitario y ascendió a la Liga ACB. Al otro año, ya con 19, fue el foráneo más chico en debutar en la famosa competencia española. Luis fue siempre un adelantado a las épocas.
Así, con enorme pasión, vivió el juego (y su profesión) a quien llamamos el Rey Luis V luego de disputar su quinto Mundial. Por eso no es casualidad que Scola haya ganado más partidos que nadie en la historia de la cita mundialista (32), que haya jugado más encuentros que ningún otro (41), que se haya convertido en el segundo máximo goleador (con 716 puntos quedó detrás del brasileño Oscar) y haya sido elegido dos veces en el quinteto ideal del torneo. Tampoco que haya repetido ese premio a los 39 años. Algo improbable, casi imposible, para la gran mayoría de los mortales. Por eso Scola es uno de los mejores jugadores de la historia FIBA, sin dudas.
“Cuando sea grande, quiero ser como él”, dijo Sasha Vucevic, el pivote NBA de Montenegro vía Twitter. Otros compañeros de la NBA, como Solomon Hill (jugaron juntos en Indiana Pacers) y Jared Dudley (en Phoenix Suns), se refirieron en esa misma red social a su ética de trabajo, a su profesionalismo. “No podía estar más contento por él. En el equipo bromeábamos con cerrar el gimnasio, así se tomaba un día de descanso. Es una leyenda viviente”, escribió sobre quien terminó en el quinteto ideal del Mundial. “Esto es increíble”, twiteó Luka Doncic, el esloveno que es la nueva sensación de la NBA, luego de ver en un tweet las estadísticas del Mundial comparadas con las del 2006, cuando Scola tenía 26. En aquella competencia, en Japón, Luis tuvo medias de 14.3 pts, 51% en dobles, 69.4% en libres, 7 rebotes y 1.6 asistencia en 25 minutos. En el 2019 terminó con 17.9, 46%, 87% (hay que sumarle 38% en triples), 8.1 y 29.5m. Una locura. Casi inverosímil.
Pensar que Scola lleva 21 años en la Selección, desde aquel debut, con 19 años, el 15 de junio, en Bahía Blanca, por la segunda jornada del Sudamericano, en la paliza por 111-37 sobre Ecuador. Ningún jugador en la historia ha permanecido tanto tiempo y menos prácticamente sin perderse torneos. Sólo no estuvo en el Premundial 2005, pero porque Argentina ya estaba clasificada al Mundial 2006, tras ser campeona olímpica en 2004. Luifa es, sin dudas ya, el más importante jugador argentino en la historia. Un crack sin épocas que muchos pensaron que llegaría al Mundial para aportar algunos minutos productivos y terminó siendo el mejor ala pivote, a los 39. Esto le permitió recibir una cantidad inesperada de llamados de equipos de todo el mundo, incluido el más famoso de Europa (Real Madrid). Se decidió por el Milano, porque sabía que iba a jugar más, lo que realmente necesitaba para llegar bien a los Juegos de Tokio. Pero, claro, la pandemia los suspendió hasta 2021 y ahora el capitán tiene otro desafío: alargar su carrera hasta los 41 para disputar su quinto Juego Olímpico, junto a la nueva y talentosa generación argentina. Todavía es temprano para saber si podrá lograrlo, pero conociendo su pasión, profesionalismo, compromiso y mentalidad nada es imposible, ¿quién puede atreverse a sugerir que no lo va a lograr?
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