Le hizo tres goles a Boca, jugó con Messi en la Selección y hoy busca resurgir en Atlético Carcarañá: el sueño del Látigo Peirone

De aparición fulgurante en San Lorenzo, el delantero supo ser una de las mayores promesas del fútbol argentino a mediados de la década pasada. Luego, cimentó su carrera en otras ligas de Sudamérica y en el Interior. A los 33 años, apunta a volver a Primera: “Yo sé que no me olvidé de jugar”

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Peirone ayer, en San Lorenzo.
Peirone ayer, en San Lorenzo. Y Peirone hoy, en Atlético Carcarañá

“Tiene el gol en el alma”, lo definió Héctor Veira, con esa facilidad que tiene para inventar frases o rótulos; la misma simpleza con la que rebautiza personajes. Le sucedió a Viggo Mortensen, que con su impronta pasó a llamarse Guido. Pues bien, para el Bambino, el delantero del “gol en el alma” era Perione y no Hernán Peirone, tal su nombre real, nacido el 28 de mayo de 1986 en Villa del Rosario, Córdoba, y una de las mayores promesas del fútbol argentino a mediados de la década pasada.

Atacante potente, rápido y oportunista, ya prometía en las divisiones inferiores de San Lorenzo, pero irrumpió con fuerza en el Sudamericano Sub 17 de 2003, cuando Argentina se consagró campeón con el Látigo como goleador: cinco conquistas, de las cuales cuatro sufrió Bolivia en la victoria 5-0 de la Albiceleste en la fase de grupos. De allí pasó a entrenarse con el plantel profesional, y debutó en Primera con apenas 17 años. Tres goles a Racing, tres goles a Boca, y la convocatoria a la Selección Sub 20 que jugó el Sudamericano en Colombia, botín con botín con Lionel Messi, supusieron una plataforma de despegue hacia la cima.

Hoy, Hernán Peirone es el máximo anotador de la Liga Cañadense de Fútbol, defendiendo la camiseta de Atlético Carcarañá: lleva siete conquistas en 12 partidos. Pasó por el fútbol de Ecuador (Emelec), de Chile (San Luis de Quillota, Unión Temuco y Unión San Felipe), de Perú (Alianza Lima), Brasil de Farroupilha, Estudiantes de Río Cuarto, Unión de Sunchales, Deportivo Español, Racing de Córdoba y Atlético de Villa del Rosario (el Poli, tal como lo conocen en la zona).

Cada dos semanas, hace los 300 y pico de kilómetros que lo separan de su pueblo para estar cerca de su familia. “Ellos cada tanto vienen y miran los partidos, pero mi señora trabaja, y mi hijo, Thiago, va al colegio”, explica el sacrificio. Todo, para mantenerse cerca de la pelota y, a pura tozudez, cumplir un desafío. “Gracias a Dios vivo tranquilo, tengo algunas inversiones en departamentos, casas en mi pueblo, salones... Uno lo hace por la pasión, y por tener la oportunidad de volver a Primera del fútbol argentino. Siempre lo sueño”, revela.

El domingo 20 de febrero de 2005 quedó grabado en su vida. Un zurdazo cruzado con la marca encima, un toque al arco vacío tras centro de Eduardo Coudet y una corrida electrizante que concluyó con un puntazo le sirvieron para firmar un hattrick que lo persigue hasta la actualidad. “Todo el tiempo me lo recuerdan, cada vez que me cruza gente por la calle... Parece que fueran los únicos tres goles en mi carrera, ja, todo el tiempo es eso. Quiere decir que uno quedó en la historia del club”, cuenta. Entonces, al Xeneize lo dirigía Jorge Benítez y contaba con figuras como Roberto Abbondanzieri, Rolando Schiavi, Diego Cagna, Raúl Cascini, Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo.

“Con Pablo Zabaleta, Pitu Barrientos y Lavezzi no habíamos jugado la primera fecha, porque veníamos del Sudamericano Sub 20. Hicimos una minipretemporada y en la segunda fecha nos dieron la responsabilidad. Y salió de la mejor manera”, recuerda. ¿La pelota por los tres goles? “La guardé, está guardadita en casa. También la camiseta de Palermo, que aceptó cambiarla. Mi viejo era fanático de Boca y se la regalé”, confiesa.

