Se sienta en un café de Guaymallén, Mendoza, y prácticamente pasa desapercibido. Como frecuenta ese parador, lo saludan algunos empleados. El tiempo pasó, hace más de 40 años que este hombre tocó el cielo con las manos y fue campeón del mundo. Su simpleza campechana, heredada de su padre, es inocultable. Una vez que apoyó en la mesa las llaves del auto, el teléfono celular y una gomita en la que porta el documento y algunas tarjetas más, prueba el café y se echa a hablar.
Leopoldo Jacinto Luque. El Pulpo. Quien fuera transferencia récord en los 70. El segundo goleador, con 4 tantos y detrás de Kempes, del seleccionado argentino que conquistó el Mundial 78. En su septuagésimo aniversario, compartió un rato con Infobae.
"Invité a los muchachos del 78 para mi cumpleaños, tenemos un grupo de WhatsApp para mantenernos en contacto. Algunos son bravos, cada tanto aparece alguna foto subida de tono, ja". El espíritu de esa banda liderada por César Luis Menotti se mantiene intacta. Sean dos, cuatro, ocho o diez, los primeros campeones mundiales celebran su sana unión siempre que se presenta la circunstancia. A algunos se les complicará llegar a Mendoza, pero lo acompañarán a la distancia.
Hace poco Luque se reunió con Claudio Tapia, a quien tiene bien considerado por ponerse a disposición del grupo. "Los que se beneficiaron fueron otros, pero esta dirigencia se portó muy bien en poquito tiempo", aseguró. La posibilidad de contar con obra social y el aumento del subsidio les otorgó una tranquilidad de la que antes no gozaban.
El emblemático ex futbolista de la Selección dio detalles crudos del panorama: "Houseman y Rubén Galván se murieron por no tener obra social. Se les dio apoyo tarde. A René se le despertó un cáncer que pudieron frenarlo un poco. Si lo hubieran agarrado de entrada, se hubiera mantenido más tiempo, aunque no se cuidaba, igual que Rubén". Y marcó su diferencia a nivel personal, ya que cuando le tocó sufrir un infarto, pudo operarse gracias a su prepaga y quedó "como nuevo".
Mientras ultima detalles para el estreno de su película, "Leopoldo Jacinto, vida de campeón", continúa ligado a River por su estrecha relación con Rodolfo D'Onofrio: es captador de jóvenes talentos en la zona de Mendoza, San Luis y San Juan. Coordina la escuelita en el camping del colegio Don Bosco y recomienda a las promesas a Gustavo Grossi (Director de Proyecto Infanto Juvenil) y Daniel Brizuela (Director de Captación). Y también tiene diálogo con Marcelo Gallardo y Enzo Francescoli.
Respecto al largometraje producido por Matías Riccardi, repasará su trayectoria profesional centrada en la conquista del Mundial 78 y su lucha personal, gestada por el fallecimiento de su hermano menor en un accidente vial durante el certamen.
"Sentí mucho lo de Oscar, aunque más por mis viejos. Perder a un hermano es duro, pero a un hijo es terrible. Se me pasó por la cabeza irme del Mundial. Me he culpado por su muerte porque él chocó viajando para ver el partido contra Francia. A mí me avisaron al día siguiente lo que había pasado", recordó con con dolor. Luque se ausentó en la derrota contra Italia y tuvo un serio diálogo con sus padres después de finalizado el velatorio de Cacho. Ahí se convenció de regresar con el plantel albiceleste.
"Mi mamá me dijo que quería que volviera porque seguro mi hermano estaría contento mirando desde el cielo. Mi papá me contó que en el partido con Italia habían hecho un minuto de silencio por nuestra familia y todo el estadio había coreado mi apellido. Fue la única vez que lo escuché con la voz temblorosa", revivió con memoria fotográfica el delantero que infló redes en esa Copa del Mundo ante Hungría, Francia y Perú (2).
El periodismo lo reclamaba y los vecinos lo motivaban… "Cómo te quiere la gente, tenes que volver". Había un problema más: tenía luxado el codo derecho. No podía flexionar del todo su brazo y se le podía salir pese a armarse con un buen vendaje. Así y todo, regresó a Rosario para la segunda fase mundialista. Y luego tuvo premio.
Le hicieron una camiseta más grande porque el diámetro de su brazo había aumetado con el relleno para cuidar la extremidad. Antes del duelo ante Brasil, el médico y un dirigente del equipo rival exigieron observar el estado de sus apósitos: "Fue en el túnel antes de entrar a la cancha. Cuando lo vieron, tenía solamente una vendita de tela. Cuando se fueron, me vendaron el brazo por todos lados, ja. Fue el doctor Oliva, un monstruo".
Una mirada retrospectiva lo sitúa como entrenador de Unión de Santa Fe, haciendo debutar a Julio César Toresani. Ese hecho estaba marcado a fuego en la mente del Huevo, quien decidió quitarse la vida hace unas semanas. La celebración de la fiesta del deporte en su provincia natal los reunió hace algunos meses en la misma mesa: "Estuvo riéndose, lo noté muy bien. Fue justo antes de irse a Rampla Juniors de Uruguay. Estuvo un mes, le fue mal, se peleó con el presidente y lo echaron. Volvió acá y no podía ver a sus hijos, su mujer le puso una restricción… Una situación dura. Creo que necesitó más contención".
Con un triste semblante, Luque chasquea la lengua y menea la cabeza: "Sentí mucho lo que pasó, creo que también tomó esa decisión por encontrarse solo, mal, tomando pastillas. Además tenía varias propiedades pero lo pelaron".
La elección de recordarlo con alegría es la que tomó antes de despedirse: "Yo lo tenía visto de la Tercera y jugábamos contra Boca. En el partido anterior habían echado a Sánchez y me decidí a reemplazarlo con él, que tenía 17 años. Le dije '¿viste que le sacaron roja a Sánchez? Bueno, meate, cagate, asustate de ahora hasta el sábado porque el domingo sos titular. Vas a jugar por el lado de Melgar'. ¿Sabés qué me respondió? 'Quédese tranquilo que me lo como a ese enano'. Era así, un caradura".