El Monumental no es una caldera a punto de explotar sino un refugio. La pelota está lejos de ser una bola de fuego. Cada partido copero asoma antes como una nueva posibilidad que como un problema o una carga. El River de Marcelo Gallardo se encargó de erosionar los viejos estigmas del club a nivel internacional y sale a jugar cada competencia gustoso de llevar puesto el rótulo de candidato. En cuatro años y medio ganó siete títulos en el ámbito de la Conmebol y quiere más: se clasificó por cuarta vez en cinco años para las semifinales de la Copa Libertadores y deberá enfrentar nuevamente a Boca, el 1 de octubre en el Monumental y el 22 en la Bombonera.
La obtención de la Copa Sudamericana 2014, con la cual le puso fin a una racha de 17 años sin títulos a nivel internacional, resultó la cabecera de playa del ciclo más exitoso de la historia del club. A partir de entonces, la era Gallardo se transformó en una usina ganadora de títulos para River: la Recopa 2015, la Libertadores 2015, la Suruga Bank 2015, la Recopa 2016, la Libertadores 2018 y la Recopa 2019. Antes de la llegada del Muñeco, River había celebrado apenas cinco estrellas a nivel internacional: la Libertadores 1986, la Intercontinental 1986, la Interamericana 1987, la Libertadores 1996 y la Supercopa 1997.
Con Gallardo, entonces, River se reposicionó a nivel continental como el equipo ultra poderoso que siempre supo ser en el ámbito nacional. Acostumbrado a las batallas coperas, ahora da la sensación de que juega ese tipo de partidos con la naturalidad con la que tenemos asumido que después de enero viene febrero, luego marzo y así.
"Hasta te podría decir que disfrutamos de ese tipo de partidos", afirma ante Infobae uno de los integrantes del cuerpo técnico. En efecto, el equipo no parece sentir la presión que conllevan los cruces coperos, por lo general estresantes.
La Libertadores del año pasado que River festejó en Madrid nada menos que ante Boca podría resumirse como una de las más complejas de la historia, sino la más. De octavos de final hacia adelante, debió superar a cuatro campeones de América y del mundo, con el valor agregado de que tres de esos rivales fueron argentinos, con la mayor carga que eso supone al ser adversarios que se conocen mucho: Racing en octavos de final, Independiente en cuartos y Boca en la final. Gremio, entonces campeón vigente, fue la víctima en las semifinales.
En el seno del plantel entienden que semejante roce representa un plus, un arma silenciosa que el equipo sabrá empuñar en los momentos más complicados. "Respetamos mucho a Boca porque tienen grandes jugadores, pero también estamos confiados porque ya fuimos varias veces a Vietnam", asegura una de las personas de máxima confianza de Gallardo.
La metáfora alude no solo a la mística copera que supo adquirir este River, sino también a las cuatro victorias ante Boca en los mano a mano decisivos que tuvieron lugar durante el ciclo del Muñeco: Sudamericana 2014, Libertadores 2015 y 2018 y Supercopa Argentina 2018.
Esa piel curtida para los duelos mano a mano, confían en River, puede llegar a resultar importante a la hora de la verdad, es decir al momento de volver a enfrentar al máximo rival. "Además, no tenemos tanta presión como ellos", agrega la misma fuente.
Gallardo por ahora no pone el acento en los choques frente a Boca. Sabe que antes deben enfrentar a Huracán, Vélez y Gimnasia y Esgrima La Plata, por la Superliga, y a Godoy Cruz, por la Copa Argentina. Cuatro partidos que le servirán de puesta a punto definitiva para las batallas que más le gustan a su equipo: las internacionales, las más exigentes, las que hasta ahora le han deparado varías de las alegrías más grandes de la historia del club.
SEGUÍ LEYENDO: