"Bueno, ¿arrancamos con sentadillas?", rompió el hielo Andrés Nocioni cuando la Generación Dorada volvió a reunirse para recordar la hazaña lograda hace 15 años. "El Chapu habla tanto que no nos deja meter un bocadillo", continuó Carlos Delfino, mientras todos los presentes reían bajo el clima distendido que se vivió en Tecnópolis.
Un mural con todas las tapas deportivas de la época llamó la atención de varios protagonistas. Walter Herrmann fue uno de los más curiosos. Su mirada se quedó en una imagen de 2008, cuando Maradona visitó el vestuario de la selección de básquet, antes de que se colgaran la medalla de bronce. "Con Diego también tuve una linda charla en Europa. Gracias a lo que logramos pude conocer a personajes increíbles que jamás me hubiera imaginado. Una vez fuimos a jugar un torneo a Sudáfrica y nos vino a visitar Batistuta para saber cómo era nuestra preparación. Él estaba viviendo en Australia en ese momento y fue un encuentro hermoso", le dijo a Infobae, poco después de repasar cada una de las postales.
"Con los años estamos todos más artrósicos y sensibles. Cuando uno repasa lo que pasó, se sigue emocionando", reconoció el Lancha, quien considera a aquel plantel como "una gran familia", porque "hay una química muy especial". "Es complicado porque varios estamos jodidos del corazón y le puede dar un bobazo a alguno", advirtió irónicamente el Vikingo de Venado Tuerto.
Las camisetas, zapatillas y pelotas que usaron durante esos años formaron parte de la muestra que acompañó a la cantidad de títulos y objetos significativos durante el ciclo exitoso. "A medida de que pasa el tiempo se le da cada vez más valor, porque uno se da cuenta de lo difícil que es salir campeón", analizó Nocioni sin olvidar que una de las claves fundamentales para lograr el objetivo "fue la unión del grupo".
Sin embargo, "no fueron todos los días de primavera". Como lo explicó Delfino, "han habido tormentas y peleas, pero siempre se supo cómo salir adelante". Las fisuras de a las que hizo referencia el alero surgido de Libertad de Sunchales fueron ejemplificadas por Rubén Magnano, líder del equipo que tocó el cielo con las manos. "Formamos un grupo que sabía perfectamente cuál era el camino a recorrer. Sabía qué elementos utilizar en momentos determinados. Uno de esos elementos era la capacidad de resolver conflictos, porque siempre existen conflictos", aseguró el cordobés; y continuó: "Los equipos sufren adversidades. Después está la capacidad del equipo en cómo afronta esos conflictos. En la preparación previa a Grecia nosotros jugamos un cuadrangular en Córdoba contra el Brasil B y la España B. Salimos cuartos. La prensa no nos miraba con buenos ojos, pero pudimos abstraernos de eso. Hay que saber cuándo y dónde empezar a funcionar como equipo. Para nosotros fue el partido contra Serbia el que marcó el inicio de todo esto. A diferencia de lo que pasó en Indianápolis, que desde el comienzo hasta la final del mundo no perdimos ni un solo juego".
"Pasamos de no ganar ni un amistoso a quedarnos con la medalla de oro", sintetizó el Lancha, quien recordó cómo fue su incorporación al seleccionado que venía de ser subcampeón mundial: "Cuando entré al grupo ya se sabía que era un equipazo. Había pegado en el palo en Indianápolis y la preparación había sido durísima, porque no se nos daban los resultados".
De aquella final injusta ante Yugoslavia, donde todavía se reclaman los fallos arbitrales que pudieron cambiar la historia en los últimos segundos de la final, pasaron dos largos años hasta el debut contra Serbia en Atenas. "Como título para el periódico queda bárbaro. Pudo haber un porcentaje alto de revancha, pero fue el primer partido. Mucha gente se confunde y cree que ese juego fue la final, y la realidad es que si perdíamos no pasaba nada porque el torneo seguía. No nos quedábamos afuera", reflexionó Magnano.
La derrota con España, los triunfos ante China y Nueva Zelanda, y la caída con Italia depositaron a la Selección en los cuartos de final, donde se estableció el punto de inflexión que cambió la mentalidad de los jugadores. "El partido contra Grecia fue un impulso anímico muy grande. Hasta ese encuentro Argentina sólo había demostrado un gran nivel contra Serbia", confesó el coach, sin olvidar la experiencia que le había dejado el Mundial del 2002: "En Indianápolis aprendimos que se le puede ganar a las grandes potencias internacionales".
El 69-64 frente a los locales sirvió para que el combinado albiceleste llegue a las semifinales. "Como España nos tenía de hijos, porque siempre que jugábamos nos ganaban por 20 puntos, cuando Estados Unidos ganó dijimos: bueno, hay que ganarle a Estados Unidos", reveló Herrmann como si se tratara de un alivio enfrentar a LeBron James, Tim Duncan y compañía.
"Como ellos muchas veces canchereaban los partidos, sabíamos que teníamos una mínima posibilidad, y cuando les ganamos nos dimos cuenta de que estábamos para el oro", agregó el alero.
El 89-81 frente al Dream Team significó la antesala de la gloria. Todavía faltaba un compromiso contra Italia para subirse al escalón más alto de Atenas. Fue 84-69 con la inolvidable volcada de Scola. "Supe que ganábamos la medalla de oro a 35 segundos del final, porque nunca doy los partidos por terminados antes de tiempo. Hasta que termine el juego hay que dar el 100% por respeto al rival", aseguró Magnano. "Cuando todavía vemos a nuestra bandera arriba de la de los americanos o los italianos se nos sigue poniendo la piel de gallina", agregó Herrmann. De todos modos, como afirmó el entrenador que lideró la gesta, "siempre hay que cambiar los recuerdos por desafíos, porque si uno se queda sentado mirando la historia se convierte en un improductivo". Un mensaje que caló hondo en las nuevas generaciones. Por ello, no es casualidad lo que consiguió el básquet argentino en la última Copa del Mundo disputada en China. La leyenda continúa.
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