Aparentaba ser un partido más. De esos en los que Ferro hace todos los méritos para quedarse con la victoria, pero termina lamentando al sabor amargo de la derrota. Sin embargo, en la fría noche de Caballito había un hincha que vivía el encuentro de una manera diferente. Él tenía una misión personal. No le importaba el resultado, ni las consecuencias. Su necesidad pasaba por otro lado.
Pablo y Gustavo se conocieron en Villa Crespo hace más de 30 años, cuando ambos eran unos jóvenes laburantes que se las ingeniaban para llegar a fin de mes. "Eran dos buscas que vendían lavandina, detergente, medialunas de jamón y queso, ensaladas de fruta…", recordó Marcelo, hermano del simpatizante de Atlanta que murió repentinamente en una calurosa jornada de enero.
Comenzaron como vecinos y pronto se convirtieron en amigos inseparables. Sus encuentros en el Parque Centenario fortalecieron el vínculo. Todos los fines de semana, Gustavo pasaba por el puesto de Pablito como escala previa de sus viajes como vendedor ambulante. Un mate, una conversación sobre Hermética o algún debate futbolístico formaban parte de las tradicionales jornadas que se establecían en el popular centro comercial.
La velada del 3 de septiembre quedará grabada en el corazón de los bohemios por la iniciativa que tuvo Gustavo Beheran en el Ricardo Etcheverri. Era la tercera fecha de un campeonato eterno. No había nada en juego. O sí. "Yo sabía que algo tenía que hacer en ese partido. Estuve un mes organizando ese homenaje, y cuando llegó el momento me explotaba el corazón", le confesó a Infobae.
Antes del inicio del encuentro, cuando todos los protagonistas estaban listos para dar comienzo al espectáculo, el hincha saltó al campo de juego con un cartel que contenía tres palabras: "Pablito Kaplan presente".
La mirada atónita de los futbolistas y la reacción pasiva de la policía fue una muestra de la "misión" que tenía el invasor. "Los jugadores me miraban y no entendían nada. Estaban asustados. Pero yo siempre los traté con respeto, les quería explicar que era por una causa noble", aclaró.
Aquella causa se basó en el recuerdo de su amigo fallecido el 27 de enero, cuando tenía 46 años. "Pablito entró en una profunda depresión cuando el Gobierno de la Ciudad le levantó el puesto del Parque Centenario y le confiscó toda la mercadería", recordó su hermano, quien mantiene relación con el fanático de Ferro que planeó el homenaje.
Como lo explicó Gustavo, "en el Parque hay varias ferias en una. En un sector están los artesanos junto a los que venden libros y discos, que está todo legalizado. Después hay otra parte en donde venden ropa, y se formó una cooperativa que tranzó bien con el Gobierno, pero Pablito estaba en un lugar que tenía todo agarrado de los pelos…"
"Tenía un puesto fijo, pero estaba muy cerca de los manteros. Por eso un día llegó el Gobierno de la Ciudad para levantar todos los puestos y confiscar la mercadería. Se metieron en los depósitos y se llevaron todo", detalló Marcelo.
La pérdida económica dejó al fanático de Atlanta sin trabajo. A pesar de sus constantes reclamos, Pablo Kaplan nunca recuperó el dinero invertido en su negocio y a los dos días murió de un infarto.
"Estoy cansado del llanto que nunca algo me dio. De la calma y la paciencia ante la represión. Me reiré al ver sus caras expresando el dolor producido por la blanca fuerza de nuestra unión", reza uno de los temas de V8, con el que Pablito juntaba fuerzas para salir adelante ante las adversidades.
Para su círculo más íntimo es Momento de luchar. El Gil trabajador fue Cautivo del sistema. Cada vez que suena heavy metal en la familia Kaplan, Pablito se hace presente. Del mismo modo que sucedió en Caballito, cuando Gustavo Beheran trasladó su mensaje al fútbol del ascenso.
"Cuando me enteré de la fecha del partido con Atlanta me empecé a maquinar con que algo tenía que hacer, porque cada domingo que voy al Parque y veo a su mujer con sus hijas se me rompe el corazón. Están destruidas", deslizó Gustavo.
El plan para la locura tuvo sus riesgos. "Llegué temprano. Estaba nervioso y no paraba de calcular por dónde saltar", aseguró Beheran, y continuó con su relato: "Antes de que empezara el partido tenía pensado tirarme cerca de un córner, pero estaba lleno de policías. No era una buena opción porque me iban a matar. Entonces me fui para el banco de suplentes de Atlanta. Peor. Ahí había policías y perros. Tenía una angustia terrible, porque no iba a poder cumplir con la misión".
"Tuve que ir detrás del banco local, donde no había nada de pasto para que pudiera amortiguar la caída. Era todo cemento", agregó Gustavo. "Ya fue, me lanzo con todo", fue lo último que pensó antes de comenzar con su aventura.
Tal vez por la adrenalina que sintió en ese momento, el personaje de características similares al representante de Juan Perugia de la serie Todos contra Juan nunca notó el dolor que más tarde le provocaría el aterrizaje forzoso."La platea de Ferro es bajita. Ya la tenía medida, pero cuando caí me reventé los tobillos", aclaró el fanático, que invadió el campo de juego con su pancarta.
Naturalmente, la locura tuvo sus consecuencias. "Cuando me vinieron a buscar los policías, se querían matar. Siempre les pedí perdón, con mucho respeto, pero me tuvieron un montón de tiempo demorado. Incluso en la ambulancia que estaba en el estadio me revisaron el tobillo porque no podía caminar", detalló el infractor. "Movilizó a toda la comisaría como si fuera Robledo Puch", ejemplificó Marcelo.
"Finalmente, me labraron un acta, pero fue raro porque no sabían cómo encuadrarlo. Me perdí todo el partido porque no sabían cómo reaccionar. Me terminaron haciendo una contravención para que fuera a la fiscalía a los 5 días", concluyó Gustavo, quien cumplió con su objetivo a pesar de haber perdido su cartel por haber quedado confiscado por la autoridad policial.
Aparentaba ser un partido normal de la Primera Nacional. Un encuentro intrascendente de la tercera fecha del torneo de la segunda división del fútbol argentino. No fue así para Gustavo Beheran. Él demostró que la fuerza de la amistad puede quebrar las barreras de la rivalidad. Por ello, la hinchada de Atlanta lo invitó a su casa como agradecimiento para que esté en la revancha de la fecha 18, cuando el Verdolaga viaje a Villa Crespo. No será extraño observar en medio de la popular azul y amarilla a un fanático con la camiseta del Oeste. Aquel día se escribirá la segunda parte de la historia.
Seguí leyendo