Sucedió en cada uno de los 12 encuentros de la Superliga. Los capitanes de cada equipo salieron al campo de juego con una camiseta firmada por todo el plantel del club al que representan. Y, antes del silbatazo inicial, se hicieron un agujero en la casaca y apoyaron su mano derecha improvisando un cabestrillo, imitando el gesto del Tata Brown en la final del Mundial 86 ante Alemania: el defensor, lesionado en el hombro, culminó el partido y fue uno de los goleadores en el 3-2 que consagró a la Selección en México.
Juan Ignacio Brown, uno de los hijos del zaguero, se propuso agradecer cada gesto hacia su papá, que murió hace poco más de una semana, a los 62 años. Y estuvo presente en el estadio Ciudad de La Plata, donde el reconocimiento fue doble en la previa de Estudiantes-Independiente, dado el vínculo profundo que lo unió al Pincha, club que lo vio surgir en el fútbol de élite. "Estoy orgulloso de esta huella que ha dejado papá, se lo ha ganado", dice Juani en diálogo con Infobae. Esa huella también se puede advertir en su camino: fue futbolista (marcador central, como indica el mandato familiar) y ahora entrenador, rol en el que fue campeón con el Al-Hilal de Arabia Saudita que supo dirigir Ramón Díaz.
Juani no sólo perdió a su papá y a su espejo. "Se me fue mi mejor amigo. Como entre nosotros la diferencia de edad no era grande, porque me tuvo cuando tenía 19 años, en mi adolescencia compartimos muchas cosas. Era muy compañero, de compartir todo, éramos más compinches… Por eso digo que era mi mejor amigo", conmueve.
-¿Estos homenajes te dieron otra dimensión de lo que consiguió en el fútbol?
-Es tu papá, lo tenés al lado siempre, pero logró algo que pocos logran. Cumplió su sueño, ganó la final de un Mundial, hizo un gol, terminó lesionado en los últimos minutos; su legado ha quedado para siempre. Sabemos lo que sacrificó para conseguirlo.
-Después de ese hito jugó cuatro años más, pero el dolor de hombro lo acompañó siempre
-Siempre estuvo con problemas, le molestaba bastante, pero nunca se arrepintió de ese esfuerzo.
-¿Qué te dejó?
-Era un hombre de pocas palabras, pero inculcaba la humildad, el respeto, la enseñanza de que siempre hay que trabajar por los objetivos y nunca bajar los brazos. Eso es lo que más me ha marcado y lo demostraba con el ejemplo.
-Seguiste sus pasos: fuiste defensor (jugó en Estudiantes, Almagro y Ferro, entre otras instituciones) y luego elegiste dedicarte a la dirección técnica
-Sí, pero él nunca me invadió ni mucho menos. Cuando me tenía que marcar algún error, lo ha hecho, con respeto. Y cuando había algún partido, lo analizábamos juntos. El fútbol era su vida, no se veía en otro ámbito que no fuera el fútbol. Siempre lo ha dicho, si no hubiera sido futbolista, no sabía a qué se hubiese dedicado.
-Lo tuviste como técnico, ¿cómo fue esa experiencia?
-Fueron sólo seis meses, en Almagro. Las cosas nos salieron muy bien, para mí era difícil, me hacía responsable de todo, porque quería marcar la diferencia de técnico a padre. Era un equipo que jugaba muy bien.
-Ahora que ejercés como entrenador, ¿cuál creés que fue su mejor etapa en ese rol? Porque fue técnico principal, pero también ayudante de campo, incluso en la Selección, con el "Checho" Batista
-En el Almagro de 2001: lo agarró comprometido con el descenso y lo mantuvo en la pelea hasta la última fecha; pudo plasmar su idea. En 2005 también, llegó a jugar con línea de 3, y se asemejaba a lo que había hecho como jugador.
-La línea de 3 tiene el sello de Bilardo
-Desde los 16, 17 años estuvo al al lado de Bilardo, incluso hasta el día en el que se fue de este mundo. Es inevitable que haya quedado marcado; pasaron juntos una vida. Son muchas las enseñanzas que le dejó, pero la más importante es que los jugadores no estén preocupados tanto por la plata, sino por la camiseta. Les inculcó ser profesionales, la cultura del esfuerzo, a no salir de la cancha a menos que no puedan más.
El homenaje al Tata en Argentinos Juniors-Banfield
-¿Y cuánto de esa filosofía trasladás vos como técnico?
-Mucho. Mi viejo me transmitió la seriedad a la hora de trabajar, el respeto dentro de un grupo, el luchar por un objetivo común, el no no bajar nunca los brazos ante la adversidad, porque el fútbol tiene idas y vueltas y no sabés cuándo te va a tocar a vos; el estar convencido de una idea de juego.
-¿Cuántas veces escuchaste las anécdotas de la Selección del 86?
-Siempre que venía alguien las contaba, ya las sabíamos de memoria, aburría ya, ja. Te dabas cuenta de la pasión con las que las contaba.
-¿Y cuál era tu preferida?
-Tenía infinidades; me gustaba cuando contaba las previas de los partidos del Mundial, o las carencias que tenían en el lugar donde se concentraban, en el predio del América; las contaba con el convencimiento de que el camino que recorrieron era el indicado para llegar al título.
-¿Les hablaba seguido del gol en la final contra Alemania?
-Cada vez que podía. Siempre, en un momento del día, recordaba el gol de la final. Con papá hay un antes y después del Mundial, haber ido tan criticado a la Selección y encontrarse con ser uno de los pilares y goleador en la final en Alemania fue un sueño cumplido.
-En el Mundial de México vos tenías 9 años. ¿Qué te acordás?
-La final la vimos en casa con mi hermana, nos quedamos con mi abuela. Mi mamá viajó con papá para los cuartos de final y ya se quedó. Del gol me acuerdo patente porque le empecé a gritar a mi abuela: "Gol de papá, gol de papá".
-¿Y cómo fue para vos el día después del título en el barrio, en el colegio?
-Cuando la Selección volvió del Mundial, todos querían venir a saludarlo a casa; venían colegios enteros de excursión a tocar timbre. Y él, siempre predispuesto, los recibía, nunca estaba de mal humor; al contrario. Todos me hacían sentir que mi papá era un superhéroe. Es que va a marcar un camino siempre, cuando pase algo una final, se va a relacionar con aquella del 86, cuando él no quiso salir de la cancha y jugó lesionado. Ése es uno de sus legados.
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