El "Diablo" Monserrat, sin filtro: su complicada infancia, las licencias que le daba el "Bambino" Veira y la crítica lapidaria a Ramón Díaz

Las alegrías y desventuras de Roberto Carlos Monserrat a lo largo de su trayectoria profesional: sus inicios en Belgrano, el salto a San Lorenzo, la gloria y el desamor con Ramón en River, Racing, la Selección Argentina y más

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Roberto Carlos Monserrat posa como
Roberto Carlos Monserrat posa como en sus épocas de jugador adentro de la canchita que tiene su salón de fiestas en Córdoba (Mario Sar)

Cuenta una de tantas leyendas cordobesas que en esa tierra había un delantero goleador al que llamaban Chofer del Diablo por la forma en que manejaba su moto. Con el paso del tiempo su apodo se resumió a Diablo y este futbolista amateur pasó a jugar de 8 como profesional. Surgió en Belgrano, brilló en San Lorenzo, fue multicampeón con River y hasta se puso la camiseta de la Selección Argentina. Es la historia de Roberto Carlos Monserrat.

Despuntó el vicio por el fútbol desde su niñez en una canchita que estaba al lado de la casa de su abuela, donde nació. A aquel potrero le decían El Cañito, porque justo al lado habían instalado una fábrica de caños de desagüe. Con 12 años empezó a jugar contra tipos de 20. Fue allí donde se formó como jugador y forjó su personalidad: "En esos barrios de mierda pegaban cada patada que mama mía. Y si te tenías que agarrar a puñetes, te agarrabas".

Monserrat habla con Infobae y se remonta a su dura adolescencia, en la que tuvo oficios como diariero, albañil, mecánico, carpintero y carbonero. Sin realizar divisiones inferiores en ningún club y habiendo dejado los estudios secundarios, saltó de golpe al fútbol profesional.

¿Cuándo dejaste el colegio y cómo caíste en Belgrano?
Tuve una infancia complicada, estudié hasta tercer año, dejé por problemas económicos y empecé a laburar. En el último trabajo que tuve tenía a un amigo que lo habían contratado para jugar en el torneo de interfábricas y me llevó. Salimos campeones y fui goleador jugando de 9. Nuestro técnico era amigo del de la primera local de Belgrano y a los 18 años me llevaron a probarme una semana y me ficharon. Solamente había jugado en el barrio. A los seis meses me llevaron a la primera de AFA.

¿Cómo fue tu adaptación al fútbol profesional?
Subieron varios pibes y a mí me mandaron a jugar de 11 porque corría mucho. En la primera fecha de AFA el técnico me pidió que le hiciera el favor de jugar de 8 porque el titular no arreglaba contrato. Ahí arranqué, jugué y no salí más.

Jugando para Racing, contra River,
Jugando para Racing, contra River, ante el “Lobo” Ledesma (Fotobaires)

Y rápidamente te fuiste a San Lorenzo…
El Nano Areán le recomendó al Bambino Veira que me llevara. Yo estaba muy bien, habíamos ascendido y era pieza clave en Belgrano. Luis Legnani, dirigente de Boca, me compra el pase y me quiere llevar ahí. Yo fui a Buenos Aires y le dije que ahí no iba a tener lugar, estaban Pico, Giunta, Villarreal… Yo quería jugar, ya estaba en la Selección. En San Lorenzo solamente estaban Carrizo y Cardinal y fui ahí.

¿Cómo era el Bambino Veira como DT?
Siempre le agradezco por lo que me dio. En 24 años yo no había salido de Córdoba y de repente me llevaron 20 días de pretemporada a Villa Gesell. El primer día que llegamos a Buenos Aires me dijo que me tomara dos o tres días para volverme a mi provincia. Él se dio cuenta cómo era yo de apegado a mis raíces y me dio ese permiso. Tanto el Bambino como el Nano nos hablaban y tiraban frases que te quedaban. Te motivaban mucho.

¿Tenías esa licencia especial todas las semanas?
Cada 15 ó 20 días me daba lunes o martes libre. Me dejaba volver el miércoles. Él sabía que yo laburaba, que no le iba a aflojar. Cuando llegué a Buenos Aires me sentía lejos de Córdoba, estaba solo en el hotel, comía, iba a entrenar y me acostaba a dormir. Estuve dos meses así. Buenos Aires no es como Córdoba, a tus amigos los tenés en la otra punta. Terminaba la práctica y se iban todos a la mierda… Por suerte estaban Pepe Céliz y Mario Ballarino que me ayudaron, pero ellos tenían a sus familias también. En Córdoba te juntás en una casa a comer asado casi todos los días, en Buenos Aires no veía tanto eso.

