Atajó en uno de los peores momentos de la historia de Racing. Su debut fue como una premonición de lo que iba a vivir a lo largo de su carrera: con un penal en contra y una derrota inesperada ante San Lorenzo en un partido en el que la Academia iba ganando 3 a 0 y concluyó 4 a 3 a favor del Ciclón.
José Luis Martínez Gullotta ingresó por Facundo Sava para ocupar el arco que había dejado Gustavo Campagnuolo, expulsado por una insólita infracción en una noche muy oscura para los de Avellaneda. "Nos pasaron por arriba", recuerda a la distancia Wally en el diálogo que mantiene con Infobae.
Eran tiempos difíciles para Racing. La etapa final de un gerenciamiento que había llegado para cortar con la sequía de los 35 años sin títulos locales, pero por la cantidad de deudas, sueldos impagos, cheques rebotados y pedidos de quiebra se gestó una presión social para que concluya la sociedad anónima que estaba a cargo de la institución. "A los pibes nos forreaban bastante. En ese partido en el Nuevo Gasómetro, Hilario Navarro no podía jugar porque había que pagar una cifra a no sé quién y yo ni siquiera sabía si iba estar en el banco de suplentes", detalla Martínez Gullotta sin omitir ningún detalle: "Era un quilombo en todo sentido, desde el punto de vista dirigencial y futbolístico. Había un plantel largo y terminamos jugando los más jóvenes. Yo no tenía rodaje en Primera y de la noche al día tuve que afrontar una situación límite".
El día a día representaba una penumbra para los jugadores de la Academia. "Nadie se quería hacer cargo de nada. Veíamos que los dirigentes entraban y salían, pero nadie resolvía nada", relata el arquero que recibió la contención del experimentado delantero que luego se convertiría en el entrenador del club: "Facundo Sava fue nuestro referente. Fue el estandarte que nos ayudó psicológicamente para que no nos cayéramos. Si bien había jugadores importantes en ese plantel, en el último tramo no contábamos con el apoyo de ellos. La rutina era muy difícil porque vivíamos una mentira tras otra. Nos prometían cosas y después se borraban todos. Un día vino un periodista de un noticiero importante para ofrecernos cosas y después nos dijo que no estuvimos a la altura".
Así como alguna vez el propio Néstor Kirchner descendió con el helicóptero presidencial en el mítico Cilindro para motivar al plantel con plasmas, cuando Wally era el titular se sorprendió con la llegada de un reconocido conductor de TV fanático de la Academia que también se involucró con el club de sus amores: "Vino con 25 personas diciendo que iba a poner un incentivo, pero nunca más lo vimos. Las puertas estaban abiertas para cualquiera. Incluso un día nos enteramos de que el presidente no era más presidente. No entendíamos nada".
"De la gestión de Marín no puedo decir nada, porque en esos años estaba en la pensión y no me faltó nada. Tenía contención, buenos entrenadores, buena alimentación… estaba en un club que estaba a la altura de un grande, pero con Fernando De Tomaso parecía un club de barrio. Tuvo una mala gestión, igual que Molina. Entiendo que son fanáticos de Racing, pero tal vez estuvieron mal asesorados. Yo no sé si me conocían. Incluso cuando era el arquero del equipo. Estaban perdidos", argumenta el mendocino.
José Luis Martínez Gullotta se consolidó en el arco de Avellaneda en el Clausura del 2008, cuando tuvo que reemplazar a Hilario Navarro por una lesión. El equipo terminó en el último puesto y los promedios lo obligaron a jugar la Promoción ante Belgrano. "Fue un cierre de torneo muy duro. Nuestra cabeza estaba en aspectos extrafutbolísticos, porque además del problema del promedio estábamos sin cobrar", explica Wally.
