Inviernos ya lejanos. Cada vez un poco más. Julio pasó 50 veces desde 1969 y el corazón de Chacarita late melancolía. Por esos días la década del '60 iniciaba su retirada, con los ojos del mundo atentos a la maravilla humana de dejar huella en la luna por primera vez.
En Argentina, los pies estaban sobre la tierra, aunque ella no se mostrara tan firme. Aún resonaban los ecos del "Cordobazo", con su consecuente onda expansiva de manifestaciones y reclamos. Para sumar mucha más leña a un fuego social que ardía, fueron incendiados varios supermercados como repudio a la visita de Nelson Rockefeller, enviado al país por el presidente de los Estados Unidos Richard Nixon en las mismas horas que era asesinado Augusto Timoteo Vandor, el secretario general de la CGT.
En tiempos de un auge fervoroso de la palabra revolución, un humilde equipo del fútbol argentino estaba llevando adelante la propia, con esfuerzo, peldaño a peldaño, como marcaba su historia proletaria y laburante. En Italia comenzaba a gestarse una película cuyo nombre se iba a ajustar a la realidad que se vivía por San Martín: "La clase obrera va a al paraíso". Y eso sentían los hinchas de Chacarita. Que el anhelado, lejano y soñado paraíso de gritar campeón, era una realidad.
Un viejo axioma del fútbol dice que los equipos se arman de atrás hacia adelante. Entonces pongamos punto de partido a la evocación de aquel "Chaca" del '69 con su arquero, Eliseo Petrocelli, a quien encontramos en el polideportivo del club, trabajando con los infantiles como desde hace 20 años: "La historia se inicia con la tercera de 1966, donde jugábamos varios de los que luego formamos parte del equipo campeón. En 1968 prácticamente todos estábamos arriba e hicimos una campaña aceptable, de mitad de tabla. Fue uno de los primeros años en mucho tiempo donde no se peleó el descenso. El equipo lo formó Argentino Geronazzo. Con esa base más algunos refuerzos, como Abel Pérez de Boca, Rodolfo Orife de Estudiantes y Puntorero de Newell's, se hizo el plantel del '69".
Petrocelli menciona con sentida admiración al hombre que supo amalgamar ese grupo, pero no lo dirigió en la gloriosa gesta: "Como no arregló su contrato, se fue a fines del '68. Allí llegó Federico Pizarro, que dirigió en la fase de grupos del Metro, pero renunció en la anteúltima fecha, cuando nos habíamos clasificado para la rueda final. En los dos encuentros clave estuvo Víctor Rodríguez".
La figura más relevante de aquel equipo sólido y parejo era Ángel Marcos, hasta el día de hoy reverenciado por la feligresía funebrera y considerado, casi sin discusión, como el mejor futbolista de la historia del club. Él también recuerda así los comienzos de ese grupo: "Lo más destacado es lo bien que nos llevábamos entre todos. Y en la mayoría de los aspectos fue fundamental Argentino Geronazzo, un hombre que sabía mucho de fútbol".
Típico fruto del buen juego que siempre caracterizó a la cantera del club, Carlos García Cambón aportó su talento para la consagración: "Hice las inferiores en el club de la mano del gran maestro Ernesto Duchini. Lo más lindo de aquel campeonato es haber poder vivir algo inimaginable y lograr un objetivo que hasta para el más osado hubiera sido impensado. Y hacerlo en un club chico es algo maravilloso, porque cuando salís campeón en uno grande, al año siguiente ya se olvidaron". Y también puntualiza con claridad las claves de aquel éxito imperecedero: "Fueron un compendio de cosas las que se dieron. El mérito de Argentino Geronazzo para juntar a los que ya estábamos con los nuevos en una idea de fútbol que se logró plasmar en el campo de juego al año siguiente. También tuvo que ver la Comisión Directiva, que era joven y con muchas ganas. Gente muy honesta como Nader, Zuccotti o el ingeniero Gómez. Éramos una antítesis de lo que estaba pasando en nuestro fútbol, porque Estudiantes de La Plata había sido campeón con su manera, tan ponderada como criticada. Nosotros llegamos a concretar nuestro sueño sobre la base de buen juego, puro fútbol e improvisación".
