Los rodeos de la vida son inesperados. Ezequiel Miranda lo sabe. El destino lo puso ante situaciones difíciles, traumáticas. Con apenas 22 años supo caer y levantarse. El fútbol, en sí, es una simple anécdota en todo lo que debió afrontar.
El joven de Florencio Varela se formó en las categorías menores de Estudiantes de La Plata y hasta llegó a cumplir el sueño de debutar en el club que le abrió las puertas a los ocho años. Sin embargo, un suceso trágico lo marcó en el 2012: su padre fue atropellado por un conductor que entró con su vehículo al campo de juego tras una gresca. Desde ese día ya todo había cambiado. Nada volvería a ser como antes.
Pasó seis meses marginado de la actividad combatiendo la angustia que lo persiguió desde aquel día hasta el presente y el fútbol le presentó una nueva oportunidad en Deportivo Paraguayo, de la Primera D. Ahora sueña con resurgir, renacer de esas cenizas. La de Miranda es una historia de superación.
— ¿A qué edad empezaste en el fútbol?
— A los 6 años, más o menos, en el Cruce Varela. En una esquina de mi casa, un club de barrio, ahí empezó todo, pero no me gustaba…
— ¿No te gustaba?
— No, un compañero vino y me dijo: "Vamos a probarnos". Fui y ahí arranqué. Después, a los 8 años, me fui para Estudiantes.
— ¿En tu casa te apoyaron?
— Mi papá sí, me apoyaba. Mi mamá también, pero le molestaba por el tema del estudio.
—¿En esos momentos pensabas en vivir del fútbol?
— De chiquito no. Pero me empecé a motivar cuando vino un representante, me llevó para una prueba y quedé. Ahí empecé a sentir sensaciones lindas.
—¿Cómo llegás a Estudiantes de La Plata?
— Estuve primero en un club de barrio y después pasé a una filial de Boca. Me hicieron algunas pruebas, pero al final nos sacó y nos llevó a Estudiantes. Me consiguió la prueba y a la semana me dijeron que había quedado. Así arrancó todo.
—¿Eras el ídolo de la familia?
— De mi mamá sí, me siento así. Ella me hace sentir así, de mi papá también.
—Una vez en Estudiantes… ¿Con qué soñabas?
— El sueño de todos los chicos: ser una estrella. Tuve la desgracia de perder a mi papá en 2012. Iba a dejar, pero el club tiene una escuela de fútbol muy buena. Me querían mucho; los técnicos, los profes, todos fueron al velorio de mi papá.
— ¿Qué le pasó a tu papá?
— Tuvo un accidente. En realidad no fue un accidente… Era un partido, es increíble lo que te voy a contar. No me van a creer. Hubo una pelea en el campo de juego. Mi padre no tenía nada que ver, yo menos. Se estaban peleando entre amigos y todo enloqueció. Una persona entró con el auto a la cancha.
— ¿Una persona entró con el auto a la cancha y lo mató?
— Una persona entró con el auto y listo…. A todos puestos, por suerte a todos no. Al único que levantó fue a mi papá, que no tenía nada que ver. Él estaba a un costado mirando todo.
Ezequiel todavía tiene presente aquella trágica escena del 28 de octubre del 2012. Una gresca en medio de un partido barrial y un hombre que, enojado, anticipa lo que va a hacer. Toma su auto y entra a toda velocidad al terreno de juego apuntando contra la multitud. El padre de Ezequiel logra protegerlo a él y a una mujer, pero no puede escapar del violento conductor. Horas más tarde fallecería en un hospital cercano y la familia Miranda comenzaría un extenso proceso judicial que incluyó dos años de incertidumbre hasta que capturaron al autor del crimen en calidad de prófugo tras un operativo en la provincia de San Luis. Ahora está afrontando una pena de ocho años en prisión.
— ¿Como te cambió ese hecho?
—En ese momento quedé en shock porque no entendía nada por qué hizo eso. El que lo mató ahora está preso, pero no le dieron muchos años, la Justicia no fue justa con nosotros. Imaginate que esto pasó un miércoles y el sábado tenía partido. Fui a jugar igual y después de ahí seguí, seguí y no dejé. Le hice la promesa de que iba a llegar y por suerte llegué. Le pude cumplir lo que le prometí a mi papá. Él me decía que yo iba a llegar, que yo siga. Él me acompañaba a todos lados. Donde yo estaba, él estaba. Increíble.
— ¿Hoy cómo estas con respecto a este hecho?
— Por suerte ya un poco lo superé. Cuando estuve en el banco miraba a la gente, miraba para atrás y estaba mi familia, y yo no podía creer que no estuviese mi papá. Era una cosa increíble. Estar ahí, sentir la sensación de jugar en Primera fue lo mejor que me pasó.
— ¿Qué fue lo más difícil de jugar en Primera?
— A mí me cayó tarde la ficha de lo mi papá. Empecé a bajar el rendimiento, y me bajaron de categoría.
— ¿En qué lo notabas?
— Cuando me levantaba, me iba a entrenar, ya no era lo mismo, porque siempre me levantaba con él. Me hacía el desayuno y nos íbamos juntos. Él se iba a trabajar y yo, a entrenar. Cuando me bajaron de Primera fue peor. Yo decía que tenía que estar en Primera y me hacía mal, porque me bajaron a reserva. Estuve con Nelson Vivas de técnico y a él le gustaba mucho cómo jugaba yo, pero como vio que bajé el rendimiento me mandó a reserva. Desde ahí no pude subir más. Nunca me tiré para atrás digamos, pero el bajón que te agarra de estar en Primera y que te bajen a reserva lo sentí; es muy feo.
— ¿Te deprimiste al bajar de categoría?
— No. Yo siempre me entrenaba al máximo y cuando me tocaban los partidos hablaba con Dios antes de acostarme. Eso me ayudaba bastante. Iba un poco a la Iglesia con mi mamá, algo que también me sirvió.
— ¿Pasar a la "D" fue como volver a empezar?
— Sí. Para mí es una nueva expectativa, nuevos sueños de volver a arrancar de cero. En Estudiantes ya había terminado, estuve seis meses parado. Entrenaba pero no jugaba partidos. Los primeros meses fueron durísimos. Iba al psicólogo y lo escuchaba pero no le daba bola. Quería jugar a la pelota y nada más. Me importaba volver a estar en reserva o en Primera.
— Hoy que pasó un poco el tiempo de esa situación, ¿qué reflexión hacés o qué aprendiste?
— Aprendí muchas cosas. De Estudiantes me llevé el compañerismo. Eso me quedó. Después, futbolísticamente me siento bien. No me siento en un bajo nivel. Sí tengo que volver a lo que era, pero yo pienso que trabajando con estas ganas voy a poder recuperarme.
— ¿Y hubieses hecho algo diferente si pudieras volver el tiempo atrás cuando estabas en Estudiantes? ¿hubieses cambiado algo?
— Mi cabeza… La mentalidad que tengo ahora, estoy un poco más maduro. Hubiera pensado de otra manera las decisiones que tomé. Es entendible haberme bajoneado, pero hay cosas que me costaron. No me entrenaba como tenía que entrenarme. El problema era de mi cabeza, mi mentalidad, que no me dejaba avanzar.
—¿Qué aprendiste en este tiempo?
—Es feo que te pasé lo que me pasó a mí, es difícil, yo pienso que es difícil. La situación en la que yo estuve. Hoy en día no volvería para atrás porque no quiero pensar lo mismo y quiero mentalizarme en lo que viene.