Le dejó su lugar a Maradona el día de su debut en Primera, enfrentó a Cruyff y Beckenbauer y hoy dirige una inmobiliaria: las dos vidas de Rubén Giacobetti

Ex mediocampista central, fue reemplazado por el Diez el día de su presentación en Argentinos, el 20 de octubre de 1976. La magia del astro en los entrenamientos (“nos hacía pasar vergüenza”), sus enfrentamientos con estrellas internacionales en Estados Unidos y la profesión que adoptó desde hace 35 años

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Rubén Giacobetti quedó grabado a fuego por haber sido el futbolista que reemplazó Diego Maradona en su debut profesional
Rubén Giacobetti quedó grabado a fuego por haber sido el futbolista que reemplazó Diego Maradona en su debut profesional

Le ha sucedido en más de una oportunidad, sobre todo a partir de que el periodista Juan José Lujambio detectara que diez años después de su retiro como futbolista estaba trabajando como martillero público. En medio de la negociación por la venta de una propiedad, blandiendo la lapicera en la mano, algún potencial cliente le ha preguntado, comedido: “¿Usted no fue...?”.

Y, en efecto, sí fue. Rubén Giacobetti, desde hace 35 años dueño de la inmobiliaria Giacobetti en Villa Urquiza, barrio en cuyas calles aprendió a jugar al fútbol, es el mediocampista central surgido de la cantera de Argentinos Juniors que quedó grabado a fuego en la historia mágica de Diego Maradona. Porque en el inicio del segundo tiempo de la derrota del Bicho 1-0 ante Talleres de Córdoba, encuentro disputado el 20 de octubre de 1976, Rubén Aníbal fue reemplazado por Pelusa, de entonces inocentes 15 años y un talento rebosante. “Fueron los inicios de Diego, que tuvo una trayectoria muy importante, y uno tuvo esa oportunidad. Es un buen lugar en la historia, je”, acepta su rol el mediocampista, que a los 63 años todavía se da el gusto de jugar al fútbol de forma amateur.

Giacobetti había hecho su presentación en la élite en junio de 1976, en el reclasificatorio mediante el cual Argentinos se mantuvo en Primera. “En el torneo Nacional, del que también participaban los clubes del Interior, se arriesgaba más. Los técnicos hacían debutar a los juveniles; era el espacio para mostrarse. Era el fogueo ideal para muchos de nosotros”, prologa Rubén, sentado en la inmobiliaria que montó en 1984.

Rubén Giacobetti en su época de futbolista
Rubén Giacobetti en su época de futbolista

A su vez, la presentación estelar de Maradona resultaba inminente. “Llevaba poco tiempo entrenándose con nosotros: había dado el salto desde la Séptima a la Reserva, y enseguida a la Primera. En las prácticas veíamos algo distinto, estuviera del lado de los titulares o de los suplentes. Se veía venir lo que iba a ser”, sostiene. Claro que, como volante tapón, muchas veces le tocó marcarlo en los ensayos. Ahí no lo disfrutaba. Lo padecía... “Había que amagar a marcarlo y retroceder... Era imposible para los rivales; un problema si te encaraba. Pasabas de largo, era una vergüenza... Cuando se le ocurría, te daba vuelta”, relata.

Claro que los más experimentados no tenían la misma paciencia. “Diego era introvertido. Era otra época. Los más experimentados del plantel tenían 26, 27 años. Después estaba mi grupito, los de 19 o 20. Y Maradona tenía 15. A los de Primera no les gustaba que los gambetearan y lo castigaban. Después, cuando pasó a ser titular, fue todo lo contrario: lo protegían, lo mimaban”, describe.

Centrémonos en aquel 20 de octubre de 1976. “Diego, juegue como usted sabe. Y si puede, tire un caño”, fue la indicación que le dio el director técnico Juan Carlos Montes. Y lo tiró: la víctima fue Juan Domingo Cabrera. Finalmente, la T se impuso por 1 a 0, con gol del Hacha Ludueña. Pero todos los detalles resultaron una anécdota. Ese día, Giacobetti podía imaginar que Maradona, la promesa que lo reemplazó, podía ser Maradona. Pero sus entrañas burbujeaban de bronca. “Me habían puesto de mediocampista por izquierda, para contener la línea media de Talleres, que era brava. Y la verdad es que anduve flojo. Todos sabías que Diego iba a entrar, pero me tocó salir a mí, en el entretiempo. Por suerte, la historia me recompensó”, reconoce.

