El escenario se presentaba ideal, como si lo hubiese imaginado un escritor o un director de cine. El torneo de Primera División de 1981 se aseguraba dos presencias estelares para disputar el título. Por un lado River Plate, el indiscutido mejor plantel del fútbol doméstico, ganador de tres de los últimos cuatro torneos. Por el otro, Boca Juniors, con la incorporación fulgurante de Diego Maradona, para archivar rápidamente un pésimo 1980 y volver al sano hábito de la vuelta olímpica, olvidado desde hacía varias temporadas.
Para amortiguar el impacto del pase de Diego, los dirigentes millonarios se movieron velozmente y contrataron a Mario Kempes, para darle aún mayor realce al viejo Metropolitano. Nadie podía pensar que fuera de esos dos colosos, alguien podría intentar colarse en la discusión. Quizás sí lo soñaban aquellos hombres que en el más absoluto silencio hicieron su pretemporada en las sierras, convencidos por la amable tonada cordobesa de su conductor. Carlos Griguol y sus muchachos de Ferro Carril Oeste, sentían que podían sentarse a la mesa de discusión. Y vaya si lo hicieron. Era como una máquina con sus movimientos perfectamente aceitados, que arrancaba la solidez con una defensa que se perpetuó en la memoria de los futboleros: Barisio – Gómez – Cúper – Rocchia – Garré.
Carlos Barisio tuvo en aquel certamen una actuación descollante, dando seguridad desde el arco. Así recuerda haber formado parte de un equipo inolvidable: "Estaba todo tan bien sincronizado y trabajado que nos entendíamos casi sin mirarnos entre los cinco. Ferro era un chico pero con espíritu de grande. Un arquero de equipo chico, recibe muchas situaciones de gol por partido. La defensa era tan buena que casi no me llegaban, pero tenía que estar atento y no fallar en esos momentos. Era mucha concentración durante los 90 minutos. Llegaba a mi casa y parecía que me había pasado un tren por encima (risas)".
Inscribió su nombre y apellido en el libro de los récords de nuestro fútbol: ser el arquero con mayor cantidad de minutos sin goles en primera división con 1077. La historia comenzó una lluviosa tarde de julio, pero casi no se concreta: "El día del partido contra Instituto hice la mejor atajada de mi vida, antes de batir el récord. Saccardi fue a cubrir a Garré que se había ido al ataque y le ganó la posición al puntero derecho Rodolfo Rodríguez. Al tener la pelota, quiso cambiar de frente para salir con Mario Gómez, nuestro lateral derecho, pero se la puso en el pecho a Juan José Meza, el excelente número 10 de ellos, que estaba en la medialuna. La mató y le pegó fuerte, abajo a la derecha mía. Volé y la saqué con lo justo".
"Yo no sabía nada del récord. Recién me enteré al finalizar el 0-0 con Colón en Santa Fe, la fecha anterior a enfrentar a Instituto, cuando un periodista me dijo: "¿Sabías que en el próximo partido podés quebrar la marca de Antonio Roma?". Desde el día siguiente (lunes) hasta el jueves que era el encuentro con los cordobeses, me martillaron el teléfono, de la radio y la televisión. Soy absolutamente sincero: no llegué a la cancha de Ferro pensando en eso y jugué como un partido más, porque la meta era poder alcanzar a Boca. Hecho que se dio tres días después y allí tomamos conciencia que podíamos ser campeones".
Ferro inició esa 28° fecha dos puntos por debajo de Boca, pero al golear 4-0 a Instituto y empatar los Xeneizes con Vélez, la diferencia se redujo a la mínima. Pero el hecho sobresaliente de la plomiza jornada en Caballito se dio en el complemento. Desde el inicio del match, todos en la platea miraban desesperadamente sus relojes. Hasta que a los 23 del segundo tiempo, como una onda expansiva de felicidad, la mecha imaginaria se encendió con tibios aplausos antes de ser una conmovedora ovación: "Fue algo muy emocionante, compartido con los muchachos de Instituto, que me vinieron a abrazar. Recuerdo especialmente a Krausemann, un defensor, que lloraba y al mono Guibaudo, que se cruzó desde el otro arco. Ese día había venido a verme mi mejor amigo, que se quedó esperando en la calle, apoyado en un árbol, porque tardé mucho en poder salir. Nos abrazamos y le dije: "Acompañame a Canal 9 que me invitaron a Polémica en el Bar (el programa más visto). Tenía que llegar a una determinada hora, porque se grababa antes y había que compaginarlo. Pensé que iban a ser un par de preguntas y listo, pero me hicieron actuar con esa gran mesa que conformaban "Minguito" Altavista, Rolo Puente, Mario Sánchez, Julio de Gracia y el gordo Porcel.
