"Aquí estoy, muy contenta. Pero tratando de asimilar todo esto. Es muy fuerte. Mucha gente llama, para felicitar, preguntar…". Del otro lado de la línea habla María Elena Avedano, la mamá del jugador del momento. No sólo de Argentina, podríamos decir del Mundial sin temor a exagerar, ya que FIBA admitió que Facundo Campazzo y Luis Scola son candidatos al MVP del torneo. "Hasta nosotros estamos asombrados. Todo ha pasado tan rápido en estos años que uno no se da cuenta lo que logrado Facundo, adonde ha llegado", dice esta orgullosa cordobesa de 58 años sobre un hijo que, a los 28 años, puede ser el mejor base del torneo y, por ende, del mundo. Un mundo que también incluye a la NBA, aunque él todavía no juegue allí. Y ella, feliz, hace su análisis, más de madre que de entrenadora. "Lo veo muy bien en la cancha. Se lo nota tranquilo, afianzado, maduro. Lo que veo afuera se refleja adentro. Está muy bien en su vida personal y eso se nota. Sobre todo desde que se casó y está esperando su hija", cuenta quien en poco menos de dos meses espera convertirse en una babosa abuela. Consuelo, la mujer de Campazzo, dará a luz a Sarah, en los primeros días de noviembre, en Madrid, donde hoy se encuentra muy feliz, viendo el Mundial, acompañada por su madre.
Facu es el segundo de cinco hermanos, el único que Mary tuvo con Ricardo Campazzo, el papá que luego tuvo otros tres con una nueva pareja. El armador se crió con Marcelo, el mayor (hoy 35 años), con quien son muy compinches y unidos. "De chico, Facu era terrible. No en conducta, porque en la escuela se portaba muy bien, sino por su hiperactividad. Siempre estaba haciendo algo y me vivía diciendo que estaba aburrido", recuerda ella. Hay una anécdota que pinta esa exuberante cantidad de energía que hoy despliega en la cancha. "En casa vivía jugando con la pelota de básquet, tirándola contra el techo. Y un día, de tanto tirarla, hizo caer un enorme pedazo de revoque que se cayó arriba de la TV y la Play. ¿Qué le dije? Que no la lance más para arriba –se ríe-, tuvo suerte que no le cayó encima", cuenta.
Esa avasallante intensidad diaria fue la razón por la cual, a los 4 años, Mary lo empezó a llevar al club Municipal de Córdoba y le exigió que eligiera un deporte. "Yo fui deportista toda la vida. Jugué al hóckey sobre césped hasta los 48 años. Quería que él y su hermano hicieran alguno, sí o sí", asevera mamá. De ella, aseguran, sacó Facu su pasión por el deporte. Marcelo eligió fútbol y Facundo prefirió el básquet. "El mayor se lo quiso llevar al fútbol, para ver si le gustaba. Facu arrancó, jugaba muy bien y en un momento me pidió seguir con los dos a la vez. Ahí me puse firme, le dije que los dos a la vez era imposible, que tenía que elegir porque prefería que hiciera uno bien y no dos, mal… Y él se quedó el básquet. Tendría 11 años, calculo. Eso sí, el entrenador de fútbol me quiso matar cuando dejó porque me decía que Facu era el mejor jugador que tenía de su edad", comenta.
Desde chico, el MVP de la última final española fue un apasionado por jugar y mejorar. "Se la pasaba en el club, desde las 15 hasta las 21 que lo iba a buscar. Y siempre estaba en la cancha de básquet. Recuerdo veranos en los que sus amigos se divertían en la pileta y le gritaban que viniera a lanzarse del trampolín, pero él se quedaba tirando al aro, con el calor que se hacía bajo ese tinglado…", explica Mary. Allí hizo su grupo de amigos que llega hasta hoy en día y sólo se fue unos meses a préstamo a Unión Eléctrica. Justamente, con ese club, viajó a Mar del Plata a jugar un Hexagonal U 19 en que tuvo al famoso Peñarol como anfitrión, en octubre del 2006. Tenía 15 años y ya jugaba con chicos de 18… Por eso, contra el local, entró con el partido definido. Pero, pese a lo chiquito que era, cautivó por su actitud a quien le cambiaría la vida. "Habrá jugado 3/4 minutos. Pero me llamó la atención mucho su picardía, la chispa, pidió la pelota, no se escondió pese a la diferencia de edad. Y mostró que tenía movimientos interesantes", recuerda Osvaldo Echevarría, el famoso formador que hace décadas tiene el Milrayita marplatense.