“Son momentos inolvidables. ¿Qué jugador no querría salir goleador en el juvenil, hacerles tres goles a Racing, a Boca... Por eso trato de seguir mejorando para demostrar. Yo sé que no me olvidé de jugar, pasaron cosas malas en el medio. Goles hice en todos lados”, busca explicar por qué no terminó de explotar.

Los tres goles de Hernán Peirone a Boca

Antes de detallar “las cosas malas en el medio”, el Látigo evoca su paso por el Sub 20, la puerta de entrada de Messi en la Selección: “Era muy humilde, hablaba poco, lo justo y lo necesario. Me tocó estar con él dentro y afuera de la cancha; es muy buena persona. Lamentablemente nunca más volví a tomar contacto”. En aquel Sudamericano, aunque la Pulga arribó como la estrella, la figura resultó el delantero colombiano Hugo Rodallega. El delantero del Barcelona luego brillaría en el Mundial de Holanda, en el que Argentina salió campeona. “Nosotros habíamos hecho Sub 17 y Sub 20 juntos, la mayoría éramos los mismos. Y él rápidamente demostró la calidad que tenía. Era impresionante su dinámica, la facilidad que tenía para sacarse un hombre de encima. Todavía no era el Messi de hoy o de hace unos años. Como había mucha confianza hacia él, gambeteaba más de lo normal, hoy piensa más. Recuerdo jugadas en las que se quería gambetear a los 11. Y apilaba 5, quería demostrar. Se veía que jugando más en equipo iba a salir mejor. Es el mejor del mundo, sin dudas”, amplía sobre el germen del crack que hoy deslumbra.

Volvamos a su historia. ¿Por qué no pudo sostener ese comienzo fulgurante? “No era difícil mantener el nivel. Lo difícil fueron las cosas extra que pasaron. Con el Bambino Veira me fue muy bien, me dio confianza, seguridad. Pero me desgarré el posterior en Copa Libertadores, volví antes de tiempo, y me volví a desgarrar en el mismo lugar. Eso fue un error mío, era joven, quería jugar. Había hecho muchos goles y me faltaba experiencia. Se me hizo una fibrosis. Se fue el Bambino, vino otro técnico, trajo los jugadores que le gustaban. Y tuve poca continuidad. Me fueron tapando, uno va perdiendo confianza, ritmo. Y empezamos con problemas contractuales. Me querían bajar el sueldo, me mandaron a entrenar con Cuarta División. Me terminé yendo del club por eso, fue muy triste mi salida. Uno quería devolverle otra cosa, porque nací ahí”, se lamenta por el epílogo de su relación con el Ciclón, que le dio pie al periplo por Sudamérica.

Hasta ahí, en el relato, factores externos y relacionados con el azar erosionaron aquel despegue de ensueño. Peirone le agrega un componente de autocrítica: “Yo también cometí muchos errores. Era chico, fue todo muy rápido, quería seguir demostrando. Yo las cosas las digo, no me quedo callado. Eso sí, arrepentirme, no me arrepiento de nada. Siempre fui con la verdad”.

Post San Lorenzo, su mejor versión se vio en Chile: “Hice muchos goles”. Y en su corta estadía en Brasil de Farroupilha (equipo de Porto Alegre que disputa el torneo gaúcho), coleccionó dos anécdotas que lo asombraron. “Vino un representante, me pintó una cosa, y cuando fui era otra. Llegué, ya estaba ahí, le había cerrado la puerta a tres propuestas pensando que Brasil era lo mejor. El tema es que el técnico no sabía si yo era argentino o uruguayo y del idioma entendía poco. Entonces, a la hora de entrenar hacía todo, menos jugar. Mientras mis compañeros hacían fútbol, yo corría alrededor del campo”, prologa la primera historia.

