A 14 años de su trágica muerte: once anécdotas inéditas de Garrafa Sánchez

Adrían González, actual ayudante de Julio César Falcioni en Banfield, rememoró viejas historias de quien fue el mejor amigo que le dio el fútbol, el astro fallecido en 2006. Talentoso, guapo, jodón y calentón, así fue el número 10 durante sus 31 años de vida

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Este miércoles se cumplen 14
Este miércoles se cumplen 14 años desde el fallecimiento de José Luis Sánchez

El 8 de enero de 2006, el Oeste y el Sur del Gran Buenos Aires se tiñeron de luto. Tras dos días internado debido a un accidente que tuvo arriba de su moto frente a su casa de Laferrere, José Luis Sánchez falleció a los 31 años en la clínica Mariano Moreno. Con Garrafa no solo se fue el padre de dos hijos, un marido, un hermano y un hijo, sino que también se despidió un ídolo futbolístico que dejó su huella en Deportivo Laferrere, El Porvenir, Bella Vista de Uruguay y, sobre todo, Banfield.

El enganche se forjó un nombre en el fútbol argentino a base de gambetas y caños, con una zurda prodigiosa. Su talento lo alzaba como un símbolo del potrero y su prematura muerte solo acrecentó aún más su leyenda: la de un crack que le escapó a las cámaras y los grandes equipos, que solo se dedicó a hacer lo que lo que amaba, jugar a la pelota.

A 14 años de su pérdida, la memoria de Garrafa aún recorre los pasillos del Florencio Sola, el estadio del Taladro. No solo en el recuerdo de sus hinchas, sino que se presenta de manera explícita: la platea techada que da a la calle Arenales fue bautizada con su nombre. Es así que en cada aniversario desde su partida, los fanáticos y sus allegados conmemoran la fecha con fotos, videos y los mejores momentos que les hizo vivir el número 10 con la pelota en los pies.

Así jugaba Garrafa Sánchez

Adrián González tiene 47 años y hoy se destaca como ayudante de campo de Julio César Falcioni en el equipo verdiblanco. Férreo marcador central en su época como fútbolista, vistió las camisetas de San Lorenzo, Banfield, Colón, Estudiantes de La Plata y Almagro, entre otros. Y si bien su carrera le dejó varios hitos importantes en su vida, hay uno que lo enorgullece más que el resto: haber sido fiel amigo de Garrafa.

Es así que el Loco, como lo apodan, recibió a Infobae en el Campo de Deportes Alfredo Palacios y aprovechó el tiempo libre que tiene entre el entrenamiento matutino del plantel y el que vendrá por la tarde, en medio de la pretemporada que encabeza el Emperador, para recordar con una sonrisa y contar varias anécdotas sobre quién fue una de las mejores afinidades que le dio el fútbol, el Gordo, como le va a decir a lo largo de toda la charla, y así resumir con sus historias lo que fue Garrafa para todos los que lo conocieron.

SU PRIMER ENCUENTRO Y LA DIFÍCIL CONVIVENCIA EN LA CONCENTRACIÓN

La convivencia con Garrafa en
La convivencia con Garrafa en la concentraciones de Banfield era difícil por su carácter bromista

“La primera vez que lo vi, en su primer entrenamiento de Banfield, me le acerqué y le conté una situación de cuando yo estaba en otro club y él estaba en El Porvenir. En un partido le pegué una patada muy fuerte de atrás y tuvo que salir de la cancha en camilla. Él me miró y me dijo ‘no te registro, ¿así que fuiste vos el burro que me pegó esa patada? Quedate tranquilo que de alguna forma te la voy a cobrar’. ‘Pero te saqué de la cancha’, alcancé a retrucarle. ‘Si pero faltaban 5 minutos para que termine el partido’, me dijo riéndose. Esa fue nuestra presentación. Después se la cobró en serio, me hizo de todo. Tengo algunas que se pueden contar y otras no, pero me volvió loco”, contó.

