Fue promovido por Carlos Bianchi a la Primera de Boca. También fue dirigido por César Luis Menotti, Marcelo Bielsa, Hugo Tocalli, el Maestro Tabárez, Miguel Ángel Brindisi, el Tata Martino y el Patón Bauza. Era considerado crack e incluso gritó campeón en las juveniles de la Selección con la 10 en la espalda. Cuando parecía haber encontrado su lugar en el mundo, en Turquía, sufrió graves lesiones de rodilla que lo afectaron psicológicamente. El cáncer que derivó en la muerte de su mujer fue otro detonante.
Franco Cángele, con 32 años, tuvo un retiro prematuro. Aunque fue digiriendo que colgaría los botines antes de lo esperado después de enfrentarse al cuchillo en tres ocasiones.
Nacido en Francisco Madero (partido de Pehuajó), pueblo que apenas supera los mil habitantes, se convirtió en devoto del fútbol a los 6 años, aunque recién a los 11 se dio cuenta de que podía llegar a tener futuro. A los 13 fue fichado por el Club Mac Allister de Santa Rosa. Desde allí pegó el salto a Boca. Tenía propuestas de cuatro clubes de Buenos Aires, pero las comodidades que ofrecía la pensión xeneize inclinaron la balanza.
El vértigo se volvió moneda corriente para su vida: de vivir en un pueblo y jugar picados de 20 contra 20 con pibes más grandes que le hacían sentir el rigor se mudó a La Pampa y más tarde a Capital Federal. La adaptación le costó como a cualquier pibe del interior que se aleja de su familia y amigos. Lloró en soledad en la pensión pero soportó la angustia y no renunció a su sueño de ser jugador de fútbol. Estudiar no era lo suyo, dice.
Después de jugar un año en la Séptima División cautivó a Bianchi, que con 17 años lo subió a Primera. De lunes a jueves se entrenaba con los consagrados futbolistas que venían de ganarle la Intercontinental al Real Madrid. Los viernes lo bajaban a su categoría y los sábados la rompía en inferiores, ya que en esa época no había Reserva.
En la comodidad de su hogar charla con Infobae y muy seguido, sin perder el hilo de la conversación, hace contacto visual con la televisión que proyecta goles en un canal deportivo. Descubre su historia de vida quizás como nunca antes lo ha hecho con un medio.
¿Qué recordás del momento en que te subieron a Primera?
Fue en 2001 con Bianchi. Había tenido a Regenhardt y Héber Mastrángelo. Me acuerdo que vi a Román (Riquelme), lo saludé y me llamó por mi nombre. Se me puso la piel de gallina. Estaban todos los jugadores que venían de ser campeones del mundo y no podía creerlo. Córdoba, Chicho Serna… También Carlitos (Tevez), que era categoría 84 como yo. Cuando empecé a entrenarme ahí vi más de cerca la Primera.
¿Sacaba muchas diferencias Tevez en inferiores?
Yo me probé en el 99 y todos ya hablaban de él. Me sorprendió su físico. Yo terminé siendo más alto, pero a los 15 él era imponente, tenía lomo. Era petisón pero morrudo y, cuando lo veías jugar, no le podían sacar la pelota. Gambeteaba a cuatro o cinco y metía el gol. Era fácil darte cuenta de que iba a llegar.
¿Cómo fue compartir un vestuario con Bianchi y jugadores de tanto renombre?
No recuerdo qué me dijo en el primer entrenamiento. Después sí me hablaba y ya me cagaba a pedos, ja. Él decía que no le gustaba que un jugador tuviera un gran auto sin antes comprar la casa. Eso me quedó y lo hice. También me acuerdo que un día entré al vestuario y (Diego) Cagna me dice 'nene, ¿vos no sabés decir buen día?'. Claro, yo entraba, agachaba la cabeza, iba a mi lugar y me cambiaba. Desde que el Flaco me dijo eso empecé a decir todos los días 'buen día', no importaba si me respondían o no.
¿Qué sentiste en la primera concentración y cómo fue debutar?
A mí el Maestro Tabárez me quería y de no haberme lesionado hubiera debutado con él porque yo andaba muy bien. Un día Bianchi me llamó a la pensión para que buscara ropa de concentración porque el Pipa Estévez había llegado tarde al entrenamiento. Y el debut oficial fue en la Bombonera por Libertadores (en 2003 contra Independiente Medellín). Quedaban segundos, entré, llegué hasta mitad de cancha y el referí lo terminó. Seguí derecho hasta el túnel. Y el segundo partido me pasó lo mismo en cancha de Colo Colo. No alcancé a darme vuelta para mirar la pelota que el partido ya había terminado.
