Se dice que los defensores de los equipos rivales practicaban en la semana para hacerle frente a su jugada predilecta, la que patentó antes de que la perfeccionaran los brasileños Ronaldo y Ronaldinho. La famosa Bicicleta, con la que se caracterizó a lo largo de toda su trayectoria profesional y -hasta hoy- lo acompaña como apodo. Sergio Saturno, pelota en mano, compartió su historia con Infobae en el predio de La Quemita, donde entrena a la Quinta División de Huracán.
“¿Ronaldo y Ronaldinho? Esos la cobraron más cara a la Bicicleta, eh. Se puede decir que fui el antecesor, aunque no creo que me la hayan copiado. Es algo que surge, no se puede imitar”, se anima a la comparación el hombre que pedaleó el fútbol desde su niñez y adolescencia, cuando hacía renegar a su padre porque pasaba largas horas afuera de la casa y volvía todo sucio y transpirado tras los picados en los baldíos. Con edad de Quinta División llegó a Talleres de Remedios de Escalada, donde también jugó en Reserva y debutó en Primera a los 19 años. Eso sí, a su papá le dio el gusto y terminó los estudios en una escuela nocturna antes de desandar su camino en el deporte.
Su aburrimiento, capricho y rebeldía fueron un cóctel perfecto para la invención de la Bicicleta: “Yo quería jugar de 9 pero me ponían de extremo por derecha. Antes iban todos para el arco, no había jugadas armadas para que el wing quedara mano a mano y desbordara, entonces me aburría. Ahí dije ‘tengo que inventar algo’ y surgió esa jugada. Me divertía haciéndola, me salió bien y la hice característica. Toda mi vida la tiré, incluso en mi primer partido en Primera; pero en Gimnasia, Huracán y Boca se popularizó”.
El Lobo fue su primer club en la máxima categoría y allí la emblemática gambeta tuvo uno de sus puntos de esplendor: “Fuimos a jugar la Copa Presidente a Corea del Sur. Los hinchas eran muy respetuosos y callados, no gritaban ni nada. Cuando agarré la primera pelota tiré la bicicleta y arranqué. Todos los coreanos hicieron ‘¡uhhh!’... Mis compañeros se reían en la cancha”.
Pero la historia de Saturno como jugador profesional tuvo su inicio a principios de los 80, cuando el Atlético Bucaramanga de Colombia lo contrató después de que marcara dos goles en un amistoso con Los Andes, junto a Juan Carlos Nene Díaz. No fue extensa su estadía en suelo cafetero porque era muy joven, extrañaba y encima habían achicado el cupo de extranjeros. Volvió al ascenso para hacer buenas campañas en El Porvenir y Los Andes, donde exhibió una faceta goleadora y sus piques explosivos. Y también hizo un curso acelerado para acostumbrarse a las patadas...
¿Tenías muchos encontronazos con los defensores del otro equipo?
Me puteaban mucho, no sé por qué. Creo que por mi forma de jugar, porque jamás chicaneé ni cargué a nadie. Dentro de mi locura en la cancha, yo era un tipo serio. Algunos me decían Loco por mi forma de jugar... porque hay que jugar contra la línea, eh. Es difícil porque tenés un factor limitante para vos. Tenés que inventar algo para salir de ahí contra tu marcador.
¿Te pegaban mucho en el ascenso? ¿Quién fue el que más te dio?
En ese momento el que te pegaba una patada se creía más guapo. Yo era rápido y, cuando jugaba de espaldas al rival, en la primera pelota me sacudían y el árbitro le decía al defensor ‘en la próxima te amonesto’. La primera estaba permitida: o te sacaban de la cancha o seguías con vida. El que más me pegó fue José Stagliano de Morón. Eran terribles las patadas y codazos. Antes era así, te daban un codazo cuando la pelota estaba en otro lado y nadie lo veía. Ahora, con 200 cámaras en la cancha, los jugadores -y sobre todo los delanteros- están más protegidos. Un día contra Talleres me pegaron un cabezazo en la nuca y la pelota estaba en el otro área. Me dejaron el mundo al revés, te juro. El juez de línea lo vio y cobraron penal. Pasaron 40 años y todavía no sé quién me lo pegó, ja.
