Cada fin de semana, cuando se mueve la pelota en el Cilindro, en un pequeño pueblito del sureste africano llamado Mangundze comienza una odisea. ¿Cuál? La del padre Juan Gabriel Arias (50) que intenta encontrar un link que lo lleve en vivo y en directo a su costado preferido de Avellaneda: "Hace un tiempo dejaron de pasar los partidos. Hago malabares para poder ver a la Academia", cuenta el hombre que de todas formas se las arregla: "El día de la final del campeonato contra Tigre me conecté por WhattsApp con mi sobrina y se quedó apuntando al televisor todo el partido. No tenía una gran calidad, pero pude festejar a la distancia".
Pero no es lo único que hace el hombre de fe para sentir un poco más cerca a su porción amada de la Argentina. Uno de los primero arreglos que hizo el párroco cuando llegó a Mozambique fue pintar la Iglesia con los colores de la Academia. "Mis iglesias siempre llevaron los colores de Racing", jura y cuenta de dónde sacó los fondos para lograr su objetivo: "En mi primer viaje a Mozambique conocí a un empresario muy futbolero que le voló la cabeza que yo fuera cura y dirigente del club. Entonces me ofreció la pintura para la parroquia: ´Quedate tranquilo que te mando celeste y blanco, los colores de la Academia´, me dijo".
-Se hicieron casi todos fanáticos de Racing en Mangundze.
-Acá es más fácil hacerlos de Racing porque no hay equipos fuertes: ellos son del Benfica, Barcelona o Madrid. Y me quieren mucho. Yo aprendí su lengua, me tienen como un referente porque trato de solucionarles todos los problemas. Entonces me dan el gusto porque saben que soy fanático.
-¿Cómo se formó el Racing de Mozambique?
-El mismo empresario que me regaló la pintura iba a fundar un club y le quería poner Benfica pero lo convencí para que le pusiera Racing. De a poco estamos formando un vínculo con Avellaneda.
-Hace unos días se viralizó un video de los chicos mozambiqueños tirando lujos con la camiseta de Racing: ¿Habla con los dirigentes para llevar alguno a la Argentina?
-Sí, hay un preacuerdo con el Racing de Mozambique y esas camisetas las mandó la dirigencia. Los chicos tienen técnica, solo falta pulirlos tácticamente, enseñarles. Está demostrado que los africanos están mejor dotados físicamente. Francia salió campeón con una base de jugadores nacidos en este continente. Sería un sueño ver un mozambiqueño en el Tita o jugando en el Cilindro.
UN JUGADOR DE TODAS LAS CANCHAS. El Padre Juan (o "mufundisi Joao" para los mamangundze) llegó a Mozambique en el año 2000 como parte de una misión católica. Fueron apenas tres meses pero en ese instante supo que había algo muy fuerte entre él y la gente que habita ese terruño de arcilla colorada. "Amo este país y amo a su gente: yo me quiero quedar para siempre acá. En Mozambique me siento útil, es mi lugar en el mundo, estoy haciendo todo lo que soñé. Siento que toqué el techo de mi tarea sacerdotal.", explica el cura que, tras años de cruzar el Atlántico cada 12 meses, en enero de 2015 se instaló definitivamente para encabezar la misión San Benedicto de Mangundze.
-¿Siente más relevante el trabajo que hace en Africa?
-Yo me siento un cura igual que cualquier otro. En todas las parroquias que estuve me ocupé de los temas sociales. El Papa Francisco nos dejó muy claro que uno no debe ocuparse no sólo de los sacramentos y de las oraciones. Y yo vivo el sacerdocio de esa manera, no podría estar celebrando la misa como si nada, mientras los chicos están desnutridos.
-Ese es uno de los grandes problemas en Mozambique.
-Sí, la expectativa de vida es muy baja: la mitad de la población tiene menos de 18 años. Una mañana de 2015 me levanto a las seis y veo a dos chicos que caminaban descalzos, envueltos en una capulana. Por más que haya 13 grados en invierno, los chicos salen a las cinco de la mañana sin zapatillas para llegar a la escuela a las 7. Y ese día los vi cómo tiritaban de frío. Entonces me fui a la ciudad de acá nomás, Xai Xai, compré chocolate, leche, azúcar y galletitas y empecé a dar un desayuno caliente para antes de la escuela.
-¿La Fundación Messi lo ayudó a hacer crecer ese desayuno?
-Un día apareció Julián Weich y nos conectó con Jorge Messi que llevó el proyecto a la fundación. Les gustó y lo extendimos a 40 escuelas. También le damos desayuno a las mamás embarazadas, las que están amamantando y a los chicos que no tienen edad escolar. Así alimentamos quince mil pibes. Tenemos un gran problema de nutrición. Y lo bueno también es que los chicos ya no faltan a la escuela porque no quieren perderse el desayuno.
