Gabriela Sabatini, mano a mano con Infobae: su visita al Papa, el otro deporte que la cautivó y el apoyo económico para el tenis argentino

Por Enrique Cano (desde París)

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El premio que recibió Sabatini
El premio que recibió Sabatini (Foto: Twitter)

Cada día que pasa, cada año que cumple hace más viejo a todo lo que la rodea. Como mujer resulta llamativamente hermosa; como persona, aún más. Es Gabriela Sabatini, una de las mejores embajadoras que puede tener la Argentina.

Los mayores de 25 años saben de quién se trata cuando se la nombra, pero los más jóvenes escuchan decir Sabatini y piensan en Oriana, la cantante, hija de su hermano Osvaldo. "Sí, ¿viste?", se ríe mientras reconoce la fama de su sobrina. "Se nota que estamos grandes", y vuelve a reír.

Gabriela volvió a Roland Garros; regresó a los grandes escenarios, aunque no le guste demasiado la exposición. Su vida, después del tenis, ha transitado por los caminos del anonimato fuera de las lentes, de las cámaras. Hizo de la discreción y del bajo perfil un culto, llevado al extremo de ir a visitar al papa Francisco sin solicitar una audiencia privada. Francisco la saludó como si fuera una persona más de quienes pisan el corralito por el que pasa esparciendo sus bendiciones. No la reconoció. "¿Y por qué tengo que darme a conocer?", responde Gabriela si le preguntan.

Ella se recluyó en actividades que no se relacionaban en absoluto con ese deporte que la lanzó a la fama y la hizo modificar su estilo y comportamiento. "A veces me veo y me digo: ¡qué increíble! Porque el tenis me hizo abrirme más a la gente y me hizo más comunicativa", explica mientras despliega otra sonrisa que viene atada a los recuerdos. "Si cuando yo era chica, era muy introvertida. En la escuela yo era muy, muy para adentro. No podía… (la palabra no aparece en castellano y los gestos con sus manos tratan de traducirlo) expresarlo –surge-, no podía comunicarme, no podía decir que no me quería quedar. A veces mi mamá tuvo que ir a buscarme a la escuela…", corta la ilación de sus memorias; el brillo en sus ojos puede denotar que la responsable fue la emoción.

Así es Gabriela, dentro y fuera de la cancha. Esa que estuvo entre las tres mejores del mundo, que peleó por el número 1, que ganó cuatro veces el torneo de Roma y que, por ese motivo, la prensa mundial pasó a llamarlo Gabylandia. "Roma es una ciudad que me encanta y tengo muy buenos recuerdos y sensaciones de mi paso por allí. La comida, por ejemplo", y vuelve a echarse a reír. "No es lo mismo con este torneo (Roland Garros), acá tuve muy buenos momentos, pero también de los otros (ríe). El partido que perdí en cuartos de final con Mary Joe Fernández, creo que en el 93, fue de los peores (Gabriela ganaba 6-1 y 5-0). Después otro con Seles, en el que si ganaba iba a ser número 1, son momentos difíciles", recuerda.

Su actualidad y la salud de su familia la llevaron a mudarse a Suiza ya hace unos años, en donde pasa la mayor parte del tiempo. "Allí la vida es más fácil. Se puede llevar una vida tranquila, y yo puedo darme el gusto de andar en bicicleta todo el tiempo". Es sabido que para Gabriela, desde que tomó a Miami como la ciudad en la que solía vivir y compartir momentos con sus amigos, recorrer distancias en bicicleta era mucho más que una distracción. De hecho, disfruta tanto del ciclismo que participó en una oportunidad del Tour de France, pero no en la modalidad de competencia y con recorridos más cortos.

Entre Suiza, Estados Unidos y Argentina es como distribuye sus días Gaby a los 49 años. Una edad que la lleva espléndida. Delgada, esbelta, sin "retoques", como suele decir. "No sé cuál es la clave, lo único que hago es algo de ejercicio y alimentarme bien y la carne está dentro de mi dieta", se ríe, porque ella sonríe todo el tiempo.

La carrera como tenista le permitió una vida que, por elección, está mucho más alejada del deporte profesional y nunca pensó en volver a él. "Desde que dejé de jugar, debo haber tocado la raqueta tres o cuatro veces para alguna acción. Después intenté hacer otras cosas que me daban más placer, como cantar. Lo intenté, fui a estudiar, pero finalmente lo dejé. La bicicleta me tomaba más tiempo y me daba más libertad para recorrer", repasa de sus tiempos sin tenis.

Gabriela Sabatini con el trofeo
Gabriela Sabatini con el trofeo del US Open que ganó en 1990

Una de sus ocupaciones actuales es la línea de fragancias que, desde la década del 90, fue lanzada con su nombre e imagen y que aún mantiene una perfumería alemana enfocada en la geografía y el mercado de Europa del Este. "Tanto es así que cuando viajaba a alguno de esos países, la gente no me reconocía como jugadora de tenis, sino por el perfume, era muy gracioso", agrega.

Reservada como es, si se le pregunta por su relación con amigos, la gran mayoría, seguramente, estarán por fuera del tenis. Porque para pronunciar el nombre de alguna de sus ex colegas con las que aún mantenga relación, debe detenerse a pensar por un momento. Y ahí aparecerán "Steffi y Mónica (Seles)", con quienes suele frecuentarse un poco más y las que, por una rara similitud, aparecen alejadas de la exposición y del mundo del tenis.

En la noche de ayer de París, la Federación Internacional de Tenis (ITF) dio una cena de gala (Dress Code: Black Tie) en su honor, muy cerca de Place de la Concorde. Su obra por fuera del tenis, más allá de la jugadora, fue  homenajeada. "Siempre digo que el tenis me ha dado mucho más de lo que yo pueda devolverle. Me permitió viajar, conocer, y yo amo viajar", dice con los ojos un tanto cristalizados por la emoción del premio que le otorgó la ITF y con el que reconoce sus acciones en favor de este deporte que Sabatini aún sigue amando.

“El tenis me dio alas”,
“El tenis me dio alas”, dijo la leyenda argentina luego de recibir el premio de ITF (@QuiqueCano)

Sabatini ha colaborado por mucho tiempo con el tenis argentino en silencio, ocultando su participación, haciendo del perfil bajo y la humildad un modo de vida. A mediados de la primera década de este siglo, la Asociación Argentina de Tenis recibió la colaboración, en miles de dólares mensuales, para sostener proyectos, realizó apariciones benéficas, tomó nuevamente la raqueta para jugar con Martina Navratilova en pos de colaborar con la fundación que lucha contra la miastenia.

Hoy vuelve a apoyar al tenis argentino. "Hay que ampliar la base de chicas que jueguen tenis. Entiendo que para las mujeres es mucho más difícil, porque hay que estar solo, y entiendo a los padres, porque hay que tener mucha confianza para dejar a una chica sola. Pero yo conozco a todos los chicos de La Legión y que hoy conducen el tenis de la Argentina, que saben lo que es esto y que sabrán sacar adelante este deporte maravilloso. Y para mí es muy importante, porque con los años una va creciendo y una tiene un papel y una responsabilidad de quién es y está bueno comprometerse con eso", dijo Gaby.

Estas son las razones por las que el mundo del tenis hoy homenajea a Gabriela, quien, lejos de las canchas, continúa siendo un espejo a los ojos de las nuevas generaciones.

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