De acá para allá, en el estadio de Alianza Lima, Marcelo Gallardo sigue con la vista el entrenamiento y recreación de River. Los ejercicios, después del viaje de ayer, no tienen tanta intensidad, pero el Muñeco mantiene su meticulosidad. Y chequea todo en un cuaderno verde, que tiene abierto sobre su palma, junto a su ayudante Matías Biscay... que también apunta todo lo que sucede en el campo de juego.
El Millonario se prepara para la gran definición de la Copa Libertadores ante Flamengo, pautada para el sábado en el estadio Monumental de la capital peruana. Y el entrenador tiene su plan delineado en su misterioso cuaderno verde. Es normal en el DT y en su cuerpo técnico que lleven registro escrito de cada entrenamiento y estrategia de cara a los diferentes desafíos. Y en su anotador lleva detalladas las alternativas que maneja para enfrentar al poderoso conjunto de Río de Janeiro, que además está a punto de quedarse con el Brasileirao.
Si bien no hubo prueba táctica (como sí desarrolló en Buenos Aires), Gallardo maneja dos alternativas. O apuesta por la alineación habitual, con cuatro en el fondo y tres organizadores de juego al lado de Enzo Pérez (Nacho Fernández, Exequiel Palacios o Nicolás de la Cruz), o apela a la línea de cinco atrás, con el ingreso de Paulo Díaz en lugar del uruguayo o el tucumano. Ese dibujo lo utilizó con éxito en el empate 2-2 ante Boca en la Bombonera de la primera final de la Libertadores pasada.
Esta vez, tuvo suerte y sus apuntes para la gran definición no fueron víctimas de la inseguridad como en 2018. Antes del choque ante el Xeneize de la Superfinal 2018, Gallardo vio en riesgo su plan por un robo. Lo cuenta Diego Borinsky en su libro Gallardo recargado.
LA NARRACIÓN DE LA ANÉCDOTA
Ocurrió en la calle, en pleno Palermo, un día de semana a la noche. Había ido a cenar y cuando salió del restaurante y se acercó a su camioneta, se encontró con la ingrata escena del vidrio trasero roto y una mujer policía parada al lado. Le habían robado su maletín. Allí tenía, entre otras cosas, su ipad, el pasaporte, y unas carpetitas, de esas blancas con la banda roja que suelen entregar en prensa de River los días de partido. Y las carpetitas, claro, estaban repletas de apuntes relacionados a la final: esquemas, movimientos tácticos, los cinco defensores, Martínez Quarta, los cinco volantes, pelota parada, etcétera, etcétera, etcétera.
El Muñeco no fue a hacer la denuncia: no quería comerse el garrón de estar un par de horas en la comisaría para irse con las manos vacías, y además debía invertir sus energías en unos temitas que tenían en vilo a algunos millones de personas en el país. Al día siguiente, cuando llegó a Rivercamp, el masajista Marcelo Sapienza le preguntó si él había perdido sus documentos.
La historia concluye con un llamado a este señor, que resultó ser un muchacho de unos treinta y pico, y con el ingreso de este muchacho, su mujer y su hijo a Rivercamp el día siguiente. "El pibe era barrendero, muy gashina -revive el "Muñeco", pronunciando así, bien fuerte la sh-, y al acercarse al volquete vio cosas rojas y blancas y le llamaron la atención, porque todo lo que sea de River el loco se lo lleva. Eso me lo contó después. Se puso a revisar las carpetas, encontró mi pasaporte, anotaciones de equipos y se quedó duro. Esperó que se hiciera la primera hora de la mañana y llamó al club para contar lo que había encontrado y al día siguiente le mandamos un remis, creo que vivía en Villa Luzuriaga, y vino con la mujer y el hijo. Me devolvió el pasaporte y los apuntes, el ipad obviamente se lo habían llevado los ladrones. Charlamos un rato, les regalamos camisetas de River y se fue recontento".
¿Qué hubiera pasado si el barrendero era hincha de Boca y salía corriendo a darle los apuntes a Guillermo Barros Schelotto como si allí estuviera la fórmula de la Coca Cola?
Nunca lo sabremos. Lo que sí podemos afirmar es que las grandes gestas se construyen de pequeñas historias. Esta es una.
Bienvenidos a la final más increíble de todos los tiempos.
Tiempo después, el barrendero tuvo nombre y apellido para el gran público: Brian Velázquez. “Venía laburando lo más bien, como siempre, tranquilo, y dos cuadras antes de llegar a Scalabrini, sobre Córdoba, fui a vaciar un cesto papelero. Nosotros tenemos una llavecita para abrirlo, pero ya acercándome vi unas carpetas de River. Yo tengo la costumbre de agarrar todo lo que sea rojo y blanco. Entonces agarré las carpetas, vi que estaban gorditas, que tenían papeles adentro, y las guardé en el depósito del carro sin mirarlas. Seguí laburando, pero después de un par de cuadras más me agarró la curiosidad. Todavía no había terminado el recorrido, pero algo me hizo abrirlas. Dejé el carro estacionado, me fui a sentar a la entrada de un edificio que tenía más luz y abrí las carpetas. Empecé a ver nombres de jugadores de River y de Boca, flechitas, canchitas con formaciones, banco de suplentes, planillas con números… no entendía nada. ¿Qué es esto?, me preguntaba. Y entre tantos papeles me encontré con un pasaporte que tenía una cinta adhesiva y el apellido Gallardo. Lo abrí y ahí estaba la foto del Muñeco y sus datos. ¿Viste cuando se te aflojan las piernas? Bueno, así estaba. Me decía: ¿esto será un sueño o es real? Me dieron ganas de salir corriendo, se me pasaban demasiadas cosas por la cabeza en ese momento, pensá que hay millones de hinchas de River y yo tenía eso en mis manos. Lo primero que se me cruzó es que era todo trucho, que era una joda, algo que iban a pegar los hinchas de Boca por la calle. Es que en esos días no se hablaba de otra cosa que de la final y el sentimiento que se vivía en la calle era terrible”, narró el héroe anónimo.
Pues bien, esta vez todo está en el cuaderno verde. Con su contenido (y su efecto) sueñan los hinchas de River.
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