A 43 años del día en el que la mafia del juego y la prostitución asesinó a Ringo Bonavena

Una historia de pasión, rebeldía e impunidad. Los últimos días del boxeador de Parque Patricios en Nevada, donde fue asesinado por el guardaespaldas de un mafioso

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Ringo disfruta de Buenos Aires en su mejor época. Cuando aún estaba lejos el episodio que le costaría la vida en los Estados Unidos.
Ringo disfruta de Buenos Aires en su mejor época. Cuando aún estaba lejos el episodio que le costaría la vida en los Estados Unidos.

Aquel día fue más largo y aquella noche resultó interminable. La angustia pareciera lentificar siempre el transcurrir del tiempo, lo ralentiza, lo somete, lo suspende, lo frena, lo convierte en insoportable…

La fila de los acongojados lucía triste, larga e interminable. Más de 150.000 personas avanzaban silenciosamente hasta poder ingresar por la puerta de la calle Bouchard. Ya dentro del Luna Park esas almas doloridas creían escuchar el sonido vibrante de los duendes evocando las grandes noches del ídolo muerto.

Uno a uno aquellos hinchas fueron viendo la máscara en la cual se había transformado su inequívoco rostro; ya no había sonrisa ni luminosidad y el rictus había perdido su frescura bajo un bigote esdrújulo y severo.

Oscar Natalio Bonavena no sólo había sido un notable campeón argentino y sudamericano de los pesos pesados que enfrentó a los más grandes de la época desde Joe Frazier hasta Muhammad Alí; era también el símbolo de un barrio (Parque de los Patricios), de una ciudad (Buenos Aires) y de un país (Argentina).

Más aún, su porteñidad podría reflejarse de una manera casi única. Todos somos de algún lugar, pertenecemos a un punto geográfico, a un pueblo, a una ciudad, a un espacio amado; en el caso de Bonavena se dio una ecuación inversa: el barrio siempre le perteneció a él. De allí que "Somos del barrio / del barrio de la Quema / somos del barrio de Ringo Bonavena…", cantado por la tribuna del Globo lo reflejó con orgullo en un espacio sin tiempo. Y la banda Las Pastillas del Abuelo lo eternizaron en "El barrio en tus puños", una maravillosa ópera rock realizada para el teatro ciego.

Cuando el cortejo se encaminaba hacia el cementerio de la Chacarita lenta y fatídicamente fui recordando pasajes de su vida:

Ringo en el ataúd. Su ex mujer Dora lo despide en Buenos Aires. La tapa de la desaparecida revista Goles retrata el dolor de todos
Ringo en el ataúd. Su ex mujer Dora lo despide en Buenos Aires. La tapa de la desaparecida revista Goles retrata el dolor de todos

"Tenía derecho a soñar en la humilde camita de la promiscua habitación compartida con sus cuatro hermanos varones. Tenía derecho a soñar desde el empedrado de la calle Treinta y Tres cuando quería ser jugador de fútbol como su hermano Vicente, pero los pies planos le impedían correr sin soportar un dolor imposible.

Tenía derecho a soñar después de que su madre, Doña Dominga, lo cargara en brazos desde los 9 años cuanto menos una vez por semana hasta el Hospital Penna para que aquellos pies planos ahora operados del arco le permitieran hacer algún deporte. Tenía derecho a soñar en el gimnasio del club Huracán, el club de su ferviente amor, a llegar a ser un Rocky Marciano, el único imbatible campeón mundial de peso pesado que se retiró en 1956 cuando él tenía 14 años y comenzaba a abrevar en el boxeo.

Ringo –así rebautizado por dejar caer su melena crecida como la del baterista Ringo Starr en el furor de los Beatles– trascendió al boxeo pues no sólo podemos considerarlo como el primer boxeador que logró alternar con el jet-set de Buenos Aires, sino que también actuó en tres películas. Ademas lo hizo en el teatro de revistas, al mismo tiempo grabó canciones con la banda uruguaya de beat, rock y psicodelia "Los Shakers", tuvo programas de televisión y fue el precursor de la compra de derechos de un jugador de fútbol al contratar con su dinero el talento del cordobés Daniel Willington –jugador de época, ídolo de Vélez Sarsfield- para su querido Huracán".