Un empate en Córdoba (1 a 1) llevó tranquilidad a los hinchas, aunque el sufrimiento en el Cilindro se hizo sentir desde que se inició la revancha. Si bien el gol de Maxi Moralez calmó la tormenta, las intervenciones de Matías Gigli (con travesaño incluido) y Claudio Bustos paralizaron los corazones albicelestes en el Presidente Perón. "Si alguna de esas jugadas terminaba en gol, todavía hoy me estarían culpando. Hubiese terminado todo en una catástrofe. Hay gente que por 90 minutos de fútbol mata o no sabe contener esa tristeza y se termina quitando la vida. Por suerte el de arriba me terminó premiando. Nos iluminó y nos dio una mano bárbara. Gracias a Dios nos quedamos en Primera", analiza.
Con el alivio de la permanencia y el final del gerenciamiento, Racing intentó resurgir de las cenizas, pero el regreso de la democracia no se dio de la manera deseada. "Cuando Molina era presidente usó a todos los pendejos del club para hacer campaña, pero cuando asumió nos borró a todos. Uno estuvo en las peores y después me mandó a entrenar al Tita Mattiussi. Estuve sin cobrar 7 meses, fue muy duro", aclara el arquero de la Promoción.
Fanático de la Academia, el hombre que también pasó por Juventud Antoniana de Salta, Gimnasia de Jujuy, Aldosivi, Boca Unidos, San Martín de Tucumán y Gutiérrez Sport Club de Mendoza reconoce que siempre jugó como un hincha. "Con más huevos que cualquier otra cosa". Por lo tanto, la fórmula para evitar al Fantasma de la B se dio por la unión del grupo: "La mayoría éramos jóvenes que nos conocíamos de chicos. Eso nos fortaleció para que tiremos todos para el mismo lado. Estaban Shaffer, Mercado, Maxi Moralez, Caballero… con muchos de ellos sigo hablando", reconoce el ex arquero y agrega entre risas: "Me hice muy amigo de Chiquito Romero y Maxi Moralez en las inferiores. Nos fuimos varias veces de vacaciones, pero ahora están muy casados. Se convirtieron en pollerudos y me dejaron solo".
Aquella presión forma parte de un pasado ajeno a la realidad que vive hoy. Radicado en San Rafael, Mendoza, Martínez Gullotta se dedica a la industria del vino. "Es un fenómeno que no es para cualquiera. Me encanta el ambiente de las bodegas y hoy tengo a las mejores del país. Soy un empresario prematuro que hace lo que le gusta", desliza del otro lado de la línea telefónica.
"Ahora vivo mucho más tranquilo. Estoy distendido en una ciudad hermosa, muy cerca de mi familia", reconoce con una sonrisa perceptible, aunque advierte que le gustaría volver al fútbol: "Si algún día vuelvo, va a ser en la dirección técnica. Ojalá tenga la oportunidad, porque ya tengo el cuerpo técnico armado con dos profes, Maxi Moralez y José Luis Fernández".
Su pasión por la redonda lo obliga a crear esa imagen del otro lado de la línea de cal. "En 5 ó 6 años me gustaría estar dirigiendo en un equipo de la B Nacional o alguno de Primera, como Godoy Cruz. Si dirigió Sampaoli en la Selección, que no pateó una pelota, ¿cómo no voy a tener una chance?", continúa con el humor que lo caracteriza.
En el presente vive otra realidad, pero su nueva faceta entre los viñedos y las bodegas lo motivan a formar su propia selección de tintos en su podio personal: "El Apartado Gran Malbec de Rutini, el Siesta Malbec de Ernesto Catena y el Gran Reserva de Laureano Gómez".
Las copas servidas en una mesa que espera la carne que se asa a las brasas forman parte de una escena que repite con amigos y familiares. En esas conversaciones que mantiene con su círculo íntimo aún recuerda sus días en las canchas. "He tenido buenas y malas, pero la gente siempre se acuerda de lo malo. En un tiempo me gustaría que algún fanático me pare en la calle para pedirme una foto o firmar un autógrafo", confiesa con la nostalgia que le demanda el aroma del césped recién cortado que lo deposita mentalmente al arco de Avellaneda. Entre copas, también se capacita para desarrollar su nueva función de DT. Por ello, sus visitas al Cilindro ya no se basan en su sentimiento académico, sino para recibir los conceptos del Chacho Coudet, el técnico al que admira y quisiera imitar.
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