La enfermedad desconocida que casi le cuesta el oro olímpico a Santiago Lange, el hombre que ya mira a París 2024

"Fue la medicina china lo que me curó. Durante cuatro años tuve una enfermedad que me afectó más que el cáncer", revela el regatista, que a exactamente un año de Tokio 2020 cree que sus hijos pueden estar en el podio olímpico

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Santiago Lange no puede vivir lejos del agua. Ni, todo indica, sin Juegos Olímpicos. Ama "cualquier cosa que flote", no se imagina sin ser deportista. Por eso es que al épico oro de Río 2016 quiere sumarle otra medalla en Tokio 2020. Maravilloso, ¿no?. Sería, a los 58 años, la culminación legendaria de una carrera soñada. Y a descansar, por fin.

Nada de eso: Lange, el hombre de las tres medallas olímpicas, ya piensa en los Juegos de París 2024. Quiere más, no quiere parar.

"Why not?", dice en inglés durante una entrevista con Infobae. ¿Por qué no?, se pregunta uno de los deportistas más importantes de la historia argentina a exactamente un año de los Juegos que se inaugurarán en Tokio el 24 de julio de 2020. Bronce en Atenas 2004, bronce en Pekín 2008, oro en Río 2016. Y hoy, en realidad hace meses ya, está preparando la cita japonesa, porque el objetivo vuelve a ser una medalla.

Lange está en Japón junto a Cecilia Carranza, su compañera en la hazaña carioca. Quieren conocer mejor que nadie el escenario de la lucha por las medallas: "Estoy en Enoshima, un lugar dentro de la bahía de Sagami. Es un campo de regatas muy interesante, muy complejo, estamos con Cecilia intentando entenderlo mejor. Vamos a pasar este año dos meses y medio para conocer fondo este lugar, es apasionante este momento".

¿Apasionante? Sí, Lange es un cultor del "enjoy the ride", cree más en el camino que en la meta. Y disfruta sabiéndose en control de todo, necesita tener identificado hasta el más mínimo detalle. Sobre todo esta vez, porque a diferencia de Río, la salud no lo está traicionando en la preparación. Y no, esto no se refiere al cáncer que llevó a que se le extirpara un pulmón 11 meses antes de aquellos Juegos. La enfermedad que lo persiguió por cuatro años y durante los mismísimos Juegos de Río fue otra. Mucho menos grave, pero tremendamente compleja y persistente.

– Si comparás este momento con el que vivías hace cuatro años, ¿qué semejanzas y qué diferencias ves?
– Estoy recontramotivado y con ganas de dejarlo todo. Pero también es cierto que el hecho de haberme operado antes de los Juegos de Río generó una especie de fanatismo por mi situación que esta vez es difícil de replicar. Me operé menos de un año antes de los Juegos, el 22 de septiembre.

– El día de tu cumpleaños…
– Exactamente.

– Por eso, aquello fue incomparable, no se va a volver a dar algo así.
– No, no… Pero yo en mi interior siento ese fuego de querer estar mejor, de reforzar al equipo, de querer entrenar más, de esforzarnos, de pelearnos entre nosotros por lo que creemos que hay que hacer, porque internamente claro que hay diferencias.

– Cuando ganaste el oro en Río se te preguntó si estarías en Tokio. Contestaste con diplomacia, hablaste de una posibilidad, pero da la impresión de que ya el día que ganaste la medalla en Río tenías tomada la decisión de estar en Tokio
– Ciento por ciento, sin ninguna duda. Ya lo sabía.

– ¿Por qué tan ambicioso, por qué tan insaciable cuando acababas de ganar un oro hermoso?
– Porque lo lindo no es ganar… Obviamente es lindo y especial, pero lo lindo es transitar, prepararse. Por eso este año es tan especial, las decisiones que estamos tomando ahora son las que marcan la diferencia el año que viene. Es un 'enjoy the ride'. Yo me siento un privilegiado de estar 300 días en el mar al año, de disfrutar cómo se desliza un barco en el agua. Todo lo de hoy me genera la adrenalina de estar ya dentro de un año con todo a la perfección. Las mejores velas, el mejor barco, que Ceci y yo estemos en perfecta sintonía… Está el paradigma de que tenés una edad y tenés que dejar, de que ganaste el oro y tenés que dejar, pero a mí esta es una vida que me encanta así, entonces, ¿por qué dejarla?

