"Me voy a fumar un habano y me voy a poner en pedo", dijo un exultante Luis Scola. De pronto, dos jugadores tomaron el recipiente donde se guardaban las bebidas y bañaron con agua helada a Rubén Magnano. También se lo vio a Fabricio Oberto, vestido de civil y con la mano fracturada, mostrando una camiseta con la leyenda "Gabriel Riofrío" en honor al jugador de básquet cordobés que falleció trágicamente y que fue generacional de gran parte de aquel plantel. Esa fue una imagen del vestuario de un equipo que, segundos antes, se transformó en leyenda gracias a conquistar el mayor éxito deportivo en la historia del básquetbol argentino.
Aquel domingo 28 de agosto de 2004, Argentina le ganó la final a Italia por un contundente 84-69, justo con el rival con el que había perdido por un punto en la fase de grupos. Ese día, la Generación Dorada grabó a fuego un apodo que acompañará por siempre la vida de los que integraron un grupo único. Una selección de amigos que se tomó revancha de la derrota dolorosa e injusta en la final del Mundial de Indianápolis 2002 en manos de Yugoslavia y la decisión de los árbitros, y logró hacer historia en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
Para conmemorar los 15 años del título más importante para el básquet argentino y uno de los más relevantes en la historia del deporte argentino, Infobae habló con dos de sus grandes protagonistas: Pepe Sánchez, el base titular del equipo y el primer argentino que jugó en la NBA, y Gabriel Fernández, parte del recambio que siempre estaba disponibles para saltar a la cancha.
"Es una fecha como Navidad… cuando llega te toca las fibras. No soy mucho de poner a pensar en el pasado porque mi personalidad es siempre pensar en el futuro, pero cuando viene porque llega en algún estímulo, visual, una entrevista o algo así, me mata. Es tan fuerte el anclaje con lo que pasó, con ese grupo humano, con el oro olímpico en la cabeza, más cuando no está en el día a día, en el momento que los recuerdos llegan, me quiebran", le dijo Pepe a Infobae.
"Nuestra vida está marcada por ese día. A partir de ese día sos quién eras más ser campeón olímpico", agregó el base titular del seleccionado en la cita olímpica.
El camino de Argentina a la dorada o fue sencillo. Después de la "palomita" de Ginóbili en el último segundo del partido que le dio la victoria al equipo por un punto (83-82) ante Serbia y Montenegro, la fase inicial fue irregular para el conjunto de Magnano. La selección argentina cayó ante España, luego le ganó con comodidad a China, logró un triunfo ajustado ante Nueva Zelanda y perdió por la mínima ante los italianos. Esa derrota dejó al equipo en la tercera posición del grupo, lo que la obligó a enfrentarse contra Grecia, el local, en los cuartos de final.
"En el 2004 tuvimos hambre, con hambre de competir con los mejores. Y no era descabellado pensar en pelear por las medallas", recordó Sánchez sobre las aspiraciones con las que la Selección llegó a Grecia. "Por lo menos yo quería llegar a semifinales y tener dos partidos para ganar una medalla", agregó.
Con 20.000 griegos y un puñado de argentinos, el Helliniko Olympic Arena fue un hervidero. Argentina se sobrepuso a una mala primera mitad y gracias al ingreso desde el banco de Walter Hermann, el equipo sacó adelante un partido durísimo para clasificar a las semifinales del torneo y volver a enfrentarse ante una nueva versión del Dream Team estadounidense.
"El partido contra Estados Unidos fue una final anticipada. Tuvimos que hacer un gran juego para ganar, pero ellos ese día no pudieron con nosotros", expresó Gaby Fernández en diálogo con Infobae.
"Contra USA fuimos 12 tipos enfocados en que les podíamos volver a ganar", agregó el pivot, rememorando lo sucedido en el 2002 y esa victoria en la casa de los norteamericanos por el Mundial de básquet.
La leyenda dice que, encabezados por Tim Duncan -compañero de Ginóbili en los cuatro veces campeones de la NBA San Antonio Spurs- cuando el seleccionado de los Estados Unidos salió del vestuario y vio la arenga que hicieron los argentinos, quedaron incrédulos de lo que vieron. Tanta fuerza, tanto poder, tanta unión demostrada en una imagen fue un anticipo de lo que volvió a suceder horas más tarde en el parquet.
¿Qué paso los minutos previos al ingreso de argentinos y norteamericanos a la cancha para buscar el pase a la final olímpica?
La Generación Dorada hizo su ritual. La arenga de siempre, que se convirtió en un acto fundamental previo a jugar. "Nuestras arengas siempre eran para motivarnos a nosotros y salir por todo. Esa era nuestra mentalidad", recordó Fernández.