Recorriendo aquella triste mañana de Buenos Aires, evoqué sus grandes hitos sobre el ring:

– Cuando derribó por dos veces a Joe Frazier (septiembre del 66) y estuvo a punto de noquearlo con un simple empujón en el viejísimo Square Garden de Nueva York.

– Cuando regresó al país y después de su debut ante Rodolfo Díaz en el Luna Park provocó el récord de asistencia en ese mítico templo frente a Gregorio Peralta (septiembre de 1965), con más de 25.000 entradas vendidas, una convocatoria jamás superada.

– El récord absoluto de las audiencias de la televisión argentina con 79.3 puntos de rating, aquel 8 de diciembre de 1970 frente a Muhammad Alí en el Madison Square Garden.

– Su admisión en el jet-set y en la farándula como protagonista hasta lograr ser tapa de Gente y de las demás revistas que reflejaban la vida social, política y artística del país.

– Su competencia con Carlos Monzón y Nicolino Locche a quienes les disputaba una idolatría sin sentido pues la gente valoraba a los tres y les reconocía las virtudes propias de cada cual; pero él quería más reconocimiento, más halagos, más elogios. Le hubiese gustado ser un ídolo unánime como Locche o un ganador implacable como Monzón.

Una tarde –lo recuerdo siempre– salíamos del Luna Park en su Mercedes Benz Pagoda por la calle Bouchard. Giramos por Corrientes hacia la avenida Madero y en esa esquina nos detuvo el semáforo. En espera de la luz verde para doblar por Madero hacia la avenida Córdoba, una señora lo reconoció a través de la paridad de ambas ventanillas. Ringo la miró esperando que la dama de madura edad le expresara algo. Al encenderse la luz verde, la mujer bajó la ventanilla y le gritó: "Fanfarrón, ¿sabés qué sos vos? –insistió la enojada mujer- vos son un fanfarrón insoportable, un asco".

Al doblar por Madero detuvo su coche junto al cordón de la vereda unos treinta metros antes de la esquina de Lavalle y advertí que dos lágrimas inéditas descendían hacia el final de su alma. Luego sin mirarme, acaso por sentirse avergonzado pues jamás nadie lo había visto llorar, se preguntó:

— ¿Por qué me dijo eso, por qué me atacó esa señora? -Y con la voz más baja aún susurró: "Fanfarrón yo ¿seré así para todos?".

Cuando el cortejo se encaminaba hacia el cementerio de la Chacarita, lenta y fatídicamente fui recordando pasajes de su muerte:

Esta escalofriante historia, tiene un punto de comienzo.

"Joe Conforte era un siciliano de 57 años, casado con una hija de paisanos, Sally Burguess 12 años mayor que él. Hacía más de cuatro décadas que vivían en los Estados Unidos. Primero residieron en Nueva Jersey y después se trasladaron a Reno. Allí abrieron el Mustang Bridge Ranch en el condado de Storey. El "capo mafia" de Nueva Jersey, Lou Bonanno, cuya organización criminal se dedicaba al juego y la prostitución, había dado el consentimiento para que Conforte explotara el Mustang Ranch.

Por entonces la idea era que Reno se tornara de a poco en un serio competidor de Las Vegas y era por ello que la organización criminal comenzaba a invertir. Conforte entre los puntos expansivos de su negocio quería organizar boxeo y le compró a Joe Montano el contrato que éste había firmado con Ringo Bonavena por 20.000 dólares en un viaje a Buenos Aires.

Fue así como Joe Conforte, dueño del más calificado prostíbulo del Estado de Nevada, disfrazado de Casino, iniciaba más emprendimientos con unas cincuenta máquinas tragamonedas.