Pero enseguida tuviste más oportunidades y minutos…
Fue más chocante el tercer partido que jugué. Entré 20 minutos, perdíamos 2-0 en Ecuador con Barcelona. Di un pase gol e hice el segundo. Cuando volvimos a Buenos Aires fui al banco de la Reserva que dirigía Carlos Compagnucci. A la semana siguiente, lo mismo. Yo pensaba 'ando bien y este no me pone'. Hablé con Regenhardt para preguntarle qué pasaba y me dijo 'vos seguí entrenando que Bianchi generalmente hace eso para ver cómo reaccionan los jugadores'. Claramente era eso. Cambié automáticamente la cara de culo. Me duró tres semanas ir al banco de Reserva y después ya tuve continuidad. Bianchi nunca me dio explicaciones de nada.
¿Cuál era el secreto del éxito de Bianchi?
Repetía mucho una frase, se la escuché varias veces. "Qué lindo es ganar", decía. Lo psicológico en los pibes es clave: tenés 30 ó 35 jugadores en el plantel y juegan solo 11, pero eso no quiere decir que el séptimo delantero no vaya a jugar nunca. No todos los técnicos tienen esa capacidad de tener al menos 25 jugadores motivados y él la tenía. Si te portabas mal, te limpiaba. Respetaba mucho los lugares de los que consideraba que lo tenían ganado. Cuando uno del famoso 11 volvía de una lesión iba adentro de la cancha.
¿Qué era lo que te pedía Bianchi para explotar tus condiciones? ¿Y cómo fue tu segunda etapa con él en 2013?
Me decía que jugara los partidos, que no los pensara. En ese momento no entendía por qué. Cuando yo encontraba un defensor con el que me podía divertir, me quedaba en su sector y jugaba mi partido propio. Lo gambeteaba ida y vuelta y no generaba la situación de gol, muchas veces hacía eso. Me di cuenta de grande, en Turquía. En 2013 creo que podría haber jugado más por cómo me sentía. A Bianchi no le fue bien porque no generó la competencia que sí generó en otro momento. No es que haya tenido malos jugadores, pero era otra generación. Le faltó un poco de adaptación.
¿Cómo eran las prácticas con aquel plantel de principios de 2000?
En los entrenamientos te pegaban Schiavi y Burdisso y vos agachabas la cabeza y seguías. A Schiavi le tiraba caños y no le gustaba. Bah, en realidad después lo cargaban y por eso me buscaba para reventarme. Igual siempre fue buena onda el Flaco. Pasa que yo tiraba caños porque mi juego era así. Miraba mucho a Román, Guille (Barros Schelotto) me gustaba mucho y el Chelo Delgado con sus tres dedos. Sacaba algo de cada uno. Guille en el área era bicho, tenía esa gambeta que no se la veía a muchos. Era bicho para tirarse, aunque creo que ahora con el VAR no podría fabricar tantos penales. En ese tiempo marcaba mucha diferencia.
¿Se sentían un equipo imbatible en 2003?
Nos acostumbramos a ganar y siempre había buen ambiente, aunque perdiéramos, algo que pasaba muy de vez en cuando. En la Bombonera directamente sabíamos que ganábamos cualquier partido, por goles y por estado físico. Una vez contra Arsenal íbamos ganando 1-0, faltaba media hora para el final y los rivales nos pedían que dejáramos de correr, que ya habíamos ganado. En esa época había esa diferencia física con los equipos de mitad de tabla para abajo. Hoy ya no es así.
¿Cómo fueron las finales de la Libertadores con el Santos?
Me acuerdo que el Negro Ibarra le dio una murra a Robinho y no la tocó más. Sabíamos que íbamos a ganar: con el 2-0 en la ida teníamos el 60% adentro porque Carlitos (Tevez) estaba infernal. Aguantaba un ladrillo, lo que le tiraras. La mitad de cancha tenía un nivel de la puta madre y Carlitos era el as de espadas, hacía todo. Por eso terminó siendo lo que fue.
El joven Cángele luchó por su lugar en Boca con apellidos de peso. Delgado, Barros Schelotto, Tevez, Alfredo Moreno, Raúl Estévez, el brasileño Iarley y el Chipi Barijho. Así y todo fue primera pieza de recambio a lo largo de la Libertadores 2004 en la que Boca eliminó en semifinales a River y cayó en la serie definitoria con Once Caldas de Colombia. Ese capítulo será contado en otra historia.
