“Les pido que sepan entender, así no puedo vivir”, recuerda Javier Frana el pensamiento que se le atravesó en el período más doloroso de su vida y revela aspectos desconocidos de aquel período que, con esfuerzo, logró superar para luego instalarse como uno de los más importantes comentaristas deportivos de América.
A sus últimos 14 meses como tenista profesional, Frana los fue transitando por caminos de escombros y cornisas, en los que pasó de la felicidad de ser papá a la angustia por los tratamientos invasivos a su bebé, al desconsuelo por una afección en su oído izquierdo que le puso final a su carrera y a la desesperación en un momento crítico, con una historia nunca antes contada.
Luego de respirar profundo, después de una pausa deliberada, autorizante, el zurdo de Rafaela empeza a dejar fluir los recuerdos. “Fue un mes y medio en el que la había pasado tan mal, que había pensado en que si esto ‘sigue’ así el final no iba a ser muy feliz”, comenta Frana, quien poniendo en palabras la que parecía reconocer como una situación incompatible con la vida.
La atemporalidad de la memoria traumática lo llevó a evocar esos momentos dolorosos y vivenciar la misma desesperación de entonces. “No podía vivir. No quiero ni hablar, porque me dan ganas de llorar. No podía estar, prefería estar sordo, en silencio total, porque era imposible de sostener, no podía dormir, no podía estar, no podía escuchar”, revivía en gestos y palabras que parecían pedir auxilio, como aquella vez, para que lo liberaran de una situación desesperante. “Me daba por golpearme la cabeza, era patear, era decir: ¡loco, no puedo vivir más, sepan entenderme, así no, no puedo!”, se sincera por primera vez en la entrevista que le concediera al podcast 3iguales.
Todo se había originado en las molestias que surgieron en el interior de su oído izquierdo, durante la primera ronda del torneo de Wimbledon de 1997. Después de vencer a Martin Damm, no se presentó a jugar frente a Cedric Pioline por la afección. “A lo que yo tuve se le llama pérdida espontánea de la audición. Comencé a jugar con el oído tapado y fue empeorando de a poco, luego apareció un zumbido que fue creciendo y del que no se sabía la causa. Pensaba que era por el clima, la humedad, cera”, comentó el zurdo sobre un problema al que, en un principio se le había restado importancia.
“Luego me hice estudios en Argentina, me hice estudios en Canadá y la conclusión fue que, supuestamente, hubo una lesión en la parte interna del oído.” Los médicos a los que consultaba entendían que su situación bien podría explicarse por una bomba de estruendo o por alguna explosión, pero en el caso de Frana el diagnóstico era otro: estrés.
Esta afección le llegaba cuando volvía a estar en muy buen nivel y con mucha felicidad, luego de haber transitado otro momento crítico en su vida. “En el ‘96 había nacido Lucas, mi primer hijo, con una mala posición intrauterina y eso lo llevó a nacer con pie bot”, cuenta Javier visiblemente afectado por sus recuerdos. Los pies, en esta posición, están completamente girados, con las plantas de los pies enfrentadas permanentemente y mirando hacia la cara del bebé. Esto llevó a los padres a realizar consultas con “distintos diagnósticos y con las alternativas de tratamiento tan diferentes, tan opuestos y tan angustiantes que no sabía para dónde ir. Un médico llegó a decirme ‘date por satisfecho si camina’. Yo pensaba: ‘mi primer hijo y no va a caminar”, revive Javier en cada gesto.
En abril del ’97, Frana debió regresar del torneo de Atlanta, porque decidieron operar a Lucas y, en el proceso, el yeso debía cambiarse cada 5 días. “Había que sacárselo y lo tenía que hacer yo y era muy, muy, angustiante. Todos esos meses lo fueron. A los puntos se los terminó sacando en el vestuario el doctor Montalbán, el que entra a la cancha en Roland Garros. Ahí le vi los pies más derechos y me di cuenta de que el problema de Lucas se había empezado a solucionar”.
El rafaelino se dirigió a disputar Queen’s, con la felicidad de ver a su hijo en buenas condiciones y con la cabeza despejada, sin embargo, Wimbledon le traería un final inesperado. “Después de los estudios, en Inglaterra me pidieron autorización para poner mi caso del oído dentro de los materiales de investigación, porque no había muchos así. En este caso me dijeron que fue por una cuestión de estrés, que me hubiera podido dar un infarto o un ACV, pero que se me dio en el oído izquierdo. Lo que te dicen es que hay que tener cuidado cuando solucionás algo muy importante, porque te pega por algún lado un pico de estrés”, rememora el ahora comentarista, en una evocación más afectada.
Cuando se conecta con esos recuerdos, impresiona como si volviera a estar en ese momento: “Sentí un zumbido y luego creció, y eso derivó en que perdí el 97 por ciento de la audición. Yo tenía a Lucas bebé con sus juguetes y no lo escuchaba. No era que no podía escuchar nada, lo que tenía constantemente era como el sonido de un acople del micrófono con un parlante, que te recontra revienta. Yo había perdido los filtros auditivos y, para mí, todo era ruido. La gente me hablaba y yo sólo veía que me movían la boca, lo recuerdo y, aún, me agarran escalofríos.”
La afección en la parte interna del oído no se podía operar, sin embargo, Frana no se dio por vencido y volvió a entrenar, pero la adversidad volvió ser obstáculo, tuvo un par de episodios de laberintitis, “que es como estar dentro de un secarropa, todo te da vueltas, y me tuvieron que internar de urgencia. ¡Fue horrible! El médico me dijo que me recomendaba no hacer buceo, evitar los cambios de clima, el esfuerzo, el avión, stress, todo lo que el tenis te pide”.
El viernes 1 de agosto de 1997, como consecuencia de sus consultas con el doctor Santiago Aráuz, Javier Frana anunciaba en el Buenos Aires Lawn Tennis Club el final de su carrera profesional, pero su resiliencia, su instinto de superación, lo llevó 10 meses después, a aceptar un nuevo desafío y comenzar su trayectoria como comentarista de ESPN, a la que ha extendido por 21 años.
“El retiro no fue doloroso, porque quedó escondido detrás de un tema más importante, que finalmente pude tener una vida normal y que me pude dedicar a otras cosas.” En ese tiempo, Javier casi no había salido de su casa, evitaba reuniones y, sobre todo, “los parlantes”. A medida que fue recuperando la audición bajó la intensidad del sonido. “Al zumbido aún lo tengo, la sensación es la de cuando volvés a tu casa después de haber estado en una fiesta con música muy fuerte. Eso es lo que tengo, pero ya no lo registro tanto. Es como aquel que no distingue bien con sus ojos, pero se acostumbra a su visión borrosa”, comenta Javier.
A lo largo de sus 11 años como tenista profesional, Frana consiguió 10 títulos, 3 de ellos en singles y 7 en dobles, especialidad en la que ganó Roland Garros ‘96 en Mixto, junto a Patricia Tarabini, y fue finalista de Wimbledon ’91 (con Lavalle). Además, consiguió tres medallas: Bronce en los JJOO de Barcelona ’92 (con Miniussi) y la medalla oro (dobles) y plata (single), en los Panamericanos de Mar del Plata ’95.
El término “resiliencia” viene de la ingeniería y designa la capacidad de algunos materiales de recobrar su forma original luego de ser sometidos a una presión deformante. En los años 90, este concepto se empezó a usar para designar la capacidad humana de hacer frente a las adversidades, superarlas e incluso ser transformado por ellas. Este capítulo poco conocido de la vida Frana -un caballero de bajo perfil- es un ejemplo de construcción de resiliencia.
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