VIDEO: EL BOOM DE LAS ESCUELAS DE FÚTBOL FEMENINO, EN LA VOZ DE SUS PROTAGONISTAS
Cae la noche en un jueves frío del mes de agosto. En la cancha 1 de un complejo del barrio de Villa Crespo juega un grupo de chicos. En la de al lado, hay un partido mixto. En la tercera, entrenan las chicas de una escuelita. La imagen no sorprende: las mujeres ocupan cada vez más espacios en el fútbol y son protagonistas de una revolución que parece no tener marcha atrás.
Con el fenómeno que se ha generado alrededor del fútbol femenino y el crecimiento que ha registrado la disciplina – no solo en la Argentina, sino en todo el mundo-, son cada vez más los espacios que se abren con el objetivo de ofrecer un lugar para desplegar esas ganas de jugar y de formarse en un deporte que siempre pareció estar reservado solo para los varones. Fueron ellos los que lo practicaron, los que lo disfrutaron, los que lo vivieron. Hoy esa exclusividad se está quebrando.
De a poco, los tabúes se van venciendo. Sin embargo, fueron muchas las que quedaron en el camino por los prejuicios que pesaron sobre ellas en el pasado. Para albergar a esas mujeres, la Academia Femenina de Fútbol (AFF), que funciona en el barrio porteño de Colegiales, decidió abrir un espacio denominado "Mami Fútbol", al que hoy concurren unas 20 alumnas de entre 35 y 50 años.
"Es una clase para mujeres que no pudieron jugar y a las que hoy, con el auge del fútbol femenino, se les ha despertado de nuevo la pasión", contó Elena Di Blasio, coordinadora general de la Academia AFF, una escuela que también ofrece formación para niñas y jóvenes.
Poder estar en contacto con la pelota, aprender la técnica "desde cero", hacer actividad física y forjar vínculos con sus compañeras de equipo son factores que han provocado cambios incluso a nivel personal en las mujeres que concurren al "Mami Fútbol".
"Algunas nos cuentan que se han desbloqueado de muchos aspectos personales porque se frustraron cuando eran chicas y no pudieron jugar. Ahora lograron resolver otras cosas de su vida. Eso nos conmueve mucho y es el motivo por el que creamos este espacio", apuntó Di Blasio, y agregó: "A nosotras nos tocó vivir una niñez donde te señalaban con el dedo y sentías que eras 'marimacho' u otras cosas que el otro pensaba que eras. En los colegios las mujeres hacíamos vóley o handball, y los varones fútbol. No teníamos la opción de elegir".
Laurina Oliveros -actual jugadora de Boca Juniors y con muchos años en la selección argentina- fue más allá y no solo creó un espacio para que las mujeres jueguen al fútbol, sino que apostó a una formación más específica. Desde su experiencia personal, busca capacitar a sus alumnas para ser arqueras, un puesto muchas veces dejado de lado en la educación de las futbolistas.
Junto a su amiga y socia Gimena Lepere, "Lauchi" abrió este año una escuela que se desarrolla en dos clases semanales y que apunta al entrenamiento deportivo y a los ejercicios específicos para defender el arco de la mejor forma. A las prácticas que se dan en el barrio de Villa Crespo concurren, jóvenes y adultas que nunca habían atajado o que ya lo hacían, aunque de manera casi intuitiva.
"Sentía que este espacio hacía falta, que no había escuelas de arqueras", dijo Oliveros, que se ilusionó no solo con que abran más lugares de formación para las más chiquitas, sino con que cada vez más mujeres puedan ocupar roles en los distintos estamentos del fútbol (en las escuelitas, en los clubes e, incluso, en la propia AFA).
En la escuelita "Las Fulbitas" son testigos de cómo las barreras comienzan a caerse y que, producto de eso, son cada vez más las nenas que deciden jugar al fútbol (y que son apoyadas y acompañadas en sus deseos por sus familias). Este espacio, que da clases gratuitas a nenas de entre cuatro y 15 años los sábados por la mañana en la plaza Giordano Bruno de Caballito, comenzó con 15 alumnas y hoy tiene alrededor de 100.
Carolina Lebermann, Sofía Dupleich y Jessica Meccia son las entrenadoras de este emprendimiento que hace hincapié en lo deportivo, pero siempre con una perspectiva de género y una visión de Derechos Humanos. Las clases se dividen en tres grupos: de cuatro a siete años, de ocho a diez y de 11 a 15. El trabajo comienza con una entrada en calor lúdica para fomentar la movilidad articular. Luego, hacen circuitos de pases y de conducción, practican la técnica y realizan ejercicios tácticos. Todo termina con un partido y la correspondiente elongación final.
"Hoy en día, gracias al movimiento feminista y de las futbolistas, está mucho más aceptado que las nenas y las mujeres jueguen a la pelota. Igual sigue habiendo mucha desigualdad: nosotras empezamos a jugar ya de grandes y tenemos una desventaja histórica. También en la ocupación de espacios: en algunas canchas nos ha pasado que prioricen que jueguen los varones. Todavía hay muchos hombres que piensan que el fútbol no es para sus hijas. No es una batalla completamente ganada, pero hemos ganado mucho terreno a través de la lucha", destacó Lebermann.
La matrícula y las consultas, tanto de niñas como de adultas, crecen a pasos agigantados en las escuelas y son prueba de una gran transformación cultural. Un dato no menor es que, en su gran mayoría, son mujeres las que dirigen y encabezan estos emprendimientos.
La lucha del movimiento de mujeres de la Argentina -que hace un tiempo tomó al fútbol como una de sus banderas-, la pelea de las jugadoras de la Selección por lograr reconocimiento y que mejoren sus condiciones de trabajo, la explosión mediática que tuvo el Mundial de Francia 2019 y el reclamo de Macarena Sánchez que derivó en la profesionalización de la Primera División del fútbol femenino son algunos de los factores que motorizaron el interés de las mujeres por la disciplina y que provocaron un boom de los espacios para practicarla.
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