Saludaron a los rivales. Se abrazaron. Se pusieron a cantar a los saltos. Estos jugadores del seleccionado argentino de básquetbol consiguieron un triunfo inolvidable ante Serbia y se metieron en las semifinales de la Copa del Mundo de China.
"Al primero que me diga que esto fue una sorpresa o un milagro, me voy. Rompo un teléfono, después se los pago, pero lo rompo", aseguró Luis Scola y soltó una sonrisa. "Lo voy a decir antes de que me lo pregunten: esto no es un milagro, lejísimo de ser un milagro. No es una sorpresa. Había 22 personas que creíamos que íbamos a estar acá. Es todo lo que necesitábamos, que lo creyera el equipo". Así, contundente y claro como siempre, el capitán de la selección argentina plantaba bandera. La bandera de este equipo que continúa con pasos de gigante.
Este martes 10 de septiembre, que quedará marcado en la historia, había comenzado diferente. El calor agobiante en Dongguan obligaba a meterse en cualquier sitio con aire acondicionado. Y en un centro comercial, un periodista serbio nos dijo al pasar que todavía tenía en su memoria lo bien que jugaba aquel equipo del Mundial de Indianápolis 2002 y que este de 2019 le hacía acordar a aquel por lo lindo que jugaba. Y que a pesar del favoritismo de Serbia, él no estaba tranquilo de tener enfrente a Argentina. La expectativa por el choque de cuartos de final no dejaba de crecer en el ambiente. Los chinos preguntaban por el partido en esta ciudad bien basquetbolera. El imponente Dongguan Basketball Center, con capacidad para 16.000 espectadores, se fue colmando de a poco hasta tener ocupadas prácticamente todas sus butacas.
"No le tenemos miedo a nadie", había anticipado cada integrante del plantel consultado en los días previos. "Si ejecutamos bien nuestro juego podemos ganarle a cualquiera", aseguraban sin dudarlo los protagonistas de este equipo de Sergio Hernández. Y así fue desde antes del inicio. Porque en el vestuario, los jugadores vieron un video que les sumó motivación, por si hiciera falta agregarle adrenalina al hecho de tener adelante a un gran candidato a ser campeón del mundo. En ese video, se resaltaban los logros de este grupo de jugadores que, como sucesores de la Generación Dorada, tenían la difícil tarea de dar vuelta la página y dejar en el altar del pasado al mejor seleccionado de la historia.
El dueño del partido, desde el inicio, fue Facundo Campazzo. Con desparpajo e inteligencia mostró lo mejor de su fantástico repertorio. El pase de faja para la volcada de Delía en el primer cuarto levantó a todos los hinchas de sus asientos. Y marcó el camino. Argentina no se dejaría pasar por arriba por un equipo serbio repleto tanto de figuras como de arrogancia.
"Para ser campeón, hoy hay que ganar", se animaron a cantar los fanáticos durante el primer tiempo, cuando el control del juego estaba en las manos del endemoniado base. La gran cantidad de faltas cobradas por los árbitros complicaba la permanencia de algunos jugadores en la cancha, especialmente de los internos. Las protestas se sucedían, pero también la capacidad de demostrar valor agregado de los jugadores que habitualmente juegan menos minutos.
La paridad al entretiempo no preocupó a los hinchas, sino todo lo contrario. "Que de la mano de Sergio Hernández, todos la vuelta vamos a dar", entonaron sin parar. Y el entrenador respondió golpeando el cartel publicitario al ritmo de la canción y saludó con el puño cerrado. Oveja transmitía confianza.
La tensión se podía sentir en cada rincón del estadio. Los hinchas de los dos seleccionados alentaban cada vez más fuerte. Los chinos aplaudían admirados por el titánico duelo. Ya no había favoritismo que valiera, no había pronósticos que sirvieran de apoyo para nadie. Argentina se había propuesto, con su identidad, sacar de la lucha por el título al equipo de Sasha Djordjevic, quien antes del Mundial había sugerido que el seleccionado de Estados Unidos debía tenerle miedo.
Se acercaba el final del juego y la selección argentina no aflojaba. Imponía su supremacía y siempre tenía un triple a disposición (tuvo un valiosísimo 44% de efectividad en ese rubro, con 12 conversiones en 27 intentos) cuando el resultado apremiaba. Con el marcador 84-76, tras un doble de Nicolás Laprovittola, Scola reunió a sus compañeros para hablarles. Minutos después, cundo el score era 91-85 les pidió tranquilidad. Y la tuvieron. Campazzo convirtió un doble decisivo y Gabriel Deck selló el triunfo con autoridad con una volcada que hizo vibrar a todo el estadio. El cierre fue a pura alegría, a puro salto, a pura emoción. "Fue una victoria increíble, contra un gran rival. Nos merecemos estar donde estamos por la calidad de equipo y de grupo que somos. Hicimos un trabajo genial durante los 40 minutos", sintetizó Deck. "Antes de llegar a China ya sabíamos que podíamos ganarle a cualquiera, lo estamos concretando y es una alegría muy grande. Somos un equipo con mucho compromiso y estamos muy unidos", agregó Laprovittola.
Argentina ya está en semifinales del Mundial. Campazzo, elegido una vez más mejor jugador del partido, tuvo un desempeño para la historia. Desde que se registran las asistencias, ningún jugador argentino había logrado al menos 10 puntos y 10 asistencias en un partido de un Mundial. El base cordobés, que registró 18 puntos y 12 asistencias en esta inolvidable victoria, afirmó: "Me siento con una felicidad absoluta. Dimos todo. Tuvimos un gran partido colectivo. Hay que tomar dimensión y disfrutar de un triunfo de tanta magnitud". Juan Ignacio Pepe Sánchez, uno de los bases campeones olímpicos en Atenas 2004, destacó la actuación de Campazzo y la llevó a un nivel superior: "Desde Manu Ginóbili contra Estados Unidos en 2002 que no veía a un jugador transformarse así en el dueño del partido".
El rival de Argentina en semifinales surgirá del ganador de Estados Unidos-Francia. Sin importar cuál sea el adversario, Scola, autor de 20 puntos, mantuvo una idea firme: "No le tenemos miedo a nadie. Sabemos que podemos perder con cualquiera y sabemos que le podemos ganar a cualquiera". El capitán, uno de los actores principales de los mayores logros de la historia del seleccionado argentino, se mostró sereno ante lo que viene en el futuro cercano: "Parece difícil, pero realmente no lo es. Venimos jugando bien al básquetbol hace por lo menos tres años y cuando vos jugás así durante tanto tiempo, se transforma en un hábito. Jugaremos de esta manera porque esto somos nosotros y no vamos a cambiar".
Tras la euforia en el vestuario con el clásico "Despacito, despacito, despacito, les rompimos el c…", cantado por la mayoría de los jugadores, el seleccionado argentino volvió a su hotel con más tranquilidad, pero con las sonrisas imborrables en los rostros de los protagonistas. Tenían la satisfacción de haber cumplido un sueño. Y la calma de saber que irán por otro más.