Por Julián Mozo
Son exactamente 18 años en el máximo nivel mundial. Dominando Latinoamérica, logrando triunfos históricos que para el mundo del básquet parecían imposible (como aquellos dos ante los Dream Team: 2002 y 2004), clasificando siempre a los Juegos Olímpicos (cinco seguidos), ganando medallas olímpicas (2) y llegando a finales del mundo (2). Siendo Argentina. Un país dominado por el fútbol. Vapuleado por sus crisis económicas, con alto niveles de pobreza y hasta desnutrición. Sin el biotipo ideal para el jugador de básquet, sin raza negra ni balcánica. Sin una política deportiva que atraviese gobiernos. Sin un consistente apoyo estatal a los clubes (salvo excepciones). Sin una articulación entre deporte y educación. Sin centros de alto rendimiento que formen jugadores. Entonces, cuando se observan estos obstáculos que parecen insalvables, aparecen las preguntas: ¿Cómo hace el básquet argentino para mantenerse en la elite de un deporte con un bravísimo contexto de competencia que hace que hoy al menos 12 selecciones puedan soñar con llegar al podio? ¿Cómo hace para competir y ganarles a potencias que históricamente han dominado este deporte? ¿Cuáles son los fundamentos de este fenómeno? ¿Cómo es posible que, con tanto en contra, sigan saliendo jugadores de primer nivel mundial? En esta nota trataremos de desentrañar estas incógnitas y buscaremos responder una pregunta aún más ambiciosa: ¿ya se puede hablar de una escuela argentina, como tanto se ha referido en la historia a la americana, la soviética o la balcánica?
Para arrancar un análisis profundo, Rubén Magnano no tiene dudas dónde comienza este fenómeno. “El club de barrio es el motor que produce nuestros cambios de conducta y amplia nuestras capacidades de acción. Es la verdadera célula madre, el verdadero gran capital que tenemos. Ahí está el real significado de la perfomance de nuestros equipos porque esto no es potestad del básquet sino de muchos de los deportes colectivos en el país. No todos están conscientes de la verdadera importancia del rol del club. Por eso digo: ‘gracias club, por darnos la posibilidad de disfrutar de los jugadores y de tu labor formadora’”, expresa el entrenador que guió y moldeó la explosión de la Generación Dorada entre el 2000 y 2004. Silvio Santander, asistente de todos los últimos seleccionados (principal asistente de Sergio Hernández en el Mundial) y un gran discípulo de Magnano, sobre todo en el estilo de trabajo y forma de dirigir, está totalmente de acuerdo con el cordobés y amplía el concepto hablando de la escalera de formación que existe en la Argentina. “Acá se juega en clubes, no en universidades o escuelas como en otros países. Y ahí, en el básquet asociativo, con los clubes de barrio como puntales, tenés el primer escalón. De allí sale el 90% de los jugadores, no de las grandes instituciones. Sólo hay que repasar de dónde provienen los jugadores de este nuevo seleccionado: Campazzo de Municipal de Córdoba, Garino de Unión de Mar del Plata, Brussino de ADEO de Cañada, Laprovittola de Morón… En los clubes es donde los chicos aprenden rápido el juego y la picardía, porque la institución te lleva enseguida a la competencia. Hoy estamos buscando que se forme más de lo que se compita, pero hasta estos días ese contexto de desarrollo es una realidad”, explica quien habla con conocimiento de causa por ser actual el actual Director Nacional Formativo de la Confederación Argentina (CABB).
El segundo escalón de esta pirámide lo forman las tres divisiones de los torneos profesionales del país, donde empiezan a insertarse estos chicos que se destacan en los clubes de barrio. La Liga Nacional es la competencia deportiva más federal país, con dos divisiones (48 equipos en total, 20 en LNB y 28 en Liga Argentina, el ex TNA), ambas organizadas por la Asociación de Clubes (AdC). Y luego está el Torneo Federal bajo la órbita de la CABB, que en esta temporada disputará su novena edición con 72 equipos divididos en ocho regiones. En total, son 120 clubes jugando de forma profesional (o semi) a nivel nacional, con plazas muy fuertes, donde el básquet es tan importante como el fútbol, como pasa en Bahía Blanca, Junín, Santa Fe y Corrientes, por caso. A esto hay que sumarles las competencias en ciudades. No es casualidad que el básquet sea el segundo deporte del país en cantidad de jugadores federados. Los clubes más grandes, sobre todo los de A, que tienen mayor presupuesto y mejor infraestructura, siempre se dedicaron a reclutar, siguiendo aquellos consejos de León Najnudel, el creador de la Liga, que además de gran entrenador fue un maestro formador. De uno de sus pioneros reclutamientos, en Sport Club de Cañada de Gómez, salieron dos talentos como Hugo Sconochini y Marcelo Nicola, cracks de la década del 90 y 2000 que brillaron en Europa cuando el Viejo Continente todavía parecía tierra vedada para los nuestros. Esa captación de talentos, a través de los campus, ha sido clave para que las joyas de cada región se trasladen a clubes con mejores coaches, instalaciones y competencias.
