Ocurrió en el primer entrenamiento del plantel de Colón tras perder ante Huracán por 2-0 en el estadio Tomás A. Ducó, por la segunda fecha de la actual Superliga. Llegaron el presidente José Vignatti y el secretario técnico y ex entrenador del club, Francisco Pancho Ferraro.
Vignatti, entonces, le comunicó a Ferraro su intención de echar a Lavallén a falta de buenos resultados. Como un sino fatal para los Sabaleros, por el club pasaron directores técnicos como Juan Pizzi, Gerardo Martino, Edgardo Bauza, y el colombiano Francisco Pacho Maturana y ninguno pudo coronarse, aunque todos fueron luego campeones en otros clubes. En 2004, también siendo presidente como ahora, Vignatti reconoció que con Alfio Coco Basile había tirado “una cañita al aire” con buenas contrataciones y el equipo jugaba un buen fútbol, pero tampoco pudo llegar muy lejos, aunque el DT se fue a Boca y ganó allí todos los títulos que disputó y se proyectó a la selección argentina.
Pero Ferraro, uno de los pocos entrenadores que fueron campeones del mundo con una selección argentina (en el Sub 20 de Holanda 2005, con Lionel Messi y Sergio Agüero en el equipo) y quien realizó la mejor campaña del club con el subcampeonato de 1997 en tiempos de Leo Díaz, Hugo Ibarra, Luis Medero, Unali, Aquino, Castagno Suárez, Cristian Castillo y el Bichi Esteban Fuertes, optó por resistir desde la cordura, y ponerle paños fríos a las intenciones presidenciales: “Cuando llego al predio, todos los días, el cuerpo técnico ya trabaja desde hace una hora y media. Yo llego, saludo a todos, y veo que no hay improvisación, hay trabajo y cuando uno ve eso, no puede pensar en otra cosa que en que todo va a salir bien. Hay que dejarlo trabajar y los resultados van a llegar”.
Algo parecido volvió a ocurrir dos fechas más tarde por la Superliga, cuando Colón volvió a caer 2-0 en Avellaneda ante Independiente y Ferraro volvió a interceder, hasta que el presidente no volvió a meterse y hasta parece cambiado apenas tres meses más tarde. “Sentí que había que apaciguar. La edad me ha enseñado muchas cosas, como a tener equilibrio. Lavallén es un tipo serio y capaz, tiene unido al plantel, todos están conformes y tres o cuatro jugadores predican lo que quiere el DT y el resto lo va mirando. Por si fuera poco, el DT remató diciendo “Presidente, vine a Colón para salir campeón”.
Ahora Vignatti cambió para bien, se ríe, me llama por teléfono, antes, José era más cerrado”, le llegó a reconocer Ferraro al reconocido periodista Enrique Cruz, jefe de Deportes del diario “El Litoral” de Santa Fe. Es más, en Belo Horizonte, tras la clasificación de los santafesinos a la final de la Copa Sudamericana, le admitió que “esta vez siento que los planetas están alineados con Colón” después de que el equipo eliminara a River de Montevideo, Deportivo Zulia de Venezuela y Deportivo Municipal de Perú, y luego, a dos rivales complicados como Argentinos Juniors y Atlético Mineiro, a los que tuvo que revertir la serie de visitante y en ambos casos, emergió la gran figura del arquero uruguayo Leonardo Burián en la serie de penales.
Pablo Lavallén nació el 7 de septiembre de 1972 y tras jugar varios años en las divisiones inferiores de River, debutó en la Primera en 1991. Zurdo, comenzó como volante pero el entonces director técnico, Daniel Passarella, lo retrasó como lateral izquierdo. En los juveniles del club conoció a quien es hoy su ayudante de campo, Orlando Mono Claut y se hizo amigo del actual DT de Rosario Central, Diego Cocca, y muchos los confundían por su parecido. “Un día, en una casa de artículos deportivos, un periodista me hizo 20 minutos de entrevista y luego me agendó en el teléfono y puso el nombre de Diego. No le dije nada porque me dio calor. Es una especie de mellizo”, contó, riéndose. Se conocen desde los trece años.
Ya en la Primera, con River llegó a ganar tres torneos Apertura, 1991, 1993 y 194, y la Copa Libertadores de América en 1996. Cuando ganó el Apertura 1993, la revista “El Gráfico” lo reunió junto con otro de sus amigos, Marcelo Gallardo, Ariel Ortega y el guatemalteco Claudio Rojas en el Family Park de San Isidro y la tituló “Y mañana serán cracks”. Allí, Lavallén se presentaba con el apodo Martillo y como hincha de San Lorenzo.
Tan identificado con River que llegó a decir que nunca dirigiría a Boca “por una cuestión de identidad. Estuve 22 años en River, 17 como futbolista y como entrenador de inferiores. Y también marca su forma de pensar como DT: “A veces por ir en busca de todo, te quedás con las manos vacías. El objetivo del juego es ganar. Uno está convencido del camino por el cual quiere llegar a ganar: es atacar y pensar en el otro arco. Es una búsqueda muy sana. Creo que todos los equipos tendrían que tener esa búsqueda, debería ser la de todos los entrenadores. Cuanto más manejás la pelota, más tenés que hacer daño. Celebro la propuesta de este River porque ha sido la propuesta de toda la vida de este club”.
