Oreste Berta: "En la Argentina cuando a uno le salen las cosas bien es Gardel y cuando comete un error es un pobre idiota"

Por Darío Coronel

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Principios de los ’70, con Oscar Gálvez y Carlos Reutemann (Archivo CORSA)
Principios de los ’70, con Oscar Gálvez y Carlos Reutemann (Archivo CORSA)

¿Qué habrá pensado aquel profesor de la UTN de Córdoba cuando vio hasta dónde había llegado el alumno de ingeniería con quien había discutido? Ese estudiante era Oreste Berta quien por una discrepancia ante un aplazo en la materia Estática, dejó la universidad y profundizó ser un autodidacta. No obstante la casa de altos estudios le entregó este año el título "Honoris Causa", el tercero que recibió. Sin título universitario logró convertirse en el preparador de autos más importante en la historia de la Argentina. .

Fue en el marco de los festejos conmemorativos por los 50 años de la Misión Argentina en Nurburgring, donde los Torinos que gestó Berta lograron un hito. El Torino fue el auto que terminó, el que más vueltas dio (334) y hasta podría haber ganado. Una penalización por la reparación en el caño de escape lo ubicó cuarto con 315 giros, pero en la pista superó a varias marcas de primer nivel mundial.

Oreste recibió el cariño de una multitud y se le entregaron varios reconocimientos. Sus vecinos de Alta Gracia lo saludaron y no faltaron los pedidos selfies, de todas las edades. Este viernes en la Ciudad de Córdoba el Gobernador Juan Schiaretti también le entregó una distinción especial. La humildad de Oreste es tan grande como los méritos que cosechó en su carrera. El nacido en Rafaela, Santa Fe, se mostró gentil y amable, como siempre.

Con la maqueta del primer Torino campeón de TC, el de Eduardo Copello (Facebook Misión Argentina)|
Con la maqueta del primer Torino campeón de TC, el de Eduardo Copello (Facebook Misión Argentina)|

-¿Qué lo marcó de aquellas 84 Horas?

-Lo que me quedó grabado fue el sufrimiento de todo lo que trabajamos allá. Nos exigimos al máximo de lo que uno puede dar desde el punto de vista físico y psíquico. Fue un mes de locura, de trabajar desde las 6:30 de la mañana hasta la medianoche o a veces pegarle de largo. Eso fue así en la previa. En las 84 Horas no me moví de los boxes. No fue tan divertido más allá de lo bien que terminamos.

-¿En todos sus méritos dónde pone a esta carrera?

-Para el deporte argentino fue importantísimo. Para mí fue muy lindo ya que hice algo por mi patria. Eso fue muy relevante. Pero hice tantos proyectos que no puedo ubicar uno arriba del otro. Sí puedo decir que en todos dejé mi ciento por ciento y más.

-¿Por qué nunca se repitió algo así?

-Una de las razones pudo haber sido que luego de la carrera Juan Manuel Fangio (director deportivo de la Misión Argentina) vino y me dijo "el año que viene volvemos y ganamos". Yo le dije que no contara conmigo porque como experiencia me había matado. Me costó mucho recuperarme de la paliza física y mental que me dio esa carrera.

En la distinción que recibió en la Ciudad de Córdoba. A su izquierda están Gabriel Raies (múltiple campeón de rally), el gobernador Juan Schiaretti y dos de los pilotos que estuvieron en Nurburgring, Oscar “Cacho” Fangio y Oscar Franco.
En la distinción que recibió en la Ciudad de Córdoba. A su izquierda están Gabriel Raies (múltiple campeón de rally), el gobernador Juan Schiaretti y dos de los pilotos que estuvieron en Nurburgring, Oscar “Cacho” Fangio y Oscar Franco.

Hoy es muy difícil verlo a Berta en su inmenso taller que tiene a las afueras de la localidad cordobesa, conocido como La Fortaleza donde está el túnel de viento que en su momento fue el primero en Latinoamérica para el desarrollo de autos de carrera. Oreste está alejado de la preparación y las tareas están a cargo de sus hijos, Orestito y Brian, quienes lo acompaña de forma permanente y desde hace 12 años está trabajando para recolectar autos creados por su padre para armarle un museo que estará en el taller, pero aún no tiene fecha de apertura. Se espera tener el 60 por ciento de los coches que fueron fabricados en la planta cordobesa.

