Sergio asegura haberse bajado del "Fórmula 1" en el que estaba. Relata que vivió 150 mil millones de pares de vida. Casi choca. Estuvo cerca de dinamitar todas esas vidas juntas. En el silencio del ring, de la soledad, escuchó con claridad el compás del "tic tac, tic tac" del reloj que regulaba aquella bomba que por poco explota. Fueron años de frenesí. De querer ser campeón del mundo, de querer conquistar ese país que una década antes lo expulsó en silencio, de perseguir la utópica idea de construir una mansión en la gloria eterna. Lo vio venir a tiempo.
"Maravilla" Martínez es apasionado. No importa que la noche ya predomine a unos pocos pasos de Retiro ni que su cuerpo traiga un intenso trajín de viajes a distintos puntos del país para dar charlas motivacionales o shows de stand up. Tampoco que después de la entrevista con Infobae deba cruzar toda la capital para ir a cenar con unos amigos. Hay un spoiler que preferimos no advertirle sobre nuestro trabajo: esto no será breve, aunque presentimos que él lo sabe. "Hola champ, ahí bajo", anuncia por celular y minutos después irrumpe por el hall del edificio. Celular en mano, habla con el equipo de periodistas al mismo tiempo que responde los pitidos del móvil. Ríe con furia cuando un amigo le manda un audio bromeando aunque no le quita la atención a la ronda de mate que él mismo comenzó. Devora un paquete de galletitas que puso sobre la mesa y repasa lo agitado que le queda por delante: más charlas, más shows, más entrevistas, compromisos con la televisión y ¿el regreso a los cuadriláteros?
No son dos personas distintas estas. Es el combo que constituye a Sergio "Maravilla" Martínez. Al reflexivo y al animal competitivo. Al perspicaz entrevistado y al voraz boxeador. Al fenomenal condimentador de anécdotas y al protagonista de las historias más épicas del deporte nacional reciente.
— Hace un tiempo dijiste: "Perseguí algo toda la vida y cuando llegué me di cuenta de que no era eso, entonces empecé a bajar el nivel de excitación con el que vivía mi vida y empecé a disfrutar un poco más". ¿De qué se trata? ¿a dónde llegaste y qué fue lo que empezaste a disfrutar?
— Sí, me pasaba. Me doy cuenta de que en una época quería ser campeón del mundo, daba todo y de hecho lo di. Cuando gané el cinturón mundial, llegué al vestuario, pregunté qué más había que hacer y me dijeron que era todo. La felicidad extrema esa de ser campeón del mundo, levantar el cinturón y volverte loco dura un segundo. No es que dura dos, tres, no, no. Dura uno. Pum, es una explosión. Después pisas tierra otra vez. Ahí me di cuenta de que está bueno lograr cosas extraordinarias en la vida. Pero en realidad descubrí que lo que hay que hacer de manera extraordinaria son las pequeñas cosas de cada día. Me fui dando cuenta después de un tiempo, cerca de los 40. Pero por lo menos me di cuenta, cosa no menos importante. Me pasó de olvidarme de vivir el momento. Yo vivía con una fecha. La fecha eran equis meses adelante. Y se me pasó una eternidad de tiempo hasta que lo logré. Cuando gané eso dije: "Ah, ¿era esto nada más?". Y me dijeron "sí, descansá y festejá porque ya está, esto es todo". Y pensé: "¡Ay, Dios! Madre mía. Me habré equivocado".
— ¿Sentiste que en algún momento podías terminar mal?
— La verdad que sentí que no. Llegué a un punto en el que vivía en un Fórmula 1 y yo quería bajarme de ahí. Realmente me estaba volviendo loco. No vivís una vida. Vivís 150 mil millones de pares de vidas y no está bueno. Lo que está bueno es que yo era consciente de que eso no era bueno pero que también sabía que era pasajero. Sabía que en un momento no había canal de televisión en el que no me llamaran. No había entrevistador que no me llamase para una entrevista o estar un momento, un minuto aunque sea, una foto. Me daba cuenta de eso, pero pensaba vamos a esperar que esto se enfríe. Y para eso tengo Madrid. Madrid para mí es pisar tierra.
