Hubo una época en que la barra de Nueva Chicago era sinónimo de muerte. La guerra declarada entre el histórico grupo de Los Perales, por el nombre del barrio que da a la cancha, contra la facción de Las Antenas, que reúne a los que paran en La Tablada, regaba de sangre la popular del República de Mataderos. En el medio, expectante, siempre estaba al acecho la facción de Ciudad Oculta. Pero desde 2016, se firmó una tregua y la paz llegó al Verdinegro. Si bien hasta 2018 cada grupo tenía un sector diferente en el estadio, ir a ver al equipo del Oeste de la ciudad de Buenos Aires no representaba un peligro extremo, como tiempo atrás. Pero el año pasado, el pacto comenzó a tener grietas. Y como una filtración gota a gota que nadie detiene, la rajadura se hizo cada vez más grande hasta terminar en una fractura total. El grupo de Ciudad Oculta, liderado por Alejandro Chana, alias el Kili, se quedó con el dominio del paravalancha. Y el resto empezó a rumiar bronca. La situación se puso tan tensa que en el año pasado hubo una chance de que Chicago llevara visitantes a Temperley, en la segunda fecha del torneo de la Primera Nacional, y la propia dirigencia avisó que no se hacían cargo de lo que pudiera suceder, por lo que se frustró esa idea. Y lo que estaba latente, finalmente y al calor de los 35 grados de un domingo por la tarde, explotó.
El conflicto estalló por un cortocircuito fuera del estadio; según pudo averiguar Infobae, por el reparto de entradas: el grupo de Tablada no recibió la cantidad suficiente. En consecuencia, los líderes de la banda, ya dentro de la popular, apuntaron a Chana como responsable y lo agredieron, hiriéndolo en un ojo. Claro que la riña no quedó ahí. El grupo de Ciudad Oculta intentó recuperar el honor a puro facazo. Como si en vez de siglo XXI, el tiempo se hubiese detenido en la época del Far West. Y las imágenes que se vieron en el inicio de la tarde del domingo en un partido televisado a todo el país fueron dantescas. Como la semana pasada en Mendoza, como la semana pasada en Bahía Blanca, como la semana pasada en Cañuelas-San Martín de Burzaco, la violencia apareció en todo su esplendor.
Claro que en Mataderos con un condimento particular: según las filmaciones propias que obtuvo la Policía de la Ciudad, el ataque fue liderado por Alejandro Chana, jefe de la facción Ciudad Oculta, junto a su hijo. Parece insólito pero refleja el concepto de heredar el paravalancha que existe en las barras argentinas. Según la investigación judicial a cargo de la fiscal Adriana Bellavigna (la misma que tuvo la causa de la suspensión de la final de la Copa Libertadores en 2018 entre River y Boca), los Chana sabrían dónde había facas dentro del estadio y junto a otro ladero del grupo, identificado como Ariel Fortuna, fueron a buscarlas para vengar la afrenta. Si bien el sitio donde estaban las armas blancas aún no fue identificado, la Policía avisó que no pasaron por los cacheos sino que estaban dentro del estadio y además dejó establecido que los cacheos los hace la seguridad privada del club. Raro deslinde de responsabilidad que no convenció a la fiscal, quien decretó la clausura de la cancha y le aseguró a Infobae: “Hay que trabajar para saber si hubo negligencia policial o complicidad de la dirigencia. Hay irregularidades a punto tal que a mí la Policía jamás me notificó de los incidentes. Empecé a actuar por aviso del fiscal general de la ciudad (NdR: Juan Bautista Mahiques)”.
El resultado de la tarde de terror terminó con dos barras con heridas cortopunzantes internados en el Hospital Santojanni y cuatro detenidos, entre ellos Chana padre, que tenía una herida en el pómulo producto de la pelea previa al partido en la calle, cuando perdió la barra. Chana hijo logró, según los investigadores, escabullirse por una puerta lateral. Lo cierto es que la guerra está declarada y este primer capítulo fue televisado para todo el país. Con un padre y un hijo como protagonistas esenciales y millares de hinchas comunes que solo querían ver ganar a Chicago, como testigos atónitos de un cáncer que no para de tomar el cuerpo de nuestro bendito fútbol argentino.
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