—¿Viste cómo le dio resultado el entrenamiento de Rocky que hizo en el campo? Así lo llamo yo —se ríe—, fue como aquella preparación contra Iván Drago. Y claro, si el segundo apellido de Luis es Balboa…
Mario Scola, el papá del gran Rey Luis V, se muere de risa cuando cuenta su comparativa ocurrencia. El ex pivote de la Selección agradece la nota de Infobae que contó el trabajo silencioso que su hijo, Luis Scola Balboa, realizó en el campo de Castelli durante 14 semanas, antes de comenzar los entrenamientos oficiales con la Selección. "Muy linda, muy buena, me la mandó todo el mundo", dice. Y enseguida relata algunas anécdotas desconocidas, que reflejan por qué Mario lo llama el entrenamiento de Rocky. "Salían a correr a las siete de la mañana, con un frío de morirse… Y se la pasaban entrenando. Horas y horas. Repitiendo una y otra vez un ejercicio. Como Rocky", cuenta sobre el trabajo que Luifa realizó junto al preparador físico Marcelo López y el entrenador de habilidades Mariano Sánchez (el hijo del famoso Huevo).
A Mario no le sorprende. "Luis es muy testarudo. Se le pone algo en la cabeza y lo hace. No para. Él quería llegar muy bien al Mundial. No pensaba ir a sentarse en el banco o limitarse a dar consejos como un líder. Quería jugar. Y jugar bien. Y para eso sabía que debía terminar de cambiar su juego, ponerse más ágil, más veloz. Luis es un estudioso del juego y se dio cuenta a tiempo de los cambios que venía teniendo el básquet. Comenzó a modificar cosas, le agregó otras y mirá el nivel que tiene ahora", explica quien fue jugador profesional. Pivote de 2,02 metros que empezó y se retiró en AFALP, en Palomar, pero que entre 1973 y 1988 tuvo pasos destacados por Obras, Ferro, Boca, Vélez y Hacoaj. Incluso fue subcampeón sudamericano (1975) con la selección argentina juvenil (fue el goleador del equipo con 13,8 puntos) y llegó a la Mayor a fines de los 70 y principios de los 80. Por eso sabe de lo que habla. "El nivel de juego sí me sorprende, la verdad; el trabajo no, porque siempre fue un obsesivo. Desde febrero tenía planeado lo que iba a hacer en Castelli y me pidió que en marzo empezara a dejar todo listo porque iba a estar concentrado por más de tres meses", reconoce.
Mario destaca la decisión de su hijo de llevarse al preparador físico a China. "Hace dos años que vive con él allá. Son dos locos del entrenamiento. Marcelo le ha cambiado todo, desde la alimentación hasta la preparación física. Ahí está el secreto de la vigencia", explica. Scola promedia 19,3 puntos, 47% en dobles, 43% en triples, 85% libres y 8,1 rebotes para ser gran candidato a MVP de este torneo. A los 39. Y pensar que en el Mundial 2006, con 26, sus medias fueron claramente menores: 14,3 puntos, 50% dobles, 69% libres y 7 rebotes. "Sí, eso es increíble. Y lo que me impacta es lo que está jugando: hoy fueron 34 minutos y promedia 29 minutos. ¿Cuántos tuvo en aquel torneo de Japón?", opina mientras consulta. Se lo decimos: apenas 25 minutos. "¡Qué locura! Y pensá que lo de hoy lo hace ante rivales mucho más grandes físicamente, siendo defendido por dos y tres jugadores por momentos", opina.
Mario asegura, igual, que estaba seguro de que el estado atlético de su hijo sería óptimo, "porque sé que iba a trabajar mucho en eso", pero siente que el gran salto de calidad se dio en su juego. "No pensé que iba a incorporar tan rápido todo lo que entrenó con Mariano (Sánchez). Primero me sorprendió que contratara a alguien para su juego y luego que aquello que yo vi en el campo lo pudiera poner en práctica contra rivales tan grandes, tan fuertes, mucho más jóvenes…", comenta. Mario detalla lo que vio en aquellos interminables entrenamientos. "Todo tipo de tiros, fintas, giros, movimientos de pies… Luis siempre los tuvo pero no yendo hacia adentro. Ahora sorprendió a los rivales. No lo tenían amagando, poniendo la pelota en el piso con decisión y yendo hacia adentro", cuenta. También dice que lo sorprendió verlo agarrar un rebote y cruzar la cancha con la pelota, con sus 39 años y 2,07 metros… "Se lo dije: ¿qué te agarró? Y me contó que era porque tenían que acelerar, atacar rápido, que también lo estaba entrenando. Todo entrena", relata, sonriente.
Mario cuenta que ha hablado poco con su hijo durante el torneo. "Se cierra mucho, no le gusta, aunque ahora está un poco más abierto", relata. Pero, en una de esas pocas charlas, reconoce el vaticinio que tuvo Luis en la previa de la semifinal. "Hablamos antes del duelo Francia-USA y yo le dije 'juguemos un tiempo con cada uno' tratando de sacarle presión. Y me contestó que me quedara tranquilo, que le iban a ganar a cualquiera de los dos. Lo noté muy enchufado, creyendo mucho en el equipo. Me lo dijo hace tiempo y me lo ratificó al volver de Lima, que confiaba mucho en este equipo, que estaba para cosas importantes", admite. Mario, como buen ex jugador, también hace su análisis del equipo. "Están todos muy bien, hay una dinámica colectiva que empuja y hace que cualquiera que entre a la cancha cumpla su función. Además, a esta altura, me parece que tenemos que empezar a pensar que nuestros pibes también son de élite, quizás mejores que los franceses y los serbios. ¿Por qué no? Fijate Deck, Garino… Pato es un mini Chapu", tira, cerrando con otra ocurrente (y bastante acertada) comparación.
En el final, mientras sobrelleva la emoción, la euforia y una catarata de pedidos de notas, intenta concentrarse en la final. "Estos pibes no le tienen miedo a nada. Ya le ganaron a Serbia y a Francia, ¿por qué no le van a ganar a España?", argumenta. ¿Y cómo no? Diecisiete años después se repite la historia. Una generación argentina sorprende al mundo y se mete en una definición mundial. El padre de la criatura, eso sí, pide que el final sea distinto. "Ojalá que se le dé a Luifa, sobre todo ahora que llegó su familia, con los chicos… Y que sea para nuestro país. Sobre todo después de cómo nos robaron los árbitros en Indianápolis… Ojalá, por todos", reza. Que así sea, Mario.