Deleitándose con una picada compuesta por salame de cordero y queso más unos mates que ayudan a combatir la baja temperatura, dos periodistas de Infobae que en sus vacaciones se aventuraron a escalar el Cerro Catedral en Bariloche hacen una apuesta adentro de un refugio situado a casi 1.800 metros de altura donde pasarán la noche:
-Para mí aquel que entró de capucha roja es Facundo Oreja, che.
-Nooo, mirá si va a venir acá un jugador de fútbol.
-Te digo que sí. Decime qué apostamos que le voy a preguntar...
En la galería de fotos del celular de Facundo Oreja no hay imágenes en Disney ni playas del Caribe. Tampoco de algún tour por Europa u otro destino exótico por Asia o África. Para su tiempo libre en este verano se inclinó por la belleza de la Patagonia argentina, alejado totalmente de los lujos y excentricidades por los que suelen optar el resto de los futbolistas profesionales. La mera casualidad lo topó con este medio, a exactamente 1.740 metros de altura, entre las montañas.
Desde que era pequeño, al experimentado defensor que actualmente milita en Barracas Central (Primera Nacional) se le despertó el interés por concurrir a este tipo de destinos en familia. Sus hermanos mayores, Nerea y Martín, siempre fueron apasionados por estos sitios inmejorables con senderos para trekking y escalada. Y por temas laborales o de coyuntura, Facundo jamás pudo darse el gusto de sumergirse en una de estas aventuras hasta que fue mayor.
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Con el paso del tiempo coleccionó en su cabeza documentales con lugares increíbles en el Sur argentino y esta cuenta dejó de estar pendiente hace tres años, cuando viajó a El Bolsón con su hermano Pato, un primo y un par de amigos.
“Es mi forma de escapar un poco de las presiones que uno tiene a la hora de jugar al fútbol y demás. El que no juega piensa que no las hay o que no existen pero es al revés. Uno tiene que estar para vivirlo, sentir las cosas... El futbolista tiene mucha presión durante su carrera: tiene que rendir, demostrar, entrenarse día a día, semana a semana. Y eso conlleva a un desgaste importante”, reflexiona Oreja.
El impacto que le generó la belleza natural de El Bolsón hace un tiempo lo motivó para capitanear otro grupo de viajeros en este receso estival. En esta ocasión el clan se redujo y a Facundo lo acompañaron su hermano Aitor y su sobrino Taiel, de 18 años. El plan fue retornar al Sur con la idea de un viaje similar aunque en otro destino. Se barajó Lago Puelo (Chubut) y El Chaltén (Santa Cruz), aunque se decidieron por Bariloche debido al poco margen de tiempo con el que contaban para sacar los pasajes.
Una semana antes de la Navidad, el marplatense pisó Bariloche junto a sus laderos y se encaminó directamente al Cerro Catedral, donde comienza el sendero rumbo al Refugio Emilio Frey, la primera parada marcada en el itinerario. Luego del primer pernocte a más de 1.700 metros sobre el nivel del mar, el trío atravesó las montañas en un lapso de aproximadamente ocho horas hasta arribar al Refugio General San Martín (Jakob), donde pasaron la segunda noche.
Al día siguiente bajaron a Colonia Suiza y rescataron tres lugares en el bungalow de un camping que en realidad estaba cerrado. La casera Ana les permitió el uso de las instalaciones para el aseo y descanso. Ya después del amanecer emprendieron la expedición más complicada de todas: subieron al Refugio Manfredo Segre (Laguna Negra) bajo una tormenta impresionante, soportando un frío polar y fuertes vientos. Tras ocho horas de trekking descansaron y con el último resto físico se levantaron para pasear hasta la montaña anterior que conecta con la bajada del Cerro López, que estuvo cerrado por la cantidad de nieve y el peligro de avalanchas. Al quinto día bajaron nuevamente a Colonia Suiza y, ya más relajados, utilizaron las últimas horas de estadía en Bariloche para conocer el centro y comprar presentes para la familia.
“Le escapé un poco al contacto humano y la tecnología. Quería estar medianamente solo. Me encanta la naturaleza, para mí es un combustible y estos lugares como el Sur son ideales para eso. Son viajes espectaculares, destinos que te golpean el pecho”, cuenta. Y a la hora de elegir a los acompañantes el futbolista de 37 años recomienda hacerlo con gente querida con la que se pueda charlar y profundizar temas que tal vez la cotidaneidad impide.
La experiencia para él fue inolvidable y posiblemente lo será también para su joven sobrino, que fue invitado por primera vez a un viaje de este tipo y “sin saber bien adonde iba”. Oreja no se animó a llevar a su hijo mayor (13 años) aunque ya lo tiene en cuenta para el futuro, lógicamente con travesías y ascensos menos complejos y refugios más cercanos por su corta edad. “Mi esposa se quedó con los tres chicos así que también estoy agradecido a ellos que me dan el espacio a mí para hacer lo que me gusta. Ojo, yo soy de Mar del Plata y tengo claro que la playa tiene su encanto y no la negocio, pero estas escapadas por las que uno opta también me hacen bien”, concluye.
Para el lateral derecho la pretemporada con Barracas Central se adelantó. El esfuerzo físico realizado en esta corta semana en las entrañas del Parque Nacional Nahuel Huapi le ayudó a fortalecer la maltrecha rodilla izquierda que venía de sufrir una distensión en el ligamento interno.
El primer semestre en el club que apadrina Claudio Chiqui Tapia fue turbulento para él por las lesiones, ya que antes de padecer esa en la articulación de su pierna izquierda había sido operado por una fractura en su maxilar superior y arco cigomático derecho producto de un fuerte golpe en un partido.
Con evidente optimismo de cara a lo que viene y soñando con ser protagonista, partió a Tandil junto al plantel del Guapo para afrontar la parte más fuerte de la pretemporada y, posteriormente, las presiones propias de su profesión.
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