En 1996, tras 17 años como jugador en las distintas categorías, Lavallén emigró al Atlas de Guadalajara, justo en el momento en el que estaba gestando una revolución futbolística en su modo de jugar tras el paso de Marcelo Bielsa por las fuerzas básicas del club entre 1992 y 1994. Muchos juveniles subieron al primer equipo y allí Lavallén coincidió con compañeros como el actual DT Jorge Almirón y los locales Rafael Márquez (quien luego jugaría en el Barcelona), Daniel Osorno y Miguel Zepeda.
Pero lo que Lavallén considera fundamental de este paso por el Atlas es haber tenido como DT a su compatriota Ricardo Lavolpe, al punto de que se considera “lavolpista”. “Es con quien más aprendí”, supo confesar.
Su carrera siguió, siempre en México, en Tiburones Rojos (2002), volvió a la Argentina para jugar brevemente en Huracán (2002), para regresar a México en el San Luis Potosí (2003-2004). Allí pasó muy malos momentos en lo anímico. “No le encontraba sentido a nada, tenía mucho tiempo para pensar y creía que me estaba volviendo loco y fue cuando me acerqué a Dios, me amigué con Dios, al que odiaba porque mi mamá murió de cáncer a mis 15 años”, recordó.
De hecho, en su whatsapp se define como “cristiano evangélico, seguidor de Jesucristo, casado, con tres hermosos hijos, y en paz”. También suele entrar mucho a Twitter y tiene bastante actividad en esas redes sociales.
“Yo me crié en una familia católica, pero después de los treinta años empecé a investigar y me convertí en cristiano evangélico. Si bien es una religión, yo digo que es una manera de vivir porque implica tener una filosofía distinta, haciendo las cosas como Dios lo dejó escrito en la Biblia. Lógico que tenemos errores y no somos santos, pero trato de vivir de acuerdo a las convicciones que nos enseñó Jesús”, explicó en una oportunidad al diario La Ventana, de San Juan.
Su carrera como futbolista siguió alternando entre Argentina y México. Volvió a Huracán de Tres Arroyos (2004-2005), luego en los Coyotes de Sonora (2005-2006) para cerrar en Platense (2007). Inmediatamente que se retiró, se puso a trabajar en un kiosco de diarios y revistas que puso junto con su padre. “Eso me hizo bien, me hizo salir de la burbuja del fútbol y te encontrás con la realidad de la gente”, sostuvo.
Comenzó luego su carrera como director técnico en las divisiones inferiores de River, donde permaneció por cinco años y sacó campeonas a la séptima y a la octava y fueron dirigidos por él jugadores como Ezequiel Palacios o Gianluca Simeone. Su hijo Federico (1997) es delantero, con doble nacionalidad, y llegó a ser observado para jugar en las selecciones mexicanas.
En febrero de 2016 se hizo cargo del plantel de Primera de San Martín de San Juan. Debutó ganándole a Newell’s Old Boys por 2-1 y seis fechas más tarde el equipo, acostumbrado a pelear por no descender, ya estaba quinto en la tabla y con elogios de la prensa por el juego.
No había grandes estrellas, pero Lavallén se las arregló para potenciar a jugadores que venían del ascenso como Emanuel Dening, goleador del equipo con cuatro goles, y a Joaquín Molina, le encontró un lugar a Lucas Salas, que no era tenido en cuenta, le dio confianza a jugadores que venían siendo irregulares como Matías Fissore o el goleador Javier Toledo, mantuvo al veterano arquero Luis Ardente y a Francisco Mattía, y el experimentado Marcos Gelabert se transformó en el conductor. Terminó séptimo pero no repitió en el Campeonato largo 2016/17 y acabó yéndose en noviembre tras perder 3-0 ante Atlético Rafaela con 11 puntos sobre 33 posibles. En total dirigió a los sanjuaninos en 29 partidos con 9 triunfos, 9 empates y 11 derrotas, con un 41% de efectividad.
Inmediatamente después, en diciembre de 2016, se hizo cargo de Atlético Tucumán, que jugaba la Copa Libertadores. En este equipo hizo historia con la gesta de Quito, cuando eliminó en la altura a El Nacional en el estadio Atahualpa llegando sobre la hora, sin hacer calentamiento y sin ropa, al punto que tuvieron que jugar con las camisetas de la selección argentina Sub 20 que disputaba un torneo en Ecuador porque se demoró la salida del avión en la escala de Guayaquil al no recibir la orden de salida de la torre de control. “Tenían menos papeles que el cartonero Báez”, ironizó entonces el embajador argentino Luis Juez, que hizo las gestiones para que la Conmebol y los ecuatorianos esperaran más tiempo que el equipo llegara. “Dios es justo”, twitteó en ese momento Lavallén, cuando el Decano terminó ganando 1-0 con gol de Fernando Zampedri.