¿Qué diferencias encontraste hay entre el fútbol de ascenso y Primera? ¿Era muy difícil jugar de visitante?
En Primera todo es más rápido, el jugador está más preparado para recibir y pasar la pelota. Tiene más inteligencia. Tenés que pensar a quién se la vas a dar antes de recibirla. En el ascenso tenés más tiempo para dominarla y pensar. Antes no había avión, a Tucumán o Cipolletti de Río Negro tenías que ir en micro. Era bravísimo y todos los partidos eran chivos. El árbitro siempre al local le daba un poquito más. Me acuerdo que en Huracán nos cobraban algunos foules que por ejemplo, en Tucumán, no. Para un penal te tenían que cortar al medio adentro del área, si no, no te cobraban. Y jugar contra el alambrado en el Ascenso era jodido... ¿Sabés lo que era tirar un córner en algunas canchas? ¡Baleado te ibas, baleado!
Su periplo por la segunda división argentina continuó en Colón de Santa Fe, donde no tuvo una buena performance, y Rosario Central, equipo con el que ascendió y se sintió importante pese a no haber gozado de titularidad. Luego pasó a Lanús, donde guarda un lindo recuerdo, incluso de Ramón Cabrero, al que considera un fenómeno de persona y le tiene un gran respeto más allá de que él fue quien tomó la decisión de que fuera prescindible.
En el año 87 el uruguayo Jorge Fossati, con el que había compartido plantel en Central, se lo recomendó a su compatriota el Gordo Luis Garisto, que lo evaluó y le levantó el pulgar. No fue indiscutido pero mostró buenos rendimientos. Y tras tocar la A con su experiencia en el Tripero retornó al Nacional B para defender los colores de Huracán, donde explotó.
¿Fue Huracán el club que marcó tu carrera?
La gente me aplaudió desde el primer día cuando se anunció mi nombre por los altoparlantes. Me sentí querido antes de salir a la cancha y tocar la pelota. Jugué 42 partidos, hice 16 goles, fui goleador del equipo y salimos campeones con Carlos Babington. En el plantel estaban el Turco Mohamed, Teté Quiroz, Víctor Hugo Delgado, el Cabezón Cúper, el Negro Herrero, Puentedura... Mucha experiencia y buena gente. Huracán y Boca son los clubes con los que más me identifico. Huracán porque fue mi mejor versión futbolística. Y Boca por la trascendencia y la grandeza que tiene como institución. Pero nunca me pude olvidar de Huracán y la ovación que me dieron sus hinchas en un clásico con San Lorenzo. Son cosas que no te olvidás en la vida.
¿Cómo fue la transferencia a Boca y pasar de ser referente de un plantel a uno más?
Antonio Alegre iba a ver seguido Huracán y le gustaba cómo jugaba. Yo después de ascender con Huracán jugué tres torneos cortos en los que fui goleador del equipo. Estaba de pretemporada en Necochea y ahí fue cuando me compró Boca. Había una oferta de Independiente, que tenía a Bochini como técnico, pero Boca pagaba más plata y al contado. Y yo quería ir ahí por la Bombonera, los gritos, la gente... Un día mi mamá me fue a ver a la cancha y no vio el partido, solamente miró a la gente.
Te diste el lujo de ser dirigido por un grande como el Maestro Tabárez...
Sí, un fenómeno. Un docente por naturaleza que enseña permanentemente, es frontal y no te miente nunca. Un tipo muy aprovechable para uno. Fuimos campeones en el 92 después de once años. Los hinchas querían ganar el torneo local, ni la Libertadores ni nada. Y encima lo peleamos con River. Me tocó entrar en ese partido contra San Martín de Tucumán y en el final tenés miedo de equivocarte, que te metan el gol, pierdas el título y te quieras matar. Por suerte salió todo bien, terminé jugando y me quedé otro año más. Casi me voy a Tucumán porque no me tenían en cuenta, el Maestro me preguntó si me quería quedar a pelearla y le dije que sí. Al primer partido me llevó al banco contra Newell’s y no salí más. Creo que valoró mi actitud y mi manera de manejarme.
¿Te costó hacerte de un lugar en Boca? ¿Cómo manejaste las expectativas que había con vos?