Pepe Sánchez se sumergió en la intimidad de un instante único e inolvidable para aquellos jugadores. "Nuestro ritual era siempre el mismo. Cantábamos la misma canción en el medio de un pogo furioso. Creo que también lo usábamos para sincronizarnos. Entrábamos en la misma frecuencia y, cuando fueron pasando los años, también se convirtió en un claro mensaje para nuestros rivales: 'Nosotros eramos uno', les decíamos con eso", dijo el jugador que se formó en la Universidad de Temple, Estados Unidos.
"Esta es la banda de la Argentina, está bailando… de la cabeza… Se mueve para acá, se mueve para allá, esta es la banda más loca que hay…"
Con esa canción de tribuna de fútbol como expresión en un grito de guerra desenfadado, Argentina empezó a mostrarle a Estados Unidos que el destino del juego no sería otro que una nueva victoria Albiceleste contra un equipo plagado de jugadores NBA. ¿Algunos apellidos? Dos consagrados como el propio Duncan, el mejor anotador de la liga, Allen Inverson, y dos novatos que luego harían historia como Lebron James y Dwyane Wade.
"El partido contra Estados Unidos es el más mágico de todos, define el sueño olímpico. No hay partido más complejo que una semifinal olímpica ni rival más complejo que ellos. Era el mayor escenario contra el mayor rival", analizó Pepe Sanchéz. Y confirmó algo que 15 años después se confirmó con el paso del tiempo. "Ese partido es determinante. Ese fue nuestro punto máximo".
Una vez que pasó el 89-81 frente a USA con un Manu Ginóbili deslumbrante -sumó 29 puntos-, fue el turno de barajar y dar de nuevo. El equipo, ese grupo de amigos, tuvo frente a sus ojos una oportunidad histórica. Inmejorable para quedar en la historia.
"Después del triunfo ante los estadounidense lo que hicimos fue re enfocarnos para buscar el oro olímpico porque no nos podía volver a pasar lo de hacía dos años en el Mundial. Nos iba a costar vivir sino ganábamos porque eramos un equipo superior a Italia. Como hoy es un día especial porque ganamos, hubiera sido un día especial también si perdíamos, más allá de tener orgullo igual por ganar una medalla olímpica", citó Sánchez.
Solo 24 horas. Eso es lo que tuvieron Rubén Magnado, Fernando Duro, Enrique Tolcachier y todo el staff técnico del seleccionado para desmenuzar la forma de ganarle a Italia. Todos, cada uno de los integrantes de ese equipo, sabían que Argentina era superior. Pero había que plasmarlo en la final de los Juegos Olímpicos, ni más ni menos.
Muchos de los jugadores se fueron a dormir temprano, muy cansados por la batalla contra Estados Unidos. Uno de esos fue Pepe: "Dormí bien la noche previa. Me pasó de tener un cosquilleo por todo el cuerpo, nerviosismo, electricidad, un nivel de adrenalina muy alto", recordó el jugador nacido en Bahía Blanca.
Pero hubo otro grupo que, como ya era su costumbre, se quedó charlando y hablando hasta entrada la madrugada. Uno de los integrantes de ese bando fue Gaby Fernández, que contó para Infobae lo que sucedió con esa "visita" especial en la Villa Olímpica que varios de la Generación Dorada le hicieron al plantel italiano.
"Era un grupo que siempre se acostaba tarde. Estabamos charlando y entre todos hicimos una apuesta de que no dábamos una vuelta corriendo para que nos vean. Y Chapu, tiro 'Yo lo hago corriendo rápido' y nosotros lo seguimos atrás. Pero fue una broma", explicó el hombre nacido basquetbolísticamente en Burzaco Fútbol Club, el club de barrio que lo vio crecer.
Pero el relato sigue. "Pensamos, '¿Qué podíamos generar si nos veían corriendo". Igual, yo me crucé con el capitán italiano de esa selección italiana al tiempo jugando en Europa y ellos se lo tomaron en broma", agregó.
Además de Fernández, los otros que siguieron las andanzas de Andrés Nocioni fueron Leo Gutiérrez y un juvenil Carlos Delfino, uno de los nuevos integrante del seleccionado. Mientras ese grupo se fue de paseo, otros como Pepe Sánchez se enteraron al tiempo de la recorrida especial.
"Nunca me enteré de la vuelta a la Villa que dieron los chicos. Me fui a acostar para recuperar las piernas de los estadounidenses, que te comen como loco", dijo el jugador que debutó en la NBA con la camiseta de los Philadelphia 76ers.
