Gabriel Corrado no recuerda las fechas exactas ni qué ocurrió con precisión por entonces. Pero hay algo que no olvida: la Coupe Taunus negra que apareció por las puertas del Regimiento de Infantería 3 de La Tablada. "Era el auto de moda en Argentina, el auto deportivo de esa época. Llegó manejando Maradona. Él era joven, pero ya era una estrella. Estaba el comentario de todo el mundo que estaba fascinado", rememora sobre aquel suceso que se llevó durante el primer semestre de 1979.
El relato del galán argentino coincide con la entrevista que brindó un joven Diego por aquellos meses donde se lo ve con el pelo corto –obligado por los sargentos– y en la que cuenta que inició su estadía en el Servicio Militar: "Hace dos semanas que ya ingresé y estoy muy contento porque me han tratado bien, pero siempre tratando de cumplir lo más que puedo. Me dan libertad para venir a los entrenamientos de Argentinos Juniors y a la Selección".
Sin embargo, como muchos recovecos de la vida de Maradona, las historias sobre su paso por la Colimba ("correr, limpiar y barrer") son opuestas, contradictorias y quizás de las menos exploradas en su mega investigada trayectoria.
Aquellos que estaban destinados a prestar servicio en el Comando en Jefe debían hacer la instrucción en el Regimiento 3 de Infantería de La Tablada, escenario que una década más tarde sería tristemente recordado por el copamiento del cuartel. "Él era supuestamente soldado de la misma compañía que yo, pero estaba por jugar el Mundial juvenil. Cuando llegó llamó al atención de todos los suboficiales. Todo el mundo comentaba que había entrado Maradona. Creo que fue a saludar, no a presentarse. Fui compañero de él por unas horas, digamos", recuerda ante Infobae Corrado, quien por entonces era un estudiante de medicina y todavía no aparecía en su horizonte la carrera de actor. Diego estaba destinado a realizar el proceso en el edificio militar ubicado enfrente de la Casa Rosada.
Pelusa estaba en pleno lanzamiento de su carrera. Recién le habían pegado esa célebre patada en el culo para mandarlo a la cima del mundo. Había debutado hacía tres años en Argentinos Juniors, venía de ser el eje de la polémica deportiva al quedarse afuera del plantel que conquistó el Mundial de 1978 y en breve tendría revancha en la Copa del Mundo juvenil de 1979. Para los militares, sacarse al menos una foto con el pibe de 18 años más famoso del mundo era la mejor estrategia para penetrar en la sociedad, pero Maradona les era escurridizo. El fútbol era un mecanismo que ya habían saboreado en 1978 con esa intención de hacerle creer al mundo que éramos "derechos y humanos", mientras los organismos internacionales investigaban las primeras denuncias de desaparecidos…
A grandes rasgos, a Diego lo obligaron a hacer el servicio militar para las fotos. Para dar una especie de ejemplo a la sociedad. No podían retenerlo demasiadas horas porque su vida era entrenar en Argentinos Juniors y estar presente en los amistosos de la selección mayor y, principalmente, de la juvenil. La agenda de su vida estaba repleta y pasaba poco tiempo en Buenos Aires. Entre mayo y agosto –fecha de inicio del Mundial–, viajó a Suiza, Italia, Irlanda, Estados Unidos, Escocia y Japón, además de pasar por varias provincias del país a raíz de sus obligaciones deportivas. Algunos de sus compañeros en el juvenil tuvieron una suerte similar en esto de escaparle a la Colimba, aunque otros padecieron la situación. Como Juan Barbas.
"Me había tocado primero en La Tablada, pero al poco tiempo me dijeron que teníamos que viajar a Tucumán para jugar el amistoso contra el Cosmos. Me explicaron que lo manejaba la AFA; que me citaban y ellos gestionaban la autorización. Me fui cinco días y cuando volví un coronel gritó: "Soldado Barbas". ¡Presente! dije yo, contento pensando que me iba a felicitar porque ese fue un partido trascendental. "Ah, ¿usted es el soldado Barbas? ¡Tiene 15 días de arresto por desertor! Agarre el cilindro y vaya a limpiar la cuadra", dice a este medio el ex hombre de Racing que, de todos modos, se salvó del castigo: "Le expliqué a un sargento y me dijo andate ahora. Fui a AFA a pedir que lo solucionen. Al poco tiempo me llamó este teniente coronel para avisarme que me trasladaban a San Martín: 'Le pido mil disculpas por el mal momento que le hice pasar'. ¡Le habían pedido a Galtieri que me trasladaran porque era hincha de Racing!".
Aquel plantel que dirigió Menotti durante el Mundial de 1979 tenía otros cinco jugadores que estaban cumpliendo el servicio militar además de Diego: Juan Simón, Gabriel Calderón, Sergio García, Osvaldo Escudero y el mencionado Barbas. La mayoría de ellos coinciden en que tenían ciertas licencias por ser futbolistas y apenas iban algunas horas para luego marcharse a las prácticas de sus respectivos clubes. "La hice en el Comando en Jefe, pero me dejaban ir a entrenar con Argentinos y con la selección juvenil", retomaría el tema Maradona en una entrevista radial del 2013.