En el plantel estaban el Manteca Martínez, el Beto Acosta, el Beto Márcico, Cabañas, Latorre y pibes que surgían abajo y eran buenos, como el Rata Rodríguez. Había seis jugadores para dos puestos. Ir al banco ahí era tocar el cielo con las manos, un milagro. En esa época había cinco suplentes y se permitían solo dos cambios. Quizás esperaban que hiciera goles, pero en realidad nunca fui goleador. Jugaba como un wing típico y ahí estás lejos del arco. Mi primer gol fue contra Platense, me acuerdo que cuando terminó el partido Giunta le dijo de todo a Latorre por la cantidad de goles que había errado. Lo que jugaba Latorre era impresionante.
Halcones y Palomas, ¿mito o realidad?
No era tan así, no era como se decía. Era más inocente todo. Había algunos egos, nada más. Eran personalidades fuertes pero el Maestro tenía una prestancia y una cultura que sobrepasaba todo eso. Su imagen era de respeto, nadie lo iba a sobrepasar ni decirle nada. Hoy los jugadores tienen más protagonismo que antes. Antes si te decían ‘tirate contra la pared’ vos te tirabas. El jugador hoy está más preparado, cada uno tiene su entrenamiento y preparación personal.
En el partido con Palmeiras por la Libertadores 94 hiciste echar a Roberto Carlos...
Lo encaré y encaré hasta que lo amonestaron y después lo echaron. Después de ese partido despegó Roberto Carlos, eh (risas). Empezó a remontar después de ese partido en la Bombonera. Cuando volvió era un avión.
¿Es verdad que Maradona te elogió en el amistoso entre Boca y Sevilla del 93?
La Bombonera explotaba, había más gente que cuando salimos campeones porque era la vuelta de Diego (jugó el primer tiempo para el Sevilla y el segundo para Boca). Yo sabía que me iba a reemplazar en el entretiempo y salí con el número 14, le habían guardado el 10 a él. Jugué tan bien el primer tiempo que tuve la esperanza de que Tabárez no me sacara. En una tiré un taco para atrás, me di vuelta, corrí la pelota y dos defensores del Sevilla se chocaron de frente y se cayeron. El referí tuvo que parar el partido por eso. La gente me aplaudía y me festejaba más que a Maradona. Yo nunca lo había visto a Diego y cuando entré al vestuario se acercó y me dijo ‘qué jugada hiciste, maestro. Casi los hacés matar’. Yo no lo podía creer, que Maradona me dijera eso... Es de los recuerdos más lindos que me dio el fútbol. El Maestro Tabárez también me dijo que se alegraba mucho por mí después de mi actuación.
Además de celebrar el Apertura 92, el Extraterrestre besó la Copa Máster el mismo año y la Copa de Oro en el 93. Una de sus buenas apariciones tuvo lugar en un amistoso en la Bombonera ante Colo Colo, cuando los fanáticos corearon “aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, los goles de Saturno que ya van a venir” tras su tanto en el 3-0. Su deseo de permanencia en la Ribera chocó contra el vencimiento de su vínculo en junio de 1994 y la depuración realizada por César Luis Menotti.
En el horizonte apareció Platense, donde militó en la que fue su última temporada como futbolista. Una lesión lo complicó en el inicio y su llama interior se fue apagando lentamente. Para la 95/96 tenía arreglada su incorporación a Almirante Brown de Arrecifes en el Nacional B. Con los bolsos listos y el tanque del auto lleno para viajar, esa mañana sintió los fuertes dolores en sus tendones de Aquiles que lo perseguían hace rato y dio marcha atrás. Llamó por teléfono, pidió disculpas e informó que dejaba el fútbol.
¿Fue duro levantarte un día y saber que no ibas a jugar más al fútbol?
Me retiré convencido de que no podía jugar más y no tuve nada que reprocharme. Hay mucha depresión después del fútbol, pero a mí no me tocó. No soy un tipo que se vaya a deprimir por una cosa así. Pese a los dolores que tenía me siento bien hasta hoy, pero sé que hay muchos que no pueden caminar por sus problemas en la cadera o rodillas. Estuve dos meses sin saber qué hacer. Estudié un poco sobre seguros porque en ese tiempo varios ex jugadores lo hacían, pero no era para mí. No tenía grandes expectativas como entrenador pero ya había hecho un año del curso y me recomendaron para las inferiores de Lanús, donde faltaba un técnico. Casi ni hice el duelo del retiro y empecé a trabajar con la Novena y Prenovena.
