Nunca le han gritado pechofrío a un rústico marcador central. Al talentoso siempre se le exige más en la Argentina. El esfuerzo está sobrevalorado en nuestro fútbol. Es cierto que el compromiso con el equipo es un valor que no se negocia, como diría Simeone. Tanto como que hay futbolistas que no podrían jugar si no apostaran casi todo al sudor. Bebelo Reynoso es un caso emblemático. Se potencia por su perfil bajo, su voz escondida y un trotecito en puntas de pie que suele dejar en segundo plano su capacidad para darle la pelota al compañero. Daniele De Rossi no es un producto del marketing más allá de que su llegada a Boca se haya mediatizado a niveles extremos. Campeón del mundo con Italia, 20 años en la Roma, era segunda figura detrás de Francesco Totti y se llegó a cambiar a unos pasos de Gabriel Batistuta. Justamente él -que ha recorrido canchas repletas de estrellas- declaró: "Tenemos a Bebelo Reynoso que es un fenómeno. No sé en qué lugar juega, pero es un fenómeno". No fue un mimo para quedar bien con un compañero. En ese caso hubiera buscado un masaje al ego de Tevez. A De Rossi le apasiona hablar de mediocampistas. Los sigue, los analiza. Al punto que blanqueó que tiene un grupo de WhatsApp con amigos en el que sólo se habla de jugadores en ese rol. La foto de perfil de es Juan Román Riquelme, con la camiseta de Boca, atándose los cordones. "El único que vi mejor que él fue Iniesta".
Bebelo debe creérsela. En el buen sentido. No como los entrenadores que los elogian en dos programas de televisión y se creen Guardiola. Tiene que llenar su autoestima. Es llamativo no sólo el elogio de De Rossi. En la intimidad de Boca los jugadores no paran de aplaudir al "Rey", como le dicen. El propio Alexis Mac Allister blanqueó que es el jugador que más lo impresionó. "Algo que me sorprendió muchísimo, más allá de la calidad que tiene, es que vos lo mirás y físicamente no es de lo mejor. Después lo vas a chocar y tiene fuerza. Se la aguanta. Te pide la pelota. Tiene una personalidad muy importante. Por eso le ha ido bien tanto tiempo. Es un jugador magnífico. Tiene todo el juego en la cabeza", describió pese a llegar al club para disputar un puesto con él. Entonces el punto queda en Bebelo y el respaldo que le da el entrenador. La confianza es liberadora de talento. Alfaro ha sido elogioso de él, algo que suele repetir con sus jugadores. Pese a eso, en lo que va del año lo puso y lo sacó. Aun cuando era el futbolista que le daba más fluidez al toque muchas veces ausente de Boca. Nunca le dijo "este campeonato el titular sos vos". Bebelo repitió con Liga de Quito -al entrar por la lesión de Mauro Zárate- que es capaz de colgar en la red un tiro libre exquisito o hacer un quiebre repleto de engaño para el defensor y dejar solo a un compañero. Fue una pena que estuviera adelantado Salvio. El amague había sido riquelmiano.
Bebelo -apodo que le puso uno de sus hermanos mayores- vivió situaciones que pueden intimidar mucho más que pararse frente a la pelota para un tiro libre en la altura. El prefirió hablar poco de ese costado sufrido cuando sus palabras entraron en la tremenda caja de resonancia que es Boca. Antes había relatado su infancia en El Barrio Chino, en Córdoba. Como si fuera una remake de Apache -la serie de Tevez que hoy es furor en Netflix- también creció dentro de una película. "Me he criado viendo tiroteos con la Policía. Mirando pibes que entraban corriendo y atrás los policías persiguiéndolos. Tengo amigos que roban. Otros que están presos y me llaman desde la cárcel. Otros con problemas de drogas. A veces andan amanecidos en la esquina, o fumándose un porro", relató crudamente en una nota en Clarín hace apenas un año y medio. Otro capítulo fue cuando a los 16 años, ya jugador de la Cuarta División de Talleres, recibió un tiro de un revólver calibre 22 en su rodilla izquierda. Intentó evitar que le robaran la moto a su papá. Lo salvaron unos milímetros. O Dios, según sus propias palabras. En esos días no soñaba con jugar en Boca. Su máxima ilusión era pasar una Navidad con todos sus hermanos libres. "Somos siete, pero tres de ellos pasaron varios años en la cárcel y siempre falta alguno".
En el barrio lo cuidaban los más grandes. Los ladrones querían que él saliera de ese propio ambiente. Ahora lo protegen sus compañeros. Como Bebelo, que los ayudó a ganar uno de los mejores partidos de la era Alfaro en Boca. El propio entrenador descargó su tensión después del 3-0 que lo pone con cuchillo y tenedor esperando a River o Cerro Porteño. "Si Boca perdía me hubieran colgado de una plaza pública", exageró en términos futboleros. Sabe que se jugaba una preparación novedosa. Mientras la Selección siempre fue dos o tres horas antes a Quito para evitar los efectos de los 2.800 metros sobre el nivel del mar, Alfaro decidió llegar dos días antes de jugar. Aun cuando especialistas dijeran en público que era un suicidio, repitió la estrategia de una derrota 1-6 con su Arsenal. Lo había hablado con gente especialista durante muchas horas. No tiró un monedazo al aire ni se hizo el distinto. Del mismo modo se armó un plan de partido impecable. Líneas juntas, regulación del aire con la pelota, Marcone figura para cortar y tocar, Capaldo incansable, Mac Allister en el lugar que se siente más cómodo para crear y el cuerpo potente de Wanchope a disposición del equipo y de los goles. No importó que el banco se quedaran los líderes Tevez y De Rossi sin entrar ni siquiera un minuto. El italiano disfrutó desde afuera de las perlas de Bebelo, el fenómeno que no sabe de qué juega pero está seguro de que es un fenómeno.