“Era muy maldito, muy jodón. Hacía enojar a la gente y preparaba las jodas con antelación. Era todos los días algo distinto, ponía miel en los picaportes, te mojaba la cama antes de dormir o las zapatillas antes de entrenar. Te escondía las cosas. ¡Concentrábamos juntos y me hacía las jodas a mi! ‘Andá a hacerlas a otra pieza’, le decía. Yo me reía mucho pero después cuando se las hacían a él se enojaba mucho", recordó.

PELEA CON LOS HINCHAS DE CHICAGO

“Un día jugábamos contra Chicago, allá en Mataderos, y Rubén Forestello había ido en auto porque después se tenía que ir rápido para otro lado, entonces lo dejó estacionado cerca de la cancha. Ganamos ese partido con Banfield y cuando terminamos de bañarnos en el vestuario, Garrafa lo acompañó a Yagui a buscar el auto. Obviamente toda la zona estaba llena de hinchas de Chicago y ellos bajaron con la ropa del club directo para el estacionamiento. Cuando los vieron les empezaron a gritar e insultar, se los querían comer vivos. Mientras Forestello bajaba la cabeza y decía que no pasaba nada, el Gordo se plantó y se quiso pelear. Pero no fue uno, eran como diez hinchas los que lo fueron a encarar. Les dieron una de piñas, los mataron y hasta les robaron el bolso. Tuvieron que meterse a una estación de servicio para refugiarse. Yagui no podía creer lo que le había hecho pasar y el Gordo estaba caliente porque había cobrado”.

FÚTBOL-TENIS Y RIÑA EN MAR DEL PLATA

De vacaciones juntos en Mar
De vacaciones juntos en Mar del Plata, Garrafa casi se agarra a trompadas en un partido de fútbol-tenis

“Un verano nos fuimos de vacaciones juntos con las familias a Mar del Plata e íbamos mucho al parador 12 a jugar al fútbol-tenis. El Gordo jugaba muy bien y cuando me levantaba la pelota yo cabeceaba y le ganábamos a todas las parejas. Un día estábamos jugando contra la Vieja Moreno y el Pirata Czornomaz y se armó una discusión por un punto, por si se había ido la pelota o no. Dijimos de jugarlo de nuevo pero Garrafa dijo que no, que era punto nuestro y se plantó. Ahí agarró la pelota la Vieja Moreno y la tiró al estacionamiento re caliente. Ellos se conocían de Laferrere pero casi se van a las manos adelante de toda la gente que se había acercado a ver, los tuvimos que parar. Siempre te daban ganas de matarlo si eras rival de él, no te perdonaba una”.

CALIENTE FINAL DE TRUCO CONTRA PERIODISTAS

“Una vez para un programa de TyC Sports jugamos al truco contra Gastón Recondo y Marcelo Palacios. Empezamos a jugar y Garrafa ya los chicaneaba como de costumbre, muy cargador. Ya en la etapa definitoria se cantó un envido-envido-falta envido y se quiso. Recondo baja 27, yo bajo 30 y Palacios 31, ahí Garrafa muestra un 7 y un 3 de espadas. Palacios empezó a festejar y gritar que ganaron, hasta que el Gordo mostró la otra carta: un 5 de espadas, 32. ‘¡Las finales no las pierde Garrafita!’, gritaba e imáginate como los gozó a los periodistas. No nos invitaron más”.

DOS CHORIPANES ANTES DE JUGAR

“Se decía mucho que no entrenaba y nada que ver, dejaba todo en cada entrenamiento. También decían que escabiaba, pero él no tomaba alcohol y nunca probó un cigarrillo. Lo único le gustaba comer, era medio desordenado con eso. Una vez, estaba con Forestello antes de jugar un partido y pasaron por una parrillita cerca de la cancha. Garrafa fue corriendo hasta el puesto de choripanes y compró dos. Yagui le dijo que él no quería. ‘No, no es para vos. Son los dos para mi’, le respondió el Gordo y se los comió”.