"Estaba más nervioso en el momento de entrar en escena que cuando batí el récord (risas). Ese día increíble no terminó ahí. Llevé a mi amigo hasta Tigre y luego tenía que pasara a buscar por la casa de mi suegra en Escobar a mi esposa y el nene más grande, que entonces tenía tres años. Luego de dejar a mi amigo, me quedé por primera vez solo. Puse la radio y hablaban de mí, entonces puse música. Me relajé y comencé a acelerar, sin tener noción de la velocidad por Panamericana. Calculo que iría a 150 cuando agarré un badén de agua, porque llovía bastante y me fui de golpe a la banquina. Me asusté. El médico luego me dijo que era lógico lo que me había pasado. Lo más emocionante fue llegar a mi casa en San Isidro, subir hasta el departamento del décimo piso y ver toda la puerta llena de mensajes de los vecinos con las felicitaciones. Ese fue el mejor premio, porque se referían primero a mí como persona".
"Recién caí al otro día, cuando llegué al entrenamiento y estaban Amadeo Carrizo y Antonio Roma, dos glorias del arco, que los habían citado para que hiciéramos una nota los tres juntos para la revista Estadio. Yo había estado en la cancha de Vélez, el día que Amadeo había batido el récord, porque estaba en el tercera de River. Increíbles las vueltas de la vida. Amadeo fue un maestro. Cuando jugaba en las inferiores me decía: "Pibe, cuando termines de entrenar y nosotros hagamos fútbol, venite y te sentás atrás mío, para ver cómo hago las cosas. Un genio".
Tras la victoria ante Instituto, la marca se extendió sin goles en contra ante Rosario Central y Racing. Frente a Talleres, Ferro ganaba 1-0 y se mantenía en la punta junto a Boca, hasta que faltando dos minutos, el récord fue un recuerdo. "Promediaba el segundo tiempo y veníamos tranquilos. De repente veo que comienza a hacer calentamiento para entrar en Talleres Humberto Bravo. No, por favor pensé para mí, este tipo es un goleador nato. Ingresó y entre Cúper y Rocchia lo controlaron, hasta que faltando dos minutos la paró con el pecho en el borde del área y la clavó en un rincón. Me hizo un golazo. Igual si no era ahí, era en el partido siguiente con Boca en la Bombonera (risas)".
Aquel cotejo, a tres fechas del cierre del torneo, fue una final anticipada. El gol de Bravo que le sacó el invicto a Barisio, también dejó a Ferro un punto debajo de su rival. "La llegada al estadio fue increíble. El vestuario visitante está debajo de La 12, imaginate. Temblaba todo. Lo preparamos de la misma manera que los anteriores, nada especial. Griguol no quiso marca personal para Maradona, había que tomarlo desde donde arrancara, pero era una cosa de locos. No merecimos perder esa tarde, pero Diego es de otro planeta. Si tenía una, cambiaba la historia y así fue: le puso un pase maravilloso a Perotti, que me definió perfecto, bien al lado del palo, me pasó rozando el guante. Años después, viendo el video, no puedo creer la avalancha que hubo detrás de mí. No sé cuánta gente hubo ese día, pero seguro cerca de 80.000 personas. Cuando nos saludamos al final, recuerdo que Diego nos dijo: "Ustedes tienen un equipazo. Los felicito"".
En la fecha siguiente, Boca perdió ante Central en Rosario 1-0 y Maradona estrelló un penal en el travesaño. Inmejorable ocasión para Ferro, que al terminar el primer tiempo goleaba 3-0 a Huracán. Sin embargo, finalizó 3-3 y esos dos puntos de distancia fueron indescontables, ya que los "Xeneizes" igualaron con Racing en la última y fueron campeones. Los muchachos de Griguol se quedaron con el subcampeonato de ese certamen y del siguiente, para gritar el primer título de su historia en el Nacional 1982 en forma invicta.
Carlos Barisio resume las claves de aquel equipo que quedó en el recuerdo: "Tuvo muy pocas lesiones y casi ningún suspendido por expulsiones, gracias a algo que nos había inculcado Carlos Griguol: nunca protestarle al árbitro. Te guste o no te guste, él es la ley y se puede equivocar como cualquiera de nosotros. El equipo casi no tenía variantes, salvo la de Brandoni por Saccardi, que metía como loco y se desgastaba las rodillas y el Beto Márcico, que era un pibe, por el uruguayo Jiménez. Algunos nos trataban de antifútbol, pero la verdad es que teníamos buenos jugadores. Las famosas tres patas del fútbol, funcionaron a la perfección: excelentes dirigentes, un gran cuerpo técnico y futbolistas con hambre".
El tren del oeste anduvo más sobre rieles que nunca en la porción fundacional de la década del '80, donde fue protagonista de todos los torneos y dos veces campeón. Carlos Barisio dejó su marca, un invicto que hasta nuestros días, nadie ha batido en la máxima categoría. Pero para él, fue mucho más allá de su labor bajo los tres palos: "Lo sentí como la cosecha de lo que había sembrado a la lo largo de mi carrera, porque atajar mal o bien es una circunstancia, lo importante es haber sido buena gente". Y eso es, al fin, lo que queda, Carlos. Sobre todo cuando 38 años más tarde, el récord sigue vigente y tu amabilidad y generosidad, también.