Santiago y Cecilia Carranza en
Santiago y Cecilia Carranza en Río, donde ganaron su primer dorada. (Télam)

– Te pasa como a Roger Federer. Cuando le señalan que tiene casi 38 años y le preguntan "¿hasta cuándo?", él dice que le encanta lo que hace y que no le está yendo nada mal, que por qué dejar esa vida de tenista…
– La verdad que cuando escucho las entrevistas de Federer me identifico mucho con él. Le escuché decir hace poco que la edad es solo un número, y yo ya lo había dicho eso hace años. Yo siento lo mismo, veo que la gente me quiere retirar, ya me pasó después de Atenas 2004, que ganamos medalla con Camau (Espínola), y me hablaban del recambio en el yachting. Y es al revés. Mis hijos están cada vez más grandes, tengo más tiempo para mí. ¿Por qué dejarlo si cuando pierdo una regata todavía me enojo y quiero entrenar más? Y si con Ceci no andan bien las cosas me peleo con el entrenador o con ella para tratar los tres de hacer las cosas mejor.

– La Cecilia Carranza de hoy, ¿es la misma que hace tres años?
– No, no, seguro que no. Creció muchísimo como deportista. Al final de cuentas es una campeona olímpica, ya demostró mucho.

– ¿Qué perdiste con el paso de los años, pero compensás con tu experiencia?
– Velocidad de movimiento. Si tengo que maniobrar en el barco no creo que sea de los más rápidos, pero con experiencia o sutileza en el timón compensamos. Nosotros maniobramos el barco de manera diferente a nuestros rivales, porque no tengo las rodillas ni la espalda para hacer lo que hace un chico de 25 años. Nuestro deporte es longevo, pero no en el barco con el que nosotros competimos, donde todos nuestros rivales son chicos de menos de 40 años.

– ¿Cómo compensás eso?
– Ceci tiene que hacer más que otros acompañantes. Si sos un equipo de fútbol y tenés uno con edad y experiencia le vas a tener que poner al lado uno que corra más. Obviamente Ceci tiene un despliegue físico mayor que algún rival con un timonel más joven.

– En Río aplicaste esa sabiduría: en la regata final todos fueron para un lado, pero ustedes para el otro porque vos leías la cancha diferente a los demás
– Lo digo con humildad, pero sí: cuánto más difícil es el campo de regatas, mejor nos va. Pero Tokio va a ser ultracompetitivo y tendremos que estudiar muchos detalles.

– En Japón no te vas a instalar a vivir un año antes, como en Río de Janeiro. ¿Por qué?
– Creo que vamos a estar de todos modos un poquito más de tiempo en Japón que los demás equipos en la previa de los Juegos. Estoy además trabajando mucho con nuestra meteoróloga, que es italiana, Elena Cristofori. El trabajo con ella va a ser fundamental, y hay que aprovechar al máximo los dos meses y medio que vamos a pasar este año allá. Cuando venía caminando para verte a vos hablaba con ella por teléfono. Elena trabaja para el equipo olímpico austríaco y yo coordino todo el tema meteorológico para ellos y en retribución recibo la información, porque la Argentina no tiene la plata para pagarle a Elena. La parte meteorológica va a ser muy importante, porque en Japón vamos a estar menos tiempo que en Río.

– En comparación, el campo de regatas de Tokio 2020, ¿es más o menos difícil que el de Río 2016?
– El de Río fue el más difícil que te puedas imaginar. El mar y el viento de Brasil es como los brasileros mismos. Vos en Río no sabés si vas a bailar en una esquina o tenés que salir corriendo porque te van a afanar. Y el mar es igual. Y el viento en Brasil es totalmente impredecible. La de Tokio va a ser una cancha muy interesante, pero va a ser diferente, aunque muy difícil de leer.