LA METIDA DE PATA CON FALCIONI

“Era la época en que Falcioni ya no lo ponía mucho en Banfield. Con el plantel siempre íbamos a comer a un lugar de por acá y después volvíamos en combi al predio para concentrar. Primero volvíamos los jugadores y después el cuerpo técnico, que se quedaban charlando y demás. Una noche volvimos haciendo quilombo, cantando y gritando, hasta que Garrafa se paró adelante de la habitación de Falcioni, le pegó una trompada a la puerta y a modo de broma le grito: ‘¿Cuando me vas a poner la puta que te parió?’. De repente, la puerta se abre, sale Julio y le contesta ‘cuando te pongas bien, Gordo’. Nos fuimos todos corriendo a las habitaciones como ratas y Garrafa casi se me pone a llorar en la cama. Estaba re perseguido, decía que no iba a jugar más. Al otro día en la charla técnica, Falcioni me mandó a buscarlo a la habitación porque Garrafa no quería salir. ‘¿Vos te la bancas? Te la vas a tener que bancar porque vas a jugar de titular’, le dijo adelante de todos y nosotros no lo podíamos creer”.

EL DÍA QUE ATÓ A SU HIJO EN EL VESTUARIO

En una de sus tantas
En una de sus tantas travesuras, Garrafa dejó atado al hijo de González en un vestuario

“Al irnos de vacaciones y pasar tanto tiempo juntos, él tenía mucha confianza con mi hijo mayor, Nicolás, y se cargaban mucho. Él era un gordo grande pero lo volvía loco, lo hacía llorar y yo tenía que pedirles que se dejen de pelear. Yo traía siempre a Nico a los entrenamientos y cada tanto se peleaban porque Garrafa le tiraba agua y el otro le tiraba piedras mientras corría, terribles los dos. Un día el Gordo se enojó por algo que le había hecho mi hijo y cuando terminó el entrenamiento no lo podíamos encontrar. Lo busqué por las canchas, el estacionamiento y no lo veía. Hasta que me llamó el utilero y me dijo que estaba en el vestuario. Fui y Garrafa lo había atado de pies y manos a una de las camillas de masajes, no podía salir. Lo había dejado ahí a un nene de 11 años, amarrado. El Gordo era un nene en el cuerpo de un adulto”.

SU GESTO CON EL PLANTEL DE LAFERRERE

“Después de la explosión que tuvo en Banfield, Garrafa se empezó a hacer conocido y todos lo querían, pero no solo como jugador sino por cómo era y sus acciones. Cuando pasó a Laferrere, el Gordo llegó un día al entrenamiento y le empezó a preguntar a todos los del plantel cuanto calzaban. A la semana cayó con una bolsa llena de zapatillas y botines nuevos para todos sus compañeros. También, los invitaba seguido a todos a la casa y les hacía asados. Eso era él, puro corazón”.

LA VENGANZA DEL PLANTEL DE BANFIELD

Garrafa le hacía bien a
Garrafa le hacía bien a los grupos que integraba, sus bromas rompían el hielo en los planteles

“Siempre era él el que provocaba el chiste, pero también nos reíamos de él. Un día en la concentración decidimos robarle el celular y escondérselo en un plato de fideos. Se lo pusimos en vibrador y se lo enterramos en el medio de las pastas. Le dijimos al mozo que se lo lleve a Garrafa y esperamos a que reaccione. En un momento se dio cuenta que no tenía el celular y empezó a echar culpas para todos lados, hasta que me encaró a mi y le presté mi teléfono para que llame. Escuchaba la vibración pero no se daba cuenta de donde estaba, hasta que lo encontró y se volvió loco. Al rato, no se cómo hizo, me tiró pimienta en el pelo sin que me de cuenta y yo no podía parar de estornudar. Siempre te las devolvía todas el Gordo”.

