-"Hola, Nico, ¿cómo andás? ¿Te acordás que me habías dicho que me ibas a seguir adonde sea? Bueno, si todavía pensás lo mismo, armá las valijas porque tenemos trabajo".
La voz en el celular era la de Nicolás Burdisso y, del otro lado de la línea estaba Nico Chiesa, quien hoy es uno de sus laderos en la secretaría técnica de Boca. Eran vísperas de las Fiestas del año pasado y las cientos de horas de reuniones en Italia proyectando las tareas como manager en algún equipo se estaban materializando en una misión definida.
En pocas horas sacaron los pasajes, buscaron hogar en Buenos Aires y colegio para sus chicos. Durante las primeras dos semanas las jornadas laborales se extendieron a más de 15 horas. Junto a Aníbal Matellán, otro hombre que escribió páginas doradas en la historia de Boca, Chiesa es una de las patas en las que se apoya Burdisso día a día. Y vale la pena repasar su prontuario.
"Me defino en tres palabras: familia, fútbol y amigos. Si tengo eso, ya estoy". Así se describe ante Infobae el ex futbolista que se inició en el baby del Club Parque de la mano de Ramón Maddoni (hoy en las infantiles xeneizes). Cuando tenía 11 años empezó a jugar en las inferiores de Argentinos Juniors, en una categoría 80 que también fue integrada por Federico Insúa y Esteban Cambiasso, a quien considera un hermano de la vida.
LA FRUSTRACIÓN COMO FUTBOLISTA EN ARGENTINA
"No logré concretar lo que había generado como promesa, no pude imponerme en Primera". Con pesar pero sinceridad brutal, el ex enganche asume que no estuvo preparado psicológicamente para dar el salto al fútbol profesional y por eso deambuló por el ascenso antes de embarcarse en una aventura por el Viejo Continente.
En 2001 se marchó de La Paternal y formó parte del plantel de Nueva Chicago que ascendió a la máxima categoría, aunque siempre estuvo a la sombra de Christian Gomito Gómez y Ezequiel Amaya. Permaneció en la B Nacional luciendo la camiseta de Almirante Brown de Arrecifes, donde mantuvo buen nivel en los 27 cotejos que disputó. Luego probó suerte en Instituto de Córdoba, elenco en el que estuvo opacado por Santiago Raymonda y Gonzalo Bustamante, dos descollaron en su posición.
La experiencia en Córdoba no fue del todo negativa porque en esa ciudad conoció a la madre de sus hijos, pero el hambre de gloria lo motivó a firmar en el Politehnica Iasi de Rumania, un país que estaba poniéndose de pie después de la guerra y ni siquiera integraba la comunidad europea. Se arriesgó en soledad dejando a su mujer embarazada en Argentina sin siquiera percibir un sueldo suculento. El sacrificio familiar dio frutos al año siguiente, cuando se le abrieron las puertas en el ascenso de Italia.
De pequeño, Chiesa era fanático de Diego Maradona, al que siguió mucho durante su estadía en Nápoli. Tenía grabados los VHS con los partidos de Argentina en el Mundial 90 y apretaba el botón de play cada vez que invitaba a sus amigos a merendar. Su amor por el fútbol italiano se gestó allí (y probablemente también su vocación por el análisis deportivo).
Eran años en los que los futbolistas no se vendían con videos por YouTube o WhatsApp como en la actualidad, pero los cassettes con algunas de sus fintas y goles le sirvieron para hacerse una carrera de diez años en la que se coronó con 5 títulos: "Ahí fui feliz, logré mi sueño de ser protagonista. Quizás a otro nivel, pero tuve mis satisfacciones". Su familia habla castellano e italiano. Su hijo menor nació allá. Italia es uno de sus lugares en el mundo.
ÉXITO EN UN PARAÍSO RECÓNDITO
Pasados los 30 años empezó a ver con buenos ojos la carrera de DT. Se focalizó en las vivencias de sus compañeros más experimentados y sus formas de ver el fútbol. "Entendía que había que prepararse, no es bueno pensar que porque uno jugó puede dirigir", explica Chiesa. Realizó el curso de entrenador UEFA B en Roma pero siguió adelante como futbolista profesional en un destino exótico. Luego completaría su currículum con cursos de análisis y scouting.