¿Los resultados positivos ayudaron a la adaptación?
Sí, se me hizo más fácil porque yo jugaba y ganábamos. Si no me hubiera ido a la mierda, no hubiera aguantado. Al poco tiempo me puse un asador en el balcón de mi departamento. Los viejos del edificio me puteaban porque se les llenaba de humo la casa. A mí no me importaba nada, yo sábado o domingo hacía asado sí o sí.

¿Por qué te fuiste de San Lorenzo?
Me quedaba un año en el club jugando por el 20 por ciento. Arreglamos los números y me fui. Llevaba tres años, ya había sido campeón y la gente pensaba que había cumplido un ciclo. Algunos hasta me puteaban sabiendo que me quería otro equipo. Y yo sabía que River jugaba la Intercontinental a los seis meses. Me llevó Ramón Díaz junto a la Bruja Berti, el Toto Berizzo y Julio Cruz.

El “Diablo” invirtió en el
El “Diablo” invirtió en el salón de eventos hace ocho años y se encarga personalmente del negocio (Mario Sar)

¿Cómo viviste tu estadía en la Selección Argentina?
Es lo más grande a lo que uno puede aspirar, pero no estaba feliz a nivel grupal. Ahí estás con gente a la que no ves nunca y yo soy tímido, no hablo con nadie. Me encerraba en la pieza y no la pasaba bien. Yo no hablaba como los jugadores que estaban en el exterior. No estaba en ese nivel cuando charlaban, no me iba a Cancún o Miami como ellos. Yo comía asado al lado del río y ellos quizás ni tomaban mate. Aunque ojo, eran todos monstruos con la pelota, por eso me dolió quedar afuera del Mundial 94.

¿Cómo era Diego Maradona como compañero de equipo?
Tengo una anécdota. En una concentración vi una habitación vacía, me metí y me acosté. No sabía que era la de él. Cuando lo vi entrar no podía hablar ni respirar. "¡Hola, Monse!", me dijo, y acomodó sus cosas al lado. Un fenómeno de tipo, de barrio. Él defendía al jugador y se mataba por el equipo. Aunque mi ídolo era el Búfalo Juan Gilberto Funes, lo amo a Diego por la forma en que jugaba y cómo nos defendía.

Fuiste convocado por Passarella para la Copa América 97, ¿por qué no jugaste?
Me hicieron una manteada en un entrenamiento y un compañero me dio un puntazo arriba del isquiotibial. Me desgarró y quedé afuera. Ramón Díaz me llamaba para que me recuperara en Buenos Aires pero como Passarella estaba peleado con él, no me dejó volver. Concentrábamos en Cochabamba y era muy feo. Por poco no me suicidé (se ríe).

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¿Te dejó un mal recuerdo la Selección?
Borré de mi cabeza ese torneo, ni me acuerdo cómo salimos. Me hizo mal esa Copa América. Nunca me vi cerca del Mundial 98, ni pensaba ni extrañaba estar en la Selección. Igualmente el cuerpo técnico era bueno. Passarella era muy bueno en la parte anímica. Sabella estudiaba y anotaba todo. El Tolo Gallego era medio vigilante, ja. No dormía con tal de saber qué estábamos haciendo nosotros en las habitaciones, nos controlaba a ver si estábamos acostados.

“Del Pelado Díaz aprendí lo
“Del Pelado Díaz aprendí lo que no se debe hacer en la vida”, disparó Monserrat (Getty)

¿Qué concepto te quedó de Ramón Díaz como entrenador?
De él aprendí lo que no se debe hacer en la vida. No en el fútbol, en la vida. Era un tipo muy malo, que se creía que tenía el caballo del comisario y nos tenía a todos atrás. Cuando se despidió Enzo Francescoli de River, limpió a todos. ¿Por qué no lo hizo antes? Porque Enzo lo frenaba y él sabía que Enzo era más capo que él.

¿Por qué decís que fue tan mala influencia?
Éramos 25 ó 30 en el plantel y solamente uno o dos le daban bola. En algo fallaba como cabeza de grupo. Los jugadores nos dimos cuenta que teníamos que salir a ganar por nosotros, por el prestigio y la guita. Nos mentalizamos para eso. Él no hablaba con nadie, ni con Enzo ni con Astrada que eran los referentes. Paraba el equipo y nadie le decía nada.