¿Te hallaste enseguida en el mundo de las inferiores?
Sí, fueron lindas experiencias. Trabajé en Lanús con Carlos Román y Miguel Ángel Micó, con el que no me conocía y terminamos siendo muy amigos. En 2001 llevó a todo el grupo de trabajo a Racing. En Lanús dirigí a pibes que andaban muy bien como Agustín Pelletieri, Santiago Hoyos, Norberto Paparatto, Diego Manicero; en Racing a Mariano González, Chiquito Romero, Maxi Moralez, Gabriel Mercado, Claudio Yacob, Matías Sánchez y Lisandro López.
¿Se notaba que Lisandro López iba a ser un crack ya desde chico?
A Licha lo descubrió Micó en un torneo bonaerense. Era de Rafael Obligado, un pueblo cerca de Rojas. Miguel lo quería llevar a Lanús, pero justo nos fuimos a Racing y el pibe se quiso venir con nosotros. Arrancó conmigo en Quinta División. La primera vez que lo vi, le tiraron un centro y quedó suspendido en el aire. ‘Este pibe es un crack’, pensé. Ya todo el mundo hablaba de él, todos los partidos hacía de a dos o tres goles.
Tuviste una experiencia con el Beto Márcico y Blas Giunta en Nueva Chicago en el medio... ¿Cómo fue eso?
Estuvimos apenas dos meses y me tuve que volver a Racing. No se nos daban los resultados y nos visitó la barra; no pasamos un buen momento. No es que nos apuraron, pero vinieron a ver qué pasaba. Cuando vienen así, no tenés más crédito. En el club siempre había seguridad y policías pero ese día no había nadie. Eso da qué pensar.
Y después de volver a Racing llegaste a las inferiores de Boca...
Noté que mi fuerte era más con los pibes para enseñarles. Me vi más docente. En Racing agarró Alberto Fanesi como director deportivo y me dijo que el selectivo de la Reserva que yo dirigía no iba a funcionar más y que no iba a tener lugar. Me lo dijo bien, aunque después armó un selectivo él, pero bueno, ya está. Me hablaron de Boca y entré dirigiendo la Cuarta División. Tuve jugadores de renombre como Lucas Viatri, Cristian Chávez, Nico Bertolo, Javi García, Facundo Roncaglia y Fabián Monzón. Monzón era un zurdo superdotado físicamente, saltando, con prestancia... Roncaglia igual, Pochi Chávez lo mismo.
¿Te dolió que te despidieran de Boca después de 14 años?
Es muy triste que te echen de un trabajo, sea Boca o cualquier club. Y más cuando no tienen motivos. Yo jamás me metí en la política del club y, es más, cuando Ameal fue dirigente en la etapa anterior, yo subí a Primera como ayudante de campo (de Abel Alves en 2010). Solamente me dediqué a trabajar, me brindé por completo, no falté nunca, tuve buen trato con los chicos y salí campeón diez veces incluyendo el último torneo en China en el que ganamos 40.000 dólares. No me gustaron las formas, que te llamen por teléfono (Raúl Cascini fue quien le comunicó la decisión) y te digan que no te van a tener en cuenta... Está bien, están en su derecho porque ganaron las elecciones, pero uno es un ser humano y tiene sentimientos. Eso te deja mal.
Por suerte para vos apareció rápido Huracán nuevamente...
Estoy muy contento de que me hayan abierto las puertas otra vez. Me siento muy cómodo, estoy agradecido al presidente y a la gente, que el otro día cuando fui a la cancha me reconoció, saludó y recordó mi época de jugador. Esas cosas te hacen sentir bien.
¿Pensás hacerles practicar la Bicicleta a los juveniles?
Muchos me piden que se las enseñe a los pibes, pero es un movimiento que no se puede incorporar ni copiar. Te nace de adentro. A mí me salía hacer eso y me arreglé para aprovecharlo.
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