Pocos meses después, Echevarría se lo llevaría a vivir a Mar del Plata y cumpliría la función de padre-coach en los primeros años de Campazzo en el club. Cuenta ese momento su madre:"Cuando volvió de Mar del Plata me dijo que se quería ir para allá. No sé bien por qué, pero él prefería jugar fuera de Córdoba y eso que acá están Atenas y otros clubes importantes. Le dije que para mí era demasiado chiquito, pero él estaba tan seguro que me convenció. Dicen que a los hijos hay que dejarlos volar y eso hice yo…", explica. No le fue fácil a Mary: "De un día para el otro me quedé sola porque Marcelo, el mayor, se casó y Facu se fue para Mardel. Estuve llorando todo un año", admite. Eso sí, cada dos meses se subía al colectivo un viernes, viajaba 17 horas hasta La Feliz, pasaba el finde con su nene y el lunes repetía la rutina para estar trabajando otra vez el martes. Un esfuerzo que ella realizó durante los siete años que Campazzo pasó en Peñarol. "En los primeros tiempos lo hacía porque quería ver dónde vivía, con quién se juntaba, qué hacía… Tenía 15 años, estaba solo en una ciudad turística con muchas tentaciones. Y después lo hacía para visitarlo y disfrutar unos días con él", reconoce mamá Avedano.
Ella rescata el cariño y la contención que recibió en ese club pasional que es Peñarol. "Fue una casa enorme para él, siempre le dieron lo mejor. Tiene suerte Facundo, siempre cayó en los lugares justos, donde lo quisieron y acompañaron mucho", rescata. Campazzo vivió los primeros años en un hotel aunque a veces tenía un problemita que lo complicaba… "Siempre tuvo miedo a la oscuridad. Terror diría, se levantaba a los gritos, porque tenía pesadillas muy feas. Tenía que dormir con una luz prendida, aunque sea la del televisor. Y, al principio, en Mardel llamaba a Echevarría o algún dirigente por ese tema y terminaba durmiendo en sus casas", explica. Increíble pero real. Y hasta difícil de imaginar a Facu con miedo a fantasmas o espíritus, como él ha confesado. Que semejante jugador-coraje, carente de cualquier miedo en la cancha, capaz de intentar las jugadas más arriesgadas, especialista en ejecutar bajo presión y ante rivales mucho más grandes, tenga miedo a dormir solo… "Sí, también a los aviones y a las alturas –acota su madre, entre risas-. Pero ya no tanto, eh. Ahora se le ha pasado", dice.
Campazzo descolló rápidamente en Peñarol y fue campeón U16 y U18 a nivel nacional. Hasta que Sergio Hernández, por pedido de Echevarría, le dio una oportunidad en el equipo principal. "Es un caradura", le dijo Oveja al coach de inferiores luego del primer entrenamiento con el plantel de la Liga. En el país dominó como pocas se vio en tan corto tiempo. Incluso relegó a un papel secundario en el equipo a una estrella que venía dominando la competencia como Leo Gutiérrez, campeón olímpico y jugador más ganador de la historia de nuestra competencia. El salto a Europa fue inevitable y allí, de a poco, también se fue ganando lugares (y tapando bocas) hasta que hoy es la estrella más valiosa del equipo más trascendente de Europa (Real Madrid). Nada más y nada menos.
En una actualidad llena de elogios que llegan de todo el mundo hay una sola cosa que la madre no le perdona. O al menos de la que espera que su hijo cumpla una promesa. "No haber terminado el secundario", revela ella. Campazzo lo dejó en Córdoba e intentó seguirlo en Mar del Plata, pero "había que levantarse muy temprano", es la excusa del base. "Le quedaron dos años, pero prometió terminarlo, en algún momento y yo sé que lo hará", agrega Mary. "Sí, claro, lo voy a hacer más por ella que por mí", devuelve Crackpazzo, un apodo que va con su increíble estilo de juego. "Sabés cuántas veces le dije 'hoy no vayas a entrenar y quédate a estudiar', pero era imposible convencerlo. Siempre fue muy abocado a su pasión, a seguir mejorando. Nunca le alcanzó con lo que lograba. Y hoy le sigue pasando. Seguro que luego del Mundial querrá más. Nosotros nunca imaginamos algo así. Ni siquiera él. Su sueño era jugar en la Liga Nacional, pero ni siquiera pensaba en la Selección. Y mirá lo que ha logrado ahora", dice Mary. Pero ella, más que todo, se queda con lo que su entrañable hijo le brinda cada día que se ven. "Facu sigue siendo el mismo de siempre, el mismo chico humilde, simple y atorrante de toda la vida", admite, feliz, y con un dejo de emoción en su voz.
Disfrute, mamá, disfrute.
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