Las diferentes alternativas que tiene la vida llevan a sorpresas y a situaciones inesperadas. Como que se invierta la lógica. Miles de argentinos profesan desde hace muchos años una gran admiración por Roger Federer, pero pocos conocen que él tiene como uno de sus ídolos a un futbolista nacido en nuestro país. Se trata de Matías Delgado, que hizo inferiores en Chacarita, equipo con el que debutó en primera división en el año 2000 y que tres temporadas más tarde fue transferido al F. C. Basilea, equipo del cual el genial tenista suizo es hincha. Allí comenzó esta historia.
Desde hace un tiempo se encuentra viviendo en Madrid con su esposa Laura y sus tres hijos (Nicolás, Dolores y Victoria) y desde allí nos relata sus increíbles vivencias con Su Majestad: “En agosto de 2003 se produjo mi transferencia al Basel, por medio de unos agentes que me habían observado y a los dirigentes les había gustado mi estilo. Es justo decir que primero se les cayeron dos o tres volantes ofensivos y llegaron a mí. Fue un cambio gigante arribar a un club grande de Suiza. La adaptación fue fácil por dos motivos: yo quería jugar ahí y conté con la ayuda de Julio Rossi y Cristian Giménez, dos argentinos que ya estaban allí y que desde el minuto uno de mi arribo, estuvieron a mi lado de manera incondicional. Al poco tiempo conocí a quien es mi esposa, y desde allí fue todo más sencillo”.
“La relación con Roger se fue dando de a poco. Él era de venir al vestuario, pero como soy un poco vergonzoso, no me daba para acercarme, más que lo veía como de otro planeta y no tenía un gran dominio de los idiomas. El primer contacto fue un simple hola y chau. Después recuerdo haberlo encontrado en los palcos del estadio y gracias a su humildad, que está a disposición tuya para que no te pongas nervioso, se hace todo más fácil”.
El pibe que había surgido desde la humildad de Chacarita Juniors, ahora estaba ante la posibilidad de una relación fluida con quien quizás sea el mejor tenista de todos los tiempos: “Tras ganar unos de sus primeros títulos en Wimbledon vino a presentar la Copa a la ciudad. Desde la organización convocaron a cinco jugadores destacados de nuestro equipo para presenciar la ceremonia. No me la pensaba perder y me colé (risas). Fue maravilloso”.
Jugó en Basilea hasta 2006, donde partió con su fútbol hacia otros destinos como Turquía (Besiktas) y los Emiratos Árabes (Al Jazira), para retornar en 2013. “En ese momento ya se me hacía fácil gracias al manejo de idioma y pudimos hablar mucho más y de mayor cantidad de temas. Tuvo grandes gestos conmigo. He vivido muchas anécdotas, como aquella vez que se estaba disputando el abierto de Basilea de tenis y Federer llegó rodeado por sus cuatro o cinco guardaespaldas para presentarse con los diferentes sponsors. Yo estaba contra una pared, esperando que pase, pero sin saludarlo ni molestarlo y en medio de ese tumulto, llegó a verme y frenó a toda la comitiva. Vino hacia a mí con un ‘Hola Maty. ¿Cómo estás?’. Estuvimos charlando como diez minutos como si alrededor no hubiese nadie, y yo lo disfrutaba un montón”.
Roger Federer disfruta mucho yendo al estadio del equipo del que es hincha. Ya sea en entrenamientos, partidos o cualquier circunstancia: “En uno de los dos últimos títulos que ganamos yo era el capitán y me tenían que dar la copa. Era un evento especial, porque la Federación Suiza cambiaba el modelo de trofeo y por eso vino Roger. Bajó a los vestuarios, justo en el momento en que yo tenía que salir para la cancha para hacer las fotos de protocolo. Nos cruzamos y le dije que me esperara así podíamos charlar. Subí y bajé un montón de veces entre la ceremonia y las entrevistas, pero cada vez que entraba le decía lo mismo: Roger no te vayas, a lo que respondía: Maty, vos tranquilo que me quedo acá, mientras se reía. En un momento, cuando estaba dentro del campo, me doy cuenta que ya debía llevar esperándome como una hora y mandé al utilero a que lo vaya a buscar. A los 30 segundos estaba Roger en la cancha para sacarse una foto conmigo y mi familia. Más allá de conocerlo bien, me seguía sorprendiendo con sus gestos”.