Al terminar tercero en la fase de grupos de esa Copa, Atlético Tucumán se clasificó para continuar en la Sudamericana, pero Lavallén no llegó a dirigirlo allí. Se marchó porque los dirigentes no le trajeron los jugadores que había pedido. En 27 partidos, ganó 8, empató 7 y perdió 12, con 38.46% de efectividad. En esta etapa tuvo un trago amargo cuando en la previa a jugar contra River fue amenazado. “Me llegaron mensajes en los que me decían que si le ganábamos a River, ellos sabían dónde vivía mi familia o a qué escuela iban mis hijos”.
Casi un año más tarde asumió, en octubre de 2017, en Belgrano de Córdoba. Estuvo a un paso de clasificarse a la Copa Sudamericana pero no lo consiguió y terminó decimotercero en mayo de 2018. En 21 partidos que dirigió, ganó 8, empató 7 y perdió 6, pero nuevamente se fue porque sostuvo que la dirigencia no le trajo los jugadores que pedía y que había “resistencia” a sus ideas. 49.29% de efectividad. Tras su salida, el equipo cordobés descendió al Nacional B.
En Colón lleva 12 ganados, 7 empatados, 13 perdidos, con 44.79 por ciento de efectividad, pero lo más importante es el trabajo futbolístico y anímico realizado junto a su cuerpo técnico, que además de Claut, integran el profesor Diego Busti (hijo del DT Jorge Busti, quien compuso una legendaria dupla técnica con José Bernabé Leonardi en Defensores de Belgrano) y una estructura proveniente de Córdoba y Santa Fe, de la empresa “Coaching y Estrategia” que le ofrecieron el vicepresidente Horacio Darrás y el jefe del departamento médico del club, Norberto Gaitán.
Se trata de tres profesionales, María Natalia Pedernera, Maria Andrea Carrera y José Escobar, que trabajan de manera grupal e individual.
Por eso no es de extrañar que suela repetir que “estamos bien de la cabeza”. Antes del triunfo ante Argentinos Juniors, por la Copa Sudamericana, “les dije a mis jugadores que el prestigio se gana dentro de la cancha y no se compra en ningún supermercado y cuando uno está bien de la cabeza, el cansancio no se nota tanto como en otros momentos. Cuando llegamos encontramos un plantel muy golpeado en lo anímico y físicamente no estaba en su mejor momento. Hoy tenemos un equipo totalmente comprometido y solidario y estoy feliz porque ellos están bien. Hay que aspirar a tener una historia grande en el fútbol y hay que defenderlo a como dé lugar”.
Como en otros equipos en los que trabajó, logró que los jugadores entendieran su mensaje y se transformaron en líderes de este equipo que jugará el partido más trascendente de su historia ante Independiente del Valle de Ecuador en Asunción y que movilizó unas cuarenta mil personas entre las 32.000 con entrada y las 8000 sin ellas. En esta Copa, sostiene el periodista Enrique Cruz, los estandartes fueron el arquero Burián, el tucumano Luis Pulga Rodríguez y el colombiano Wilson Moreno, “en ese orden”.
No es casual que Lavallén figure en la agenda de River o Racing. En éste último caso, el manager Diego Milito ya se contactó con su agente Juan Cruz Oller para analizar la chance de que pueda ser el reemplazante de Eduardo Coudet, que en 2020 se marchará al Inter de Porto Alegre. Pero en círculos cercanos a la dirigencia de River se sostiene que desde hace rato que el actual DT de Colón está en la mira como sustituto de su amigo Gallardo el día que se vaya porque sería continuar la misma línea y porque en total lleva 22 años en el club.
Si Lavallén dijo que rescata de Passarella su perfil paternal para controlar la evolución de los juveniles, de Ramón Díaz, su capacidad para absorber presiones y quitarle peso a sus jugadores y de Alejandro Sabella, ser conciliador y no sólo hablar de fútbol con el jugador y ser un poco padre, psicólogo y guía, tampoco parece perderse ni un detalle.
Cuenta Enrique Cruz que cuando Olmedo le ganó a Independiente del Valle por el torneo local, entrevistó para el diario El Litoral a su DT, el argentino Ricardo Dillon –que desarrolló muy buena parte de su carrera en San Juan y de allí conoce a Lavallén- y éste le dijo “pasale mi número de teléfono a Lavallén, que yo le voy a decir cómo tiene que hacer para salir campeón”. La nota se tituló “Lavallén tiene que copiar el método Dillon para ser campeón” y al regresar a Santa Fe, Cruz se comunicó con el entrenador de arqueros, Franco Seita. “Me tomo el atrevimiento de llamarte…” pero el interlocutor no lo dejó seguir: “Enrique, Pablo leyó tu nota y ya consiguió el teléfono y se comunicó con él”.
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