Cae el sol en Mendoza y la paz vuelve a reinar en el gimnasio que Pablo Chacón tiene en la ciudad de Las Heras. Se despuebla el ring, las pesas y barras vuelven a sus lugares y las bolsas lentamente dejan su movimiento pendular. El ayer boxeador y hoy entrenador se sienta en la escalera que anexa el cuadrilátero con el piso del establecimiento y desnuda su alma ante Infobae.
¿Qué es de la vida de Pablo Chacón?
Acá estoy, en mi gimnasio y con el boxeo, que es mi vida. Soy entrenador pero también hago de manager, me llaman y consigo peleas para los chicos. Tengo una doble o triple tarea, pero mi fuerte es ser entrenador. Si incursiono en otras áreas es por una cuestión de necesidad, de que los chicos necesitan continuidad.
¿Todavía sentís la misma adrenalina que cuando subías vos al ring?
A la hora de la competencia la adrenalina es la misma. La diferencia es que yo no peleo, pero quiero que mis boxeadores ganen. Esto se convirtió en una familia y aprendés a querer a los chicos. Tiene el deseo de que triunfen y les vaya bien. Es muy similar y lo disfruto mucho, amo lo que hago.
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Automáticamente después de colgar los guantes te convertiste en entrenador… ¿Eso te ayudó para superar el retiro?
Uno no se puede preparar para el retiro. Yo lo hice por un problema de salud (desprendimiento de retina en ambos ojos). Tuve la suerte de que compré el gimnasio en 2002, lo reciclé y refaccioné e inauguré al año siguiente, antes de dejar el boxeo. Mi última pelea fue en diciembre de 2005 y me retiré oficialmente en febrero de 2006, cuando me informaron de la gravedad de mi lesión. Yo no había dicho nada por ignorancia e irresponsabilidad en mi última pelea. Me operaron en Buenos Aires y después de eso empecé a trabajar con mi entrenador Ricardo Bracamonte (falleció hace tres años) enseñándoles a los chicos y fogueándolos en mi gimnasio. Eso me ayudó muchísimo, fue mi cable a tierra y psicólogo.
¿Cómo manejaste el dinero que fuiste ganando a lo largo de tu carrera?
Cometí muchos errores. No me administré como debía en varios momentos. Hice malos negocios, malgasté dinero. Nunca estuve en cosas raras, pero uno gasta y cree que el dinero no se terminará nunca hasta que un día se acaba.
¿Qué consejos les darías a los boxeadores que están dando sus primeros pasos?
A los chicos que recién empiezan les aconsejo que ahorren, ahorren y ahorren. Que se den los pequeños gustos porque los merecen, pero que no malgasten porque la vida comienza cuando se termina el boxeo. Es una ola tremenda cuando te empieza a ir bien, hay que mantener los pies sobre la tierra porque te marea un poquito. Rodearse con buenas personas, algo que no es fácil de conseguir cuando estás en la cresta de la ola. Quizás al principio no tenés familia e hijos, pero lo que te asegura el futuro es ahorrar. Yo no lo hice y lo aconsejo, es la forma. El 90% de los boxeadores venimos muy de abajo, nos mareamos o no sabemos administrarnos, no es fácil. A mí me fue bien, vivo bien. Hice algunas cosas bien, tengo el gimnasio que lo compré siendo un galpón abandonado hacía años y toda la (plata) que tenía la eché acá. Hoy gracias a esto puedo seguir viviendo del boxeo y la docencia.
¿Quiénes son las grandes promesas del boxeo argentino?
Hay varios chicos nuevos. Argentina está sufriendo un recambio y hay que esperar a estos nuevos valores. Brian Castaño es el único campeón mundial argentino y un muy buen campeón. Un chico de mucha experiencia tanto a nivel internacional como amateur. Es él y después un montón de chicos que creemos que andarán bien. Pero tiempo al tiempo.
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Desde los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 que Argentina no gana una medalla en boxeo. Habiendo sido el último caso, ¿por qué creés que se generó esta sequía?
Lamentablemente soy el último medallista. Hoy después de muchos años están las personas que tienen que estar en la Selección. Los entrenadores son ex boxeadores olímpicos y campeones mundiales. Fabricio Nieva, Víctor Hugo Castro, Omar Narváez, Roberto Pocho Arrieta, Mariano Carrera… Agarraron la Mayor y son los que tenían que estar. Hoy tengo fe, ya sacaron buenos resultados en los Juegos de la Juventud. Trabajando con gente que lo ha vivido y está capacitada hay más posibilidades. El barco está encaminado, los Juegos de Tokio están cerquita, ellos deben afianzarse y plasmar su trabajo. Pero creo que hay futuro. El boxeo olímpico argentino tiene futuro con ellos. En el último tiempo faltó que estuvieran las personas indicadas.