-¿Tienen más apoyo de la Argentina?
-Sí, muchísimo. Un montón de chicos de la organización Somos del Mundo viene todos los veranos y ya construyeron 60 aulas dentro de esta misión que contempla 44 capillas en 90 kilómetros a la redonda. Y fuera de la misión ya hicimos más de ochenta. Además, vienen médicos argentinos, cirujanos y pediatras que ya hicieron más de 260 operaciones. Los médicos de acá son técnicos que estudiaron un par de años, por eso muchas veces les guardan los casos más complicados para que cuando llegan los argentinos.
-¿Por qué mueren tantos chicos?
-Por muchas cosas: por la malaria, el HIV, malnutrición… Muchos nacen en sus casas y es un riesgo tremendo en este lugar. Pero ahora hicimos un taller de costura y, cuando vienen a los puestos de salud, les damos la ropita para los bebés. Eso hizo que empezaran a elegir parir en las salitas: si hay una dificultad se puede derivar a la ciudad. Con eso, disminuimos cantidad la mortalidad infantil. Pero, al no haber transporte, cualquier dificultad es la muerte.
El padre Juan tiene un tatuaje de Jesús en su hombro derecho con un corazón gigante que le explota desde el pecho. De más está decir que el cuore lleva los colores de Racing. Es que, todos los caminos conducen a Avellaneda en la vida de este cura. Y no son pocas las locuras y los líos en los que entró por el club de sus amores.
En sus épocas como párroco en la Argentina, Juan Gabriel cayó presó más de una vez por defender a los hinchas de la Academia. "Una tarde íbamos a La Plata con los Racing Stones y cuando bajamos del micro lo detienen a mi amigo Marcelo Betbesé. Estaba marcado porque, unos días antes, le habíamos hecho un escrache a Gorostegui, el juez de la quiebra de Racing. Y cuando le digo al policía que él no había hecho nada, uno gritó ´a ese también llevateló´, ligué un par de palazos y terminé en cana con Marcelo".
-¿Llegó a decirles que era sacerdote?
-Sí, pero no me creyeron y pasamos toda la noche en la comisaría. En un momento vino un poli y me dijo: "La verdad que no te creo que seas cura. Y si sos cura bancatelá, la cancha es así". Al otro día nos fueron a buscar los dirigentes y les comentaron: "Hay uno que dice que es cura". "No me digan que detuvieron al padre Arias, son unos insolentes". Se armó un lío importante.
-Pero esa no fue la única vez que estuvo en un calabozo…
-Otra vez caí para ayudar a uno de los muchachos de la barra. El Tano Juan (N. de la R: es el famoso hincha de musculosa de Racing que se encadenó a la sede en la época de la quiebra) había ido a verme a la parroquia para sumarse a alcohólicos anónimos. Logramos que dejara el alcohol y las drogas, hizo un esfuerzo conmovedor, salió de la barra, cambió su vida. Un domingo jugábamos con Vélez y, desde antes del partido, se decía que lo iban a detener. Después de los 90 salgo con él y lo acusan de tirarle con un encendedor a Chilavert. Ahí nomás me hice detener para hablar con el comisario. Por suerte era buen tipo y entendió que, si le hacían una causa, el Tano podía tener una recaída brava. Nos largaron a las cuatro de la mañana.
-Hace un poco de ruido la relación con la barra.
-Mi relación era con todos los hinchas. Cuando estaba en la Argentina, Racing era mi segunda parroquia, entonces muchos venían a confesarse, a pedir ayuda al Cilindro. Y generalmente eran los que tenían problemas.
-¿Le dio un poco de bronca estar tan lejos cuando Racing salió campeón?
-Para nada, estoy feliz porque yo luché mucho para que volviera la democracia a Racing. Estuve en todas las marchas y ayudé a la gente que estaba construyendo el predio Tita, que fue el bastión de la resistencia contra el gerenciamiento. Cuando quisieron rematar la sede de Villa del Parque medié con la policía para que no detuviera a la gente. Por eso hoy me siento parte del gran momento que vive Racing. Y también fui dirigente de la primera etapa que reencauzó al club.
-¿Qué le provoca más ganas de volver: el mate, la familia o la Academia?
-Casi no tengo relación con mi familia, soy un bicho muy raro. Ese lugar lo ocupa la Iglesia, Racing, y los amigos que tengo en la cancha. Ni el mate ni la familia, lo que más extraño del país es a la Academia. Pienso seguir yendo a verlo una vez por año y volver. Yo me muero acá.