El Torta, apodo que le puso Ricardo De Santis (preparador físico de Osvaldo Chiche Sosa) por su cara redonda, jugó la última temporada en la Primera C con Lamadrid. La experiencia adquirida en el fútbol lo pinta como un "veterano joven" de 32 años. Su pasión por el deporte, la misma que sentía cuando transitaba el paso por las juveniles de Huracán, se pone de manifiesto en la entrevista con Infobae.
En edad de Séptima fue visto por Hugo Tocalli y convocado para las juveniles de la Selección tras romperla en un Racing-Huracán. Tuvo como compañeros a Chiquito Romero, Javier García, Agustín Marchesín, Bruno Centeno, Gabriel Mercado, el Laucha Acosta, Maxi Moralez y el Kun Agüero. Participó de varias giras a lo largo y ancho del país y viajó a Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Francia. Además, se dio el gran gusto de ser sparring de Lionel Messi en 2006: "Ya era un crack, un fuera de serie. Tenía un yoyó en el pie".
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Con apenas 19 años el Turco Mohamed lo hizo debutar en la primera de Huracán, justo antes del ascenso de 2008 (el titular era Leo Díaz pero estaba suspendido). Después de superar una lesión de meniscos, fue suplente de Marcelo Barovero y Alejandro Limia hasta el arribo de Ángel Cappa, quien lo respaldó en la valla justo en el Clausura 2009 que el Globo peleó con Vélez.
"Teníamos un equipazo, era un lujo, lástima que no se siguió con ese proceso. Los dirigentes hicieron sus negocios, no invirtieron como debían. No se pensó en la gente", repasó Monzón, quien le apuntó a Carlos Babington, presidente por ese entonces: "Tenía todo para ser dueño del club y hoy no puede pasar ni por la puerta. La ambición, avaricia y dinero te llevan a otras cosas".
De ese plantel todavía tiene contacto con Carlos Araujo, Chiche Arano y el Pato Toranzo. El Gato va seguido al estadio Ducó y aseguró querer mucho al club: "Me dio bienestar y un techo para mis hijos". Después de esa campaña fue buscado por Boca y River pero los dirigentes exigieron mucho dinero y no lo soltaron. Hoy se arrepiente de no haber hecho más fuerza para una transferencia.
Lo que pocos recuerdan del 2009 es el segundo semestre: "Con 13 puntos entrábamos a la Libertadores y sacamos 11. No hicimos pretemporada, se fue la mayoría de los jugadores y no trajeron otros que estuvieran a la altura de la Primera División. Sin desmerecer, trajeron jugadores de la C que de repente se encontraban jugando un clásico con San Lorenzo en cancha de Boca. Es lo mismo que hoy Boca me llevara a mí después de atajar en Lamadrid. Yo paso, diría 'no, gracias'".
En 2014, justo después del desempate por el ascenso a Primera con Independiente, terminó su contrato y decidió cerrar un ciclo: "Viví muchas malas en Huracán, pero me queda poder ir a la cancha con la frente en alto. Algunos me querrán, otros no. Pero nunca hice nada raro ni me metí con nadie. La gente me reconoce haber puesto el pecho en las malas. No es fácil tener a la gente en la tribuna Bonavena a tu espalda cuando la cosa está mal".
A Monzón le quedó la espina por haberse ido con el equipo en la B pero al menos se dio el gusto de ser figura en la tanda de penales ante Crucero del Norte en el primer partido de la Copa Argentina que alzó el Globo dirigido por Néstor Apuzzo.
En Chile probó suerte en San Marcos de Arica pero cuando transitaba su primera experiencia afuera del país su cabeza estalló por una noticia personal: iba a ser papá de mellizos. Esta situación lo llevó a regresar a Argentina y recaló en Tristán Suárez, donde no tuvo demasiada continuidad.
"Cuando tuve la posibilidad de dar el salto no lo hice, y todo fue culpa mía. El fútbol es cruel, un día estás en la cima y en dos años picaste. Cuando más tenía que esforzarme, más me relajé, inconscientemente. Y eso es lo peor que podés hacer. Por eso Barovero, Orión, Saja y Armani fueron o son lo que son, tienen una mentalidad distinta", fue su fuerte autocrítica.
En la actualidad estudia algunas propuestas del ascenso argentino para continuar con su carrera profesional pero el fútbol no es su principal fuente de ingreso, ya que algunas inversiones propias lo ayudan a sostener a su esposa, Amadeo y Lito, sus niños, que padecen TEA (trastorno del espectro del autismo) y requieren de un costoso tratamiento.
Es la voz de la experiencia en los planteles que le toca integrar. Y aconseja a los más jóvenes para que no se descarrilen: "Les recomiendo invertir en la familia, no solamente con dinero sino en tiempo y dedicación. Todos están en la foto del campeón pero un día se corta eso y hay que saber cómo manejarlo".
Riquelmista hasta la médula, el golero que se engancha con partidos de fútbol y básquet (también lo practicó de chico antes de transformarse en arquero) por televisión todavía no definió si continuará ligado al fútbol cuando se retire. Sí se ilusiona con algún día irse a vivir al campo, lejos de todo: "Hubiera dado todo lo que me pasó en el fútbol y la vida por tener a mis papás juntos, a mis hermanos, tener un domingo en familia. No se dio y mi sueño es tratar de hacerlo con mi propia familia".
Por lo pronto, la pelota seguirá rodando para él: "Quiero que mis hijos me vean jugar y que mi esposa disfrute de verme salir campeón o lograr un ascenso, no me importa la categoría".
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