“Estamos en presencia de una estructura que, con falencias, sigue funcionando. Clubes que generan un muy buen número de chicos para que luego organizaciones profesionales y semiprofesionales los hagan jugar en competencias nacionales acordes”, analiza Pepe Sánchez, que fue un jugador muy inteligente y esa brillantez mental la ha llevado a la gestión dirigencial. Con Weber Bahía Basket apostó fuerte a la formación y hoy tiene la mejor cantera de chicos entre 17 y 20 años. Para eso, con el objetivo de seguir captando lo mejor y ayudarlo a crecer, construyó lo que es hoy el único centro de alto rendimiento del país y el mejor de Latinoamérica (Dow Center). Por eso su aporte es muy valiosa en esta materia. “Aquí buscamos replantear el sistema de formación. El trato al deportista como una máquina, el que yo y tantos de nosotros mamamos desde los años 90, está en su etapa final. Esos mensajes de ‘entrenate a morir’, ‘sacrificá todo’, ‘no te muestres vulnerable’ y ‘matá tus emociones’ está perimido. Nosotros queremos humanizar el sistema, formar integralmente a deportistas profesionales, que no son ni más ni menos que personas que, durante un rato, hacen muy bien un deporte. Es necesario entender que, además de los músculos, hay que entrenar la mente y las emociones”, explica.
En la formación, justamente, han sido decisivos los entrenadores y Santander, uno de ellos, elige detenerse en su estamento por considerarlo clave en el proceso. “Para mí tenemos a los mejores entrenadores de formación del mundo. Y no me refiero sólo al básquet. Acá, con poco, ellos hacen malabares. Los profes son los que muchas veces abren y cierran el club, inflan las pelotas y le sacan agua a las piedras. Reciben chicos con muchas carencias y les enseñan. Mirá que yo conocí 25 países y centros de alto rendimiento en muchos lugares el mundo. Y esa carrera no la corremos, estamos lejísimos. Entonces algo tenemos y ahí me detengo en los formadores. Es cierto que puede ser que a veces se confunden con el resultado, algo que ahora estamos buscando cambiar y orientar para que no se salteen etapas, pero ellos tienen mucho que ver en este fenómeno”, resalta. Oscar Sánchez, el famoso Huevo, que no sólo ha sido un gran DT profesional sino que además es un apasionado formador, va en la misma dirección. “Una vez, estando en San Marino, Luciano Capiccioni, representante de Ginóbili en Europa, me dijo: ‘Huevo, los jugadores que saca Argentina no son fruto de la casualidad. También hay que darles mucho valor a sus entrenadores’. Yo creo que somos buenos realmente, que sabemos de básquet y aprovechamos la picardía, el carácter y el talento de nuestros jugadores. Con eso disimulamos muchas de nuestras carencias”, opina quien tiene los campus de formación más longevos del país (desde 1988).
En este sentido han sido los propios entrenadores los que han mejorado incluso la organización. Esto viene pasando en la CABB desde hace cinco años. Desde que asumió Federico Susbielles, primero como interventor ante una entidad devastada, casi al borde de la quiebra, y luego como presidente. Luego de sanear y organizarla, se apuntó a generar un método de formación que tiene a Santander como cabeza visible, pero incluye a otros técnicos por debajo, divididos por regiones. “Hoy tenemos una metodología de formación para chicos de más de 13 años. Y en breve lo lanzaremos para el minibásquet, en todo el país. Unificamos una mirada, criterios de cómo formar, algo que antes no existía”, informa. Hoy este plan tiene una plataforma online que sigue la evolución de más de 800 jugadores. “Cada uno cuenta con un esquema de trabajo dentro de un plan multidisciplinario, que tiene preparadores físicos, nutricionista, psicólogo, fisioterapeuta y médico. También mejoramos el plan Altura. Ya había detección pero nos faltaba el seguimientos de los chicos altos que salían. Hoy lo tenemos. También desarrollamos el programa escolar NBA Jr y organizamos campamentos formativos en todo el país”, detalla Susbielles. Santander, ideólogo de todo esto, considera que hubo un cambio de paradigma, en la consideración de los chicos con talla y el no buscar el resultado como único objetivo. “En las formativas el fin no justifica los medios. La idea es formar para abastecer a la selección mayor, sacar la mayor cantidad de prospectos y no tratar de ganar un Sudamericano a cualquier precio…”, asegura.