¿Pensás que el nivel actual del boxeo internacional está bajo?
Puede ser. Yo tengo una particularidad, quizás una falencia. No miro mucho boxeo. Para que me siente a ver, tiene que ser bueno. No me gusta ver cualquier pelea, solamente me dispongo a ver las que son buenas en serio. Y hoy cuesta encontrar alguna así.
Tenés varias chicas entrenando en tu gimnasio, ¿cómo considerás al boxeo femenino?
Hay que darle lugar. Acá tengo a la campeona argentina Brisa Alfonso y a una piba con futuro como Yanina Orozco. Hay que pulirlo, mejorarlo, las mujeres tienen que pelear más fuerte.
¿La preparación es diferente a la de los hombres?
No. Pero hay que intentar que peleen más fuerte. Que saquen un poquito más la masculinidad como para que las peleas sean más atractivas. Así van a llamar más la atención y se van a perfeccionar. Uno de los problemas que existen en el boxeo femenino es que pelean con guantes de 10 onzas cuando en realidad necesitan más chicos. Eso va en contra de su pegada, de su potencia y de la espectacularidad, porque este deporte se trata de eso, a la gente le gusta que se golpee firme más allá de las condiciones técnicas.
Lejos en el tiempo quedó la medalla de bronce conseguida en 1996 antes de convertirse en boxeador profesional. También los zurdazos que fulminaron al húngaro Istvan Kovacs y lo transformaron en campeón mundial pluma de la OMB en 2001. Sus cuatro defensas exitosas y la pérdida del cetro contra el escocés Scott Harrison en 2002.
Si bien la noche en la que derribó a Kovacs tocó el cielo con las manos, mantiene un gran recuerdo de su pelea con el venezolano Richard Carrillo en Panamá (1999), eliminatoria que le permitió asegurarse la posibilidad de subirse al ring con el norteamericano Freddie Norwood en el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza, por el título mundial en el año 2000 (cayó por decisión unánime).
Fue justamente en esa época cuando su mujer, Verónica, dio a luz a su hijo Nicolás. Luego vendría Brisa. Pero antes de eso tuvo otro varón, Matías, por una relación extramatrimonial antes de juntarse con su esposa. Él es el mayor de los tres y hoy está privado de su libertad. Chacón habla sin tapujos. No tiene nada que esconder y afronta con hidalguía la realidad.
¿Cómo fue que tu hijo Nicolás salió futbolista y no boxeador?
Practicó boxeo de chiquito y obviamente todos pensaban 'éste va a ser boxeador'. Sabe mucho de boxeo y le gusta, pero eligió el fútbol. Es zurdo y juega de volante o enganche. Se crió en el barrio Vicente Martino, al lado del barrio mío, Cooperativa La Amistad. Mis suegros tenían un club con una canchita y él empezó ahí. Le vieron condiciones y a los 8 años fue a Huracán Las Heras. De los 14 a 18 jugó en Gimnasia de Mendoza y después de eso se fue un año a España, Toledo. Volvió y estuvo seis meses en Peñarol de Montevideo. No tuvo suerte, jugó el último semestre en Universidad de Mendoza y ahora está de nuevo en Huracán (en la primera local, no en el Federal A).
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¿Te molesta hablar de Matías, tu otro hijo?
No, no tengo problemas. No se crió conmigo, pero sí en el barrio donde yo crecí. Tuvo a su mamá, abuelos y boxeaba también. A los 15 ó 16 años, lamentablemente, se descarriló, se hizo amigos de quienes no debía y cayó en el flagelo de la droga y la delincuencia. Traté de ayudarlo lo más que pude, hasta donde pude o, en realidad, dejó ayudarse. Hoy está pagando su condena.
¿Mantenés el contacto con él?
Poco. Uno se resiente mucho porque piensa que él nunca tuvo malos ejemplos, ni por el lado de la familia de la madre ni por mi lado. Pero bueno, se equivocó y no pudo salir. La droga no discrimina clases sociales y, la delincuencia, tampoco.
¿Te resultó difícil aceptar que fuera noticia por haber robado y que te vincularan a vos?
Es así. Se llama Matías Emanuel Chacón y es mi primer hijo, anterior a mi familia. No siguió en el boxeo por las malas juntas y estar con quien no debía. En redes sociales fui criticado porque él es "hijo de". Yo nunca respondí y lo acepto, son las reglas del juego por ser una persona pública. Nunca dije nada. La gente no conoce cómo son las situaciones pero uno no puede explicarle a todo el mundo el porqué de las cosas. No me escondí nunca.
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