— ¿Acá sos "Maravilla" y allá sos Sergio?
— Allá soy Sergio Maravillasss con "s". La gente cree que me llamo así, mucha gente cree que es mi nombre. Sin ser un tipo mediático ni famoso. Sí que tengo un poquito de fama porque es lógico, hay gente que hace deportes y me pudieron haber visto. En un canal de televisión me pasaban muy seguido en una época. Después de retirarme comencé a ser famoso allá. Empezaron a pasar combates viejos míos y la gente pensaba que eran actuales. Pasé a ser Sergio "Maravillas". Pero sí, allá soy Sergio, el tipo común.
— Hace algunos días se bajó definitivamente el "Chino" Maidana. Más allá de los conflictos que aparecieron en el camino, vos con tu cabeza de boxeador ¿qué crees que sintió para tomar esa decisión?
— Uno no lo hace por dinero. Si yo llego a volver seguramente puede haber una bolsa tentadora, bonita, buena. Puede haber un vagón de guita; sí puede haber. Pero no lo hago por dinero, esto no se hace por dinero. El "Chino" me pareció fantástico que haya querido volver; y también si se quiere retirar. Está bueno porque el tipo tiene las riendas de su vida en sus manos para decir que sí o que no. Él no está arriba de un Fórmula 1. Por ahí se habla de que le costaba dar el peso, le costaba esto o aquello. Probablemente lo que le pudo haber pasado a él es lo que me pasó a mí durante un tiempo. Hice una película hace dos años y subí un poquito de peso… Me dijeron "subí de peso" y se me fue la mano: ¡estaba en 100 kilos! Yo que siempre pesé 78 kg y cuando estaba gordo 80,500 kg. Posterior a la película me puse a bajar de peso. Me pongo a hacer mis dietas, mis arreglos nutricionales. Bajaba 5 kilos, subía 3. Bajaba 10 kilos, subía 15. Bajaba 8 kilos, subía 7. No podía bajar de peso. Pasó el tiempo y el año pasado tuve la idea esta de querer volver pero muy concreta. Y cuando tengo una idea digo lo voy a hacer…
— ¿Desapareció ya?
— ¿Los kilos?
— No, la idea…
— No, por supuesto que no, ja. Pero me pasó de decir "vuelvo". Llegué a Madrid y 35 días después yo pesaba 73 kilos. Estaba en categoría mediano. 40 días tardé como mucho. ¡Tenía un objetivo y una razón por la cual bajar de peso! Probablemente el "Chino" no llegó a encontrar su razón por la cual no solo bajar de peso sino prepararse fuerte. Es una falta de objetivos, simplemente es eso. Pero me pareció fantástico que el tipo dijo "no, ya está, no quiero", y se haya vuelto a su casa. Lo sentimos todos los amantes del boxeo y los fanáticos de él. Mirá qué grande el pibe: dice que sí, porque se le ocurre, y dice que no porque se le ocurre. Y nadie le puede decir nada. Tanto que lo criticaron, porque hubo críticas porque subía de peso, porque usaba las gafas no sé qué, las camisas de no sé cuánto. El tipo fue y dijo que sí; después, con el mismo valor, fue y dijo que no. Me parece extraordinario.
— ¿Cómo está tu rodilla?
— ¿La izquierda? ¡Bien! jajajaja, bien, está bien. Está mucho mejor que hace mucho tiempo.
— ¿Vos te sentís bien? Porque quedó la sensación de que en la última pelea contra Cotto vos no te sentías verdaderamente bien.