SU CONFIANZA DENTRO DE LA CANCHA

"Si jugabas en contra de él decías que era un canchero pero si jugaba en tu equipo te daban ganas de defenderlo porque era buen compañero. Le encantaba jugar al fútbol y sabía que tenía buenas condiciones, por eso se ponía tan mal cuando no jugaba. Tenía una técnica bárbara y mucha visión de juego. Le gustaba más eludir rivales y dártela abajo del arco que hacer el gol él. Ojo, era muy morfón pero porque quería hacer el último lujo para dártela servida, por eso te la pasaba recién al final.

También era muy bueno pateando penales, al estilo Ortigoza. En la semifinales de ida contra Instituto en Córdoba (29/04/2001) estábamos obligados a ganar porque con el empate pasaban ellos por la ventaja deportiva. Penal para Banfield sobre la hora y si lo metía ganábamos la serie. Va Matías Raposo y le dice que esté tranquilo para patear. Garrafa agarró la pelota, lo miró de costado y le dijo “andá para el medio, boludo”, como diciendo que era gol. Y lo metió".

Adrían González, actual ayudante de Julio César Falcioni en Banfield, rememoró viejas historias de quien fue el mejor amigo que le dio el fútbol, el astro fallecido en 2006. Talentoso, guapo, jodón y calentón, así fue el número 10 durante sus 31 años de vida

“Me peleé mal con él en el partido de ida de la final contra Quilmes por el ascenso a Primera (12/05/2001). Íbamos ganando 1-0 y el Gordo la pisaba, los gastaba a los rivales. En un tiro libre, yo le paso por al lado antes de ir al área a cabecear y le digo bajito que se deje de joder y de cargar, que había que hacer el segundo. ‘Cerrá el orto, burro de mierda. Vos recuperala y dámela a mi, es lo único que tenés que hacer’, me respondió. Me fui re caliente para el área. A los pocos minutos, el Gordo agarró la pelota, se gambeteó a uno y mandó el centro para que Forestello meta el segundo. Festejamos, nos abrazamos todos y cuando voy a felicitarlo a él me saca y me dice: ‘¿Qué me abrazas vos si recién me puteaste?’. Tenía eso, era calentón y se acordaba de todo”.

SUS CHICANAS COMO RIVALES

“Cuando me fui para Colón, jugamos contra Banfield y nos golearon. Yo jugué de titular y él estaba de suplente en el banco. En cada ataque del Taladro desde afuera gritaban ‘encará al viejo, encará al rengo que es malísimo’ y yo lo escuchaba. Un poco está bien, pero después de comerte tres goles seguía y yo lo quería matar. Era un maldito”.

El plantel de Banfield en
El plantel de Banfield en la Quinta de Olivos, durante la presidencia de Eduardo Duhalde (Foto Adrián González)

La charla de casi una hora llega a su fin. El sol golpea fuerte en Luis Guillón y el plantel del Taladro debe volver a la cancha para completar el segundo turno del día. Sin embargo, ya sin el tono jovial que utilizó para contar las anécdotas de su viejo amigo, González hace una pausa, respira y con un brillo en los ojos expresa: “Siempre lo recuerdo bien, con una sonrisa. No me puedo quedar con el dolor. Obvio que lo que pasó me pone mal, pero cada vez que te juntas con alguien que tuvo contacto con él no tenés tiempo para poner mal porque enseguida salen las anécdotas graciosas por cómo era. En las fotos se puede ver, no hay una en la que esté serio, siempre sale pegandole a uno, agarrándole la oreja a otro, haciendo caras, sonriendo; era un nenito”.

Y antes de despedirse, agrega: “Como persona era muy buen padre y amigo. Si te faltaba algo él te lo daba, en eso no tenía drama. Era un pibe sencillo, que se crió con algunas necesidades y cuando ya no las tuvo no fue un egoísta, sino que compartía todo. Si él tenía 100 y vos 0, entonces los dos tenían 50, era una fiera. Era súper competitivo, te jugaba y apostaba por todo. Y si no te ganaba, te hacía trampa para ganar. Era insoportable en eso, ja. Pero era una excelente persona, alguien con mucho corazón y muy pata, como se decía antes, muy predispuesto para todo”.

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