– ¿Cómo estás hoy de salud, cuatro años después?
– Gracias a Dios increíblemente bien y con una energía tremenda. Me gustaría tener más ventanas a lo largo del año para dedicarle más tiempo al físico, pero no puedo. Estamos siempre compitiendo y se me hace difícil. Pero lo que la gente no sabe es que sufrí mucho más las otras enfermedades que tenía que el cáncer del que me operaron.

Santiago Lange acompañado de sus
Santiago Lange acompañado de sus hijos Yago y Klaus, quienes también van a competir en Tokio. “Son cracks, ¡son cracks!”, dice su padre.

– ¿Qué tenías?
– Tenía síntomas de gripe sin ser gripe. Todo el tiempo. Nunca voy a saber por qué tenía eso, pero me curé. Hice distintos tratamientos alternativos, métodos científicos, fui a la Clínica Mayo en Estados Unidos… Y fue la medicina china la que me curó. Poquito a poquito me fui curando. Hoy me siento perfecto, pero antes, cada vez que me tomaba un avión, me enfermaba. Esto me afectó más que el cáncer, que en definitiva fue una operación y se superó. Esto duró cuatro años, cada vez que entrenaba fuerte me enfermaba, volaba y me enfermaba… He tenido concentraciones con Ceci de 15 días en las que solo podía entrenar dos horas por día y me iba a la cama. Fue durísimo…

– ¿Lo solucionaste antes de Río?
– No, no. Lo solucioné hace un año.

– O sea que en Río competiste enfermo.
– Agarrado de un hilo. No podía pasarme de rosca en el entrenamiento físico porque tenía grandes posibilidades de engriparme.

– Más que de la cama al living, lo tuyo era ir de la cama al barco.
– (ríe) ¡Sí, grande Charly!

– Llegás entonces a Tokio 2020 con el cáncer y esta enfermedad superadas…
– Sí. Y por eso me gustan tanto los Juegos Olímpicos, tanto la planificación. Saber qué hilos hay que mover para que el 20 de julio del año que viene estemos en nuestro esplendor.

– ¿Y tenés todos los hilos ya controlados?
– Yo observo y no dejo de aprender. Estoy muy concentrado en eso, en que controlemos todas las variables para llegar a nuestra máxima expresión en el momento justo. Y eso me encanta.

– Tres años atrás el deporte femenino no había logrado el espacio que tiene hoy. Y en Río se habló mucho del oro de Lange, ¿en Tokio crees que se hablará del oro de los dos, con Cecilia Carranza en igualdad de menciones?
– Ceci es campeona olímpica, formamos un equipo y somos tan importantes el uno como el otro. La atención que está ganando el deporte femenino es increíble. En nuestra mesa, en chiste, digo a veces que todos estos movimientos deberían estudiar lo que vivimos nosotros con Ceci, nuestra convivencia, el hecho de que Ceci se metiera en un equipo ya formado e integrado por hombres. La gente no sabe que nuestra disciplina es mixta y uno puede ser tripulante o timonel. El tripulante, que es el rol de Ceci, es el que hace más fuerza. Eso quiere decir que Ceci muchas veces compite directamente con hombres. No tengo ninguna duda de que el día que haya una mujer que timonee bien el barco nos van a ganar. Ceci compite en su puesto con un tipo de 15 o 20 kilos más. Los hombres izan en tres o tres segundos y medio y Ceci en siete. Y Ceci a veces siente mucha impotencia, porque hace todo bien, pero no puede más. ¿Dónde encontramos el límite de Ceci? Eso genera tensión interna y en ella misma. Lo digo con mucha delicadeza: noto que a veces nosotros como equipo ponemos a Ceci en una posición muy exigida. Es algo digno de análisis.

