El 8 de septiembre de 2002 quedó en la memoria de todos los amantes del básquet y seguidores del deporte argentino como un día triste. Después de jugar un Mundial inolvidable, con picos altos de rendimiento, aquel equipo de Rubén Magnano cayó en la final contra Yugoslavia en tiempo suplementario después de un final polémico en el cierre del partido, en el que el árbitro griego Pitsilkas no pitó una clara falta contra Sconochini que hubiera enviado al alero a la línea para definir el juego.
Hace 17 años, Scola fue el integrante más joven de la selección argentina. Con 22 años, "Luifa" ya jugaba en uno de los mejores equipos del básquet español -Tau Cerámica, hoy llamado Baskonia- y deslumbraba con sus movimientos en el poste bajo. Y en Argentina, tenía sus minutos asegurados ingresando como suplente: en esa época, Fabricio Oberto y el Colo Wolkowyski eran los internos titulares para el entrenador cordobés.
Indianápolis 2002 fue el torneo que catapultó a esa camada al estrellato internacional. Al igual que sucedió en China, la Selección llegó a la final de la Copa del Mundo invicto y mostrando un altísimo nivel de juego. Con Manu Ginóbili como bandera, pero con un equipo balanceado en ataque y defensa, superó a rivales como Rusia, Brasil, Alemania -en dos ocasiones, una en la semifinal del torneo- y a Estados Unidos, dejándolo fuera de la lucha por las medallas en su propia casa.
Casi dos décadas después, Scola regresará al mismo escenario. Pero con compañeros diferentes, muchos de ellos ni siquiera tienen en su memoria haber visto los partidos de la Copa del Mundo. Por ejemplo, Máximo Fjellerup tenía 4 años cuando su capitán se colgó la medalla de plata en Indianápolis. Luca Vildoza, uno de los jugadores con mayor proyección, tenía 7 y ya tiraba al aro en su Mar del Plata natal.
Mismo es el caso de Agustín Cáffaro: el nacido en Piamonte, Santa Fe, tenía 7 años cuando Scola le ganó con la selección argentina a la versión 2002 del Dream Team estadounidense. Otro que tenía la misma edad era Gabriel Deck, que en Colonia Dora, un pequeño pueblo de apenas 2.500 habitantes ubicado a 175 kilómetros de la capital de Santiago del Estero, ya soñaba con ser como Manu.
El bahiense Lucio Redivo ya tenía 8 años para ese Mundial. Mientras que Patricio Garino, Nicolás Brussino y Taya Gallizzi habían soplado 9 velitas. Pato, marplatense, además de jugar al básquet también practicó natación antes de irse a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de George Washington. Nico, con partida de nacimiento en Cañada de Gómez, ya desde que tenía 5 practicaba el deporte que lo llevó hasta la NBA.
En el 2002, Delía tenía 10 años. ¿Y Campazzo más Laprovittola, los más viejos del equipo después de Scola?
Desde los 5 años, el base dio sus primeros pasos en el equipo de la Municipalidad de Córdoba. Allí jugó durante una década, más allá de tener un corto paso por Unión Eléctrica. Pero a los 11, edad que tenía Facu cuando Luis fue parte del plantel subcampeón mundial, el hoy jugador del Real Madrid se desvivía por ir a ver a Atenas de Córdoba para seguirle los pasos a Juan Pablo Figueroa y Facundo Sucatzky, sus dos ídolos. Por su parte, Lapro tenía 12 años cumplidos y hacía 6 que había arrancado en las divisiones inferiores del Deportivo Morón, la institución al que lo llevaron papá Juan Carlos y Margarita Stolbizer, su mamá.
El tiempo pasó. Los chicos crecieron y llegaron a ser lo que son: finalistas del Mundial de básquet en China. Para Scola, el tiempo también pasó. Pero igual volverá al mismo lugar que lo tuvo como protagonista en la primera gesta de un equipo que marcó la historia del deporte argentino.
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