Carlos Duro es otro apasionado formador, que estuvo más de una década radicado en Brasil como ladero de un DT consagrado como Helio Rubens. Allí se dedicó a la formación y descubrió al NBA Nené, entre otros. Luego, ya de vuelta en la Argentina, aportó sus conocimientos en diversos clubes y selecciones menores. Ahora elogia lo que se viene haciendo en la CABB desde 2015. “Se vienen haciendo las cosas muy bien, realmente. Yo estuve en el inicio, con el programa de desarrollo individual que después fue cambiado, mejorado y continuado por Silvio. El rastrillaje de Sebastián Uranga (NdeR: Director Deportivo de CABB) ha sido excelente y los Planes Altura son positivos. Se ha comenzado a escribir mucho del método y se ha buscado, a través de las clínicas de formación (ENEBA), trasladar esos conocimientos a los entrenadores de todo el país, para mejorar los entrenamientos y concientizar sobre algunas cosas, como la importancia del formar sobre el ganar y el paso valioso que sería incorporar a los preparadores físicos en divisiones formativas para que los chicos lleguen mejor preparados desde lo físico. Claro, la situación económica del país es muy difícil. Pero con lo que hay realmente se trabaja muy bien”, explica Duro, hasta hace poco a cargo de las Inferiores de San Lorenzo, el nuevo gigante que tiene el básquet argentino (hoy se dedica a dar campus y clínicas en el país y en el exterior).
Está claro que los entrenadores en la formación, la contención del club de barrio y la competencia interna permiten que los chicos jueguen y se equivoquen, y que ésa es la punta de lanza. Pero está claro que sin el tercer paso sería imposible lograr los resultados que cosechó Argentina. Hablamos del master que nuestros talentos hicieron en el exterior, principalmente en Europa. Y Pepe, que aprovechó eso, primero yendo a una universidad estadounidense y luego a los mejores equipos de Europa e incluso a la NBA, asiente. “La inmigración de nuestro abuelos fue clave porque nos ha permitió, vía pasaporte comunitario, poder emigrar a mejorar ligas y organizaciones, quienes tienen otras herramientas para potenciar el talento. Ese último escalón de la escalera nos permitió, como país, pasar de ser top 10 del mundo a poder competir por los primeros lugares”, analiza el ex base.
Pepe puntualiza que Argentina no es una cantera de formación masiva, como la americana, “que saca 100 jugadores de Selección. Lo nuestro es más modesto, tenemos 20. Una base acotada pero suficiente, cuando hacen el master en Europa, para competir en el máximo nivel porque los chicos tienen otras cosas que los potencia a ellos y, por ende, al equipo nacional”. Santander coincide en la importancia del éxodo para poder igualarnos a las potencias mundiales. “Acá siempre se trabajó bien y cuando los chicos se fueron a jugar a Europa le volvimos a competir a cualquiera en el mundo. Cuando no tuvimos Europa, no nos alcanzó. Ahora sí, que tenemos varios, se nos dio nuevamente. Acá se lo forma y allá se los pule”, opina. Huevo va a fondo cuando habla de la importancia del desarrollo que lograron nuestros talentos en el Viejo Continente. “Sería hermoso pero a la vez hipócrita de mi parte decir que Manu se formó conmigo en La Rioja o que Scola lo hizo en Ferro. Nuestros jugadores fueron salidos de nuestra buena competencia interna pero fueron formados bajo la extrema disciplina europea, con la constante exigencia diaria de muchas horas de trabajo, más competencia interna y europea. Ahora está pasando lo mismo con Campazzo, Deck, Garino, Vildoza, Delía y Brussino. Todos vinieron mejores, cada año que pasó. Y a este mejoramiento se le agregó algo fundamental, la presencia de Luis, el líder a seguir por todos”, analiza.
