La pelea por el control de la barra de Chacarita: la historia de la guerra de guerrillas y la batalla final

Un vecino vio movimiento extraño y ayudó a desbaratar lo que hubiera sido un auténtico enfrentamiento bélico. Antes hubo otros seis tiroteos relacionados al choque por el control de la tribuna

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El grupo se parapetó en la oscuridad de la calle French, entre Mitre y Echeverría. Sabían que por ese lugar pasaría rumbo al estadio La Famosa Banda de San Martín, tal como se denomina a la barra oficial de Chacarita. Otro comando estaba esperando la comunicación en una casa tomada cercana. La batalla tantas veces anunciada finalmente se iba a llevar adelante. Chacarita, que había debutado sin público en el torneo de la Primera Nacional, estaba programado temerariamente para jugar de noche frente a San Martín de Tucumán. Fue un vecino el que vio movimientos extraños y alertó a la Policía. La Agencia Provincial de Seguridad Deportiva había propuesto un operativo cerrojo. Y la guerra, que estaba anunciada por las propias redes sociales de los barras, se abortó: fue un milagro porque entre las armas encontradas había una metralleta, que si bien tiene un alcance de 150 metros su poder de destrucción es tremendo. Los cuatro detenidos son de la facción disidente, que se hace llamar Somos Familia. Sergio P. de 36 años, Jorge M. de 42, Rodrigo B. de 27 y Leonel G. de 18. Cada uno de ellos representante de los distintos barrios que se agruparon para ganar la tribuna del Funebrero: José León Suárez, Ingeniero Maschwitz, Villa Hidaldo y Billinghurst. Fue el último episodio de una cruenta saga que Infobae contó en exclusiva varios meses atrás, que originó dos causas judiciales y que tiene aterrorizada a toda San Martín.

¿Cómo se llegó hasta acá? Drogas, fútbol, política y poder. El cóctel explosivo que enluta al fútbol argentino. En el caso de Chacarita, la frágil paz entre los distintos bandos que conforman la barra brava se rompió hace ya largos meses con una particularidad inédita para nuestro medio: las aglutinadoras de las dos facciones son dos hermanas, las Molina, enfrentadas a muerte. La mayor, Angélica, es pareja del histórico jefe de la barra, Raúl Escalante, alias Muchinga, quién dejó el paravalanchas a su hijastro Chucky para tallar en la comisión directiva del club.

El famoso Muchinga tuvo un ACV y quién heredó todo el manejo de los negocios fue su mujer. Quien decidió que el reparto de los beneficios debía ser proporcional a la injerencia de cada barrio en el club: así, fortaleció a su grupo de Villa Maipú al que le dio toda la reventa de entradas, los trapitos, los carnets de socios, el manejo de las canchitas de fútbol cinco, la organización de festivales en instalaciones de la institución y el manejo de los puestos de comida y bebida. De hecho, en el último partido ella estuvo supervisando el local de mayor venta dentro del estadio con dos miembros gigantes de la barra oficiando de guardaespaldas. Además, por su propia cuenta, hizo propio en el Registro de la Propiedad Intelectual los nombres La Famosa Banda y La Famosa Banda de San Martín, cosa que cualquiera que decida vender merchandising con esos nombres debía tributarle a ella. Y montó su bunker en el bar El Club, ubicado al lado de un conventillo en Villa Maipú que es el lugar de concentración de la barra. Allí, cayó en su momento su hijo por comercializar drogas. Allí se hizo un operativo policial diez días atrás buscando cocaína, paco, marihuana y éxtasis por una denuncia del gobierno nacional que tomó nota de la situación explosiva.

Las hermanas de Chacarita que
Las hermanas de Chacarita que disputan la Barra

A Angélica, edificar ese imperio le costó el odio de los barrios que se quedaron fuera y que fueron juntándose alrededor de la Negra Ana, su hermana. Así, desde abril, los dos bandos fueron armándose para la guerra total. La barra oficial empezó a aparecer con facas y armas por la tribuna en los partidos de local. El paravalanchas lo domina con poder delegado por Angélica, Magu Aguirre, referente de Villa La Rana, quién sumó a un grupo de colombianos de Villa Corea para tener poder de fuego. Poco importaban que eran originarios del Atlético Medellín y que en la Argentina se habían hecho de Boca, por cercanía a la banda de Los Gardelitos, con quienes compartían actividades ilegales en toda la zona metropolitana. También reclutó a un viejo barra, Tinelli Cejas, recién salido de prisión y hombre de temer. Con ellos mantuvo firme el pulso de la popular a sangre y fuego: quién se retobaba se llevaba como recuerdo una herida de arma blanca.

Uno de los mensajes que
Uno de los mensajes que circuló por redes sociales

Del otro lado no se quedaron quietos. Y quienes dominaron la barra en los 90 fueron armando a sus sucesores. La Negra Ana se dejó ver en un evento con Luis Barrionuevo, como para mostrar apoyo político que no está demasiado claro. Y a las nuevas generaciones de José León Suárez y Billinghurst, se sumó un grupo de narcos provenientes de la Villa Hidalgo. Sí Angélica había reclutado colombianos, el grupo de La Legendaria Banda o Somos Familia, como se denominan, decidió jugar con peruanos prometiéndoles el manejo de la zona para sus actividades ilegales si ellos ganaban la popular. Pero ante la imposibilidad de agarrarse en el estadio, por los megaoperativos que montaba la Aprevide, todo derivó en una guerra de guerrillas: hubo no menos de seis tiroteos en los últimos 40 días que dejaron tres heridos de bala. Y la destrucción total de una parrilla, la de Tito, donde se reunía la facción disidente. Los últimos diez días la situación se tornó insostenible: hubo cuatro detenidos de la facción disidente cuando merodeaban el bar el Club, y estaba armados. Al día siguiente, por una denuncia del Gobierno Nacional que tomó nota de la situación explosiva, se produjo un mega allanamiento en el conventillo de Villa Maipú buscando armas largas, de guerra, cocaína, paco y marihuana. Ambas facciones decían haber sido vendida por la otra y en medio de eso, Chaca jugaba de local contra San Martín de Tucumán. Fue ahí cuando Somos Familia decidió emboscar a la facción oficial. Un llamado de un vecino y el trabajo del Aprevide logró desbaratar lo que podría haber sido una masacre. Pero el olor a pólvora sigue estando en el aire. Y nadie sabe cuándo volverá a explotar.

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