Varias de esas máquinas (algunas ya recuperadas) trascendieron y son íconos del automovilismo argentino. Por ejemplo el Renault Gordini que en 1966 con un motor 1.000 cm3 lideró una carrera de TC contra autos con motores superiores a 3.000 cm3. A ese diminuto coche se lo llamó en el ambiente Ratón Escandaloso. O el Berta LR que usó en los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires entre 1970 y 1972, fechas válidas por el Mundial de Resistencia (hoy WEC). Cómo olvidar el monoposto que armó para intentar correr el Gran Premio de Fórmula 1 de la República Argentina en 1975. Sí, un F-1 criollo que no llegó a correr por la rotura de motor y ante la imposibilidad económica de poder comprar otro ese fin de semana. No obstante, el haberlo intentado fue muy loable.

También hay y se siguen buscando exponentes que nacieron en La Fortaleza de la mano de Berta y que lograron 63 campeonatos nacionales entre 1966 y 2005 (luego Orestito siguió a cargo). El promedio es más de uno por temporada. Y hay para hacer dulce ya que se coronaron en todo tipo de categorías como el TC, TC 2000, Turismo Nacional, Sport Prototipos, Rally Argentino, Fórmula 1 Mecánica Argentina, Fórmula 2 Nacional, F-2 Codasur, Fórmula 3 Sudamericana y la Fórmula Renault. Por si fuera poco su empresa, Oreste Berta S.A. también atiende motores de TC y provee de impulsores al Top Race y Rally Argentino. Y hasta llegaron a trabajar con motores de avión.

Con Fangio en las 84 Horas de Nurburgring (Archivo CORSA)
Con Fangio en las 84 Horas de Nurburgring (Archivo CORSA)

-¿Cuál fue el mejor auto que construyó?

-Es muy difícil, pero cuando hice el Berta LR patrocinado por el Diario La Razón para correr en el Mundial de Resistencia fue algo que me catapultó al automovilismo internacional. Ese auto fue el que me hizo más conocido en el mundo. Poca gente lo sabe, pero luego de la carrera de las 84 Horas, en 1970 volvimos a Alemania para los 1.000 Kilómetros de Nurburgring. A mitad de competencia abandonamos. Luego de la carrera hubo un evento en el circuito donde presentaron a los jefes de los diferentes equipos. Estaban Ferrari, Alfa Romeo, Matra y Porsche. Cuando mencionaban a cada uno todos aplaudían. Cuando me nombraron me aplaudieron cuatro veces más que el que me seguía. Para mí fue algo fantástico porque hice un auto en la Argentina y fuimos a correr una carrera afuera por un campeonato mundial y a uno lo reconocieron.

-¿Y el mejor piloto que tuvo?

-No puedo hablar de uno. Los pilotos como cualquier otro deportista puede destacarse en su especialidad. En el automovilismo hay coches chicos o medianos, más potentes o menos potentes, depende la categoría. Uno puede ser el mejor del mundo en una categoría y no destacarse en otra. Yo juzgo a los pilotos según cómo hayan corrido en ese momento. O cuando la categoría era otra, quién había sido el mejor en ella. No se puede comparar el uno con el otro.

Con Sir Jackie Stewart y Luis Rubén Di Palma en el Berta LR (Archivo CORSA)
Con Sir Jackie Stewart y Luis Rubén Di Palma en el Berta LR (Archivo CORSA)

Ahora Berta está más dedicado a su casa donde en su predio tiene muchos animales. "Me gusta la vida y los animales silvestres. Disfruto de verlos, tenerlos y cuidarlos. Pero ha sido otra etapa de mi vida donde he sufrido y renegado bastante tratando de que algunas especies que están en extinción se reprodujeran y cuidarlas, pero es muy difícil en este país", explica.

-¿Cuántos animales tiene y de qué especies?

-Ahora debo tener entre 40 o 50 animales. Están libres en el monte y contribuí con algunas reservas. Traté de ayudar en eso, pero fue muy complicado. Lo importante es que puedo cuidar de ellos.

-Una vez dijo que no creía en Dios, pero sí en las buenas personas ¿en el automovilismo argentino abundan las buenas o malas personas?

-Yo respeto que pueda haber alguien arriba. Puede ser. Pero creo más que uno tiene que comportarse como debe. Uno tiene que trabajar no solo para uno mismo sino para el conjunto de la sociedad. En el automovilismo al hacerse cada vez más profesional es cada vez más difícil y por ende mucha gente tira para más para ellos que para el deporte que está realizando.