Los años pasaban y la idolatría de toda la gente del Basel (incluido Federer) por Matías Delgado aumentaba. Hasta que llegó el último torneo, el que iba a marcar su despedida del fútbol, aunque nadie lo sabía, solamente él, que ya había tomado la decisión: “Llegó el último partido y Roger estaba en la cancha. Me saqué la camiseta y le dije: Te la regalo aunque no me la hayas pedido nunca, porque sé que la querés. Pero a partir de ahora vos tenés un compromiso conmigo y la próxima vez que nos veamos me vas a tener que obsequiar algo tuyo (risas). Un año más tarde, en el torneo de Basilea nos vimos nuevamente. Sacó del bolso una raqueta: “La llevé por todo el mundo porque no sabía dónde te iba a encontrar. Con ésta gané tres campeonatos”. No podía creer que se acordara de todo. Un fuera de serie”.
A mediados de 2017 era el momento del adiós. El balance arrojó un saldo infinitamente positivo para alguien que nunca olvidó sus orígenes: “Llegar a jugar en la primera de Chacarita, el equipo del que soy hincha, donde además también lo hizo mi viejo (su papá Eduardo lo hizo entre 1975 y 1979) fue hermoso. Verme como la misma camiseta que él fue maravilloso y es algo que me emociona hasta el día de hoy. Luego tuve la suerte de integrar buenos equipos, sobre todo recuerdo el de 2002 con el Pato Pastoriza como entrenador, con una banda buenísima. Estaban Navarro Montoya, Gamboa, Pena, Rosada, entre otros. Y asomaba Javier Pinola, que ya apuntaba para ser el enorme defensor que sigue siendo hasta el día de hoy”.
El Basel le preparó una fiesta acorde con lo que significó su imagen para el club. Conmueve ver esas imágenes, tanto en la conferencia de prensa, donde los fans aparecieron de pronto entonando una de las canciones que le había dedicado, como el adiós en el campo de juego, rodeado de sus afectos: “Había prometido retirarme en ese club. Ya no tenía más ganas de jugar y sentía que no tenía fuerzas para competir. Era el momento de dar un paso al costado. Se portaron excelente conmigo e hicieron una fiesta fantástica”.
Y como no podía ser de otro modo, allí tampoco faltó el gran Roger: “Hubo varios videos, pero el que mandó Roger fue extraordinario, por las cosas que me dijo y como me las dijo. Gracias a conocerlo bien me doy cuenta que no sobreactúa nada. Cada palabra fue porque las sentía. Fue el regalo más lindo que tuve. Y lo completó subiendo un tweet a su cuenta con un gracias en el dialecto suizo–alemán”.
Ahora son días de disfrutar con la familia las hermosas calles de Madrid, el nuevo hábitat desde hace tres meses y poder devolver un poco el tiempo de ausencias en las épocas del profesionalismo, a la espera de comenzar próximamente los cursos para ser entrenador, para seguir vinculado al fútbol
Por suerte la vida regala sorpresas en cada esquina. Nadie hubiese supuesto que en aquel julio de 2003, cuando Matías Delgado dejaba la camiseta de Chacarita para lucir la de Basel, llegaría a trabar una amistad así con Roger Federer, que en ese mismo momento ganaba el primero de sus ocho Wimbledon. Logró lo que pocos alcanzan: Ser ídolo de alguien idolatrado por multitudes. Para invertir la lógica y que la vida sea un poco menos previsible y más disfrutable.
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