El día esperado por todos había llegado. Con lo que quedaba en el tanque de esfuerzo, Argentina salió a la cancha el 28 de agosto de 2004. Y lo hizo sin uno de sus titulares porque Oberto se ausentó de la final porque sufrió la fractura del quinto metacarpiano derecho, después del golpe que le dio Stephon Marbury, uno de los jugadores de USA.
El equipo argentino comenzó mejor gracias a la conducción de Pepe y al aporte anotador de Manu. Los italianos emparejaron el partido y se fueron al entretiempo abajo solo por un doble (43-41). Una marea de triples puso a los europeos al frente en el tercer parcial, hasta que se hizo presente la figura del eterno capitán: Luis Scola se calzó la capa de héroe para sumar y sumar en ataque. Promediando el último cuarto, el jugador surgido en Ferro Carril Oeste se hizo dueño del ataque del seleccionado, ayudado por las apariciones de dos históricos como Alejandro Montecchia y el Colorado Wolkowisky. Luifa terminó con 25 puntos y 11 rebotes para ser el más valioso de la final. Casi como un hecho que marcó el comienzo de su idilio con la selección argentina.
"Hubo un nivel de confianza muy presente. Me acuerdo de agarrarlo a Carlitos (Delfino) y decirle 'No sabés lo que acabamos de hacer'. O sea, era consciente a su edad, pero había logrado algo que le había marcado la vida. Fue un antes y un después para todos", recordó Pepe Sánchez.
Para Gaby Fernández, ganar la medalla dorada olímpica significó un quiebre. "Nos cambió la vida para siempre. A mí me enseñó muchísimo a nivel personal. Mi vida estuvo marcada por la Generación Dorada, por esa mentalidad de dejar todo, de ser concreto cuando hay que serlo. Esa fue la clave del éxito del equipo".
En Argentina ya había entrado la tarde-noche del domingo. Bien temprano en la mañana, la selección de fútbol había cortado una racha de 52 años sin una presea de oro en los Juegos Olímpicos para el deporte argentino. Y la Generación Dorada se cargó en sus hombres el objetivo de convertir esa jornada en aún más relevante.
"La sensación cuando tomas conciencia es corta. Nos juntamos cerca de la cancha, fuimos a la Villa Olímpica a cambiarnos y de ahí a festejar con los italianos. Fue una noche tremenda, volvimos a las 7, 8 de la mañana. Algunos se tuvieron que ir antes. Otros, como con Leo Gutiérrez, nos tuvimos que quedar dos días en Madrid porque estaba colapsado el sistema aéreo por los Juegos Olímpicos", relató Fernández sobre cómo fue la celebración del título.
"Nos faltó festejarlo con nuestra gente, acá en Argentina", sumó Sánchez. Nada estaba preparado. Nadie pensaba que aquel equipo, dos años después de quedarse en la puerta de ganar un campeonato mundial, consumaría la revancha en el evento multideportivo más grande del planeta.
El tiempo pasó. La Generación Dorada se hizo más grande. A pesar de los cambios en los planteles, hasta en el cuerpo técnico con la salida de Magnano y el ingreso de Sergio Hernández -el actual DT- y Julio Lamas, ese equipo siguió dándole alegrías a los amantes del básquet y del deporte. Ese primer plantel, que también contó con Hugo Sconochini como a una de sus piezas fundamental, llegó al Olimpo en el 2004.
En todo el mundo ya es 28 de agosto. El calendario marca que el año es 2019 y ya pasaron 15 años de aquel domingo lleno de gloria. ¿Cómo festejarán los integrantes de ese plantel un día tan especial?
"Ahora estamos muy conectados por la tecnología, pero son fechas que estamos muy pendientes del otro. Creo que el primero que mandará un mensaje será alguno de los europeos. O sino puede ser Gaby Fernández, que es de madrugar", añoró Pepe Sánchez, mientras se prepara para viajar a China para ser comentar el paso de Argentina por el próximo Mundial de básquet en China.
Ya no importan las distancias. Si uno está en Italia, el otro tiene su vida armada en San Antonio o como es el caso de Pepe, que reparte sus tareas como cara visible de Bahía Basket, una estructura que presentó un lugar multipropósito de primer nivel en Argentina como el Dow Center. Tampoco importa que no estén en el día a día del intento de Gaby Fernández por ser entrenador de básquet, o sigan las aventuras de Oberto como cantante con su banda o como analista de la NBA por TV. No importa.
El tiempo recorrido, codo a codo, forjó una amistad inquebrantable. Esa que fue uno de los valores esenciales para ganar la dorada en los Juegos Olímpicos hace ya 15 años.