Se probaba la camiseta de Boca y, al unísono, la de la Selección. Hugo Tocalli le había echado el ojo desde que jugaba en Mac Allister y realizó una prueba en el predio de AFA, donde no se sintió mucho menos que los pibes a los que enfrentó. De la mano de Miguel Ángel Tojo lució la número 10 en los Panamericanos de Santo Domingo, donde terminó como goleador (4 gritos) y figura en la final con Brasil. Al poco tiempo Marcelo Bielsa lo convocó justo antes de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
Tras el alejamiento de Bianchi de la conducción técnica fue Miguel Ángel Brindisi el que tomó las riendas. Permaneció un semestre más en Boca antes de ser cedido a préstamo a Independiente y a Colón de Santa Fe. Luego probó suerte en el fútbol turco antes de volver al Xeneize con el Virrey (2013) y dar sus últimos pasos en el fútbol.
¿Cómo fue el llamado de Bielsa para los Preolímpicos en Chile?
En realidad me llamó el Profe Bonini. Con Bielsa tuve algunas charlas allá en Viña del Mar. Se manejaba excelente, si tenía que decirte algo en la cara, te lo decía. Por eso nadie habla mal de él ni del Tata (Martino). Son muy similares. Un día me encerró en una habitación y me dijo "te dejo acá mirando estas 25 jugadas tuyas. Después vuelvo a entrar y te pregunto qué viste". Eran las filmaciones de los entrenamientos. Nunca pensé que se los iba a mostrar a alguien que no estaba jugando. Hoy lamento esa mentalidad mía. Fue fácil darme cuenta de lo que me quería hacer ver: cuando tiraba una pared o gambeteaba, tenía pase o jugada de gol y siempre quería gambetear a uno más y la terminaba mal. Si simplificaba tenía opción de gol o pase gol. Técnico que tuve, técnico que me dijo lo mismo. Son cosas de las que me fui dando cuenta, aunque nunca pude cambiar mi esencia de juego. Si gambeteaba me sentía yo.
¿Te quedaste con la espina de jugar la Intercontinental contra el Milan?
Se jugaba el Mundidal Sub 20 en Emiratos Árabes y el citado era Carlitos (Tevez), pero al final fue él a la Intercontinental y Tocalli me citó. En 2008, cuando me estaba rehabilitando de una rodilla, me enteré de que yo había reemplazado a Carlos porque me lo contó Hugo. Le dije '¿para qué me llevaste?'. Es que todos queríamos ir a Japón. Carlitos venía de una lesión y yo venía siendo el primer cambio. Pero bueno, me tocó ir al Mundial donde no nos fue bien (Argentina terminó en el cuarto puesto tras perder las semifinales con Brasil y el último duelo con Colombia).
¿Bajaste tu nivel con Brindisi y por eso te fuiste de Boca?
Los jugadores tenemos una especie de mecanismo de defensa a la autoestima. Decimos 'yo hago todo, ando bien y este no me pone'. No sabemos ponernos en el lugar de los técnicos y la verdad, si no te ponen, es por algo. Trato de no culpar a terceros y hacerme cargo. El entrenamiento era el mismo, todo era igual. Había cambiado el técnico nada más. Quizá te corrigen algo y vos creés que es porque te quieren limpiar, pero en realidad son formas que tiene la otra persona, que tuvo otra escuela. A nosotros nuestros viejos nos pegaban un cachetazo y ahora no le podés pegar a tu hijo. Que te motivaran de una manera que no te gustara no quería decir que te quisieran ver mal.
¿Hubo algo puntual para que decidieras irte?
Recuerdo una crítica de Brindisi en una gira en Japón que a mí me bajó la moral. Venía muy bien, estaba muy habilidoso. Hice dos jugadones en un partido, pasé 3 ó 4 y siempre quería pasar uno más en vez de patear hasta que la perdía. Internamente yo pensaba en ganar más recursos para aplicarlo en un partido oficial. Y después vino la cagada a pedos, eso me molestó y así bajé el rendimiento. De eso me doy cuenta ahora. Arranqué jugando con Brindisi, pero no sostuve el nivel que traía de la Libertadores pasada. Fue culpa mía, Boca no te permite relajarte. Pero tenía 20 años y era momento de jugar.
¿Qué te dejó el paso por Independiente?