¿Cómo ganaron tantos títulos de esa manera?
Por el equipo que teníamos y porque confiábamos en nosotros como compañeros. Salíamos a la cancha y sabíamos que en 20 minutos ya íbamos a estar ganando 2 a 0. Era difícil que nos hicieran goles. Fue el mejor equipo que integré, por lo que logramos y por cómo jugaba.

Pero alguna virtud debía tener Ramón también…
Lo que tenía de bueno era que sabía dar en el blanco con los jugadores que contrataba. Creo que el día de hoy cambió al 100%. Ahora es más humilde, se dio cuenta que el equipo lo es todo.

¿Por qué perdieron la Intercontinental del 96 con la Juventus?
Fue un moco del técnico. Con el equipo que tenía, no podés ir a esperar 20 ó 25 minutos al rival. Ese fue el plan de él. Nunca habíamos visto un video de ningún rival y ahí sí. No confió en su equipo. Cambió eso y perdimos. No sentí que ellos fueran superiores, me sentí de igual a igual porque teníamos mucha confianza en lo que hacíamos. Veníamos muy bien.

Ellos tenían jugadores muy buenos como Del Piero, Deschamps, Zidane…
Sí, pero nuestro equipo también era bárbaro. No tendríamos que haber pensado tanto en el rival. Nosotros confiábamos en nosotros, en no desconcentrarnos y meter, meter y meter. Nunca dijimos de cuidarnos, no nos reprochamos nada. Teníamos órdenes del técnico y las respetamos. Dejamos todo, no nos pasaron por arriba. No fuimos superados. Nos cagaron con ese gol y nada más.

El gol de Del Piero en la final Intercontinental de 1996

¿Qué sensación tuviste en el gol de la Juventus?
Me quedó grabado porque a Del Piero lo marcaba yo. Me duele cuando lo veo, aunque no estaba distraído ni boludeando. Hernán Díaz la peinó, me descolocó y Del Piero me anticipó, no la dejó ni picar. Cuando reaccioné era tarde.

Otro momento duro fue tu salida de River…
A mí me echó Ramón Díaz. Salimos campeones en el 97, hicimos la pretemporada y me desgarré en el último minuto contra Boca en un amistoso en Mar del Plata. Estuve parado casi dos meses. Volví a jugar y rotaba con Marcelo Escudero. A los seis meses me dijo que me tenía que ir. Fue limpiando de a uno o dos jugadores por semana.

¿Cómo fue esa charla con Ramón?
Fue en la mitad de cancha del Monumental. Me llamó y me dijo que me buscara club porque no me iba a tener en cuenta. Se me había vencido el contrato y tenía seis meses jugando libre. No me lo esperaba, pero me di vuelta y me fui pensando "qué hijo de puta, así en seco me lo dijo nomás". No le pregunté por qué, no tenía por qué hacerlo. Es feo porque te quedás sin laburo, pero son las reglas que hay que asumir.

¿No hubo forma de dar marcha atrás con su decisión?
Salí de bañarme y llamé a mi representante para avisarle. Yo me tendría que haber quedado, era jugador de River todavía y se iban a jugar cuatro torneos. Me tenía mucha fe, creo que si me quedaba esos seis meses en algún momento iba a jugar. Desde mi llegada había jugado casi todos los partidos, gané cosas y jugué bien, pero el tipo (Ramón Díaz) quería ser Dios en el club. Se creía que era él y nadie más.

¿Volviste a encontrarte con Ramón en algún momento?
En la despedida del Burrito Ortega en Jujuy me cruzó y me dijo "Hola, Diablo, ¿cómo andás?". Yo pensé "qué hijo de puta", mientras me palmeaba y me preguntaba por la familia. Para mí él cambió. Se dio cuenta que no manda en todos lados y es el mejor de todos. Se dio cuenta de las cagadas que se había mandado y creo que su hijo Emiliano lo ayudó mucho.

A puro mate y facturas,
A puro mate y facturas, Monserrat repasó su trayectoria como profesional (Mario Sar)

El Diablo habla, entre mate y mate, desde una de las mesas del salón de fiestas que levantó desde cero hace ocho años y administra en su provincia natal. Fue la única de las inversiones que le da rédito hasta la actualidad. Está golpeado por la situación del país pero asegura que pone el pecho todos los días para sacar el negocio adelante. Ofrece gaseosa y medialunas. Cambia la yerba, ceba y vuelve a escarbar en su memoria.