Riccardo Gaucci, hijo de un emblemático dirigente del fútbol italiano, le propuso liderar futbolísticamente al Floriana de Malta, una isla situada a una hora de avión de Italia. Hasta ahí solamente había escuchado hablar de ese sitio como plaza turística. Aunque a los 35 años, la motivación de capitanear a un equipo lo convenció.
"La isla parece de mentira, es irreal de lo linda que es. En verano hace 32 grado y en invierno 15. Mi familia no quería saber nada con ir ahí, pero cuando llegó se enloqueció", recuerda Nico, que calificó este paso en su carrera como una segunda juventud. El entrenador era el brasileño naturalizado belga Luis Oliveira (ex compañero de Gabriel Batistuta en la Fiorentina), que se apoyaba mucho en su opinión para tomar decisiones. Allí comenzó su transición de futbolista a entrenador.
Tras la primera temporada en la que disputó 33 partidos y se mostró en óptimo estado físico el presidente le renovó por dos años. El italiano Giovanni Tedesco llegó como técnico y con él arribaron los argentinos Ignacio Varela, Enzo Ruiz y Sebastián Nayar. Levantaron la Copa de Malta y disputaron el playoff por el ingreso a la Europa League con el Estrella Roja serbio: "Ahí tendría que haberme retirado, cerrar mi humilde carrera de una manera linda".
Desde allí todo dejó de ser color de rosa. El concepto de isla fantástica comenzó a saturarlo y el nuevo DT empezó a insinuarle que lo mejor para él era retirarse y sumarse a su cuerpo técnico. Había sufrido una lesión pero veía lejos el retiro, seguía con ganas de usar los pantalones cortos al menos una temporada más. A su falta de continuidad se le sumaron resultados negativos. Y el desgaste de la relación entre el presidente y Tedesco llevó a la despedida del entrenador.
"Creemos que sos el indicado para reemplazar a Giovanni", fue la frase del presidente del Floriana que le movió el piso. La oportunidad de lanzar su carrera como estratega se había adelantado y tenía que resolver su futuro de inmediato: escuchó las recomendaciones de Cambiasso y Burdisso y decidió ponerse el buzo de DT.
Dirigió los meses de temporada que restaban y levantó la supercopa local. De a poco se fue dando cuenta que el plan y metodología de trabajo que tenía en mente era difícil de llevar a cabo en un país como Malta. Los cambios de horarios en los entrenamientos, las comidas y la programación fueron ingredientes de un cóctel explosivo. El mal clima decantó en su renuncia: "Cuando le dije a mi familia que nos íbamos se pusieron a llorar. Pero tenía la decisión tomada", cuenta.
LA PASIÓN HEREDITARIA Y SU ROL EN BOCA
Hasta principios de 2019 hacía cuatro años que la familia Chiesa no visitaba Argentina. Las condiciones paradisíacas de Malta habían llevado a trasladar a los familiares directos hacia allá en los períodos libres anteriores. Estaban planificadas las vacaciones en Buenos Aires y Córdoba, cuando llegó el llamado de Burdisso.
"En mi familia somos todos de Boca. Mi abuelo fue delegado en el club y yo de chico venía a la Bombonera, tengo una linda historia", dice el hombre que en su niñez tenía pegados en su habitación los posters del Chino Tapia y el Ruso Hrabina y que vio Claudio Benetti subirse al alambrado tras convertir el gol que le dio a Boca el Apertura 92 desde una de las tribunas del estadio.
Chiesa admite que a la familia le costó la adaptación aunque cree que el hecho de trabajar en la institución de su corazón ayudó a amoldarse. "Si Nico (Burdisso) me decía de ir a trabajar a Noruega o Hong Kong, a mí me entusiasmaba igual e iba. Pero cuando me dijo que era Boca, con todo lo que viví en el club, se me erizó la piel", relata. Y añade: "Mi hijo veía a Boca por televisión y ahora ve al papá trabajando ahí. Es un sueño".
El rastrillaje del "sabueso" de Burdisso implica una amplia red que abarca la captación de jóvenes promesas de otros equipos y del exterior (además del seguimiento interno en las inferiores), los jugadores de Primera División, los que tienen proyección y pueden servirle de inversión al club y los futbolistas requeridos por el cuerpo técnico de turno con características determinadas establecidas. También es utilizado como ojeador para estudiar a los futuros rivales de Boca.
Chiesa es el primer filtro; Matellán y Burdisso el nexo con Gustavo Alfaro; Angelici quien baja el martillo por la contratación de los jugadores. Así se complementa la plataforma de trabajo que se constituyó en enero.
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