— Ese combate fue una acumulación de errores. Perdí y cuando uno pierde, cuando hay una caída, no es repentino, de un momento a otro. La derrota no es en el combate al igual que el triunfo. Yo perdí porque hice muchas cosas mal durante mucho tiempo. Un tiempo equis que no dura esa hora del combate, es mucho más. La rodilla fue un detalle. Estuve plagado de errores.
— ¿Estabas fuera de foco?
— ¡No estuve dentro nunca del combate! Porque escuchaba al público, escuchaba una vocecita mía en el hombro que me decía "salí de ahí, Maravilla". Y que estaba de acuerdo con la de este lado (señala su otro lado), que me decía "salí de ahí boludo, dejate de joder". Entonces pasaron todos esos detalles que me sirvieron muchísimo de experiencia para saber frenar a tiempo, saber bajarme de donde estaba, para tomar una decisión. Tardé mucho tiempo en tomar una decisión que, por ejemplo, el "Chino" la tomó de un momento al otro.
Hay escenas desconocidas entre aquel Martínez que perforó el umbral de la historia la noche del 15 de septiembre del 2012 tras darle una lección de boxeo a Julio César Chávez Jr. en una de las veladas más dramáticas de los últimos tiempos y este deportista "guardado" de 44 años que asegura que en unos pocos meses volverá a la actividad luego de cinco años para darle revancha al mexicano. El padecimiento silencioso del héroe. El 11 de noviembre del 2012, semanas después de la pelea ante Chávez Jr., llegó a Argentina una breve información: "La operación de "Maravilla" salió perfecta". Sin embargo, nunca más se volvió a ver al magistral, estético y certero pugilista que había llegado a ese combate en Las Vegas.
— ¿Estuviste mal después de esa operación en 2012?
— Es verdad. Me querían amputar la pierna porque tenía un problema que me decían si no te amputamos la pierna de aquí a 12 horas, en 24 horas te morís. ¡Te vas a morir! Porque la infección se va al corazón y no hay Dios que la frene. Tuve la bendición, llamale así, una suerte muy grande. Tuve un Dios aparte. La infección, la bacteria, no siguió recorriendo mi cuerpo porque si recorría mi cuerpo se iba al corazón y te morís al instante. No tardás muchas horas en morirte. Tardas lo que tarda la bacteria en llegar a tu corazón. Y no llegó, por diversas razones. Pero ninguna que yo pudiese decirte con total firmeza es por tal motivo. Pero sí que estuve ahí de que me amputen la pierna. Ahí es ahí…
— ¿Qué te pasó por la cabeza?
— Me querían hacer una operación nueva porque me tenían que limpiar la infección. Tenían que quitar una bacteria que había en la rodilla sí o sí, me dijeron. Les dije: "Dejenme a mí que yo me encargo". Tenía el líquido sinovial por la parte trasera, mi rodilla se puso gorda como un cuádriceps. Se me hinchó la pierna de una manera salvaje. Me decían tenemos que operarte sí o sí. Yo les decía "lo siento mucho pero no me voy a operar". Yo soy masajista y me puse a intentar sacar el líquido sinovial de mi pierna. Voy a hacer que mi sangre circule mejor, porque empecé a tener fallas con la circulación sanguínea. Se me empezó a poner negra la pierna, una cosa espantosa. Habré estado ocho o diez horas sin parar haciendo drenajes. Además de eso inyectándome morfina para calmar el dolor porque el dolor fue tremendo. En mi cabeza yo estaba convencido de que lo iba a sacar, decía "no me voy a operar de vuelta". Yo venía de mal en peor. Una operación salió mal y me complicó la vida. Me complicó porque es tremendo lo que pasa cuando hay una infección, yo no sabía. Tuve una doble operación en el tobillo y en la rodilla, y se me infectaron las dos. Cuestión que pasaron las horas, yo seguí haciendo drenaje, no sé si fue eso lo que me salvó, pero el médico me dijo que en mi cuerpo ya no estaba.