Santiago Lange y Cecilia Carranza,
Santiago Lange y Cecilia Carranza, el binomio argentino que volvió a dejar al yachting argentino en los alto durante los Juegos Olimpicos Rio 2016

– Regresemos a la tarde del 16 de agosto de 2016 en la Bahía de Guanabara, el día del oro. Se equivocan, los penalizan, las medallas se escapan. Imagino que hay mucha tensión en ese barco, imagino que la conversación no es un "por favor, Ceci" o "gracias, Santi". ¿Cómo se hablan? ¿Se gritan, se insultan, uno manda?
– Cuando veo el video de la última regata me doy cuenta de lo bien preparados que estábamos mentalmente. La infracción que nos marcan es injusta, pero no hay un grito de "¡boludo!" al réferi, nada de eso. Ese juez, después del oro, nos vino a pedir disculpas por la penalidad, nos dijo que se equivocó. En una situación como esa, largando una regata que dura 20 minutos, una penalidad te deja, en el 90 por ciento de los casos, último seguro. Lo único que pensé era dónde iba a haber una oportunidad, miré al mar para ver dónde se abría esa oportunidad. Eso me genera orgullo, fuimos fríos porque estábamos muy bien preparados.

– Esa regata final en la que toman la decisión de ir por dónde no va ninguno de los otros barcos… ¿Podés reproducir el diálogo?
– Ceci me dijo esto: "Hacé magia, viejito". Imaginate la tranquilidad y confianza que teníamos como equipo. Nunca perdimos el foco, siempre estuvimos concentrados en llevar al barco lo más rápido posible. Y eso que yo había dicho en el equipo que no entrenásemos penalidades porque no teníamos tiempo. No las entrenamos. Cuando veo los videos veo lo increíblemente bien que hizo Ceci esa penalidad. Había ganas, deseo, foco. Sí, en una regata normal nos podemos insultar mal y tener discrepancias enormes, claro. En los Juegos tenemos una unidad que no hay que tenerla a un año de los Juegos. Es ahora que hay que pelearse, que cada uno tiene que hacerse fuerte y discutir. Pero sí, aquel momento fue zen, absolutamente. En la campaña de Río hemos tenido peleas muy duras con Ceci, y hoy las seguimos teniendo.

– Volviendo a Federer… Tenés un costado no tan conocido, una gran pasión por el tenis.
– Federer y (Rafael) Nadal son los que cambiaron el tenis olímpico. Un deporte ultraprofesional como el tenis se entusiasmó con los Juegos Olímpicos. Los grandes tenistas no solían ir a los Juegos, ellos cambiaron eso. Federer es un megacrack, Nadal también. Los dos tienen una sabiduría humana impresionante. Y el libro de (Andre) Agassi… "Open" me parece un libro extraordinario ya desde el título. Yo quiero que mi libro sea tan open, tan abierto como el de Agassi.

– ¿Tu libro? ¿Estás escribiendo uno?
– Se me acercaron y me dijeron, ¿querés contar tu historia? Y esa pregunta no me la había hecho. Sí, estoy escribiendo un libro, y no quiero que sea color de rosa, quiero que aparezca lo controversial, lo que haya que contar. En octubre nos vamos con la gente que me está ayudando a escribir una semana a mi casa en Barcelona a revisar todo el libro. Quiero mostrar todo pero no quiero atacar a nadie. Yo soy muy positivo en mi vida, si tuve una pelea ya está, miro para adelante. Me pelee con la federación de vela y no fui a Barcelona 92. Lo siento como un peso enorme, pero ya está. Ojalá que el libro sea un éxito.

– ¿Qué van a hacer tus hijos, Yago y Klaus, en Tokio?
– Van a competir. ¡Y son cracks, son cracks!

– ¿Y pueden conseguir medalla? ¿Puede haber más de un Lange en el podio?
– Sin dudas. En cuanto a talento y técnico están en condiciones de ser número uno del mundo. Si algo puede jugarles quizás en contra es el hecho de ser hermanos, algo que a veces genera tensiones. Pero son dos cracks.

– En los próximos doce meses presentarás un libro autobiográfico y lucharás por tu cuarta medalla olímpica. Ya está, ¿no? ¿O vas a competir con 62 años en París 24?
– Why not? Para que se entienda: ¿por qué no?

 
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