Oeste, de 80 años, las pasó todas. Supo rehacerse luego de complicarse mucho en lo económico y vivió diversas crisis en nuestro país. No solo se destacó con su talento sino que hizo todo lo posible para administrar su empresa más allá de las vicisitudes que tuvo la Argentina. Toma a aquella gesta de las 84 Horas como un gran ejemplo de unidad nacional.

-¿Cómo hizo para que su empresa no apague la maquinaria con todas las crisis económicas que hubo?

-Tuve momentos delicados y al borde de tener que parar. Pero siempre hemos pasado el mal momento. Ahora no puedo decir porque desde hace un tiempo no soy parte de la empresa, pero veo a mis hijos haciendo todo para seguir adelante. Hasta el año pasado, según conversaciones que tuve con ellos, me dijeron que había interés de varias empresas de Sudamérica para hacer desarrollos y ahora está todo parado. Habrá que esperar a que todo se estabilice un poco.

-¿Por qué lo de las 84 Horas de Nurburgring trascendió a lo deportivo?

-Hace 50 años logramos en Alemania que un grupo de 25 personas con los que todos los domingos competíamos en la Argentina, nos uniéramos para llevar al país lo más alto posible. Nuestros políticos deberían hacer lo mismo.

En su taller con los Torinos de Nurburgring (Facebook Raúl Barceló)
En su taller con los Torinos de Nurburgring (Facebook Raúl Barceló)

-Tomando el desarrollo de la industria nacional de la época ¿hace 50 años la Argentina perdió su última chance de ser un gran país?

-Lamentablemente el país no se ha manejado como yo esperaba. Estábamos tratando de situar a la Argentina en el mundo y yo soñé en hacer algo por nuestra patria. Fangio lo mismo. Peleábamos por demostrar qué podíamos hacer en la Argentina. Hice un auto de Fórmula 1 para que debute acá y luego llevarlo a correr a Europa. Pero era pegarme contra la pared constantemente. No quiero decir que no fue por errores propios. Pero cuando uno se mete con semejantes proyectos, estando alejado del mundo y con tan pocos recursos y poca experiencia no es raro que uno cometa errores. Pero lamentablemente es común en la Argentina cuando a uno le salen las cosas bien es Gardel y cuando uno cometió un error es un pobre idiota.

-¿Cómo ve al país hoy?

-Muy mal, muy mal. Siento mucho lo que está pasando. Y como dije espero que los políticos se pongan de acuerdo y tiren hacia adelante para el país y no para el bolsillo de cada uno de ellos o para su ego personal.

-¿Qué pasó con la declaración de "Patrimonio Nacional" que le hicieron en 1971?

-Fue por intermedio del ministro de Bienestar Social (Francisco Manrique). Me dijeron que con esa medida yo no podía irme del país porque era "Patrimonio Nacional". No tuvo ninguna importancia. De todas formas yo trabajaba igual para fábricas en el exterior, pero lo más importante es que trabajaba para mi patria.

-¿Por qué no funciona más el túnel de viento?

-Hace varios años que no funciona. Lo habíamos hecho para trabajar en los autos de carrera. Lamentablemente, por esas cosas que pasan en la Argentina, cuando estuvo el túnel terminado cambiaron los reglamentos para tratar que la parte aerodinámica dejara de ser primordial. Cuando se estabilizó el reglamento de alguna manera hubo alguna categoría (no mencionó cuál) que le dijo a los pilotos "si vas al túnel de Berta te vamos a penalizar". Un proyecto tan fantástico como ese, en ese momento, era el vigésimo túnel de viento para desarrollar autos que había en el mundo y el primero en Latinoamérica.

-Si volviera en el tiempo ¿qué cambiaría de su carrera?

-Nada. Sería feliz haciendo el mismo tipo de vida que hice hasta ahora. Poniéndome metas. Tal vez esos objetivos no serían en el automovilismo deportivo. Le daría para adelante y estudiaría y trataría de ser el mejor

-¿Qué proyecto le quedó pendiente?

-No sé, hice tantas cosas que cuando un proyecto no podía terminarlo, arrancaba con otro y me entusiasmaba. Mi vida ha sido bastante compleja.

-¿Quién es Oreste Berta?

-Un trabajador. Alguien que pone el lomo y le da para adelante. Y tienen que poner paredes muy altas para pararme (risas).

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