En la segunda fecha del certamen, se produjo un resultado increíble: "Lanús tenía un buen equipo, pero esa tarde les salieron todas. Nos ganaron 7-1 en su cancha. Pero nosotros estábamos bien, al punto que al domingo siguiente goleamos 5-0 a Colón". Aquella caída estruendosa en el sur, dejó una cábala que se mantuvo largo tiempo: "La costumbre era que el arquero estuviera parado en clásica foto que se saca el equipo antes de los partidos. Tras lo de Lanús cambiamos y yo empecé a posar agachado, junto al resto de los defensores. Nos trajo suerte", rememora con una sonrisa Petrocelli.
A la hora de evocar los mojones ineludibles del recorrido hacia la gloria, el arquero no duda: "La victoria en la cancha de Boca 1-0 con gol de Ángel Marcos fue importantísima, por el rival y porque les sacamos tres puntos de ventaja, afirmándonos como líderes de la zona. Casi aseguramos la clasificación, ya que solo faltaban cuatro fechas". Para Ángel Marcos, también aquella tarde en La Bombonera fue bisagra: "Durante muchos años conservé el relato de José María Muñoz de mi gol, que fue una triple pared con García Cambón, en una maniobra muy buena que compartí con un jugadorazo. García Cambón podía actuar en cualquier puesto y en todos los hacía bien".
El propio García Cambón coincide con sus compañeros: "Fue la única vez en la historia que Chacarita derrotó a Boca en La Bombonera y por eso fue una alegría desbordante, sobre todo de los dirigentes que siempre sufrían al visitar esa cancha. La jugada arrancó por la derecha. Cuando me salió Marzolini le hice un sombrero y llegué al fondo. Allí apareció Rogel e hice la primera pared con Marcos, que me la devolvió y cuando me achicó Roma, se la di a Ángel, que definió el partido. El estadio entero nos despidió con aplausos. Después de pelear casi siempre el descenso, poder vencer a Boca en su cancha y quedar primeros, fue tocar el cielo con las manos".
Al superar a Gimnasia 2-1 en San Martín, quedó sellado el pasaporte a la elite de cuatro equipos que definirían el torneo. Los otros tres eran nada menos que Racing, River y Boca. Y allí, se agrandó Chacarita, como lo cuenta Petrocelli: "La semifinal contra Racing fue durísima, porque tenían un equipazo que un año y medio antes había sido campeón del mundo. Por la muerte de Vandor, hasta último momento no se sabía si se jugaba. Ganamos 1-0 y llegamos a la final". El partido no se televisó en directo (fue un día laborable por la tarde) pero por suerte han sobrevivido un puñado de imágenes, seguramente filmadas por noticieros de época. Allí se observa un partido parejo y disputado. Y el famoso gol de Recúpero de palomita sobre el arco que da al Riachuelo, a pocos minutos del final.
Ese gol tan valioso tiene una historia detrás, que Ángel Marcos se encarga de recordar, con una memoria prodigiosa: "Yo era el encargado de los tiros libres y para poder superar a Racing en una jugada así había que ser astuto, porque eran tremendos de arriba. Entonces se me ocurrió lanzar un centro bajo, que apenas se levantó del piso. El balón cayó en el borde del área chica, por donde se zambulló de manera excelente Recúpero y superó a Agustín Cejas". García Cambón también coloca a Racing en lo más alto del fútbol argentino de fines de los '60: "Ellos tenían antecedentes potentes, de resultados y de buen juego. Por momentos nos llevaron por delante y así como ganamos 1-0, tranquilamente podríamos haber perdido. Fueron superiores en el segundo tiempo, pero nosotros luchamos y sobre el final hicimos el gol de la victoria".
Las cábalas, tan afectas a los futbolistas, asoman en la voz de Petrocelli: "La concentración había sido en el Colegio Militar, donde pasamos un frío tremendo (risas). Una vez que éramos finalistas, el micro no nos llevó para allá, sino a un hotel en el centro. Cuando preguntamos, nos dijeron que íbamos a quedarnos allí hasta el partido con River. Les dijimos a los dirigentes que ni locos. Pese al frío, queríamos volver al Colegio Militar. Por las dudas… (risas)".