El estilo arquitectónico del Mustang Ranch era colonial mexicano de fuerte influencia prehispánica. Tenía 54 habitaciones de un lujo cuasi obsceno. Dentro del edificio con galerías, mayólicas y altos arcos colombinos, vivían las 60 mujeres cuyos servicios "regulares" se pagaban cien dólares por un tiempo no superior a la media hora. Pero "la casa" también ofrecía "las famosas orgías romanas de Calígula" -el lujurioso y sanguinario Emperador de Roma-, cuyo costo ascendía a 500 dólares por huésped. Para entrar cada persona debía demostrar a los corpulentos y severos porteros que llevaba consigo un mínimo de 200 dólares cash. La mitad de lo recaudado era para la casa. Y con el otro 50 por ciento se pagaban "los gastos del personal", impuestos y el consabido porcentaje a la "Famiglia Bonanno".

Aunque Ringo cayó ante Alí, su desenfado y marketing personal sorprendió en los Estados Unidos, donde años después moriría asesinado en Reno, Nevada.
Aunque Ringo cayó ante Alí, su desenfado y marketing personal sorprendió en los Estados Unidos, donde años después moriría asesinado en Reno, Nevada.

Bonavena realizó una sola pelea bajo la obligación de ese contrato: fue el 27 de febrero de 1976 ante Billy Joiner, a quien desganadamente venció por puntos negándose a ponerlo nocaut. En nuestra última charla telefónica después del combate, Bonavena me confesó: "Esto es un circo, amigo. Alrededor del ring hay mesas con platos de faisanes trufados, champagne, putas hermosas vestidas de gala, millonarios con guardaespaldas, camareras prácticamente en bolas sirviendo, risotadas, todo el mundo fuma habanos, cigarrillos o marihuana… Es una cagada, un desastre, ¿quién puede pelear así? Ah, –recordó azorado– si sobre el ring hacés algo que no les gusta te tiran con comida, con una pata de cordero. Pan y circo, viejo. Yo aquí no peleo más…".

Sally Conforte fue la primera en enterarse sobre esta queja de Ringo, su amenaza de romper el contrato y no pelear más en el Mustang Ranch. Y trató de calmarlo: le regaló 7.000 dólares de su bolsillo y le facilitó conseguir los documentos de identidad como residente definitivo de los Estados Unidos, algo muy difícil y valorado. Para ello lo hizo casar con una de sus chicas, Cheryl Anne Rebideaux de 24 años, rubia, de amplia y sistémica sonrisa, paso grácil, cuyas medidas se aproximaban a los 90-60-90 y cuyo nombre artístico era Daisy. Esta despampanante persona era además –y nada menos- la novia de William Ross Brymer, el guardaespaldas personal de Joe Conforte. Brymer había sido boxeador profesional, visitó levemente algunas prisiones por "amenazas a una mujer", "tenencia de narcóticos" y "asalto a mano armada". No veía del ojo derecho a raíz de un desprendimiento de retina, siempre estaba armado, odiaba a Ringo y una vez haciendo guantes quiso sobrepasarse hasta que Bonavena le metió un cross de izquierda y lo puso nocaut en el gimnasio. Esto naturalmente aumentó su rencor.

La Libreta de Casamiento firmada por el juez John Gabrielli databa del 19 de febrero del año 1976 y fue recibida por Sally Conforte en su domicilio del 3115 del Sullivan Lane de Reno, Nevada. Ella misma, en el marco de una gran fiesta, se la entregó a Ringo como prueba de afecto y protección. Joe Conforte, el verdadero dueño del casino-prostíbulo, no pensaba lo mismo. Y se lo hizo saber a Ross Brymer y a John Coletti, otro de sus guardaespaldas. "No quiero ver a este imbécil con Sally, no quiero que frecuente este lugar, no quiero que coma mi comida, no quiero que se acueste con mis chicas, díganle que se acabó", ordenó el mafioso preso de un verdadero ataque de ira.

Brymer y Coletti cumplieron con la orden del jefe. Pero Ringo se lo contó a Sally y la apacible sexagenaria con limitaciones para caminar a raíz de un accidente automovilístico que le lesionó gravemente la pierna derecha, madre de tres hijos, cada vez más lejana sentimentalmente de su esposo Joe y a cuyo nombre estaba todo el "reino", trató de consolar a Ringo: "Se le pasará, él es muy temperamental", le dijo refiriéndose a su marido, "il capo mafia".

