Qué deberíamos aprender del caso Mauro Zárate

Es hora de que cada uno de los protagonistas del fútbol reflexionen y no incentiven la irracionalidad. Imitemos a los ingleses

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La responsabilidad de la sensatez
La responsabilidad de la sensatez en el fútbol argentino es compartida. Dirigentes, jugadores, hinchas, periodistas y entrenadores deben reflexionar a raíz del caso del ahora jugador de Boca, Mauro Zárate.

No hay inocentes tras esta historia. Todos deben cargar con una porción de la culpa. Nadie puede distraerse. Jugadores, dirigentes, entrenadores, periodistas y simpatizantes tienen que ver con el clima reinante.

Hoy enmarcado en Liniers. Hasta hace algún tiempo en cualquier lugar de la república. Mañana también. El caso alcanza trascendencia y notoriedad porque involucra a uno de los clubes más importantes de la Argentina, Boca Juniors, y a un futbolista que se destaca cada tarde, cada noche: Mauro Zárate. Con el hincha se juega a diario desde los medios de comunicación creando ídolos con facilidad, exagerando con la trascendencia de los partidos.

Desde los propios futbolistas que declaran amores eternos que no son ciertos. Desde los dirigentes que permiten a esos futbolistas por decenas de motivos, entre ellos la defensa propia, que se autogestionen, que dominen los vestuarios, que elijan con quién jugar… ¿Cuál es la responsabilidad del hincha? Creerles. Los juramentos de estos tiempos pierden valor al rato ante una mejor oferta, el padrinazgo comercial o una promesa falsa.

Todos prometen: los dirigentes, respetar los contratos, organizar los clubes; los jugadores, amor eterno, expresado con un beso al escudo del club ante las cámaras, cautivar con promesas casi siempre dudosas de volver por amor a la camiseta. Lo que no advierten es que alimentan un fabuloso monstruo: el fanatismo.

El fútbol despierta pasiones al extremo de exarcerbar los ánimos que muy a menudo terminan en violencia. Algo de ello se anuncia para hoy. Un público creyente alguna vez, desengañado por una declaración de ocasión, jura venganza si ese jugador se atreve a jugar el partido. Una situación repudiable, que obliga a un operativo policial sin igual y obliga a los dirigentes de Vélez a conducir este momento con mucha prudencia.

El fanático todo lo vive con una pasión exagerada, desmedida, irracional. Desde el fondo de los tiempos, el fanatismo se define por la fe ciega que puede terminar en la persecusión, la agresión e inclusive la muerte. ¿Exageran en este caso?

Se ruega por la sensatez, por el compromiso de los participantes para no transformar una jornada deportiva en un grotesco.

A Zárate, un profesional que recibió una mejor oferta cuando pasó de Vélez a Boca, se le plantea la disyuntiva de jugar y enfrentarse al repudio general. O zafar del compromiso y quedar como un hombre débil ante las amenazas. Graves las circunstancias que rodean al fútbol donde lo que prima es el machismo y la valentía. Zárate quiere ir. Sufrirá dos horas y si no pasa nada volverá a su vida normal. El morbo está instalado y jugará hasta las últimas horas de la noche. Se ruega por la sensatez, por el compromiso de los participantes para no transformar una jornada deportiva en un grotesco.

El hombre hecho masa -dice Ortega y Gasset- es un sujeto que pierde en esas circunstancias sus caracteristicas personales, no se preocupa de valores o verdades, se asocia al conglomerado y se deja conducir. El hombre masificado renuncia a su vida autónoma que se adhiere con gozo a lo que piensan los demás y se convierte en un hombre manada. Nadie en el fútbol argentino trabaja sobre eso. Lo supieron hacer otros pueblos, los ingleses por ejemplo, y lograron reducir el fanatismo a sus mínimas consecuencias.
Aquí se lo atiza, se lo fomenta, desde todos los sectores. No hay diferencias entre populares y plateístas.

Ojalá prime el tino y que los responsables de educar -entre ellos, los máximos dirigentes del fútbol argentino- ayuden a climas distintos. Los otros actores saben que ya no podrán hacer más promesas eternas a los clubes y a sus hinchas. Y éstos tendrán que trabajar mucho sus creencias. Si no vivirán eternamente entre el caos y la frustración.

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