"La lesión me hundió, quedé sumergido 800 metros bajo tierra", afirma Martínez. Mientras tanto, el Fórmula 1 seguía corriendo en ese momento. El pibe de Quilmes que partió por la puerta trasera del país se había convertido en la celebridad nacional. Él ya había tomado noción de que aquella velocidad no estaba bien, pero cómo hacer para evadir la gula que presenta el éxito. 224 días más tarde de Chávez Jr. había montado un show inédito: protagonizó la velada con más espectadores del boxeo nacional ante el británico Martin Murray. Lo peor había pasado, pero el cuerpo evidenció los problemas sobre la copiosa lluvia en Vélez y no interpretó sus inconfundibles bailoteos plagados de elegancia. Esta vez no perdió, pero fue el principio del fin. Se subió por última vez a los rings en el Madison Square Garden un año más tarde para ponerle punto final a su trayectoria con una irrebatible derrota ante Miguel Cotto.
"Estaba en una silla de ruedas. Arruinado, reventado, sin poder moverme. Hasta ese punto de no poder moverme de la cama durante semanas y semanas. Y me decían no se te ocurra moverte. Yo no quiero esto, porque tenía dinero para llamar y decir "traiganme comida, traiganme esto", pero me muero. Es una locura. Ahí dije tengo que producir porque el que no produce se muere. Se habla de la zona de confort, la zona de confort está buena por un ratito, pero no dos. Me pasó de estar bien, peleé con Chávez, a nivel mediático allá arriba, a nivel deportivo bien visto, a todos los niveles que quieras mirar estaba de puta madre. De lujo, pero estaba tirado en una cama y no me podía mover a los 35 días después del combate y me quería morir", rememora sobre el trajín que estuvo emparentado a la infección del post operatorio de 2012 y a una complicación con la cápsula que retiene el líquido sinovial en la rodilla.
— ¿Pensaste en morirte sinceramente?
— ¡No! En ese momento no, ahí no. Pero decía no puede ser esto. Me operaron el 11 de noviembre del 2012, pasados los poquitos días esto se complicó y se puso patas para arriba. Terriblemente mal. Tuve unas cuantas semanas que no me podía ni mover de la cama. Después empecé a caminar, vine a Argentina y en el viaje, el 16 de diciembre, fue la hecatombe porque el cambio de presión provocó que explotara una cápsula detrás de la rodilla y ahí me trajo todos los problemas juntos. En ese momento descubrí que la vida es otra cosa. Gané un título mundial el 15 de septiembre, pero estamos a 16 de diciembre y necesito hacer cosas. Económicamente puedo vivir de lo hecho el 15 de septiembre, pero si vivís del pasado te vas a morir. Prisionero de tu propio sueño, y va a ser una celda. No podés eternizarte en un mismo sueño.
Aquella bacteria que tanto menciona siguió en su cuerpo "dormida", según relata Martínez, y le provocó dolores permanentes, al menos hasta el año pasado. Visitó unas aguas termales en Catamarca y afirma que, como si fuese un hecho casi milagroso del destino, aquellos dolores desaparecieron. El ex campeón mundial superwelter y mediano ensaya una explicación médica sobre aquel suceso que le devolvió cierta sanidad a su maltrecho cuerpo, pero lo importante es que marca ese suceso como el inicio del "plan regreso" que podría concretarse este mismo año.
— ¿Tanto se siente la soledad arriba del ring?
— ¡Pero claro que se siente la soledad! Y está buenísimo. A mí me encanta la soledad. Aprendí a disfrutarla, pero ya desde chico. Desde pibito siempre fui muy raro. De hecho, el "Raro" era mi apodo. Pero era raro de verdad. Me decían el "raro", el "mudo". No hablaba, me encerraba en mi cabeza. No le daba bola a nadie. Después con el tiempo aprendí que en el boxeo todo depende de mí. Está bien, tenés un equipo, un respaldo. Es gente necesaria, importante. Pero a la hora de pelear estás solo; y a mí me encanta. Yo me siento tan fuerte estando solo. Ahí arriba me sentía súper fuerte. La fortaleza que sentí es espectacular. Sentía que podía arrasar con cualquier rival, por más que me hubiese tocado perder. La fortaleza me la daba mi soledad y la propia seguridad que tengo de mi soledad.