Allí, en esa etapa de adaptarse a otro país, otra cultura, otro básquet y otras normas de entrenamiento y convivencia, empiezan a ponerse más de manifiesto los intangibles que hacen tan particulares a los deportistas argentinos. “El argentino abraza cada oportunidad con mucho compromiso, con un marcado deseo de evolución y superación. Argumentos esenciales que luego los llevan a la Selección. Este es un legado que inmortalizó la Generación Dorada y que estimuló a las camadas que vinieron detrás”, asegura Duró. Pepe fue justamente integrante de una GD que fue más que un equipo. Un ejemplo mítico que se convirtió en proceso y terminó transformándose en cultura. “Una forma de ser profesionales, de comportarse, de entrenarse, de formar un equipo. Antes y después formaron equipos con jugadores de rol que luego se potenciaron en el seleccionado, con la ayuda de entrenadores de elite”, analiza Sánchez
Pepe, justamente, ha visto en esta nueva camada un intangible que tuvo su generación y que, para él, es el factor decisivo para explicar este fenómeno llamado básquet argentino. “Hablo del nivel extremo de competitividad que tenemos los argentinos. Somos quizás los más competitivos en el mundo. Algo que nos permite disimular muchas falencias, como infraestructura, talla, envergadura, planificación, lo que se te ocurra. Porque es una capacidad que asusta. Otra vez lo vimos reflejado en este Mundial. ¿Cómo explicás que Marcos Delía defienda a Gobert o que Campazzo le saque una pelota de las manos? Hablamos de un gigante que domina la NBA… Ese coraje que emana de la competitividad suplanta muchos déficits y nos permite conseguir logros extraordinarios, que están muy por encima de nuestro material humano. No hay relación entre hazañas deportivas conseguidas con los recursos y planificación que hay hace años en el país y en nuestro deporte”, analiza el hoy presidente de Weber Bahía Basket.
Magnano, su técnico en aquel seleccionado que fue subcampeón mundial (2002) y oro olímpico (2004), va en esa misma línea. “Hace rato que vengo expresando mi idea sobre esta insólita relación entre resultados deportivos y las situaciones socioeconómico, educativas y de políticas deportivas de nuestro país. Y me hace concluir que todo esto que vivimos lo único que hace es potenciarnos, porque afloran distinciones que nos hacen especiales. El sentido de pertenencia y grado de compromiso son muy grandes y nos potencian enormemente”, expresa Rubén. Pero claro, como no todo lo que brilla es oro, Pepe concluye la idea con una frase de sociólogo. “En el deporte nos juega a favor. Pero, como sociedad, nos juega en contra porque competimos en cada esquina para ver quién pasa primero. No tengo dudas que son las dos caras de la misma moneda”, refleja Sánchez.
Históricamente, en el mundo del básquet existieron la escuela americana, la balcánica y hasta la soviética. Pero ahora, asegura Santander, no hay dudas que hay que sumar a la escuela argentina. “Yo no tengo dudas. No sólo por los resultados de nuestros seleccionados sino por tener escuelas de árbitros, de entrenadores, por tener ligas profesionales en tres niveles y un básquet asociativo como en pocos lugares del mundo. No debería sorprender a nadie que de nuestro país sigan saliendo grandes jugadores. Está claro que un Manu y un Scola salen cada 50 años, pero creíamos que un Chapu no iba a salir más y ahí tenés a Garino, que no es Nocioni pero si las lesiones lo respetan será alero de primer nivel mundial durante años. Y pensábamos que detrás de Pepe y Prigioni era imposible que hubiese otro a esa altura y el que llegó (Campazzo) es mejor que ellos. Entonces no es sólo lo visible, el talento. Hay una estructura detrás. Y como también se puede hablar de una escuela española y quizá de la lituana, no debemos sonrojarnos si nos hablan de una escuela argentina de básquet. Tenemos un sello distintivo en el mundo”, razona el ex DT campeón de la Liga con Quimsa.
No es el único que lo piensa. Aleksandar Djordjevic, DT serbio que nos sufrió en los cuartos de final del Mundial, aseguró que “Argentina ya puede sentirse orgulloso de tener su escuela. No tengo palabras para describir el respeto que le tengo. Son como la Serbia de los Balcanes”. Milos Teodosic, figura serbia de la actualidad y la única baja importante que tuvo Djordjevic en China, amplió el concepto. “Argentina tiene entrenadores y jugadores de altísimo nivel, con habilidades que los hacen distintos. Ya pueden considerar que tienen su propia escuela, con muchas similitudes con la nuestra”, cerró. Hablamos de una forma que se ganó el respeto mundial que fue copiado por el mismísimo Estados Unidos y sus NBA. “Siempre me impactó su sistema, la continuidad que le dieron, el espíritu y la unión que vi en esos grupos. Una hermandad que traspasaba el juego mismo. Eso mismo que quisimos crear con el nuevo programa de USA Basketball, buscar desarrollar un sentimiento que marcara para quién estás jugando, que es más que ponerse una camiseta”, relató Mike Krzyzewski, responsable de hacer resurgir al país dominante, que había perdido la brújula y se apoyó en el ejemplo argentino para volver a ser imperio.
La mejor forma de reflejar resumidamente los por qué de un “milagro” que ya puede llamarse “escuela argentina”.
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