Sólo 90 minutos los separaban de la gloria aquel domingo 6 de julio. Enfrente estaba River, con su desesperación por gritar campeón, en medio de una sequía que ya llevaba 12 años. El arquero siente una emoción especial: "Al salir al campo de juego de Racing fue un impacto tremendo ver toda la parte baja repleta con los colores de Chacarita. Estábamos muy motivados y el primer tiempo lo terminamos ganando 2-1 con goles de Neumann. A poco de comenzar el segundo tiempo, llegó la obra maestra de Marcos. Si ese gol lo hacía Maradona, lo estarían repitiendo sin parar". Un golazo eterno en los corazones funebreros, que lo siguen gritando 50 años más tarde, aún sin haberlo vivido. Así lo evoca su autor: "Arranqué desde la mitad de la cancha y cerca del área recibí el pase de Recúpero. Dejé en el camino a un defensor, eludí al arquero y encaré para el arco, aunque había quedado un poco abierto sobre mi izquierda. El "zurdo" López cubría los palos y entonces hice el amago de jugarla al medio. Él abrió las piernas y por allí pasó la pelota. Fue un lindo gol, quizás el mejor de mi carrera. Yo sentí que ahí quedaba sellado el título".
Hubo un hecho en la final que cambió el desarrollo del encuentro, como lo evoca García Cambón: "A nosotros se nos simplificó cuando a River le expulsaron a Dreyer (a los 30 minutos), porque eso cambió todo lo que habíamos pensado y planeado nosotros y ellos. Ya de por si éramos un cuadro que jugaba a lo que quería: presionaba cuando necesitaba y se replegaba cuando le convenía. Si a eso le sumamos el hecho de tener un hombre más, la balanza se inclinó definitivamente hasta llegar a la goleada. El segundo tiempo fue un monólogo de Chacarita con algún intento esporádico de River que no prosperó".
La apoteosis se desató con el pitazo final del árbitro Roberto Barreiro. El viejo sentimiento del hincha funebrero, ahora era tapa de todos los diarios y revistas, que también dejó una anécdota para el recuerdo. Goles era un semanario deportivo que intentaba competir con El Gráfico, el líder absoluto. Se ve que la gente de Goles no le tenía mucha fe al cuadro tricolor, porque su tapa contenía una foto con dos jugadores de River (Roberto Ferreiro y Juan Carlos Guzmán) y arriba, en letras negras sobre un fondo amarillo ¡Chacarita campeón! Había llegado el tiempo de los festejos, que fueron interminables, en tiempo y recorrido, como recuerda Petrocelli: "Tardamos entre cinco y seis horas en llegar desde la cancha de Racing hasta San Martín, con una caravana increíble de coches que seguían al micro. Salimos de Avellaneda con una autobomba de bomberos adelante, por Avenida San Martín. Lo que más recuerdo es a los hinchas de otros clubes saludándonos, hasta gente de Atlanta, algo que hoy sería imposible. Fuimos a la Municipalidad y de allí a la cancha, donde habremos llegado como a la una de la mañana".
Para García Cambón fue una liberación para el hincha: "Sentí que después de haber ansiado algo tanto tiempo, era como una explosión. Eso fue lo que hizo la gente, que nosotros acompañamos y nos dejamos llevar. Fue divertido y emocionante, como el hecho de ver llorar como chicos a hombres grandes. Hay dos cosas que me marcaron en mi vida deportiva: Haberle hecho cuatro goles a River el día que debuté con la camiseta de Boca y haber salido campeón con Chacarita. El tiempo es el que marca los momentos importantes y si pasan tantos años y la gente se sigue acordando, es que fueron trascendentes".
Comenzamos haciendo referencia a un axioma del fútbol. Y lo cerramos del mismo modo: "Desde el arco se tiene una mejor visión de toda la cancha". Y entonces, que Petrocelli hable del equipo y sus compañeros: "La defensa que integré era excelente, donde siempre se intentaba salir jugando. El lujo era Ángel Bargas, que luego estuvo 10 años en Francia. De los números 6 que vi, fue el mejor junto a Passarella. Marcos era un jugador muy inteligente. Cuando llegó al club jugaba de ocho, pero lo agarró Renato Cesarini para que jugara de siete. Renato era un personaje. Había venido a colaborar y se metía en la cancha vestido con traje impecable y zapatos italianos y corría por la raya al lado de Ángel explicándole lo que tenía que hacer. La base del equipo se mantuvo durante varias temporadas. Los últimos en irnos fuimos Recúpero, Frasoldatti y yo a fines de 1974. Año a año se iban vendiendo a las figuras y no a los precios de hoy, sino Chacarita debería tener como cinco estadios (risas)".
Y la clase obrera llegó al paraíso. Tantas veces soñado y alcanzado sobre el filo de una época que tenía como uno de sus estandartes hacer realidad las utopías. Chacarita campeón era una de ellas y ese grupo de jugadores, héroes de negro, blanco y rojo, lo hizo posible y dejó la mesa paga para siempre.