En aquel septiembre del 79, la diferencia horaria entre Japón y Argentina no fue una barrera, y el éxito de los chicos se transformó en furor entre los fanáticos. Los militares vieron la hendija para colgarse una nueva medalla que nada tenía que ver con ellos. El plantel duró unas pocas horas más en tierras asiáticas tras el título y sólo Ramón Díaz y Menotti no retornaron con la delegación porque se unieron a los amistosos de la mayor contra Alemania y Yugoslavia. Maradona debía acoplarse a ellos, pero la orden que cayó desde el dictador Jorge Rafael Videla fue contundente: todos los soldados debían estar de regreso. Ansiaban la foto triunfal, más allá de las comunicaciones a distancia.
Apenas unos días antes del 3-1 sobre la Unión Soviética, la Comisión de Derechos Humanos de la OEA había arribado al país para investigar los crímenes del gobierno de facto y el poder pretendía dar un golpe mediático adueñándose del triunfo deportivo. El plantel hizo escala en Río de Janeiro cuando se encontró con una sorpresa: un avión de la fuerza aérea los esperaba. Los llevaron hasta Aeroparque, desde allí en helicóptero al Estadio de Atlanta e inmediatamente los subieron a unos micros para pasearlos por la calle Corrientes. ¿Destino final? La Casa Rosada. "Nos recibió el siempre nefasto Videla, que de botón nos hizo cortar el pelo a todos los que fuimos campeones del mundo. Nos recibió, nos dio una plaqueta…", señaló Maradona en el 2013.
Videla no quiso perderse la oportunidad, pero tampoco Viola, que estaba a cargo del Comando en Jefe y años más tarde sería presidente. "Vinimos todos con el pelo largo. Claudia me dijo: cortate el pelo… ¡Nah, olvidate! Soy campeón del mundo. Llegamos al Comando en Jefe, vino uno y dijo: pelo a todos. ¿Sabés como nos dejaron? ¡Huevo rascado éramos! No hubo chances de chapear con el 79. Sabés cómo nos esperaban. Pasábamos y tenían la maquinita así…", agregó el Diez en una nota del 2002 sobre esa –doble– visita obligada.
Si bien no iban a la Colimba o iban unas pocas horas por los entrenamientos de sus clubes, la obsesión era terminar con esa obligación que alcanzaba a una importante porción de los jóvenes del país. Los seis afectados al Servicio, vestidos de prestado con la fajina militar, empujaron a Diego al frente, al capitán: "Nos juntamos y dijimos vamos a aprovechar para pedirle la baja. El único favor que podemos pedir. Estábamos todos juntos en el salón y habló Diego, pero estábamos todos a su lado. Se daba en noviembre ponele la próxima baja", explica el ex arquero Sergio García. "Nos agarró un coronel o un sargento y estuvo media hora enseñándonos cómo teníamos que hacer la venia militar porque nosotros no habíamos hecho la instrucción. Cuando vino le dimos la mano…", agregó Barbas.
— "¿Podemos hablar con usted? Mire general, le queríamos pedir ante esto que sucedió la salida de la primera baja… Si nos podemos ir", le dijeron a Viola.
Algunos recibieron el esperado beneficio, pero otros debieron recurrir a diversos artilugios. Barbas fue uno de ellos: "Antes de viajar un teniente coronel me dijo que si salíamos campeones del mundo y le traía a Maradona me daba la baja. Me faltaban seis meses…". Su amigo y compañero de cuarto en Japón no le falló: "Lo llevamos a Diego. Charló con los soldados y no fui nunca más al servicio militar".
Mientras los diferentes rangos militares se regodeaban de "su" triunfo, a unos metros de la Casa Rosada durante la primera celebración del título se coloreaba la pintura más exacta de la época. Jorge Piaggio, uno de los 18 campeones juveniles y por entonces futbolista de Atlanta, caminaba en una plaza repleta de abrazos y felicitaciones con la intención de participar en la ceremonia gubernamental. A metros estaba una de sus tías haciendo la cola para denunciar ante la Comisión de la OEA la desaparición de su hijo, un primo de Piaggio, quien todavía no se había enterado de lo ocurrido porque al momento del hecho estaba en el Mundial. "Justo el país estaba viviendo momentos difíciles y aprovecharon que salimos campeones del mundo; hacían ver al mundo como que las cosas estaban bien –aclara Escudero. Fuimos utilizados para tapar lo malo y nosotros no sabíamos nada de lo que estaba pasando".
Al fin y al cabo, aunque los militares de turno quisieron, no pudieron. Maradona siempre gambeteó ser utilizado lo más que pudo y poco a poco se fueron conociendo las atrocidades que realizaron los militares se transformó en una bandera del pueblo apoyando, entre otras acciones, a los familiares de los desaparecidos. Como cuando recibió ante los ojos del planeta a Estela de Carlotto en el 2010 durante el Mundial: "Muchas gracias por toda la lucha. Es buenísimo todo lo que hacen".
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