Tenía la oportunidad de ir al Necaxa de México, pero me llamó Menotti y me quedé acá. El Flaco me dio confianza y me tiró a la cancha de una, pero no le pude responder. Fue una época en la que no era tan profesional, no salía mucho de noche, pero vivía solo y no me alimentaba bien. Yo no tengo un físico privilegiado para comer cualquier cosa y rendir. Cuando no te alimentás bien tres meses, te caés a pedazos. No terminé de acomodarme.
Al menos te diste el gusto de jugar al lado del Kun Agüero…
Era crack ya de chiquito. Tenía buen físico e iba al banco cuando yo estaba. Empezó a jugar más a los seis meses que me fui. En los entrenamientos ya lo veías. Era igual a Tevez, pero con uno o dos años más de ventaja. Físicamente era más fuerte: por su juego, a Carlitos le podías pegar más. El Kun no jugaba tanto de espaldas, era más explosivo para adelante.
¿Y en Colón tampoco pudiste explotar?
El Tata Martino me revivió de la cabeza. El futbolista no se olvida de jugar al fútbol. En Independiente me rebotaba la pelota porque no tenía confianza. El Tata era espectacular, muy compañero del jugador, cuando te decía algo era para que lo vieras y pudieras mejorar. Cuando llegué me dijo que quería que gambeteara, que si no lo hacía era porque no entendía el fútbol. Entonces, después de las prácticas me quedaba con dos pibes de Reserva a los que yo llevaba en auto para que me hicieran de sparring. Ahí empecé a recuperar la confianza. Tuvimos un comienzo de torneo malo, se fue Martino y vino el Patón Bauza. Con él nos acomodamos pero era otro estilo: 4-4-2 con Denis y el Bichi Fuertes arriba. El tiempo que estuve en el banco lo usé para recuperarme, en la pretemporada de enero mejoré el nivel y a mitad de año me fui a Turquía.
¿Por qué Turquía? ¿Te fue difícil el cambio cultural?
Yo pensaba 'los turcos no figuran en los mundiales, debería destacarme allá'. Necesitaba ir a un lugar donde me sintiera protagonista porque acá había perdido reconocimiento. La cultura es muy diferente y me costó adaptarme. Allá todos los clubes tienen concentración y la mayoría de los jugadores viven ahí. Era estar 8 ó 10 horas en el club para entrenar solamente una o dos. Me preguntaba '¿qué carajo hago acá?'. Había un técnico que decía que a los turcos no se les podía dar mucho tiempo libre porque se escabiaban todo. Que o toman té o se toman todo, que no podían tomar una sola cerveza. Después me di cuenta de que no era tan así…
Pero cuando te adaptaste empezaste a encontrar tu mejor nivel…
Mi mujer se tuvo que volver a Argentina sobre el final de su primer embarazo y me quedé solo. Al club iba media hora antes y me volvía después del resto, total era lo mismo estar en casa. Teníamos una televisión con canales en español y veíamos fútbol argentino, pero nos acostábamos como a las 5 ó 6 de la mañana por la diferencia horaria. En Sakaryaspor descendimos, pero dejé una buena imagen y pasé a préstamo al Kayserispor, que después hizo uso de la opción de compra. Al final de la primera temporada se me cayó un arquero encima y me rompí los ligamentos cruzados (pierna izquierda). A los 4 meses ya estaba jugando de vuelta. En 2010 me apuntaban como mejor jugador de la liga turca junto al brasileño Alex del Fenerbahçe. Justo ahí fue mi segunda rotura (rodilla derecha). Y al año siguiente me vuelvo a romper los ligamentos de la derecha a los 30 minutos de partido de la primera fecha del campeonato.
Con 27 años y tres roturas de ligamentos, ¿cómo estaba tu cabeza?
Mi mujer me hacía de psicóloga. Tras el primer semestre en Turquía le propuse volver a Argentina y ella me dijo que acá me iba a quedar parado hasta mitad de año, no iba a cobrar y además tenía que rescindir o escaparme de allá. Así que me banqué esos seis meses y después nos quedamos. No entendía nada de fútbol pero, para aconsejarme, me sirvió mucho. Después ella se enfermó y yo me volví a lesionar.
¿Creés que influyó la enfermedad de tu mujer en tu última lesión?