El 15 de mayo de 1976, se inauguró el Mustang Ranch Three. En esta nueva y tercera "sucursal" trabajaban 72 chicas y la fiesta de inauguración fue sorprendente. Entre los invitados había muchos políticos, hombres de negocios de Reno y de Las Vegas, notables abogados del distrito y ejecutivos de toda la gama. Los shows eróticos no cesaban y Joe se paseaba orondo por las mesas con su ancha sonrisa, el habano encendido y su copa de champagne agradeciendo la presencia de "amigos" tan importantes. Esa noche en el trailer donde vivían Oscar y su amigo el "Gordo" Julio Morales apareció una mancha negra en el piso. Sobre ella cenizas de algo que se había quemado recién y a un costado del trailer los documentos de Ringo y casi todas sus pertenencias aún humeantes. Una clara señal mafiosa.

Dora Raffa, quien es hoy la viuda de Bonavena, sabía todo cuanto ocurría ya que Ringo la había llamado para preguntar por los chicos y anticiparle que viajaría a Buenos Aires para llegar el 23 de mayo, día del cumpleaños de Dora. También le pidió que rezara por él, que rezara mucho. Pues aunque la relación matrimonial no pasaba por su mejor momento, Bonavena nunca dejó de acudir a su esposa en las circunstancias críticas. Y esa claramente lo era. Amenazado, intimidado por un mafioso, a punto de romper unilateralmente el contrato, sin posibilidades ya de una pelea digna en un marco normal, sin dinero y con la sola protección de una venerable anciana con quien sólo sostuvo una relación amistosa, había decidido regresar.

Ringo había sido contratado para pelear en el casino-prostíbulo de Joe Conforte, pero el ambiente no le gustaba: “Pan y circo”, decía.
Ringo había sido contratado para pelear en el casino-prostíbulo de Joe Conforte, pero el ambiente no le gustaba: “Pan y circo”, decía.

Pasada la medianoche del 21 de mayo de 1976 Bonavena estaba jugando en el Casino Harra's. Recibió un curioso llamado telefónico, se trataba de una provocación, finalmente de una trampa. Tenía todo programado para regresar a Buenos Aires la noche siguiente, la del 22 de mayo de 1976 en Aerolíneas Argentinas vía Los Ángeles. No obstante e increíblemente entre las 6:15 y las 6:30, según el Sheriff Bob De Carlo y después de aquella llamada, Ringo salió velozmente en su auto Chevrolet, modelo Montecarlo Coupe 75′ color caramelo, desde el Harra's hacia el Mustang Ranch. Su amigo Morales, único compañero de todo el suceso, había desaparecido de "los lugares que solía frecuentar" después de la señal mafiosa que dejaron sus objetos personales incinerados. Ringo Bonavena había quedado solo.

— Eh… Oigan bien ustedes, estúpidos guardaespaldas de cuarta, voy a entrar de cualquier manera –amenazó Ringo desde la calle frente a la puerta del Mustang Ranch, sabiendo que alguien le apuntaba desde lo alto.

— Te conviene irte amigo –le respondió John Coletti desde una amplia mirilla de la puerta principal.

No hubo tiempo para más. William Ross Brymer con una escopeta Remington 30-08 le disparó desde lo alto y una de las seis balas descargadas le atravesó el corazón.

Nos enteramos estando en Johannesburgo, Sudáfrica, horas antes de la pelea que Víctor Emilio Galíndez habría de convertir en una de las máximas epopeyas del boxeo universal al noquear herido, sangrante y exhausto a Richie Kates en el 15° round a menos de 30 segundos para que finalizara el match. Hazaña que coincide con los 43 años de evocación.

Ya de regreso desde el Cementerio de la Chacarita -28 de mayo de 1976, tiempo en que sus restos pudieron ser repatriados– volvimos a recordarlo con esa mezcla fatal de sonrisa y dolor. Hoy, una estatua en Parque de los Patricios muestra todo cuanto era: desafiante, soberbio, corajudo, enhiesto, guapo, mordaz, contradictorio, optimista, enorme hijo, enorme padre, un hombre digno.

Aquel enorme corazón sólo podía ser atravesado por una cobarde bala de escopeta…

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