— ¿Por qué un boxeador logró llenar un estadio como lo hiciste vos en Vélez?
— No lo tengo muy en claro sinceramente. Me pasan cosas muy locas hasta hoy en día, pero no logro entender. Me pareció muy loco a mí. De repente 55 mil personas ahí, que no entraba un alfiler, ¡no entraba nadie! Fue una sensación rara, extraña, fantástica también…
De golpe, Martínez se detiene con un suspiro que dura milésimas de segundos pero se siente eterno. Y ensaya una extensa reflexión sobre el furor por su figura.
"Conmigo hay una cuestión así: la sociedad mucho no se identifica con el boxeador. El boxeador representa al país, pero la sociedad no logra identificarse. La zona baja, la parte rozando lo marginal, sí se siente representada pero también identificada porque el boxeador sale de ahí. Yo salí de ahí también. La gente se identifica: "Este flaco es de los nuestros". Pero me pasa a mí que yo me visto más o menos normal y parezco un tipo de clase media. Entonces la gente de clase media ve que yo arriba del ring daba la vida y un poco más, y se siente representada e identificada. Porque me escuchás hablar y no me como las letras "s" y no tengo tantos muertos en el ropero como suele pasar en el boxeo y en el mundo. Entonces ven un tipo estándar. El de clase alta ve que me puedo comportar como un tipo con cierta cultura y nivel social. Entiendo que tengo dos dedos y medio de frente. Entonces, el de clase alta, social y cultural, sobre todo cultural, que a veces va bastante de la mano, se siente representado por mí. Porque soy un tipo que cuando estaba arriba del ring por momentos era salvaje. Era un animal que quería ganar, ganar y ganar, a cualquier precio. Pero también se siente identificado. Parezco medio fino dentro de todo: blanquito, ojos claros, hablo más o menos correcto y si me pongo un traje caro más o menos empilcho. Fue masivo conmigo porque la gente de los diferentes estratos sociales y culturales se vieron representados e identificados".
— ¿Y vos en qué clase te sentís más cómodo?
— Yo me siento en la clase que estoy. No tengo ni idea en qué clase estoy. A veces voy a Quilmes y tomo mate con mi vieja. A veces me encuentro con mis amigos, tomamos mate en el suelo y comemos un choripan que lo compramos al costado de la ruta. A veces vamos a un pueblito de Corrientes. Y a veces estoy en el mejor hotel del mundo. O en el segundo, el mejor no. El mejor está en Dubai, ahí no estuve nunca. Pero a veces puedo ir a uno de los mejores hoteles del mundo y me siento tan cómodo, me siento un fenómeno. Tampoco digo "ay no, esta vida no la merezco". ¡Mentira! Tengo 450 mil fracturas en mi cuerpo, más vale que me deje estar en un hotel como la gente. Ya no puedo estar en carpa, necesito una cama buena para dormir. No tengo excentricidades: tengo un coche que está bueno, una casa que está buena, empresas un montón y ya está. Y mucho laburo, no paro de trabajar. El día que yo pare de trabajar me muero. Como vos, como todos. Se van a morir del hastío, que es lo peor que hay. No tengo excentricidades, no me vas a ver que yo tiro por la ventana un puñado de dólares. ¿Qué dólares? ¡Me como un asado! No hago boludeces así. Tampoco me vas a ver comprando 43 coches deportivos por más que tenga el dinero. Si ando en uno, locuras no.
Fotos: Guillermo Llamos
Videos: Martín Casas
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