“Un día, en una práctica de fútbol, les faltaba un lateral izquierdo. Y yo estaba cansado de correr, así que me ofrecí, y jugué de lateral. Pobre, lo cagué a patadas al delantero de ese lado. Y el fin de semana siguiente me concentró como lateral, no lo podía creer; llamé a mi familia y le conté que iba a jugar de lateral. Hasta ahí lo había tomado como parte de la adaptación. A la semana siguiente, como veía que las cosas no cambiaban, me acerqué a un dirigente y le dije que quería jugar, que el técnico no sabía ni en qué puesto jugaba ni de dónde era, le pedí que alguien le avisara. Entonces llamó al DT, agarramos una notebook, pusimos Youtube y le empecé a mostrar mis goles. Los goles a Boca, a Racing, en Chile... El tipo no sabía qué hacer, se agarraba la cabeza, Decía: ‘¿Es él, es él?’. Y se reía. No sabía cómo pedirme disculpas. Después terminé jugando... De delantero”, concluye la narración con una sonrisa.

El asombro durante su aventura en Brasil no terminó ahí: “Cuando rescindí, el presidente quedó debiéndome plata. Firmé los papeles y me fui. Cuando me vine, dije, ‘la perdí’. Al mes, mes y medio, el presidente me agrega al Facebook. Cuando lo acepté, al toque me entró a escribir. Empecé a traducir con el Google lo que me ponía. Se había quedado preocupado por la plata que no había pagado, quería hacerme llegar la plata de cualquier forma. No lo podía creer. Es el día de hoy que seguimos hablando, lo saludo para el cumpleaños, etcétera”.

El largo camino lo depositó en Carcarañá. “Me va bastante bien, me adapté rápido al grupo, algo que no es fácil; en general lleva su tiempo. Me llamó un dirigente del club, no tenía la menor idea, no conocía a nadie, Venía jugando en el club de mi pueblo, para ponerme a punto, fui goleador de la liga. Tuve propuestas de la Primera B Metropolitana, pero averigüé por conocidos y me contaron que no pagaban bien, o que pagaban a destiempo. Me pasó en Deportivo Español: de los seis meses en los que estuve cobré dos. Nos habíamos mudado a Buenos Aires con toda la familia, donde todo es más caro. Era más lo que gastaba de mi bolsillo que lo que me daba el club”, apunta lo que lo llevó a apostar por Atlético.

Mientras anhela su regreso a los primeros planos, disfruta del fútbol: “No estoy por lo económico, sino para demostrarme a mí mismo que puedo. Hoy me toca estar acá; me llamaron, conocía la liga, que era competitiva y fue una prueba para ponerme bien física y futbolísticamente”. Y de Thiago, su hijo de 5 años, al que le transmitió el 100% de los genes: juega de delantero en la escuelita de Talleres de Córdoba y ya lo apodan Latiguito: “Le mostré videos de cuando jugué con Messi. Se alegra, los mira. Y les cuenta a los compañeritos que el padre era el Látigo, que le hacía goles a Boca. Le gusta jugar arriba y me cuenta cuando hace goles. Y cuando no hace, me dice ‘hoy no hice, pero el próximo partido hago’”.

El atacante, en Atlético. Antes
El atacante, en Atlético. Antes jugó en Villa del Rosario, su pueblo, con el hijo de la Mole Moli. Es marcador central, duro", revela (Foto: Prensa Atlético Carcarañá)

Y desde Carcarañá, Peirone sueña con volver a ser el Látigo. Y desoye la distancia existente desde la Liga cañadense a la Superliga, no ve al DNI como un obstáculo. “Me quiero probar que estoy para volver a jugar en Primera. Por eso me entreno todos los días, sé que es difícil. Las condiciones las tengo, pero para jugar en Primera tenés que venir de Europa o tenés que salir del club o contar con ciertos representantes. Y yo tengo siempre al mismo, porque gracias a él tengo lo que tengo hoy en día. Plazos no me pongo. Si tiene que llegar, va a llegar”, dice, con la confianza de aquel delantero arrollador que supo deslumbrar en San Lorenzo y en las selecciones juveniles.

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