Restaban 45 minutos para culminar los 180 minutos estipulados en la definición de la Copa Sudamericana 2012. Tigre afrontaba por primera vez un partido de estas características en su historia y, aunque perdía 2-0 en el mítico Estadio Morumbí ante San Pablo, tenía esperanzas de revertir la historia. De repente, todo se desmadró para escribir una de las páginas más nefastas del fútbol de este continente.
Al finalizar el primer tiempo del choque de vuelta, el plantel de Néstor Gorosito tuvo algunos cruces verbales con los futbolistas del San Pablo típicos de estos partidos agobiantes por tanta tensión. Inmediatamente, se dirigieron hacia el vestuario para intentar disminuir los decibeles pero allí los esperaba el calor de un infierno.
"Nos estaban esperando en la puerta del vestuario para pegarnos dos muchachos de la barra de San Pablo. Aparecieron de la nada. Nos defendimos y empezaron a llegar más. Llegó la Policía y nos empezaron a pegar con palos; no es que vinieron a separar, llegaron a pegar. Eran como 10 ó 20 Policías", rememora Diego Ftacla en diálogo con Infobae, que por entonces era un joven delantero de 20 años que esperaba por su turno en el banco de suplentes. Así fue el inicio de un escándalo de magnitudes que nunca tuvo la verdadera repercusión que se merecía.
Sin embargo, la hostilidad había sido como un modus operandi aplicado sobre su estadía paulista: "Llegamos al aeropuerto de San Pablo y no estaba el micro en el aeropuerto. Tuvimos que esperar dos horas hasta que vino. Después cuando quisimos ir a reconocer el campo de juego del Morumbí no nos dejaban entrar porque decían que éramos un equipo chico. Dos veces nos pasó lo mismo: hicimos un viaje re largo y cuando llegamos no nos dejaron entrar. Tampoco nos dejaron hacer la entrada en calor el día del partido en la cancha. Para colmo, yendo al estadio nos tiraron con piedras, latas de cervezas; nos trataron muy mal".
En la mitad del partido que el local ganaba 2-0 con los tantos de Lucas Moura y Osvaldo –la ida había sido 0-0 en la Bombonera– la confusión reinaba sobre el terreno de juego mientras el caos era el agente dominante en las entrañas del estadio. Nadie comprendía qué sucedía pero el "Matador" no retornaba al campo de juego.
"¡Nos emboscaron! La gente de seguridad que no nos dejaba entrar a precalentar primero nos emboscó ahí. Nos estaban esperando y en la primera escaramuza uno sacó un revolver y se lo puso a Albil en el pecho. Y después terminan con los palos de la Policía. Entonces fueron a pegarnos, fue una emboscada. El "Pato" (Galmarini) está cortado, Gastón Díaz está cortado, yo estoy cortado, Botta tiene la cara hinchada también…", gritaba ante las cámaras Ruben Pasquini, el jefe de seguridad del club, aquella noche.
"A Damián Albil le sacaron una pistola y lo apuntaron. Había periodistas ahí y desaparecieron todas las grabaciones, se las sacaron. No sé qué se les habrá pasado por la cabeza. Nosotros queríamos separar, cubrirnos y meternos en el vestuario", rememora Ftacla.
Durante algunos minutos, el desconcierto fue tal que el plantel se encerró en el vestuario y bloqueó la puerta de entrada mientras desde afuera intentaban ingresar. "La teníamos bien cubierta con unos bancos e hicimos fuerza nosotros. Mientras tanto, había una ventanita que daba a la cancha y nosotros veíamos cómo le daban la Copa a San Pablo y daban la vuelta en nuestra cara", detalla el ahora atacante de General Lamadrid. "En la entrada al vestuario nos rompieron todos los vidrios del micro, ni uno sin romper. Nos tiraron botellas de cervezas, piedras. Hasta ahí, quizás si queres, normal. Está mal que lo diga, pero es normal… Pero lo de recién no", relataba en ese entonces Martín Galmarin desde el vestuario.
"¡Ni siquiera pudimos recibir la medalla de subcampeón!", se lamenta Ftacla desde su Mar del Plata natal. "Imaginate que tenía 20 años, estaba acostumbrado a jugar por plata en mi barrio y ahora me tocaba jugar una final en el Morumbí una final con 80 mil personas. Ahora estoy en Mar del Plata con mi abuela que tiene recortes míos, camisetas guardadas y a mí me encantaría mostrarle el día de mañana a mi hijo que fui subcampeón de la Copa", agrega.
"Yo nunca viví una cosa así. Nos agarramos a piñas todos contra todos, fueron como 7 minutos. Fue una guerra impresionante. Yo vengo de un barrio muy difícil, pero lo que vivimos fue anormal. Los grandotes de ellos se empezaron a cansar y los pibes unas fieras, fueron al frente como locos. El tema es que ellos sacaron armas. Cuando los de seguridad vieron que los de Tigre los estaban cagando a palos a ellos, se metieron y empezaron con los palos a pegarnos a todos. El cónsul argentino no nos dejó salir de vuelta a la cancha", relató la escena Gorosito en el 2018 en una entrevista que le brindó al programa Arroban.
Conmebol no vaciló por entonces. Montó el escenario sobre el campo de juego y premió con la copa al club brasileño, mientras que al mismo tiempo las cámaras de la transmisión oficial mostraban desde el vestuario manchones de sangre en las paredes producto del cruce y los relatos de los futbolistas argentinos. Dos meses más tarde, el organismo publicó un comunicado con las definiciones de lo sucedido: declaró oficialmente campeón al club brasileño y sancionó a ambas entidades con una multa de 100 mil dólares.
Años más tarde, el ente realizaría sanciones completamente opuestas cuando los hechos de violencia tenían como protagonistas a hinchas de Boca y River en diversas series de Copa Libertadores.
Queda un capitulo más de la nefasta noche: el micro de regreso fue custodiado por la Policía apenas unas pocas cuadras y después quedaron librados al azar. "Estuvimos dos o tres horas en el vestuario y cuando quisimos volver al hotel nos dejaron solos en el colectivo. Llevaron a algunos a declarar y después desapareció la custodia. Nos tiraron piedras y latas de cerveza. Estábamos todos tirados en el piso y algunos encerrados en el baño. Lo único en lo que pensaba era llegar al hotel porque la estaba pasando mal", confiesa Ftacla sobre una noche en la que la barbarie le ganó a la civilizacion.
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