Así es el “experimento Medellín” que terminó con la guerra de barras en la ciudad colombiana: ¿se puede aplicar en Argentina?

El particular plan fue puesto en marcha en 2016 por el alcalde Federico Gutiérrez y casi se derrumba ante el primer gran traspié, pero el trabajo dio sus frutos. Cuáles son las dificultades que el proyecto encontraría en nuestro país y las propuestas similares que fracasaron

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Las hinchadas de Atlético Nacional e Independiente Medellín lucían irreconciliables. Hoy hasta dan recitales conjuntos
Las hinchadas de Atlético Nacional e Independiente Medellín lucían irreconciliables. Hoy hasta dan recitales conjuntos

¿Es posible convertir a los delincuentes del tablón en barras bravas solidarias, populares y comprometidas con la paz en el fútbol? La pregunta que hasta ahora siempre tuvo una respuesta negativa en la Argentina vuelve a formularse por estos días en algunos ámbitos dado el cambio de gobierno y el sueño de algunos líderes de paravalanchas de reflotar aquella idea de su no estigmatización que se intentó llevar adelante en el primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner con resultados desastrosos, a punto tal que la conformación de la ONG Hinchadas Unidas Argentinas no sólo terminó con un fracaso ideológico sino con un reguero de sangre producto de internas salvajes por el reparto del dinero obtenido.

Pero abriendo una nueva etapa, desde ciertos sectores miran con mucho interés el experimento Medellín, que se puso en práctica hace cuatro años y después de sortear un par de problemas importantes, logró pacificar los estadios de una de las ciudades más violentas de Latinoamérica y volver a jugar con ambas parcialidades todos los encuentros, algo que no sólo no ocurre en nuestro país sino tampoco en otras plazas clave de Colombia, como Bogotá o Cali. La pregunta del millón es qué hicieron allá y si hay chances de replicar el modelo en nuestro país.

La respuesta al primer interrogante es más sencilla que la del segundo. Tras ser elegido alcalde en 2016 con el 35% de los votos, Federico Gutiérrez armó un plan para cambiarle la cara al fútbol de la ciudad. Si bien Medellín sigue siendo en el mundo sinónimo de narcotráfico, la idea era que en las manifestaciones populares no se replicara la violencia de otras zonas manejadas por los narcos. Y el fútbol era, claro, la expresión masiva por excelencia que hacía dos años tenía sólo hinchada local ante la imposibilidad de frenar los choques que provocaban heridos y muertos. Para revertir esto, abrió el programa “El fútbol cuenta contigo” y sumó a la mesa de negociación a las barras de Atlético Nacional, llamada Los del Sur y liderada por Felipe Muñoz, y a la de Independiente Medellín. A esa mesa también se sentaron los altos mandos policiales y los representantes del ministerio de Desarrollo Social y del departamento de Juventud de la alcaldía. El plan era simple: legalizar a las barras, que puedan trabajar como sociedades anónimas registrándose y pagando impuestos, que tengan un local de venta de su propia ropa y también un cupo de venta de entradas que les daba la institución (cuyo valor es 10% más alto que el boleto oficial, sí, una reventa legalizada) y a cambio de oficializarse debían trabajar en proyectos sociales y, obviamente terminar con la violencia.

El pacto se firmó a comienzos de 2016 y se invirtió dinero en cámaras de última generación en el estadio Anastasio Girardot, donde juegan ambos equipos. Ante la incredulidad de la población, el bautismo de fuego fue el 26 de marzo de ese año, en el clásico antioqueño: terminó en un desastre. La barra de Independiente Medellín aprovechando el compromiso asumido cruzó de vereda y robó banderas de Atlético Nacional lo que desató una batalla campal. Todos supusieron que el programa iba al fracaso pero el alcalde redobló la apuesta: se identificaron 31 participantes de la contienda, se los llevó a juicio express, se les aplicó derecho de admisión por tres años y aunque los hinchas lo consideraron un audaz, Felipe Gutiérrez decidió continuar adelante.

No podía ceder ante el primer fracaso. Los propios líderes de las barras entregaron a quienes habían participado del incidente y les quedó claro que quienes sacaban los pies del plato iban derecho a la cárcel. Medellín necesitaba volver a vivir la fiesta del fútbol para apaciguar los ánimos y para que la gente se sintiera parte del espectáculo. Todos me recomendaban dar marcha atrás, pero yo dije hagamos la prueba un partido más. Y todo salió bien. Desde ese momento, supe que jamás volvería a ver un partido sólo con hinchada local”, le dice Gutiérrez a Infobae.