En el Bicho jugó 28 partidos y convirtió un gol. Luego quedó en libertad de acción. Pasó por el fútbol de La Pampa y emigró al exterior. Si bien hoy la Major League Soccer pasó a ser un mercado potente, a fines de los 70 y principios de los 80 se dio una primera avanzada, con el desembarco de una enorme cantidad de figuras, con el Cosmos de Pelé como nave insignia. “En esa época no había representantes, ibas a la AFA a buscar el pase y hacías contactos. Un empresario me ofreció ir a una prueba a Los Ángeles, donde había dos equipos. No quedé, pero me avisaron que un técnico de Rochester me quería ver. Fui y arreglé”, narra su mudanza a Estados Unidos.

Al norte del Estado de Nueva York estuvo dos años, en un plantel que bien podía ser parte de la torre de Babel: “El técnico era de Albania. Había siete yugoslavos y tres húngaros. Antes de que yo llegara, por el club habían pasado los dos primeros sudamericanos de la historia, que habían sido Carlos García Cambón y Carlos Pachamé. Yo sabía el inglés del secundario, nada más. Pero me arreglé”.

Desde hace varios años está al frente de su inmobiliaria
Desde hace varios años está al frente de su inmobiliaria

Más allá de lo económico, la apuesta le reportó en experiencias fuertes. Jugó contra el brasileño Carlos Alberto, contra Teófilo Cubillas, contra Franz Beckenbauer o Johan Cruyff, que jugaba en Washington Diplomats... “Me deslumbraron, eran jugadores de toda la cancha”. Otra figura lo terminó lesionando: “El defensor holandés Ruud Kroll, al que le ganamos la final del Mundial en el 78, jugaba en Vancouver Whitecaps. Y en una jugada, sin intención, me rompió un brazo”.

La siguiente estación fue Italia. Le surgió la posibilidad de continuar su carrera en el Senori, de la Tercera Divisón de Italia. “En esa época había dos extranjeros por equipo, nada más. Si querías jugar en la Serie B, tenías que pasar do años en la Serie C. El club estaba en Cerdeña, yo ya tenía 26 años y era el que más ganaba. Después, los demás chicos tenían otro trabajo, o aprovechaban para estudiar. Y si después el fútbol les daba la oportunidad de progresar, bienvenido sea; pero por lo menos ya tenían un título”, da un pantallazo del panorama.

A la vuelta, cambió los pantalones cortos y los botines por el traje. “Me retiré joven. Cuando había quedado libre de Argentinos, previendo que la carrera es corta y que no iba a poder vivir siempre del fútbol, había hecho la carrera de martillero público. Sabía que el fútbol es una pasión, pero cuando se termina, empieza otra vida. Cuando regresé de Italia tuve alguna oferta de Deportivo Español, que estaba en la Primera B, pero en el Ascenso a veces costaba cobrar, y yo quería comenzar con esta profesión para desarrollarla bien, con tiempo”, justifica.

Los caminos de la vida lo volvieron a cruzar con Diego una vez más, en 1982, cuando viajó a ver el Mundial y pudo entrar a la concentración de la Selección y volver a saludarlo. A la distancia, el ex mediocampista está feliz por su presente en Gimnasia, “porque hace lo que le gusta. La cancha de fútbol es su lugar en el mundo”. Cada tanto, la vida del Rubén Aníbal Giacobetti futbolista se asoma en la del dueño de la tradicional inmobiliaria de Villa Urquiza. Cada vez que se arrima un aniversario del debut de Diego Armando Maradona, del que fue partícipe necesario. O cuando su apellido convoca a la nostalgia de algún cliente futbolero, que lo arrebata con la pregunta. “¿Usted no fue...?”.

El plantel de Argentinos Juniors
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