Osasuna fue uno de los equipos que sorprendió en La Liga española. El conjunto de Pamplona desde que ascendió viene desarrollando una gran campaña, que lo mantiene muy cerca de los puestos clasificatorios a las competencias europeas, y mucho tuvieron que ver las actuaciones de un argentino: Ezequiel Ávila.
Chimy, como se lo conoce popularmente, lleva anotados cinco goles y es el segundo máximo goleador argentino del campeonato, detrás de Lionel Messi con nueve. El ex delantero de San Lorenzo repite así la gran performance lograda temporadas pasadas, en la cual terminó como uno de los goleadores del plantel que logró el ascenso con la Sociedad Deportiva Huesca.
Sin embargo, no todo fue éxito en la vida de este joven de 25 años. De muy chico, sufrió por la pobreza que por poco no lo llevó a la delincuencia, vivió momentos de desesperación por la enfermedad de su hija y estuvo a punto de abandonar el fútbol.
“Estuve desde los 18 hasta los 20 sin jugar al fútbol. A los 20 fui papá y se me enfermó mi hija sin tener dinero”, contó en una entrevista con el diario español Marca. Chimy valoró la ayuda que recibió de Futbolistas Argentinos Agremiados ya que sin ser un jugador profesional le cubrió la obras social. “Pero llegó un momento que no podían mantenerlo y mi hija estaba internada en una clínica sin seguro social y había que pagar. Estuvo al borde de irse para arriba”, reveló sobre Eluney Ávila, su pequeña hija.
“Hacía 30 kilómetros en bici para dejarle el boleto del bus para mi mujer, para que pudiera tomar un café porque ella se iba a las 7 am y hasta las 11 (de la noche) no volvía. Yo con lluvia tenía que trabajar, ver a mi hija, volver a trabajar, iba a todos lados en bicicleta”.
Mientras rememora esos años complicados, Chimy cuenta una anécdota dolorosa para cualquier futbolista que ama su profesión: “Estaba en mi casa sentado y se me caían las lágrimas al ver a mis compañeros que jugaban profesionalmente y hacía un año y medio que no podía hacerlo. Mi señora me ve y me pregunta por qué lloraba y era por cómo se me escapó el fútbol. A veces uno por elegir mal se le escapan las cosas. Y me dice: ‘Si Dios quiere no se te va a escapar’. Y me entrené”.
El rosarino contó lo difícil que fue sacar a su hija de la clínica sin dinero. “La gente que tengo ahora me ayudó mucho. Yo pensaba qué hago, me quedo limpiando las habitaciones, pero tenía que sacar a mi hija de la clínica. Le agradezco la vida a mi representante y gente muy amiga que fueron y pagaron. Porque yo era albañil, trabajaba en una demoledora, con las mazas de cinco kilos rompiendo paredes, y no me alcanzaba”.
Chimy Ávila no se olvida tampoco de la gran ayuda que recibió de San Lorenzo. “Lo tengo muy arriba porque me dio la oportunidad de volver a ser un jugador, a hacer lo que amo y sobre todo a formarme como persona y como profesional. Porque la vida es tan complicada que en el barrio yo ya me estaba tirando para la opción A, que era lo más fácil: la delincuencia y la mala vida. Eso, quizá te daba los mejores lujos, pero no dormía tranquilo”, reconoció.
Poco tiempo atrás, en otra entrevista con el diario Marca, declaró lo complicado que fue su infancia y destacó la ayuda de su madre: “Mi mamá es mi guerrera. Al separarse de mi papá, tuvo que hacerse cargo de nueve hijos. Ella se hizo cargo de mí y de mis hermanas. Y el ambiente de mi barrio era complicado: por un lado ves que tus amigos viven de noche y uno se levanta a las 6 de la mañana para entrenar”.
Ezequiel Ávila continúa destacándose en el fútbol europeo y mucho tuvo que ver esa garra, ese temple que le permitieron no bajar los brazos pese a su dura infancia y a los golpes que le dio la vida de muy joven.
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