Habría un poco de todo, sí. Yo me operé (de la tercera lesión) en Turquía y volví a Argentina. Nos levantábamos a las 7 de la mañana, yo para la rehabilitación de rodilla y mi mujer para hacerse quimio, rayos y todo eso (padeció un cáncer de mama). Empecé a ir a la psicóloga cuando en 2013 estuve en Boca. Al año siguiente me fui a Turquía en agosto y arranqué terapia por Skype recomendado por un conocido. Y a los tres meses falleció mi mujer. Yo había vuelto en noviembre y ella falleció a las dos semanas. Esos meses de terapia, de alguna manera, me prepararon un poco. Yo decía '¿qué hago ahora solo con dos nenas?'. Mi mujer era el sostén de la casa y mis hijas. Yo me dedicaba a jugar y le delegaba todo a ella. Ahí me ayudó mucho la terapia. Lo que toca, toca, dicen.
Pese a las lesiones y a la pérdida de tu mujer pudiste volver al fútbol…
Volví a mitad de 2015 y me recuperé bien. Estaba entrenado, livianito y bien de la rodilla. En enero fui a Boca Unidos de Corrientes y anduve bien. A mediados de 2016 surgió lo de Argentinos Juniors, yo volví a estar en pareja y me traje a las nenas, que estaban con los abuelos en el pueblo, a Buenos Aires. Pero en Argentinos no aguanté y me volví a Boca Unidos. Mis nenas ese año vivieron en el pueblo, en Buenos Aires y en Corrientes.
¿Tuviste algún cortocircuito con Heinze?
No entendía mucho sus manejos. Entrenaba muy fuerte y por ahí tenía razón en que no iba a aguantar los entrenamientos y me la iba a pasar lesionado. Entonces chau, en vez de pasarla así, me volví a Boca Unidos donde me querían y había andado bien. Hice toda la pretemporada en Argentinos, fui un partido oficial al banco por Copa Argentina, pero nada más. Cuando uno es jugador tiene que respetar al técnico, tome la decisión que tome. Y yo soy un pibe que no tenía paciencia, menos con 30 y pico de años. No era de su agrado, los entrenamientos eran muy intensos y al final de la pretemporada empecé a sentir una especie de pubalgia. No estaba cómodo, no me sentía importante como en clubes anteriores.
¿Heinze tiene similitudes con Bielsa?
Bielsa tenía menos tiempo de laburo en la Selección. Era exigente pero en un tiempo corto. Dentro de todo, el cuerpo resistía a ese trabajo diario. Acá con el Gringo los entrenamientos duraban dos horas y media, por lo menos, palo y palo. En los equipos de él no hay mucha gente grande. Para el que pasa los 30 está jodido. (Mauro) Zárate se fue porque lo vino a buscar Boca, pero quizá tuvo que ver algo de esta cuestión también. El Gringo le exigía mucho al 9 que corriera a los defensores rivales.
Después fue Boca Unidos, el paso frustrado por Deportivo Cali y el retiro. ¿Cómo lo afrontaste?
Llegué a la pretemporada y el presidente nos dijo que podíamos faltar porque no sabían cuándo nos iban a volver a pagar. Surgió lo del Deportivo Cali, un club grande que jugaba Copa Libertadores y me fui a Colombia. Con 33 años no me iba a volver a pasar. Yo venía de jugar todos los partidos del año y ellos sabían que tenía doble operación de rodilla. Era un contrato por un año, no por cuatro. No pasé la revisión médica. Fue raro, ¿para qué me hicieron ir? Volví y me puse a entrenar. Estaba un poco hinchado los huevos, pensando si seguir jugando o no. Pasó un año, pasó el otro, no hubo nada que me convenciera y dije 'no juego más'. Me han llamado del Ascenso pero ya no estoy para ese ritmo.
¿Te administraste bien como para hoy vivir de lo que te dio el fútbol pese a tu prematuro retiro?
Cuando me lesioné a lo 24 sentí que tenía dos añitos menos de carrera. Con dos lesiones más ya eran cinco años menos. Relativamente siempre me cuidé con la plata, porque sabía que no iba a durar hasta los 38 ó 40 años. Tuve un contador en el que confío mucho y gente al lado que supo aconsejarme y cuidarme.
¿Cómo vivís hoy y qué proyectás?
Miro deportes de todo tipo. Fútbol, de cualquier liga. Jugué bastantes deportes pero ahora solo fútbol los fines de semana y, si es cancha blanda, mejor. La última vez que jugué un torneo de pádel, tuve jodida la rodilla cuatro o cinco meses. Estoy puliendo un sistema de entrenamiento que espero que en el futuro sea lo que me dé de comer. Me faltan algunas piezas para lanzarlo. No estoy seguro de hacer el curso de técnico, pero si llego a dirigir quiero prepararme bien. Para profundizar con el jugador, entenderlo, darle herramientas para tratar de salvarlo. En definitiva todos los jugadores estamos cortados con la misma tijera.
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