“Hay un tema de prioridades. Primero tenemos que atender a los enfermos y tratar de que no se enfermen más. El fútbol puede esperar. Esto nos complica a todos, pero tenemos que tener paciencia”.
La frase del presidente Alberto Fernández, de alguna manera, le pone palabras a un panorama que los protagonistas del deporte ya palpitan: muy difícilmente el fútbol pueda volver a la acción a partir del 31 de marzo, día en el que termina la suspensión dictada por el Ministerio de Turismo y Deporte a raíz de la pandemia de coronavirus.
En consecuencia, los dirigentes, en los constantes contactos vía telefónica, analizan el contexto, cruzan sensaciones y urgencias, y comienzan a pergeñar cómo saldrán de la crisis económica y de calendario que acompaña a la preocupación primaria, la relacionada con la salud.
En la AFA y la Superliga (próximamente, Liga Profesional, con Marcelo Tinelli como titular) evalúan distintos escenarios. Y el más extremo es que no se pueda volver a jugar al fútbol oficialmente hasta después de junio; en consecuencia, la Copa de la Superliga se habría reducido a una única fecha (e incompleta, porque no se disputó River-Atlético Tucumán).
Si la pelota debe permanecer quieta hasta el inicio de la próxima temporada, hay dos cuestiones sensibles por resolver: los descensos a la Primera Nacional y los ascensos a la élite. La corriente con más fuerza en este momento, de llegar a esa coyuntura, es la que propone que ningún equipo baje a la segunda categoría del país. Y que los conjuntos que lideran los dos grupos de la PN (Atlanta y San Martínez de Tucumán, a falta de nueve fechas para el epílogo de la fase) peguen el brinco. Así, jugarían 26 conjuntos el próximo torneo.
Claro que dicho proyecto deja sin efecto el Reducido en la Primera Nacional; he ahí cierta resistencia. También hay cultores de que los descensos no se pueden anular. Si el corte de la temporada quedara en el último juego que se disputó, perderían la categoría Central Córdoba de Santiago del Estero, Patronato y Gimnasia.
De ganar la postura de suprimir los descensos, se disputaría un torneo transición de agosto a diciembre, con 25 fechas, un descenso y un ascenso. La competencia proclamaría un campeón y las 25 fechas se sumarían a la tabla acumulada de la pasada Superliga para definir a los clasificados para las Copas internacionales de 2021.
En 2021, siguiendo este lineamiento, se jugarían dos torneos, Apertura y Clausura. El primero, todos contra todos a una rueda, con final en el umbral de la Copa América trasladada al año próximo por el coronavirus. Y el segundo, con los participantes divididos en dos grupos, similar a la Copa de la Superliga por ahora trunca.
“Esto es minuto a minuto”, insisten desde la dirigencia del fútbol, que intenta adaptarse a la incertidumbre.
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