¿Pensaste en dejar el fútbol por la frustración en River?
A la semana viajé a Santa Fe y firmé en Colón. Anduve bien aunque pensaba en las copas que hubiera ganado si me quedaba en River, pero no me afectó. De ahí me fui a Racing, donde viajábamos y no sabíamos si el juez nos daba permiso para jugar. El síndico nos pagaba y teníamos un grupo que te hacía cagar de risa, con Gustavo Costas de técnico. Y después de eso dije "no juego más".

Eras joven (32 años) todavía, ¿por qué tomaste esa decisión?
Había andado bien pero estaba agotado mentalmente. Era definitivo. Pero con el tiempo pensé "qué pelotudo, ¿qué hago acá en mi casa?". Tenía el pase en mi poder y a los seis meses me fui a Argentinos Juniors, donde estaba el Checho Batista. Físicamente me mantenía perfecto.

Y después te decidiste a volver al Ascenso…
Jugué en Villa Dálmine con Pobersnik, el Pacha Cardozo, Pedro Troglio y Pepe Basualdo. De ahí me volví a Córdoba y otra vez pensé en no jugar más. Pepe Céliz era el técnico de Racing y me convenció de arreglar. Ese año anduve bárbaro y ascendimos a la B Nacional. A la temporada siguiente descendimos, me agarró en el medio de mi separación y volví a dejar todo. Estaba pescando cuando me llamó Chichi Ledesma, presidente de Belgrano de Córdoba, para decirme que fuera a Alumni de Villa María. En mi casa lo único que hacía era fumar, tomar mate y usar la computadora. Hacía cinco meses que estaba así, no quería salir ni cuando me invitaban a comer. Me decidí a jugar porque la cabeza me iba a explotar y tuve la suerte de ser campeón ahí también.

¿Está preparado el jugador para el retiro del fútbol?
Nunca se está preparado porque venís de entrenar todos los días y, de golpe, no lo hacés más. Fuimos a festejar el campeonato en Villa María y a las 12 de la noche corté todo y me fui al campo que me había comprado cuando estaba jugando en Colón. Ahí mismo me decidí. A las 7 de la mañana estaba trabajando y dando vueltas arriba de un caballo.

Cada vez que puede, el
Cada vez que puede, el “Diablo” despunta el vicio por el fútbol (Foto NA: Hernán España)

¿Te ofrecieron volver a jugar en otro lado?
En el campo no hacía una mierda. Andaba a caballo, agarraba el tractor… A los seis meses me llamaron de Alumni porque se había abierto el libro de pases y me picó el bicho de jugar de nuevo. A la semana de entrenamientos ya volaba de nuevo, aunque el profe me cuidaba mucho. Jugamos en Mendoza contra Maipú y me desgarré el gemelo. No teníamos ni médico. Había arreglado cobrar por partido y, tras esa lesión, agarré mis cosas, dije "hasta acá llegamos, muchachos" y me volví a Córdoba.

¿Perdiste mucho del dinero que ganaste como jugador?
Te viene tanta plata junta que te marea. Tuve la suerte de tener un buen representante y no gastarla tanto, no despilfarré. A mí la vida me costó, laburé desde los 12 años. El único gusto que me di fue un coche BMW cero kilómetro cuando salimos campeones en San Lorenzo, que me duró uno o dos años hasta que lo vendí. No me compraba ropa ni viajaba a Miami. Yo disfrutaba volver a Córdoba y comer un asado al lado del río.

Hace un par de años, un un sospechoso incendio arruinó gran parte de la casa de Monserrat, que se había ido a pescar. Logró reconstruir casi toda su vivienda pero todavía lamenta que el fuego haya extinguido varias camisetas y un diario íntimo que pensaba regalarles a sus hijos cuando fueran mayores de edad.

No mira mucho fútbol. Solamente River y el Barcelona o algún partido importante. A los 51 años es una fija en el equipo Senior de San Lorenzo y, pese a no poder entrenarse como quisiera por las horas de trabajo semanales que le demanda el salón, exhibe su físico privilegiado en dos categorías de veteranos de la Unión Cordobesa de Fútbol Amateur. Los años -y los dolores- no vienen solos y por eso ya no recorre la banda derecha: "Ahora me paro de doble cinco, me di cuenta que juego más con la pelota. Me reencontré".

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