El trabajo dio sus frutos aunque también es importante marcar las diferencias entre los barras que llevaron adelante el proyecto y sus pares argentinos. Felipe Muñoz, la cabeza de Los del Sur (que vendría a ser como La Doce) es psicólogo y su mano derecha, Raúl Martínez, es sociólogo. En Independiente Medellín los líderes suman contadores y arquitectos. Todos marcan la diferencia con el modelo argentino. “Allá conocimos a Bebote, a Pillín de Central, ellos tienen otras ideas y negocios distinto a cómo pensamos nosotros el espectáculo”, admiten. Lo cierto es que tras aquel rotundo fracaso, se jugaron otros 11 clásicos sin incidentes y que ambas barras terminaron conformando hasta una orquesta sinfónica conjunta que hace recitales mensualmente y que, por ejemplo, se presentaron en el último festival de la ciudad y marcharon juntas en el paro nacional del mes pasado, junto a los estudiantes y obreros. Además, lograron abrir talleres de escritura y de oficios y montaron una editorial que tiene un concurso literario con apoyo de la cámara del libro.

Muchos se preguntan si está bien legalizar sus actividades, pero ante ese interrogante, Gutiérrez contesta: “Había una situación de hecho. Lo que hicimos fue regularizarla y darles un marco para que se reconviertan en actores sociales. Todos están registrados y pagan sus impuestos. ¿Si muchos trabajan en la alcaldía? No. La idea no es que vivan del Estado sino de su actividad privada y tampoco del fútbol”. Esto último es relativo: los capos tienen como actividad principal regentear los negocios de ropa y demás de la barra, aunque los montos que recaudan les da para vivir sin holgura. A diferencia de lo que se ve en la Argentina, residen en barrios modestos y se mueven en autos poco lujosos.

Claro que hay una diferencia fundamental: allá los negocios ilegales grandes los maneja el narcotráfico. Existen los trapitos, sí, pero los manejan los narcos. Existe el merchandising ilegal, sí, pero también es de los narcos. Ni hablar del narcomenudeo o los puestos de comidas al paso. Eso provoca que el negocio de la barra no sea tan importante y que entonces no se produzcan internas por el botín, a diferencia de lo que ocurre en Argentina. ¿Se puede replicar aquí entonces ese modelo y lograr en breve el regreso del fútbol con ambas parcialidades? Parece una utopía.

En 2006 la ONG Nuevo Horizonte para el Mundo tuvo una idea similar y tras varias reuniones con los barras, todo terminó en un escándalo. Su titular, Fabiana Rubeo, terminó denunciando a los líderes del tablón y afirmando que eran delincuentes irrecuperables. En 2008, Bebote Alvarez tuvo una intención parecida y consiguió que el presidente por entonces de Independiente, Julio Comparada, contratara a los barras del Rojo como guía acomodadores. El debut fue en un partido con Vélez y terminó con la denuncia de los empleados de Utedyc contando que la barra se había apoderado de dos molinetes haciendo entrar gente sin tickets a rolete, pero cobrándoles un peaje que correspondía a la mitad del valor de la entrada oficial. Y dentro de la tribuna ordenaban a la gente a los golpes. El escándalo hizo rescindir el contrato.

Tiempo después, la idea de tener barras buenas la armó el kirchnerismo a través de Marcelo Mallo. Supuestamente iban a hacer trabajos sociales y a comprometerse a la no violencia y como premio se les pagaría un viaje al Mundial de Sudáfrica all inclusive para 300 barras. En realidad la idea era utilizarlos para ganar la calle que se estaba perdiendo a partir del conflicto con el campo y la crisis de 2009. Todo terminó de la peor manera, con un muerto en Sudáfrica y cinco más en la Argentina, al regreso del torneo. Ese fue el último intento y a partir de ahí se desactivó toda idea de resocializar a los barras. El gobierno de Cambiemos entendió que había que ir por sus negocios económicos para golpearlos y en Provincia de Buenos Aries se logró desarticular a varias, con Independiente a la cabeza. Córdoba también trabajó bien, pero en el resto de las jurisdicciones hubo otra sintonía. De hecho, La Doce sigue gozando de plena salud y Los Borrachos del Tablón hicieron grandes negocios, como lo demostró el allanamiento a la casa de su líder, Guillermo Caverna Godoy, donde se secuestró una fortuna. Ahora se abre una nueva etapa. La nueva ministra de Seguridad, Sabrina Frederic, muestra en sus lineamientos ser la contracara de su predecesora, Patricia Bullrich. ¿Eso incluirá el fútbol? Habrá que verlo. Por lo pronto, el programa Tribuna Segura sigue en pie y el sueño de varios barras de que los legalicen por ahora es demasiado prematuro. Las diferencias entre el modelo Medellín y el de los barras argentinos parecen gigantescas. Mientras, el fútbol sin visitantes da la idea de que en nuestro país, llegó hace tiempo y para quedarse.

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